Historia de vida

Juan Boari, el médico entrerriano que sobrevivió al terremoto de Haití en 2010

El cirujano estaba en plena misión como casco azul de las Naciones Unidas cuando se desató la catástrofe más mortífera del siglo XXI. En una entrevista con Mirador Entre Ríos contó detalles de la pesadilla que le tocó vivir en el país más pobre de América.
18-03-2019 | 19:03 |

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“Un día vivido en Haití no te lo olvidas más, allá convivís con la injusticia social, el hambre y la pobreza extrema”, reconoció Boari.


Tomás Rico
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“Estar en una catástrofe no se elige, la catástrofe te elige a vos y no te avisa. Es la naturaleza contra uno y gana por goleada, de un segundo al otro tenes miles de muertos y heridos a tu alrededor. Imaginate que en Haití hubo 330.000 muertos”, rememoró Juan Boari, un médico cirujano de Gualeguaychú, que vivió en carne propia el terremoto que “puso de cabezas” al país más pobre de América en 2010.

Boari llegó a centroamérica como casco azul de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sabía de la extrema vulnerabilidad social, económica y política del territorio, pero jamás hubiera imaginado padecer el temblor más demoledor del siglo XXI, que alcanzó la magnitud 7,3 en la escala Richter.

-¿De dónde surgió la posibilidad de cumplir una misión como casco azul?

-En el 2008 mientras hacía la residencia de medicina estaba en una jornada de cirugía en Mendoza y conocí a un jefe que me dijo: “Vos deberías ir a Haití a hacer una misión humanitaria con los cascos azules”, yo no tenía mucha idea de qué se trataba pero me sedujo porque me dijo que iba a operar desde una cesárea hasta un baleado. Entonces habló con el jefe del hospital en el que trabajaba y a partir de ahí empecé a formarme yendo a Campo de Mayo y al edificio Cóndor (en Buenos Aires). En 2009 me embarqué en un avión con 500 soldados y pasé a ser cirujano de los cascos azules en una misión humanitaria en Puerto Príncipe (capital de Haití), donde teníamos relativo confort, en un país que ya estaba devastado previo al terremoto.

-¿Qué fue lo que te motivó a enrolarte?

-Me pareció interesante hacer una misión humanitaria y ayudar en el país más pobre de América Latina y uno de los más necesitados de todo el mundo. Además, el hospital reubicable (son containers ensamblados y tienen entre 10 y 15 camas) estaba justo en Haití. Allá teníamos consultorio, quirófano y atendíamos los pacientes, sobre todo que pertenecían a los cascos azules o los haitianos heridos por la Minustah (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas), más o menos teníamos 11 mil pacientes.

-¿Qué observaste de la vida en Haití?

-Recorrí varios lugares donde hay pobreza extrema, marginalidad, violencia familiar, tráfico de drogas, armas y mujeres. Es un nivel de violencia inusitada. Conocí un orfanato de la Madre Teresa de Calcuta, algo que me conmovió, donde había niños desnutridos y muchos con HIV.

Una pesadilla con los ojos abiertos

-¿Cómo fue el momento del terremoto?

-El 12 de enero a las 16.53, creo que había 50º C de temperatura ambiente, una humedad impresionante, sumado al tránsito vehicular que era un caos. Fuimos a un supermercado y de repente empezó a temblar, el ruido era ensordecedor, el piso parecía de goma y el techo se te venía encima. Quedé aturdido, mareado, y todo lo que dicen que podes hacer durante un terremoto es mentira porque con suerte te podes mantener de pie. Nos protegimos con mis compañeros, éramos siete debajo de la caja registradora y cuando empezaron a caerse las vigas del techo empezamos a salir. Nos quedamos abrazados en la puerta del supermercado y faltaba una compañera. Volví a entrar con el enfermero (Salvatierra de apellido), y la encontramos debajo de un metro de mercadería y la pudimos sacar. A la semana siguiente nos enteramos que el lugar se había derrumbado y habían quedado 50 cuerpos. Esa noticia fue durísima.

-Saliste casi ileso del supermercado. ¿Volviste a tu misión apenas pasó el gran temblor?

-Sí, en el momento atendimos varios heridos. Decidimos ir hasta el hospital que quedaba a unas 30 cuadras, tardamos cerca de tres horas en llegar porque había miles de personas caminando. Veíamos heridos y muertos en plena calle. Llovía una mezcla de polvo y vidrio. El hospital de la ciudad se había derrumbado y de repente en el hospital de la ONU teníamos cinco mil personas esperando ser atendidas, por eso sacamos colchones a la Plaza de Armas y los atendíamos ahí. Con las réplicas (fueron más de 60) se nos caían las personas de las camas por eso trabajamos en el piso.

-A tu primer paciente, ¿lo recordás?

-El primero que operé era un brasilero de 19 años con una herida en la pelvis. En la mitad de la cirugía hubo una réplica y se empezó a caer el quirófano. Cada vez teníamos menos oxígeno, gasas y al mismo tiempo se sumaban heridos y muertos. El temor de morir era constante porque teníamos el miedo de que se nos venga el cielo encima. Estuvimos tres días sin parar con un calor insoportable. Para colmo era el único hospital que se mantuvo en pie en todo Puerto Príncipe que tenía 4 millones de habitantes. Todo el mundo laburó, nadie se escondió para no ayudar, desde el cocinero hasta los médicos ayudábamos.

-¿Y cuál fue la situación que más te movilizó?

-Fue al tercer día. Había un “haitianito” de unos seis años que tenía una mano semi aplastada y se la tuve que terminar de amputar con una tijera de mayo, sin anestesia y sólo con el padre agarrándole la manito, eso fue durísimo. Hoy que tengo dos hijos no lo podría hacer.

-¿Tenes contacto con alguna persona en Haití que hayas conocido durante la catástrofe?

-Sí, hablo con Osvaldo Fernández, que también es de Gualeguaychú y tiene allá un orfanato hace años, que en la actualidad contiene a 96 chicos huérfanos. Es un gran tipo, macanudo y con un corazón gigante, un verdadero héroe.

-¿Volverías a estar presente en una catástrofe con tal de salvar vidas?

-Me encanta ayudar a la gente y salvar vidas pero elegiría una forma menos arriesgada, porque ahí uno pone en riesgo su propia vida. Ahora tengo cuatro pibes (dos de sangre) y una mujer que amo, familia y amigos, al decir que sí, sería muy egoísta.

-¿Cómo impactó en tu vida haber sobrevivido a semejante episodio?

-Tuve diferentes etapas. Al principio tuve mucho miedo, llantos, pesadillas, perdí ocho kilos en tres días, no podía comer. Me levantaba a la madrugada temblando durante meses. Después uno aprende porque independientemente del terremoto, un día en Haití no te lo olvidas más, allá convivís con la injusticia social, el hambre y la pobreza extrema, la falta de agua, cloacas, luz. Es la prueba clara de que el mundo es injusto, no puede haber países como Haití.

Los cascos azules

Las fuerzas de paz de la ONU, son popularmente conocidas como los “cascos azules”. Las delegaciones están conformadas por cuerpos militares encargados de crear y mantener la paz en áreas de conflictos, monitorear y observar los procesos pacíficos y de brindar asistencia a excombatientes en la implementación de tratados con fines pacíficos. Las misiones duran seis meses, con la opción de repetir, sobre todo los médicos y oficiales del Ejército.
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