En Gualeguaychú

Estudiantes demostraron que se puede hacer papel sin talar un solo árbol

En 2018, junto a la profesora de Física y Química comenzaron a trabajar en un proyecto de investigación con finalidad ecológica que acaba de dar su primer gran fruto. Los protagonistas cursan el quinto año del Instituto José María Ruperto Gelós.
17-07-2019 | 21:06 |

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El paso a paso para conseguir que el césped se convierta en papel.



Sabina Melchiori
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Para que quede claro y no genere dudas: jóvenes que tienen entre 17 y 18 años y viven en Gualeguaychú, lograron, junto a su profesora de Física y Química, hacer papel de una manera nunca vista hasta el momento. “Papel a partir de Stenotaphrum secundatum (gramillón)”, ese es el título del resumen que elaboraron para exponer su trabajo científico.

En ese texto, los chicos cuentan que la investigación presenta una finalidad ecológica, ya que plantea la posibilidad de emplear una fuente de celulosa distinta a la madera y, por lo tanto, reducir la deforestación. “Para fabricar una tonelada de papel se talan alrededor de 14 árboles. Además, se estima que un eucalipto consume por día unos 20 litros de agua, es decir, que si cada hectárea contiene en promedio unos 1.000 árboles, ello implica un consumo diario de 20.000 litros, que traducidos a metros cúbicos, significa 20m3 por hectárea y por día”, expresa el documento.

A su vez, explican que el stenotaphrum secundatum —más conocido como gramillón— es un césped muy común en climas cálidos, que se caracteriza por su rápido crecimiento y por ser tolerante a la falta de agua. Además, puede resistir variaciones de temperatura que no se encuentren por debajo de los 10 grados centígrados.

Del pasto al papel

En el transcurso de un año y medio, estos alumnos estudiaron y perfeccionaron el proceso de obtención de la pasta de celulosa a partir del pasto. De acuerdo a los datos experimentales obtenidos, una superficie de 0,25 x 0,50 metros sembrada con gramillón, necesita menos de 2,5 litros de agua en 15 días. Una vez cortado, el pasto demora 15 días en volver a recobrar la altura para ser nuevamente utilizado.

El proceso consiste en la molienda del césped junto con óxido de calcio. De esta manera, la lignina se va solubilizando con el propio contenido de humedad. Luego se enjuaga con agua y se procede a realizar una cocción con hidróxido de sodio para obtener la celulosa y quitar los restos de lignina. La pasta resultante se blanquea y se prensa a alta temperatura, teniendo en cuenta una reducción de agua del 95% por evaporación.

“La obtención de materia prima para la fabricación de este papel es muy ecológica, si se tiene en cuenta la cantidad de espacios que cuentan con este tipo de césped, plazas, parques, costados de la carretera, etc. Además, el tiempo de crecimiento y el consumo de agua dulce es mucho menor que el de los árboles destinados a la fabricación de papel. Por último, se debe considerar que estamos en un período de transición hacia alternativas más ecológicas y ningún método por sí sólo es la solución, sino que se debe hacer una combinación de técnicas que ayuden a reducir el impacto sobre el medioambiente”, consideraron los estudiantes.

“De la mente al laboratorio”

María Florencia Aguiar nació en Gualeguaychú, tiene 33 años, es Licenciada en Bromatología, profesora superior de Física y Química, y especialista en Educación. En enero publicó un libro titulado “De la mente al laboratorio”, sobre investigaciones químicas relacionadas al medio ambiente.

Ella, junto a sus alumnos de quinto año del Instituto José María Ruperto Gelós, conocido en la ciudad como el colegio del Club de Pescadores, comenzó a trabajar en un proyecto de investigación que tenía como objetivo reducir la tala de árboles: “Sabemos que los árboles son quienes absorben el dióxido de carbono, uno de los principales responsables del calentamiento global. Entonces, a través del estudio de los tejidos vegetales y fórmulas químicas pensamos alternativas y se nos ocurrió sacar la celulosa del pasto”.

En diálogo con Mirador Entre Ríos, Aguiar contó: “Estuvimos trabajando con una variedad conocida como gramillón, muy común en climas cálidos, que tiene la ventaja de consumir muy poca cantidad de agua. Hicimos una serie de experimentos y logramos obtener un 40 por ciento de celulosa, fue la variedad que mejor resultado nos dio”.

Pero este grupo no se detiene y va por más: “Estamos desarrollando el proceso para obtener celulosa de cualquier variedad, porque lo importante es el proceso. Se obtiene la misma cantidad de celulosa que se obtiene de un árbol con la diferencia de que un árbol tarda siete años en tomar la altura necesaria para ser talado, mientras que el pasto, en 15 días se repone y vuelve a tener la misma altura. De esta manera nos ahorramos la tala y también el agua, porque un eucalipto consume 20 litros de agua por día”, indicó la docente, quien informó que están realizando los trámites para patentar este método “porque no se ha desarrollado en otro lado”.

Finalmente, agradeció a la institución “porque siempre nos brindan el espacio para esta clase de proyectos y nos han apoyado; también estoy orgullosa de mis alumnos que han tenido toda la paciencia para hacer los experimentos. Me siento muy contenta”.

Un logro científico

"Logramos hacer pasta de celulosa pura y logramos obtener papel”, dijo de modo contundente la profesora, quien además de sentir una enorme alegría, tiene una gran satisfacción: “Quedamos muy contentos porque si lo hiciéramos a nivel industrial no tendría diferencia con el papel que conocemos. Esta pasta puede derivarse para hacer papel, que es una de las industrias que más árboles tala, pero también se podría aplicar a otros procesos industriales”.

Por su parte, uno de los alumnos de la clase, Lucas Correa comentó: “Era bastante nuevo para nosotros y fue interesante y hasta divertido. Nos generaba intriga y a la vez felicidad por si llegaba a funcionar. Hoy estamos felices de que haya salido bien, vamos a hacer pruebas para ver si se puede escribir en este papel”.

Mejorar el aprendizaje a través de la ciencia

“Puse el foco en los clubes de ciencia porque es la mejor manera de que estos estudiantes estén juntos. Es la mejor forma de apoyarlos. La ciencia los motiva, los hace ser en definitiva mejores personas. Yo integro mucho la tecnología en las clases, y ves cómo ellos se van motivando y van trabajando en diferentes áreas científicas. Con esto ellos trabajan en grupos, forman equipos de trabajo, se hacen más creativos, tienen mostrar sus ideas, hacer presentaciones. La ciencia es central para mejorar los aprendizajes y a la sociedad”, sostiene Peter Tabachi, profesor keniata ganador del Global Teacher Prize.

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