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15-05-2018
Charla con Margarita Stolbizer

“El gobierno cometió un pecado de soberbia”

“El gobierno cometió un pecado de soberbia”
Afirmó que hasta hora no se dieron los casos de corrupción como en la etapa kirchnerista, pero advirtió sobre los conflictos de intereses de varios funcionarios. El futuro del progresismo en la Argentina.

Mario Cáffaro
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Margarita Stolbizer hoy no ocupa cargos públicos y no piensa en candidaturas a corto plazo. “Quiero hacer otra cosa desde otro lugar”, le dice a este medio durante un café en la ciudad de Santa Fe en un alto de la ajetreada agenda que desarrolló y que cerró con una charla con Miguel Lifschitz acerca del contenido que debería tener una reforma constitucional en la provincia.

— ¿Hay espacio para el progresismo en la política argentina?
— Sí, y existe porque existen las ideas. Hay que tratar de separar las ideas, los principios del progresismo de lo que son las definiciones electorales. El ciudadano, aún desde un ideal progresista, en la última elección terminó votando por Cambiemos, por Macri. No enamorado, sino por la necesidad de terminar con la degradación institucional y la corrupción de la que veníamos, que no era progresismo. Lamentablemente, el relato que construyó el kirchnerismo de sí mismo hizo que mucha gente se engañara durante mucho tiempo de que ésa era una expresión del progresismo. Sigo pensando que la alternativa existe, que lo que hay que hacer es ensanchar ese espacio, darle visibilidad. El otro problema es que el votante elige lo que ve y lo que ocurría es que no veía claramente y eso tiene que ver con la autocrítica en la manera en que las identidades se terminan diluyendo en los tiempos electorales.

— El año próximo hay elecciones. Está Cambiemos, se rearma el peronismo. ¿Dónde estarán las ideas progresistas?
— Primero, mucho de los intentos de reunificación del peronismo no expresan al progresismo. Al contrario, es posible que todo eso termine decantando en una opción tanto o más de derecha de lo que representa Macri. Muchos de los candidatos que podrían representar ese espacio no son cambio o una confrontación en términos ideológicos. Hay que desvincular las ideas con lo que tiene que ver con el voto y la estrategia electoral. Debería haber una opción progresista, pero, por ejemplo, para mí esa expresión se juega en gran medida en Santa Fe. En términos estratégicos y también tácticos para el progresismo es más importante mantener una provincia como Santa Fe que ir hacia una aspiración nacional con pocas posibilidades. Esto no sólo porque se conserva territorio, gobierno, sino porque debemos construir una visibilidad convocante del progresismo. El progresismo no puede ser un rótulo que cualquiera bastardea. Lo importante es ganar territorio, como también pasa con los gobiernos municipales. Si hay una expresión del progresismo que es mucho más perceptible es la de los gobiernos locales. Allí se ve claramente cuando se trabaja con la idea de progresismo e igualdad.

— ¿Qué es lo que más le reprocha al gobierno de Cambiemos?
— En términos políticos, no haberle dado continuidad a lo que sí mostraron en 2016 que -en reconocimiento de su debilidad- fue mostrar una voluntad de diálogo y de construcción de consensos. El primer año de gobierno en la Cámara de Diputados fue de mucha construcción y de mucho resultado. Eso mostró una madurez que a mi juicio fue la mejor carta de presentación hacia el exterior. Una vez que se envalentonaron y ni qué hablar después de haber ganado la elección del año pasado, rompieron puentes. Cometieron un pecado de soberbia muy grande que es sentarse en un pedestal, mirar al resto por arriba y no dialogar con nadie. Contrariamente a lo que ellos creen que el diálogo los debilita, creo que lo que los ha debilitado ha sido el aislamiento soberbio en el que entraron. Los costos los terminan pagando los más débiles. Ante la inestabilidad política y económica son peores las condiciones para los sectores que no tienen cómo defenderse. En la gestión hay falta de sensibilidad al que tiene problemas para pagar la luz, el colectivo o el gas.

— Y ahora volvió al FMI...

— Es increíble. La alternativa de volver al Fondo era de última, primero se queman todas las naves, se intentan todas las cosas. O no nos están contando todo lo que ha pasado o están adelantando algo que debió haber sido la última instancia. El año pasado nos habían contado otra película. Veo un gobierno sin rumbo, muy desorientado, sin plan y sin rumbo. El anuncio de ir al Fondo agrega preocupación.

— De todas maneras, la Argentina parece tener un serio problema de financiamiento del alto déficit fiscal.

— Hay que tener mucho cuidado con eso. Al mismo momento en que nos hablan del déficit fiscal, el pasado lunes las 60 primeras páginas del Boletín Oficial son nombramientos con salarios altísimos. Utilizan el discurso del déficit para algunas cosas, pero no se hacen cargo de otras. Han sobredimensionado plantas de personal en el Estado. Utilizaron el decreto de racionalización para echar a muchos y poner más con amigos. El esfuerzo debe ser para todos por igual, pero sigue habiendo concesiones para los grandes grupos que no van de la mano del esfuerzo que se nos pide a los demás.

— Usted hizo denuncias ante la anterior gestión que terminaron con ex funcionarios y empresarios detenidos. ¿Ese grado de corrupción hoy ya no existe?
— En ese grado no, pero la corrupción extrema del kirchnerismo se vio de la mitad de gestión para adelante. En los dos primeros años, Néstor Kirchner fue muy cuidadoso. Hizo un gran apuesta a la Justicia con la autolimitación para designar a los miembros de la Corte, el reglamento de acceso a la información pública, la construcción de la transversabilidad. Tal vez fue la preparación del terreno para lo que vino después. Me preocupa de este gobierno el abuso de poder, la soberbia, ese andar por la cornisa en los conflictos de intereses que se da a los dos años de haber asumido. Hoy no hay los niveles de corrupción de antes, pero tenemos conflictos de intereses que son caminar por la cornisa. Macri dividió Economía, puso siete ministros y algunos de ellos tienen el dinero afuera haciendo negocios y nos dicen que les demos las gracias porque nos vinieron a gobernar. Cuando dejen la función seguirán con los negocios particulares. Los conflictos de intereses están y son graves. Otra prueba de la doble moral es el decreto de los parientes donde se fueron apenas 10 de cargos insignificantes.

— Las leyes son claras en la Argentina o ¿esos conflictos de intereses se enancan en leyes grises?
— Se aprovechan de las lagunas que tenemos. En dos años no han modificado la ley de ética pública. Teníamos una ley mejorable que Cristina (Fernández de Kirchner) desmejoró en 2013 con una reforma que hasta nos quitó requisitos a los funcionarios para las declaraciones juradas que son una burla, un papelón. El gobierno debió haber encarado una reforma de la ley de ética pública sabiendo que uno de los puntos débiles son los conflictos de intereses. Ni las declaraciones juradas ni los conflictos de intereses tienen una buena ley. Agreguemos el problema principal que es una Oficina Anticorrupción sin autonomía. Fue un papelón la recomendación a (Jorge) Triaca, ministro de Trabajo, que tenía empleada en negro, la insultaba y la designó en un sindicato intervenido. Laura Alonso llegó al cargo tras el decreto que cambió la ley que exigía que el titular debía ser abogado. Ella no lo era y llegaba del riñón del partido de gobierno. Ni siquiera la oficina tiene autonomía para evitar, impedir estos malos comportamientos.

— Y una Justicia federal que deja mucho que desear.

— Otro de los puntos clave. El gobierno anterior intentó cooptar o disciplinar a la Justicia y el actual -que llegó con el discurso de la independencia- opera también sobre la Justicia, pacta con los jueces y busca tener una Justicia alineada.

— En estos días se revelan denuncias de arrepentidos de Odebrecht y en la Argentina el tema judicial es muy lento.

— Lo de Odebrecht es un escándalo. Es tan grande que costó el cargo a varios presidentes y ministros de países de América. Acá no pasa nada. No pasa nada porque tenía como intermediario local y socio en el pago de coimas al empresario primo del presidente. Otro agravante, cuando llega el gobierno de Macri, muchas de las obras públicas donde se habían encontrado sobreprecios fueron anuladas, no la del soterramiento del Sarmiento siendo que era una de las manchadas por la corrupción. No la tocaron porque detrás estaba la empresa del pariente del presidente.

— Ha renunciado a seguir siendo diputada. ¿Hace bien mirar desde afuera a veces?
— Estos meses me han dado la posibilidad de una mirada más objetiva. Ya tuve esta impresión dos veces. Cuando era concejal en Morón y me tocó el escándalo de Rousselot hubo convulsiones, salíamos del recinto con custodia y en frente -en la plaza- la gente hacía su vida. En el Congreso pasa lo mismo, nos enfrascamos en debates a matar y morir y la gente afuera tiene otras preocupaciones, otra manera de vivir. Desde afuera hay una perspectiva distinta para mirar la política, cuál puede ser mi papel en la sociedad. Pude hacer muchas cosas para acompañar las demandas de la gente, no sólo dentro del Congreso donde creo haber hecho todo lo que pude con las limitaciones que he tenido. Ahora quiero hacer otra cosa desde otro lugar.

Sobre la mujer en política

Stolbizer ocupó cargos partidarios (UCR) y cargos electivos desde mediados de los ’80 cuando eran pocas las mujeres en esas funciones. “Las mujeres están para más, pero no sólo acotado a la política. Se habla de la política, pero a la mujer le cuesta igual o más en el mundo sindical, empresario, académico. Estamos cada vez más empujando los techos que se nos han puesto, sobre todo en el sector privado y en la política. La política tiene que ayudar a destrabar muchos de esos límites. Las mujeres estamos llegando”, señala.

“Lamentablemente, el relato que construyó el kirchnerismo de sí mismo hizo que mucha gente se engañara durante mucho tiempo de que ésa era una expresión del progresismo”.

“La alternativa de volver al Fondo era de última, primero se queman todas las naves, se intentan todas las cosas. O no nos están contando todo lo que ha pasado o están adelantando algo que debió haber sido la última instancia”.

“Hoy no hay los niveles de corrupción de antes, pero tenemos conflictos de intereses que son caminar por la cornisa”.




 



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