Una artista entrerriana con impronta

“El arte es la parte divertida de la vida”

De pintar lo que le pedían, a crear sus propios diseños. De pintar mates y macetas, a pintarse la mano o incluso ponerle color al inodoro de su casa. Anabella Jacob le contó su vida a Mirador Entre Ríos. “Mi proyecto a futuro es llevar mi arte a grupos de personas con discapacidad, adultos mayores o gente con bajos recursos”, dijo la crespense.
19-08-2019 | 17:56 |

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La joven artista entrerriana logra la atención de sus seguidores con un arte distintivo.




Nicolás Piray
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Anabella Jacob es una joven artista de Crespo que crece a pasos agigantados. Con 23 años genera la admiración de cientos de personas cada vez que en sus redes sociales publica algún trabajo terminado, o incluso en pleno proceso. Cursa el cuarto y último año del Profesorado de Dibujo y Pintura, avalado por el Conservatorio Grassi de Buenos Aires, esto le permitirá brindar talleres para enseñar todo lo que vuelca en cada uno de sus cuadros. Su talento lo tuvo y lo mostró siempre, siendo primeramente una diversión pero convirtiéndose de a poco en su profesión, su forma de vida. En diálogo con Mirador Entre Ríos comentó sus inicios, particularidades de su emprendimiento, proyectos y sueños.

“Arranqué de chica dibujando y pintando, siempre fue mi mayor entretenimiento. En el jardín ya me inclinaba por eso porque a mis hermanos mayores les gustaba y yo los seguía. A los 9 empecé un taller de pintura y nunca dejé. En la secundaria teníamos una galería de arte de la que siempre formé parte y fui la presidenta. Toda mi vida estuve ligada al dibujo y a la pintura”, contó Jacob.

—¿Hiciste otra cosa?

—Fui dos semanas a hockey y también hice natación. Pero me daba cuenta enseguida que no era lo mío, soy mala para los deportes (entre risas). Desde chica en mis momentos libres agarraba lápices. También fui a teatro algunos meses, me gusta la actuación.

—¿Cómo fue el antes del emprendimiento?

—Cuando terminé la secundaria empecé a estudiar Artes Visuales en Paraná, pero dejé en el propedéutico. No me gustaba viajar y todos los trabajos que había que hacer eran en grupos. A mí me gusta hacer sola las cosas, siempre me costaron mucho los trabajos grupales. Después hice un curso de Auxiliar de Maestra Jardinera y laburé de eso dos años en el Colegio Sagrado Corazón. Me gustaba, aunque sienta que la docencia no es lo mío, porque pienso que no es para cualquiera. Pese a eso, luego estudié dos años Educación Primaria. Cuando llegué a tercero, me tocó planificar y arrancar con las prácticas y ahí fue donde abandoné.

—¿Cómo lo tomaron en tu casa?

—Obviamente les costó porque todos los padres quieren que sus hijos sean profesionales, además mi mamá viene de la rama de la docencia. Pero siempre me apoyaron afortunadamente. Igualmente la pintura estuvo constantemente a la par de mis estudios, porque venía pintando cuadros por encargue desde que terminé la secundaria. Lo veía como una salida laboral porque juntaba unos pesos, entonces cuando decidí dejar la segunda carrera, mi papá me dijo que le meta pilas a eso.

—¿A tus padres le gusta el arte?

—Sí, justamente a mi papá. Creo que por ahí viene el amor al dibujo. Me parece que de chico fue a algunos talleres, pero también le gustaba mucho el fútbol. Incluso con mi viejo en algún momento hemos pensado en trabajar juntos. En la época que hacía muchos trabajos por encargue, él me daba la base a los cuadros, me lijaba los mates, todo eso. Y después como no me aceptaba que le pague, se terminó la relación laboral.

—¿Cómo fue la decisión de largarte por tu cuenta?

—Primero nació por la necesidad de tener una ocupación en la que me ingrese dinero. Me hice la página de Instagram (@anabellajacob) y empecé a vender macetas y mates. Hoy ya lo tomo con la responsabilidad que tiene que tener un trabajo, porque afortunadamente tengo muchos pedidos.

—¿Cuáles son los pro y las contras de tener tu propio emprendimiento?

—En mi opinión, la mayor ventaja es que manejo mis tiempos y formas, porque siempre sufrí el tema del horario y la puntualidad. También una de las mejores cosas es que me dedico a algo que me gusta. La desventaja es tener que cumplir todos los roles, ser la que compra los materiales, la que pinta los cuadros, la que los tiene que publicar, entre otras cosas.

—¿Cómo te manejas con las redes sociales?

—Es mi manera de mostrar todo lo que hago y gratuitamente, más allá que también podes promocionar pagando. Trato de sacarle el mayor provecho posible. Es mi forma de comunicarme con mis compradores o gente que le gusta lo que hago. A veces llegas a lugares impensados e inimaginables. Aprendí a ser más selectiva con el tema de las publicaciones, cómo y cuándo subir algo. Leo e investigo sobre lo que hace un Community Manager, todos los pasos a seguir para llegar a más lugares y demás. Para mí es la parte más agotadora, me encantaría solo dedicarme a pintar y que otro se encargue de publicar y vender, pero lo uso como aprendizaje.

—¿Pintaste un inodoro?

—Sí. Todo el tiempo trato de generar contenido que sea innovador, atractivo u original, que no se vea en cualquier lado. Si bien lo que hago para vender son cuadros, el inodoro llamó mucho la atención. Porque ¿quién se iba a imaginar meterle pintura a un inodoro?, algo muy poco estético. Lo mismo cuando me pinto las manos o reciclo cosas para colorear. Esas cosas llaman la atención de la gente.

—¿Cómo se te ocurrió lo del inodoro?

—Lo venía pensando hace bastante. En realidad mi hermano Nicolás, quien me aconseja mucho, me sugirió que empiece a leer y que vaya a las fuentes. Recuerdo que me dijo: “Podes inspirarte, el tema es dónde llevas esa inspiración”. Entonces me compré muchos libros de arte y leyéndolos es impresionante cómo te vuela la imaginación. El inodoro se me ocurrió cuando conocí la hipótesis que cuenta que del artista Marcel Duchamp firmó una vez un mingitorio. Se dice hipótesis porque también hay otra versión que cuenta que en realidad fue una mujer. Y ese fue el disparador para pintar el inodoro de mi casa.

—¿Seguís haciendo todas las cosas que te piden?

—No, estoy tratando de no hacer tanto por encargue. Antes me pedían por ejemplo, que pinte la cancha de River y lo hacía, pero ahora ya no. Porque siento que me frustraba, no me gustaba hacerlo. Me aburría por el hecho de que no podía crear, era todo muy limitado. Pero sé también que ahora es más difícil vender. Es como que hubo un cambio de roles, la gente se tiene que adaptar a mis pinturas y lo que hago; y no yo a lo que quiere la gente.

—¿Tenés tu espacio?

—Sí, mi habitación es grande y ahí es donde trabajo. Cuando se me juntan muchos pedidos me queda chica, pero sigue siendo cómoda. Además hice mío ese lugar, es decir, puedo dejar lío y sé que no le molesta a nadie. Pero no necesariamente tengo que hacer todo en mi habitación. Es depende, si el día está hermoso y te invita a estar afuera, me voy al lavadero de mi casa donde estoy más en contacto con la naturaleza. Y en verano sí pinto al lado de la pileta.

—¿Cómo te inspiras?

—Suelo hacerlo saliendo a caminar con los auriculares y escuchando música. Me van quedando en la cabeza frases de determinadas canciones que después trato de convertirlas en pintura. Ahora estoy enloquecida con la que dice: “Todo me sirve, nada se pierde, yo lo transformo”, de la canción Magia de Cerati. Porque estoy pintando focos, inodoros y todo lo que pueda reciclarse.

—¿Haces caricaturas?

—No soy experta, pero me gusta hacerlas. No es que veo una persona y enseguida les saco los rasgos para dibujar. Quiero aprender porque muchos me piden y además me encantan, son re divertidas.

—¿Qué es lo que más te pidieron?

—El león multicolor es una pintura que hice muchas veces, lo ves por todos lados. Cuando me lo pedían, yo sabía cómo iba a quedar, no me daba intriga. Y eso es lo que busco en las obras, que me intriguen y estar horas y horas para ver cómo quedan.

—¿Y lo más raro?

—Justamente lo que estoy haciendo ahora es lo más raro y loco que pinté. Me pidieron el rostro de Stalin cuando era joven, (el dictador soviético). Me llamó mucho la atención, es como que me pidan un Hitler. La persona que me lo encargó me dijo: “El tipo hizo las cosas muy mal, pero igual quiero el cuadro”. Me gustó la idea porque además de ser un rostro, me dio libertad para crear y trabajar con los colores que yo quiera.

—¿Tenes referentes?

—Muchos, tanto pintores como músicos. Con respecto a la pintura, de todos a los que admiro saco un poco. Y hablando de lo musical, Gustavo Cerati, Charly García. Me encantan The Beatles. Es más, antes mi emprendimiento se llamaba “Obladi Oblada” y luego le puse “Anabella Jacob” porque en este ambiente se usa el nombre propio del artista para las marcas o firmas. Además para que me dejen de llamar Obladi Oblada cuando me veían por la calle o me hablaban por las redes sociales (entre risas).

—¿Te gusta mucho la música?

—Sí. Nico, mi hermano, también fue quien me rescató de la música en mi adolescencia, porque yo escuchaba mucho Makano, Nigga, todo eso que estaba de moda cuando salía a los cumpleaños de 15. Y él me empezó a mostrar mucho The Beatles y me fue orientando con todos los grupos que escucho en la actualidad. En las letras de las canciones encuentro inspiración. La música siempre está, cuando estoy pintando sí o sí tiene que sonar algo de fondo.

Cuando el arte trasciende fronteras

Era muy normal que Anabella pinte cuadros para gente de Crespo, pero llegó el momento en el cual tuvo que realizar obras para mandar a otras provincias e incluso a Bolivia. En referencia a esto, afirmó: “Fue re loco la primera vez que me pidieron un cuadro para otro lugar. Encima me pasó algo que siempre que me acuerdo, me río. Me contactó una chica por Instagram para hacerme el pedido, y como soy re confianzuda de no pedir seña ni nada de eso, lo hice. Lo primero que se me ocurrió cuando vi que no la conocía, fue que era una chica de alguna aldea cercana. Una vez terminada la obra, le escribo que ya estaba lista y le pregunté cuándo lo podía pasar a retirar por casa. A lo que me respondió que era de La Pampa y que se lo tenía que enviar”. Luego, riéndose, añadió: “A partir de ahí empecé a consultar de dónde son los clientes antes que me hagan el pedido”.

También, el arte de la crespense tuvo destino boliviano. “Hace algunos meses mandé 12 mates personalizados a Bolivia. Eran para jugadores de fútbol del Bolivar y de The Strongest”, contó.

—¿Es importante el apoyo de tu familia y amigos?

—Sin dudas, desde siempre. Ellos son mis primeros admiradores y compradores. Son los que me levantan la autoestima cada vez que las cosas no van como uno quiere. Marco (el novio) también es de fierro, me aguanta en todo y me da una mano en lo administrativo. Lo quiero hacer pintar pero todavía no lo logro. Me ha ayudado a darle algunas bases a los cuadros, pero más de eso no.

—¿Qué es el arte para vos?

—Empezó siendo un hobby y ahora es mi estilo de vida. Igualmente no logro generar una definición porque me resulta algo infinito, sin límites. Creo que es la parte divertida de la vida. Es un mundo paralelo donde te olvidas de lo que pasa a tu alrededor.

—¿Tenes algún proyecto?

—Lo nuevo en lo que estoy trabajando es hacer calcomanías de mis obras. La idea es poder trasladar los diseños a otras cosas como remeras, tazas, etc. Además es algo mucho más económico que un cuadro obviamente. Otra de las cosas que tengo en mente para realizarla en un futuro, es llevar el arte a grupos de mayores adultos, personas con discapacidad, personas de bajo recursos. Considero que el dibujar y pintar, es muy terapéutico. Además muchos talentos pueden haber escondidos en estos sectores.

—¿Cuál es tu sueño?

—Llegar a todos los lugares posibles y poder vivir de esto. 

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