Jóvenes por la memoria

Con una obra de teatro, alumnos de secundaria invitan a conocer y recordar

Concordienses que asisten al cuarto año de una escuela de Concordia decidieron contar la historia de “Tito” Maschio, que fue desaparecido durante la dictadura y cuyos restos fueron devueltos a su familia durante 2018. La obra fue presentada ante la familia y público de distintas edades.
25-06-2019 | 18:35 |

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Los alumnos teatralizaron el arduo reclamo de los familiares de Maschio. Foto: Gentileza Mauricio Amiel


Belén Fedullo
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Raúl Maschio era alumno de Psicología en la Universidad de La Plata cuando desapareció en 1977. Su familia viajó desde Concordia para buscarlo, pero no pudieron dar con él. Varios años después, tras un extenso trabajo de antropología, sus familiares pudieron recuperar sus restos. Según constaba en las actas había muerto “en un enfrentamiento en la ruta”. En junio de 2018 su madre pudo darle una despedida, antes de fallecer.

Los alumnos del cuarto año de la escuela secundaria Técnica de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) decidieron, luego de entrevistar a la familia Maschio, contar la historia del concordiense desaparecido con una obra de teatro, que repasa los hechos con todos los personajes caracterizados únicamente por los estudiantes. El texto, la puesta en escena, los actores, colaboradores y el formato fue elegido por los adolescentes que, guiados por dos profesores, llegaron a brindar funciones en diferentes lugares.

“Donde llevar una flor”, decidieron llamar la obra, y no es casualidad. Es que, como parte del trabajo, los jóvenes estuvieron el día en que los restos de Maschio llegaron y fueron trasladados hacia el cementerio de su ciudad natal. Allí vieron como Alejandrina, la madre que había pasado décadas esperando por su hijo, pudo dejar de preguntarse qué había pasado y tuvo un lugar al que asistir para recordar a aquel joven que vio partir, pero no vio volver. Y allí mismo, mientras la veían, otros familiares de personas desaparecidas recalcaban el detalle, aunque no era el mejor de los escenarios, al menos una familia podía empezar a cerrar el círculo de preguntas y una flor a modo de ofrenda y recordatorio.

Trabajo articulado

Mauricio Amiel, profesor de Lengua y Literatura, habló de un proceso. Los alumnos comenzaron a cursar sus estudios en el año 2016 y fue allí cuando empezaron a trabajar sobre la defensa de los derechos humanos. “Durante 3 años los chicos estuvieron interesados en actos y trabajos que hicimos, vi que un grupo estaba involucrado e interesado y comenzamos a pensar en la obra”, comentó a Mirador Entre Ríos.

“El año pasado se formó el grupo para participar de Jóvenes por la Memoria, que se hacía en Paraná, y ahí decidimos investigar”, rememoró y agregó: “Mostramos a los chicos el método de investigación, ellos plantearon un tema general e hicieron todo el proceso de investigación, buscaron las fuentes, hicieron entrevistas y fueron acercándose a lo que querían conocer. Empezaron a investigar lo de Tito Maschio, porque una de las chicas tenía familiares que conocían lo que había pasado y justo aparecieron los restos, se hizo el acto y la ceremonia en el cementerio, ellos fueron y sellaron su compromiso al encontrarse con la familia Maschio”.

Los chicos tienen entre 15 y 18 años y fueron los que decidieron, en el proceso creativo, cómo iba a estar dispuesta la obra. “Se pusieron a trabajar y querían volcar lo que estaban haciendo en una actividad artística, así que uní en trabajo de investigación con el teatro, que da el profesor Tomás Ferrer a quien le pedí que los ayudara con la creación de la obra”, contó Amiel y repasó: “Una vez que definieron el tema fueron los alumnos los que escribieron. Lo hicieron con un método de creación colectiva, porque la historia existe y por lo tanto no había que inventar nada, pero sí ponerse de acuerdo para saber cómo plasmarlo en la puesta en escena, así que ellos eligieron los diálogos, también entre ellos pensaron en quién podía hacer cada personaje, y definieron cómo ir construyendo las escenas”.

En la primera función de la obra estuvo presente la familia del joven desaparecido. Su madre falleció meses después de la aparición de los restos, por lo que no llegó a ver lo que los chicos crearon a modo de homenaje. “Nosotros sentimos mucha emoción porque tenemos el compromiso de estar haciendo algo que debíamos hacer, pero a la vez la recepción de la familia era un desafío, porque estábamos contando una historia de alguien que estaba en el público. Afortunadamente sentimos una satisfacción enorme porque cuando el hermano de Tito habló y nos dijo que le gustó y que fue muy respetuoso el trabajo que hicimos, por eso nos sentimos tranquilos y bien”, comentó el profesor.

Tomás Ferrer, profesor de teatro, fue el responsable de la representación artística y la puesta en escena. Además ocupa el lugar de director, es el que en las funciones dirige y conduce a los actores que salen a contar la historia. “La idea fue salir un poco de los métodos convencionales de investigación e ir a los actores más palpables y que vivieron esa época. Yo fui invitado para armar la obra y pudimos hacerlo con los chicos, que ya estaban dispuestos”, contó Ferrer y mencionó, aunque reconoció que el primer nombre que pensaron los jóvenes fue “sentimientos encontrados”, ya que eso habían entendido que sucedía a la familia que recupera los restos de una persona de la que no supieron nada por años.

Sobre la preparación de la obra, explicó: “Si bien soy profesor de teatro y he pasado por varios lugares, una obra así con chicos de escuela no hemos hecho. Para llegar a la puesta en escena ellos decidieron hacer un seguimiento de la historia, fueron a recibir los restos de Tito, siguieron investigando, entrevistaron a su hermano y así fue como empatizaron con cada uno de los personajes que quisieron interpretar”.

La impresión de los actores

La historia es conocida, por eso el desafío fue doble para los jóvenes que decidieron interpretarla. La obra habla del pasado, pero también del presente. En un clima muy íntimo y con una escenografía simple, los actores se ponen en la piel de Tito y su familia en los años 70, y de su familia cuando recibe los restos, en 2018.

En algunas escenas, sin necesidad de palabras, muestran con pocas acciones lo que pasó y cómo pasó. En otras, al final de cada diálogo suena la voz de Eduardo Maschio, hermano del joven desaparecido que viajó a buscarlo y es quien relata la historia, dándole el toque realista a la puesta en escena.

Al final de cada presentación, los actores quedan dispuestos, de cara al público, a recibir críticas o debatir en conjunto sobre lo que hicieron en el escenario, la familia Maschio fue la primera en dar su devolución y, a partir de allí, se abrieron para escuchar a quienes quisieran decir algo.

Leonel Panfil, que interpreta al hermano de “Tito”, contó: “Presentamos la obra en Paraná, delante de unas 600 personas y luego vinimos a Concordia e hicimos una primera función para invitar a los familiares. En esa primera función nos sentíamos un poco ansiosos, nerviosos, porque nos estaban viendo quienes vivieron ese momento, pero afortunadamente salió bien, les gustó”.

Anabella González, cuyo papel es el de una universitaria secuestrada, indicó: “La primera función en Concordia fue muy difícil. Aunque lo que hacemos está basado en hechos reales nos pusimos nerviosos al pensar en cómo lo recibía la familia, pero afortunadamente nos trataron muy bien, de hecho, Chiche quedó fascinado por cómo interpretaron a su madre y le dijo que retrató todo lo que ellos vivieron y cómo ella lo vivió. Ahora queremos seguir mostrando nuestro trabajo y esperamos generar emociones como las que vimos en los lugares a los que fuimos”.

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