En busca de la ordenanza

Centros culturales de Rosario: un panorama poco alentador

“Los espacios culturales no son bares ni boliches”. Esa es la intensa lucha que vienen dando desde hace años los artistas independientes que pretenden encontrar una figura legal en Rosario que los identifique y enmarque por lo que son y lo que hacen, y que les permita sostener un espacio en el que puedan darle paso a la difusión de talleres y diversas actividades culturales.
18-02-2019 | 10:45 |

El local de El Olimpo de Mendoza y Corrientes.
Foto:Gentileza.
Ignacio Pellizzón
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En el último tiempo cerraron locales emblemáticos ligados a la cultura rosarina como El Olimpo, La Chamuyera, Kika, La Pacheta, Bienvenida Cassandra, Piedra Libre, El Espiral, entre otros. Cada uno fue sancionado por diversos motivos, pero con un denominador común: falta de reglas claras. Si bien pareciera una situación que se adapta a la coyuntura actual, en la que cierran negocios, fábricas, bares, producto de un combo económico explosivo que ahoga a emprendedores, el caso de los espacios culturales es más profundo.

Todo local en Rosario que pretendiera llevar adelante una movida cultural con talleres, bandas de música, clases de baile, de idiomas, entre otros, debía adaptarse a la normativa que se establecía para los bares con amenización musical. Una situación más que desfavorable para los espacios culturales que tenían que regirse por las reglas de un juego diferente al de ellos, sencillamente porque no había una ordenanza que los contemplara. Esto derivaba en que “tuviéramos que pagar impuestos y sanciones como si fuéramos bares comunes y corrientes que pasan música y venden cerveza”, explicó a Mirador Provincial, Ignacio Górriz, uno de los referentes de Espacios Culturales Unidos Rosario (Ecur) y encargado de El Espiral, un espacio cultural que tuvo que bajar las persianas el año pasado.

La mayoría de los espacios, que se ubicaban en el macrocentro de la ciudad, recibían constantes denuncias de los vecinos y visitas recurrentes e inesperadas de inspectores que los multaban por las mismas infracciones que cometían los boliches o los pubs, “mientras que nosotros éramos otra cosa, hacíamos algo diferente”, afirmó. “Los espacios culturales tienen otra dinámica. Trabajamos con el otro, siempre a porcentaje, no cobramos alquiler en concepto de nada. Todos los arreglos son 70 para el músico, 30 para el lugar. O se le da lo que se saque de las entradas a los músicos. Tenemos esa dinámica de fomento de arte y cultura. Nosotros entendemos que si el Estado no aparece y no nos apoya, no vamos a subsistir”, alertó Górriz.

Desde Ecur juntaron firmas de todos los interesados y presentaron un petitorio para que se aprobara en el Concejo una nueva figura que amparara a los espacios para que estos puedan sobrevivir. En septiembre de 2015 tres concejales de diferentes partidos presentaron el proyecto de ordenanza en el Palacio Vasallo. Se trata de María Fernanda Gigiliani, María Eugenia Schmuck y Caren Tepp (quien en ese momento aún no había asumido en su cargo de concejala). Sin embargo, la iniciativa nunca prosperó y los espacios culturales aún no poseen una figura que los regule específicamente.

Subsistir
Distintas fuentes consultadas por este medio confirmaron que, producto del cierre masivo de los espacios, se fueron generando nuevos puntos de encuentro para poder continuar con las actividades culturales, pese a que no se lleven adelante en las condiciones ideales ni tengan habilitación municipal.

“Desde el Ecur siempre intentamos que todos los proyectos culturales se puedan desarrollar bajo una órbita segura, con respaldo, con planificación, con regulaciones, de modo que todas las personas se encuentren en un lugar con todas las comodidades y medidas de seguridad necesarias para que no haya accidentes”, aclaro Górriz.

“Está muy duro el terreno para abrir cualquier espacio, porque no hay apoyo, no hay una actitud de fomento. Cuando yo estaba abriendo El Olimpo, por ejemplo, me dijeron que si quería abrir necesitaba plata, y para mí era un proyecto familiar, es decir, mis intenciones no eran las del lucro, sino la del encuentro y el fomento por la cultura”, comentó Pablo Teglia, el ex titular de El Olimpo -que se ubicaba en la esquina de Corrientes y Mendoza-, que cerró sus puertas en abril de 2017.

“A los espacios culturales nos han maltratado mucho, siempre hubo mucha disparidad a la hora de las sanciones. Yo creo que se buscaba de que no hubiera más espacios en el centro de Rosario”, disparó Teglia y entendió: “Si estos lugares no pueden existir, es lógico que la gente los invente”.

Mirador Provincial consultó a la secretaría de Control y Convivencia de la Municipalidad para saber si había conocimiento de espacios culturales clandestinos, pero negaron estar al tanto de la situación y abogaron para que “se los pueda denunciar, inclusive de forma anónima, en pos de evitar cualquier tipo de accidente que se pudiera generar por no desarrollar las actividades en lugares aptos y seguros”.

Desde la oficina de prensa de la secretaría informaron que las denuncias se pueden realizar al 0800 444 09 09 (GUM) o mediante Rosario Responde.

Desde Ecur juntaron firmas de todos los interesados y presentaron un petitorio para que se aprobara en el Concejo una nueva figura que amparara a los espacios para que estos puedan sobrevivir.

En septiembre de 2015 tres concejales de diferentes partidos presentaron el proyecto de ordenanza en el Palacio Vasallo. Sin embargo, la iniciativa nunca prosperó y los espacios culturales aún no poseen una figura que los regule específicamente.



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