Historias de vida que inspiran

Cuando querer es poder

Guido Trossero (Costa Grande), Alejandro Núñez (Basavilbaso) y Fabio Olmedo (Nogoyá) entendieron que la discapacidad no es un impedimento para hacer lo que les apasiona: desde correr en autos de carreras hasta relatar partidos de futbol.
27-08-2019 | 19:15 |

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Con el micrófono en la mano, Alejandro comenta los partidos de la liga. Foto: Gentileza: Facebook René Taborda





José Prinsich
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Más que conmovedoras, se podría decir que las historias de vida de Guido Trossero, Alejandro Núñez y Fabio Olmedo son inspiradoras desde todo punto de vista. Tres entrerrianos apasionados por el deporte, que se superan día a día y que entienden que la discapacidad no es limitante para hacer las cosas que aman como manejar un auto de carreras, comentar partidos de fútbol o entrevistar a futbolistas famosos.

En el aire

Las expectativas eran altas no sólo para los jugadores, el cuerpo técnico y las hinchadas de Ramsar y Defensores sino también para Alejandro Núñez, quien con un poco de nervios se acercó a la cabina de transmisión para cumplir su sueño: comentar un partido de fútbol. Aquella tarde de abril de 2015, en la que Defensores se quedó con el clásico de la ciudad tras derrotar a su rival por 4-2, quedará marcada para siempre ya que con 30 años, el joven de Basavilbaso se convirtió en el primer comentarista no vidente de la provincia de Entre Ríos.

Si bien Ale ya había tenido experiencia mediática, debido a que anteriormente se había desempeñado en radio, esto era diferente. Su llegada al programa televisivo A Dos Toques no tardó en llegar. El entrerriano amante de los fierros y de la esférica se encontraba en ese momento estudiando en Rosario y volvía a su tierra natal para visitar a su familia. “Tenía muchas ganas de comentar”, sostuvo en diálogo con MIRADOR ENTRE RÍOS. La propuesta vino de la mano de Pablo Frutos, camarógrafo y uno de los responsables del segmento, quien inmediatamente le ofreció el micrófono para realizar las transmisiones.

Con el silbatazo del árbitro y los tradicionales cantos de las tribunas, el cotejo deportivo dio inicio. El debutante Núñez escuchaba detenidamente cada palabra pronunciada por su colega René Taboada, quien estaba encargado del relato, para luego poder hacer el análisis respectivo. La concentración, el silencio y las estadísticas de los elencos y los protagonistas son tres cosas que no pueden faltar cada vez que comienza una emisión.

“Por mi discapacidad visual, me baso mucho en lo que dice el relator. Además entiendo el silbatazo arbitral. Algunos no lo entienden pero yo soy de interpretarlo bastante. Sé cuando es falta o posición adelantada. Es difícil pero con el tiempo se hace familiar. También el público juega otro plus. Puedo interpretar cuando la hinchada está enojada porque hubo una falta y no la cobró, por ejemplo. Soy de esas personas que cuando estoy comentando no tiene que volar ni una sola mosca. Puede pasar cualquier cosa detrás que yo no le presto atención”, explicó el comunicador que tiene como referentes a Juan Pablo Varsky, Diego Latorre y Rodolfo “Coco” Ramón.
No quedan dudas de que Alejandro es un ejemplo de superación constante y de que se pueden hacer las cosas a pesar de la discapacidad. A los cuatro años le diagnosticaron en Paraná retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa y congénita que ataca principalmente la retina, pudiendo ver hasta los 18 años con lentes.

Más allá de las dificultades que se le presentaron en la vida, el oriundo de Basavilbaso nunca bajó los brazos ni se dio por vencido. En poco tiempo pudo aprender a leer dos niveles de Braille aunque últimamente no utiliza dicho sistema por los grandes avances de la tecnología. “Uso mucho los audios y el programa NVDA, un lector de audios que me sirve para la redacción de textos ya que cuando termina cada partido suelo escribir la crónica del cotejo”, se explayó.

Para adelante

Actualmente, el hincha de Ramsar colabora con el programa “Tarde de Locos”, que se emite por FM Máxima 95.9 de Rosario. Sus aportes, en este caso, tienen que ver con el mundo del automovilismo, otra de sus pasiones. Además, está llevando adelante un curso de oratoria y de programación neurolingüística (PNL) en la Cuna de la Bandera, donde también tiene pensado retomar las clases de periodismo para poder sacar las materias que le quedaron pendientes y recibirse.

El año pasado en Gualeguaychú, en el marco de la entrega de premios de la Asociación Entrerriana de Telecomunicaciones (AET) que reconoce a las mejores producciones televisivas de la provincia, el hombre de A Dos Toques fue distinguido como el primer comentarista no vidente de Entre Ríos.

“Me generó una verdadera emoción, una alegría y un honor. Sinceramente, no me lo esperaba. Habíamos ido con la ilusión de que podíamos ganar con el programa. Era la primera vez que iba a un encuentro de ese tipo. Estábamos en la mesa y en un momento de la noche nombran (al programa) A Dos Toques. Lo toco a Pablo (Frutos) y le pregunto si era yo al que estaban nombrando por micrófono. No caía. Estaba al borde de las lágrimas y encima al premio me lo entrega el secretario de Gobierno de Basavilbaso, con quien tengo una amistad desde chico”, recordó emocionado.

Pasión sin límites

Los dos estaban frente a frente, sentados en sus respectivos asientos y aguardando la señal para comenzar. En la mesa de madera, donde estaban los protagonistas, no se percibían papeles, apuntes o algún cuestionario que sirviera para guiarse. Cuando le dieron el visto bueno, Guido Trossero tomó la palabra, con un poco de nervios pero seguro de todo lo que iba a hacer. Después del saludo formal a su entrevistado, que era nada menos que el jugador profesional Sebastián Prediger, comenzó el ping-pong de preguntas y respuestas.

En aquella entrevista, la cual tuvo lugar en Crespo, de donde es oriundo el exvolante central de la Selección Argentina, nada quedó librado al azar. El joven de 16 años indagó al deportista, quien con mucha soltura contestó todo. Hablaron de su carrera, de los clubes por los que pasó, si le gustaría ser técnico o de por qué no se fue a jugar al fútbol mexicano.

“No esperaba poder hacerle una nota a Sebastián. Fue algo muy emotivo. El día anterior había visto partidos de él cuando jugaba en Colón de Santa Fe. Había preparado las preguntas antes por si algún día se daba tener un mano a mano”, añadió el estudiante de tercer año de la Escuela Agustín de la Tijera, de Costa Grande, que en los recreos relata a sus compañeros, mientras éstos juegan al futbol en la cancha.

Después de dialogar distendidamente con el hombre surgido del Club Atlético Unión de Crespo, Guido ya está pensando en grande y ve posibles personajes para entrevistar y poder compartir sus testimonios. En ese listado de anhelos aparecen famosos de la talla de Rodrigo Mora, Walter Montillo, Lionel Messi y el crespense Gabriel Heinze, a quien tiene como ídolo. Fue “El Gringo” el que lo hizo hincha de Newell’s Old Boys al pequeño relator de futbol. Ambos se conocieron en un encuentro disputado en la Capital Nacional de la Avicultura.

Proyectos y sueños

A pesar de su discapacidad, producto de una parálisis cerebral que tuvo de chico, la historia de Guido está llena de proyectos y sueños por delante. Su pasión es el futbol y la información que sale de su boca da cuenta de ello: se sabe las formaciones, los antecedentes de cada jugador y los rivales de cada equipo. Sigue atentamente los partidos de la Selección Argentina, el futbol local y extranjero. Pasa horas mirando programas de deportes en TyC Sports, FOX Sports o ESPN. Sus referentes frente al micrófono son el “Pollo” Vignolo y Rodolfo De Paoli.

En el 2015, el pibe de Costa Grande, que también es fanático del Barcelona, creó su propio canal de YouTube donde comparte relatos de partidos. Tiene cerca de 500 suscriptores y varios videos cargados, los cuales son subidos y editados por él mismo. Entre los más vistos se destacan la transmisión en vivo del cotejo entre Boca Juniors-Godoy Cruz de Mendoza, que tuvo cerca de 10 mil vistas. Al año siguiente realizó un taller de relato deportivo, a cargo del periodista Conrado Berón, quien gentilmente lo llevó a conocer el estadio de Patronato, el Presbítero Bartolomé Grella.
“Todo lo que uno se plantea se puede hacer. La discapacidad no es un impedimento. Voy a seguir soñando con llegar lo más lejos posible”, concluyó Guido en un mano a mano con MIRADOR ENTRE RÍOS. El acompañamiento de la familia ha sido fundamental para el crecimiento de Guido.

Rugidos de superación

“Siempre con las ganas de volver. Estoy armando algunas cosas nuevas, así que en cualquier momento me verán volver. Si yo pudiera correría hasta los 70 años porque para mí es una pasión. Estos dos años lo tomé como un recreo porque había que acomodar muchas cosas”, comentó el nogoyaense Fabio Olmedo a MIRADOR ENTRE RÍOS, minutos después de buscar a su hija de un partido de fútbol.

–¿Cuándo fue tu última carrera?

–Fue el año pasado. Hice un par de carreras en el Standard Victoriense. En la última que corrí volqué y el auto tuvo varios choques importantes. Entonces decidí no volver ese año. Quedamos en retornar un par de carreras más adelante pero al final se hizo complicado. Ahora tenemos todo medio listo con la posibilidad de encarar la categoría con el motor 1.4 del Fiat tipo. Hice rectificar el motor y está casi listo para armar.

–Tengo entendido que también le haces a la técnica.

–En realidad me animo a armarlo pero no sé si va a quedar lo competitivo que se necesita. Los motores del Fiat 600 los armé yo en los últimos años y andaban bastante bien dentro de todo.

–El accidente marcó de lleno tu vida pero pudiste salir adelante.

–Pasaron muchos años del accidente. Gracias a Dios pude hacer una vida prácticamente normal. Lo único que me faltó era caminar. Pude hacer mi familia. Tengo dos hijas, que son lo máximo y vivo para ellas. Disfruto mucho estar con ellas.

–¿Cómo fue lo del accidente?

–Fue un 2 de enero de 1988 jugando al fútbol. En esa época estudiaba medicina en Rosario. Como todo pata dura me mandaron al arco (risas). En un festejo de una atajada buena que hago, me cuelgo del travesaño. El arco se desentierra y cae sobre mí. Automáticamente se fracturaron dos vértebras de la columna y perdí la movilidad de las piernas. Me di cuenta enseguida de lo que había pasado. Le pedí a mis amigos que no me movieran hasta que venga la ambulancia. La fatalidad golpeó la puerta ese día y hasta ahí llegué.

–¿Tuviste algún problema o dificultad en particular?

–Después del accidente intenté volver a estudiar. Estuve un mes pero se hacía imposible. Se hablaba mucho de las barreras arquitectónicas porque no había rampas por ningún lado, los colectivos no te llevaban y los taxistas menos. Se me hizo cuesta arriba el seguir estudiando. Volví a Nogoyá y empecé a estudiar analista programador en sistemas. Gracias a eso y a un par de amigos, comencé a trabajar en ATER. Estoy ahí hace unos 26 años.

–¿Te costó encarar la vida después?

–Casi que no. A partir de ese momento me dije que ésta era una prueba más, una piedra más en el camino. Habrá que esquivarla como se pueda y seguir para adelante. Siempre lo tomé así. No recuerdo haber estado bajoneado a causa del accidente. Tuve mucha ayuda del entorno para no decaer en ningún momento.

–¿Cómo llegan las carreras de autos?

–A los dos años del accidente, mi mamá me regala mi primer auto. Ahí empecé a correr picadas en una pista que iba cerca del arroyo. Era lo que siempre me gustó. Antes del accidente, estuve por hacer un curso de piloto en el Autódromo de Rosario pero mis papás no me firmaron la autorización. Así que me quedé con las ganas. En cuanto a las carreras, arranqué primero en el Standard Victoriense. Fue en agosto del ’98 por invitación de Ariel Reynoso, que quería que fuera su copiloto. Fueron dos o tres carreras. “Esto es lo mío. Tengo que manejar”, me dije ya que veía que iba a poder conducir. A los 32 años empecé a armar mi propio auto.

–Tu historia de vida es similar a la del piloto nacional, Juan María Nimo

–Lo conozco al “Gatito” (Nimo). Somos amigos y siempre nos mandamos mensajes cuando él está compitiendo. Juan me llamó varias veces porque no le daban la licencia como así también a Carlucho Villar de Bahía Blanca. Gracias a mis antecedentes, ya que corría federado en la época del SP1000, les dieron a ellos la licencia.
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