Entrevista a Daniel González Rebolledo

“El tesoro más preciado que tenemos como humanos, es la palabra”

Docente, escritor, librepensador, estuvo en Paraná para presentar sus libros “Poemas orilleros” y la reedición de las obras teatrales “La yegua blanca” y “Ramírez” en la Escuela Constancio Carminio. “A veces uno se parece a lo que se imagina”, dice el autor y dramaturgo de Gualeguay.
14-12-2018 | 18:11 |

El autor se considera “escritor del borde, de la periferia”.
Carlos Marín
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Daniel González Rebolledo alcanzó el reconocimiento provincial a comienzos de la década de los ‘90 con La yegua blanca, premio Fray Mocho género teatro. Fue un momento luminoso en una trayectoria que arranca a comienzos de la década del ‘70 en su Gualeguay natal.

Docente, escritor, dramaturgo, director, actor, este escritor reconoce su raíz en la tradición gualeya que forjaron nombre como Juan L. Ortiz, Mastronardi, Veiravé y Emma Barrandeguy.
Teatro, ensayo, novela, prosa, poesía. La producción literaria de González Rebolledo, a tono con la personalidad expansiva y creativa hasta el desprejuicio, ha dejado marca en estos géneros y le ha otorgado un lugar en el panorama literario entrerriano. Este docente distinguido en el certamen Casa de las Américas no cesa de producir. En este camino ha dejado mojones como “Los Kennedy del sur” –novela sobre la historia de los hermanos paceños que encabezaron una revolución–, novela que resultó premiada en una convocatoria realizada por la Universidad Nacional de Entre Ríos.

En el marco del Ciclo Referentes, del quehacer cultural de la región el escritor y dramaturgo estuvo en el Auditorio Walter Heinze de la Escuela de Música, Danza y Teatro Prof. Constancio Carminio allí presentó sus libros “Poemas orilleros” (poesía) y “La yegua blanca” y “Ramírez” (teatro).
Momentos antes de su presentación, el escritor compartió claves del trabajo que realiza y de los proyectos que desarrolla.

Celebración

“Siempre es una satisfacción dar a conocer el producto de las creaciones de la imaginación, en mi caso a través de la escritura porque significa el término de un largo proceso, ya que en mí se impone la reescritura una y otra vez hasta dar por sentado que ya no queda más por pulir en ese texto”, aseguró. En ese camino “por sobre todas las cosas, lo que celebro es la palabra”.

Mientras disfruta de una vida “apartada y feliz”, actualmente jubilado de su actividad y avanza en su proyecto de radicarse en Paraná, el gualeyo trabaja sobre “proyectos modestos en lo personal” y se refugia “en los seres que quiero, los animales y las plantas, algunos viajes, el teatro y la literatura que integran mi substancia y que aún deseo seguir haciendo, aprendiendo, viviendo. Creo –sentencia– que es suficiente por ahora”.

–¿Qué reflejás en tus “Poemas orilleros”?

–El libro se editó en diciembre de 2017 en Tucumán, a través de una editorial de jóvenes estudiantes de letras que fueron los interesados en producir mis textos. Para mí ese interés fue muy significativo, porque soy un hombre de 66 años que escribe poesía. Y no tenía la seguridad de estar en sintonía con lo que los más jóvenes quieren. Hicimos un trabajo conjunto con este grupo de editores y así salieron estos “Orilleros”. En este trabajo lo que propongo es lo que he hecho en todos mis poemarios, una especie de antología personal con textos que ya tenían varios años –algunos incluso habían sido editados– y que seguían conmigo; otros son poemas que me acompañaron cuando hice la performance “Sexalescencia”, y hay algunos muy nuevos, muy recientes.

Curiosamente, como suele sucederme en mis textos, hubo un núcleo, un eje, que es “la orilla”. Nosotros, lo digo siempre, somos escritores del borde, de la periferia. También de esa orilla que nos abisma para poder tener un paisaje interior que intente convivir en armonía con ese paisaje exterior. Con esa orilla a la cual pertenecemos. Hay mucho paisaje, mucha orilla en estos poemas. Y también los temas que siempre están presentes en la poesía: el amor, la muerte, la vejez, los afectos, los vínculos; y el paisaje fundamentalmente.

Producciones

–¿Por qué decidiste publicar “La yegua blanca” y “Ramírez” en un volumen editado por Editorial Fundación La Hendija?

–De los textos que he escrito, “La yegua blanca” es el que más se ha difundido. Con esta es ya la tercera edición que se publica. Se utiliza mucho en educación, en distintos profesorados de la provincia. Por eso decidí reeditarla junto a “Ramírez”, porque creo que ambas son obras fundamentales en relación a todo lo que he escrito.

–En “La yegua blanca” proponés una historia ligada a la recuperación de un mito popular, que tiene puntos de contacto con el del lobizón. ¿Qué planteas en “Ramírez”?

–Ramírez es un drama musical folk. Es algo osado. En él tomo como protagonista al que considero nuestro héroe máximo para formar parte de un relato que incluye lo musical, la danza, la música y el texto dramático. Es una producción muy ambiciosa que se publicó por primera vez en “Todo teatro”, volumen, editado por Editorial Fundación La Hendija reúne 13 de mis textos de teatro.

Escribirla me llevó mucho tiempo, mucha investigación historiográfica. Para hacerlo participé en congresos de historia revisionista. He discutido abiertamente y éste el eje de este Ramírez folk que yo presento. Lo que propongo es discutir la acusación –a mi entender liviana– que se hace sobre la traición del entrerriano a Artigas.

Ramírez encarna un proyecto propio. Y en lo político es un jefe que ha ascendido, que ha peleado él mismo con López. En Cepeda el ganador de la batalla es él, ya que en ese momento, Artigas ya no tiene territorio ni ejército: Está en caída. Frente a eso, Ramírez, que asciende políticamente, obviamente quiere tomar su lugar; y lo hace.

Ramírez tiene un sueño grande, la República de Entre Ríos. Y finalmente la funda: esa es la tesis. Un jefe político, guerrero, que va en ascenso y una figura que declina, que es la de Artigas. Lamentablemente tuvieron que vérselas en el último juego, el de las armas, por que Artigas consideró que no estaba bien lo acordado por Ramírez en el Tratado del Pilar. Y en el enfrentamiento, Ramírez lo derrota militarmente. Entonces no veo frente alguno desde el cual pueda hablarse de traición.

–¿Cómo fundamentas esta posición que propones en la obra?

–Para sostener esta perspectiva me documenté mucho en la Biblioteca Provincial. Busqué no tan sólo en textos históricos, sino también en la otra forma que la historia a veces se nos revela que es la literatura. Hay una obra de Leoncio Gianello que hay que volver a poner en valor, una novela que se llama “Delfina”. Allí él da algunas claves que me resultaron motivadoras para volver a estas figuras mitológicas para nosotros –me refiero a Ramírez y a Delfina– Por todo esto, lo que Ramírez ha significado en mi vida, seguiré defendiendo esta posición. Y me encantaría que se conozca más este texto. Y que también se lea en las escuelas e institutos de formación, tanto como “La Yegua Blanca”.

Desafíos y proyectos

–Te incluyeron en una antología de cuentos de Casa de las Américas, escribiste obras que son reconocidas, sos irreverente al tratar ciertos temas ¿Qué es lo que te desafía hoy?

–Lo que me desafía siempre es la vida. El vivir en este momento en una sociedad tan castigada y oscurecida; tan vapuleada; donde pareciera que ya no tenemos aire para respirar, porque todo se traduce en lo financiero. Un mundo en que la palabra es el tesoro más preciado; esa gema valiosa e increíble que tenemos y por la cual podemos seguir resistiendo y presentando batalla a esas injusticias que nos indignan y movilizan.

Me sigue desafiando eso y toda conmoción que a uno le sucede en lo personal y lo colectivo, que debe traducirse por algún lugar, por ejemplo en comprometerse y participar desde donde uno esté, para mejorar las cosas.

En ese sentido creo que me faltará tiempo para continuar intentando plasmar –con cierta belleza, que sería el propósito de toda obra literaria– parte de esto que nos toca diariamente viviendo, teniendo proyectos, soñando, y sobre todo tratando de hacer del lugar en que uno está y vive algo mejor. Sobre todo para las generaciones que nos sucederán.

Y además, cine

–¿En qué proyectos trabajás actualmente?

–En este momento estoy comprometido con un cortometraje de la escuela de cine de Santa Fe. Un trabajo de tesis de dos estudiantes en etapa de graduarse. Fui a un casting porque necesitaban un actor de 60 y estamos viendo un tema interesante, que es el de Aparicio Garay, famoso por ser un caso de canibalismo que existió en las islas del Paraná, en 1938.

Por otro lado tengo un compromiso de vida muy fuerte que es que pienso terminar con mi etapa rural, de alguien que vive y escribe en el campo. El cuerpo me indica que es momento de dejar eso y arrimarme a la ciudad. Y la ciudad que siempre elegí es Paraná.
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