Viale. Compartieron parte de sus vidas en el Hogar Roque Sáenz Peña

“Amigos en el tiempo”

La Residencia Socio Educativa Roque Sáenz Peña antes fue un Hogar de Jóvenes con el mismo nombre. A esa casa, regresó 30 años después, un grupo de ex internos: “Una idea que parecía descabellada porque era remover nuestro pasado. Nuestras historias. Todas con ese tinte de dolor. De abandono y de soledad”, confió a Mirador Entre Ríos, René Reibele, el líder del reencuentro.
01-10-2018 | 18:31 |

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René, junto a un grupo de ex internos del hogar, compartieron una charla con los jóvenes que actualmente se encuentran en situaciones similares a las que ellos vivieron.


Alejandra Erbetta
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“La idea no es solamente juntarse a recordar tiempos de niñez y adolescencia, épocas de rebeldía sino también visitar el hogar que nos cobijó durante tantos años y poder transmitirles a los chicos que ahora están allí lo que vamos logrando. El deseo es que algún día ellos hagan lo mismo. La vida les jugó una mala pasada, como nos jugó a todos los que estuvimos en un lugar así. Pero podemos llegar a ser director y productor de nuestra propia historia, de nuestra película, afirmó René. “Vos elegís lo que querés ser. No importan las adversidades. Yo no tenía ni para comer, ni para dormir. Fui un buscavida. Hoy tengo un hijo al cual le transmití todos esos valores, para no repetir la historia que tejieron nuestros padres con nosotros”, contó a Mirador Entre Ríos en una larga charla que tuvo como excusa la tercera edición de este reencuentro.

– ¿Desde cuándo vivís en Paraná?

– Desde hace 25 años. Casi a los 22 años egresé del hogar y me vine con un bolsito, una muda de ropa no más. No conocía a nadie. Empecé a trabajar en una distribuidora, me dediqué a ser vendedor porque era lo que mejor me salía (y bromea con su origen turco). Levantaba pedidos de fiambres en los negocios.

– Sobre el último reencuentro, ¿qué podés contar?

– Este año fue distinto. Aparecieron nuevos muchachos, celadoras, maestras de apoyo escolar de aquella época, entre el ‘80 y el ’89. Las localizamos gracias a Facebook. En mi caso, ha sido una herramienta de mucha utilidad, yo encontré hermanos. Tenía un hermano que hacía 40 años que lo había dejado de ver y lo encontré por Facebook. Vive en Salto, provincia de Buenos Aires. De todas formas, no pude conocer a todos mis hermanos porque somos un montón, de mi papá y mamá, somos 14. Del primer matrimonio eran 15. Ahora después de grande me aparecen cuatro más extramatrimoniales. Yo soy el menor de todos. El turco anduvo haciendo sus macanas por todos lados (ríe).

– ¿Cuántas personas se encontraron en este último encuentro?

– Menores… o sea menores, decíamos antes y quedó así, ex internos éramos alrededor de 25, más celadores, más las familias de la mayoría. Yo fui con mi hijo. Llegaron desde Quilmes, Mendoza, Maipú, Las Heras, Tucumán y Córdoba... Alquilamos el salón del Polideportivo de Viale, comimos lechón asado y hablamos hasta quedarnos sin voz.

– Tenés una mirada de reconocimiento hacia el Hogar.

– Sí, porque no todo lo que se pinta en la institución, en lo que se refiere a minoridad, a institutos de menores, tiene que ser malo. Yo viví en una época jodida, antes de Alfonsín. Había maltratos, nos pegaban. Nos lastimaban, pero fueron los menos. Con esto no voy a justificar, obviamente.  Muchos crecieron con ese rencor, con ese dolor; cuando salieron querían desquitársela, vengarse. Es la parte triste, la parte oscura de nuestra historia. Compañeros de nuestra época, por ahí eligieron el camino de la delincuencia. Pero ellos fueron los que eligieron. Ahí está… algunos fallecieron, otros quedaron presos. Pero la camada nuestra fue la mejor en 100 años de institución, lo dicen los celadores, lo dicen los directivos del Copnaf. A lo largo del camino hubo personas que me orientaron, me aconsejaron y a ellos también debo agradecerles. Gente que me cobijó, como la señora Mónica Zacks que solía buscarme del Hogar cuando yo era chiquitito y me llevaba el fin de semana a la casa.

– ¿Junto al grupo fuiste a ofrecer una charla a la Residencia?

– Yo dije vamos a darles una charla a los chicos. Vamos a animar a las nuevas generaciones. Que no tomen como una mala experiencia el hecho de que hayan caído a un hogar porque sus familias los abandonaron, porque sus familias abusaban de ellos. Muchas de las historias que ellos pasaron, las pasamos nosotros también, con la diferencia de los tiempos. Solo que ellos ahora tienen un poquito más de herramientas. Antes nos teníamos que callar. Durante muchos años se calló, se tenía mucho miedo.

Todo se transforma

“En un momento de mi vida tuve que tomar la decisión, si me guardaba ese rencor o si capitalizaba todas esas malas experiencias para el bien”, argumenta René. “Yo elegí. Mi corazón no quería el rencor. No quería el resentimiento. Perdoné muchas injusticias. Ese era el miedo que tenían algunos celadores cuando nos volvieron a ver. No sabían si ir o no porque tenían miedo que les reprochemos algunas cosas. Y yo dije, lo que pasó fue hace 35 - 40 años, ya está… ya está. Si por algo los busqué para invitar, por algo los llamamos, por algo los tenemos presentes. Todos cometemos errores en la vida, somos seres humanos. Algunos voluntarios, otros involuntarios. Siempre me decían que yo era el bicho raro del grupo, porque era el pensante, el emotivo, el emocional, el sensible; era el que cuando veía un chico llorando iba y lo abrazaba. Por eso a mí me tocó ser ese loco, que hace un año está escribiendo una biografía sobre la historia de nuestro Hogar, pero que va a reflejar mucho la vida de todos los Hogares del país. Historias únicas e irrepetibles, pero similares porque tienen en común el abandono, la soledad, los malos tratos, los abusos, las violaciones…”, relata.

“Por eso hoy nos juntamos, para reflejar esas experiencias que pudimos capitalizar para el bien. Pretendemos que este grupo crezca, estoy rastreando muchachos que hayan estado en esa época en el hogar para que se sumen al reencuentro”, anticipa René y comparte la invitación: “Amigos en el tiempo”, así es como se llama el grupo en Facebook.

– ¿Tenés algún tipo de apoyo para publicar el libro?

– No. Hoy es nada más que la inspiración y la memoria. Mi psicóloga dice ‘este muchacho tiene una memoria, es impresionante como recuerda los pasajes de la vida’. Antes lo escribía en un papel, ahora lo plasmo en la computadora con la ilusión y las ganas de algún día poder editarlo. Calculo más o menos unos 20 capítulos, desde el ingreso al Hogar hasta los 21. Después me gustaría hacer el lado B, el día que salí del encierro del Instituto del Menor, contar la vida afuera, cómo comencé a andar, a tener mis primeras cositas hasta que hice mi propia casa. A mí no me fue fácil el camino. Tuve muchos escollos, personas que me señalaban… ‘tené cuidado con aquel, no le des trabajo que viene de un asilo de menores’. Yo no me senté en la vereda de enfrente a criticar y a pelear. Yo quería hacerme un lugar en la sociedad.

– ¿Pudiste terminar la escuela secundaria?

– No la terminé. En esa época estaba en el Hogar y tenía que trabajar o estudiar, fui hasta 4° año (enumera una lista extensa de trabajos que hizo al salir). Volví a arremangarme. A empezar de vuelta (dice, acerca de una mala experiencia comercial que tuvo “por fiar” en un mercadito que era suyo). Tenía un hijo hermoso que era chiquito y que no se merecía pasar por lo que yo había pasado. Yo prometí que no iba a repetir la historia.

Experiencias

– ¿Qué reflexiones compartiste en la Residencia en Viale con los jóvenes que viven allí?

– Me tomé el atrevimiento de hablar porque me había dicho el director si podía decir unas palabras. Simplemente, por esa necesidad que nace del corazón, de tratar de revertir historias que se pueden cambiar a tiempo. Les hablé de mi propia experiencia de haber estado 15 años. En aquella época no sabíamos casi lo que era la droga, muy poco se sabía. Pero esas cosas fueron cambiando. Hay muchos chicos con causas penales llegando a los Hogares. Hay chicos que tienen buena conducta, que son sanos de mente, sanos de cuerpo pero que lamentablemente en esos ambientes terminan contagiándose. Tengo esperanzas que, aunque sea el 10% de esos chicos, nos escuchen.

En la época que yo estaba, en los 80, iban familias a elegir para adoptar y miraban si tenías ojitos claros, si eras rubio, si eras morocho (se detiene en una nueva retrospectiva, al margen). Nadie me adoptó. Siempre digo que porque me veían feo y con pelos chuzos (ríe). Salvo que llevar un chico porque era rubio de ojos claros, no les aseguraba que iba a salir bien...


Eduardo Gadea también compartió con Mirador Entre Ríos lo que vivió: “Emoción, anécdotas, risas. Sobre todas las cosas, alegría. Ninguno quería que se termine el fin de semana, no nos queríamos despedir. Ya estamos pensando en el encuentro del año que viene. Estuve internado en el Hogar de Jóvenes Roque Sáenz Peña desde 1981 hasta 1991. Salí adelante por la familia. No quiero pasar por lo mismo que mis padres y que mis hijos pasen por lo que pasé yo en mi niñez, pidiendo en la calle para comer. Por suerte en el Hogar me dieron todo, comida, educación y estudio y sobre todo me enseñaron respeto. Con mi señora tenemos tres hijas, de 16, 14 y 10 años. La educación que me enseñaron a mí se las transmití a ellas. El Hogar fue lo mejor que me pudo pasar. Hubiera podido terminar de cualquier manera. Agradecido a Dios”. Eduard, contó además que hizo “changas de albañil en Paraná. A través de un aviso de El Diario conseguí trabajo en una fábrica de Avellaneda, ya hace 25 años que estoy en la misma y 26 que llegué a Buenos Aires”.

Asimismo, reseñó: “Éramos 6 de 12 hermanos que estábamos en el Hogar de Viale, las tres únicas hermanas mayores, estuvieron internadas en el Hogar Rivadavia de Paraná y los tres más chiquitos fueron dados en adopción. Por suerte nos encontramos por circunstancias de la vida; cinco hermanos vivimos en Buenos Aires, tres en Paraná, dos en Bovril, uno en Viale y el otro en Córdoba”.

Los cambios

Los Hogares no son lo mismo que las Residencias Socioeducativas. Cambiaron no solo el nombre sino también la modalidad de trabajo con los niños o adolescentes que alojan. Dichos cambios se basan en nuevas leyes (provinciales y nacionales). Antes existía la vieja ley de Patronatos, los Hogares estaban vinculados a ella y atendidos por celadores. Más que nada eran orfanatos, con un reglamento y disciplina de libertad restringida. En la actualidad, las Residencias Socioeducativas no cuentan con celadores. Funcionan con Promotores de Derechos, docentes que brindan talleres y realizan un acompañamiento en cuidados integrales. Las Residencias son abiertas bajo la tutela del Copnaf; por lo cual quienes viven allí, pueden salir a realizar actividades escolares, recreativas, a practicar deportes, a desarrollar rutinas cotidianas de manera normal.

Sin embargo, muchas veces por costumbre se menciona a instituciones que ya no existen, como el Consejo del Menor. El organismo del Estado que se ocupa de las áreas niñez, adolescencia y familia es el Copnaf. Pero hay resabios de terminologías vinculadas a la vieja ley como “menor”, “celador”, “hogares” que remiten a una cuestión cuasi delictiva. Inclusive fueron eliminadas en la legislación más reciente por ese motivo. No obstante, muchos de estos espacios estatales albergan a personas que están bajo la protección del gobierno porque viven una situación parental complicada o no tienen padres. Por ejemplo, hoy en día, la Residencia Socioeducativa de Viale, de acuerdo con la nueva ley de niñez cuenta con otra realidad (cultivan huerta, tienen taller de carpintería, entre otras actividades) y dispone de la asistencia de la Provincia.

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