Aportes feministas a la construcción de ciudades

Espacios urbanos acordes a una inclusión más integral

Desde la modernidad en adelante, los grandes epicentros y ciudades son diseñadas de acuerdo a los usos, necesidades y deseos de varones cis, blancos, heterosexuales, con capacidad productiva y reproductiva. Las urbes son pensadas por y para varones, están repletas de muros y fronteras, son rígidas y presentan una marcada segregación socio-espacial.
19-05-2020 | 22:17 |

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El confinamiento obligado ha puesto en el tapete la discusión sobre qué necesitamos de una ciudad.



Guillermina Ferraris
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Además, son construidas según las exigencias de productividad que rigen en el mercado y teniendo como eje vertebral la racionalidad capitalista que impera y dinamiza las relaciones, asigna lugares, actividades, roles y poderes de acuerdo a una persistente división sexual del trabajo. Las autopistas dominan la escena, planeadas para facilitar el recorrido de la casa al trabajo.

Algunos signos visibilizan la matriz cultural que orienta el urbanismo, por ejemplo el automóvil que colonizó el espacio público, la privatización que se trasladó a los espacios de ocio, los límites socio-económicos estrictamente delimitados: el centro siempre destinado a las actividades financieras o a la especulación inmobiliaria y los márgenes ocupados por los sectores precarizados y vulnerables.

¿Qué nos aporta la perspectiva de género en este dramático escenario? Pensar las ciudades en clave feminista implica politizar las cuestiones personales, imaginar formas diferentes de habitar las urbes y centrarse en cómo viven realmente las personas, cuáles son sus necesidades reales, sus deseos, de qué maneras se desplazan, cómo quieren habitar y relacionarse con otros. Fundamentalmente requiere una lectura fina y entre líneas para analizar cómo la cotidianidad urbana marca los cuerpos y condiciona las vidas.

Para adentrarnos en las profundidades de este inexplorado tema, dialogamos con la arquitecta paranaense Emiliana Osorio, quien junto a sus compañeras María Gracia Vallejo y Andrea Alzamendi, en 2019 presentó una tesis titulada “El espacio público desde la perspectiva del Urbanismo Feminista. La potencialidad del predio de la Escuela Hogar en la reconfiguración del espacio público social”.

–¿Cómo se explica que una ciudad reproduzca ciertos ‘valores patriarcales’, afectando así a mujeres y otras poblaciones minoritarias?

-Las ciudades son el escenario de la vida de las personas. Por ende, son el reflejo de la cultura de un grupo social. La verdad no me parece extraño que las diferencias, injusticias y violencias o los distintos valores del sistema patriarcal tanto como del capitalista, se vea materializado en las ciudades. Y no solamente en los espacios de las ciudades en sí, refiriéndome sobre todo al espacio público, ese que supuestamente es para todas las personas, un espacio político. Sino también al uso de esos espacios, a las lógicas y acostumbramientos de la misma sociedad frente al uso de estos espacios. Más que reproducir valores patriarcales, creo que las ciudades las reflejan. Si lo producen, lo hace quien diseña, quien planifica la ciudad. Somos las personas las que claramente tenemos atravesado nuestro cuerpo en nuestro hacer, nuestro ser, los valores de un sistema tan antiguo y opresor como de sistema patriarcal.

–¿Qué es el urbanismo feminista? ¿qué propone para las ciudades?

–Es la disciplina propiamente dicha y conocida fusionada a los planteos y cuestionamientos de un movimiento social mundial que deja en evidencia las inequidades e injusticias sufridas por las mujeres, sobre todo y por diferentes colectivos de personas portadoras de diversos géneros, que son también contempladas como minoría. Un modo de abordar las ciudades desde otras y desde múltiples perspectivas. Pensar a las ciudades desde una perspectiva interdisciplinaria e interactoral. Propone poner en el centro de la planificación de las ciudades, y de la revisión de sus espacios urbanos, la vida cotidiana de las personas. Tomando las personas como una ciudadanía cada vez más compleja y diversa, potenciando las diferencias, no dejándolas de lado, y buscando lograr mayor igualdad de condiciones en la diferencia. Haciendo mayor énfasis en el espacio público, que es el espacio de y para toda la ciudadanía.

Escalas

–¿Es posible un urbanismo que anteponga la vida y los cuidados al sistema productivo? ¿Cómo se pueden transformar las ciudades con el fin de impulsar mejoras en la vida cotidiana de una población diversa y compleja?

–Es posible y es justamente el urbanismo feminista, que al hacer hincapié en la cotidianidad de las personas y remarcando la diferencia entre la ciudadanía permite observar y analizar otras cuestiones, por ejemplo la vida de las mujeres y de las disidencias o personas pertenecientes a otros colectivos sociales, donde son tomadas aún con menor importancia. En urbanismo tradicional a diferencia tenía y tiene como medida a un sujeto neutro, este sujeto es varón, es autónomo, es burgués y es blanco, el famoso BBVA. El urbanismo feminista por el contrario quiere desarmar esa idea por completo. Gracias al movimiento feminista que visibiliza y revaloriza el trabajo reproductivo, poniendo el nombre de trabajo no remunerado y que por ende no está integrado dentro de la planificación urbana claramente. Además, reconoce que mayoritariamente quién se encarga del trabajo doméstico es la mujer. Viene a cuestionar que las ciudades estén pensadas para ese supuesto sujeto neutro, cuando en realidad sería la minoría. Dentro del trabajo reproductivo sabemos que entran un montón de colectivos. Hay otro sistema, reproductivo, sosteniendo al sistema productivo. Es mayoritariamente ejercido por mujeres, es no remunerado, de este dependen muchísimas otras personas, niñez, adultez, personas con alguna discapacidad, infinidades. Encima se lo define como acto de amor, esta famosa frase “no es amor, es trabajo no remunerado”.

Más plural

–¿Hay mayor conciencia sobre estos asuntos?

–En cuanto a cómo se pueden transformar las ciudades, creo que de alguna forma estamos atravesando un proceso de transformación. Si bien considero que eso es constante a nivel social global, hace varios años estamos atravesando una transformación que es transversal a todos los aspectos de la vida, de todas las personas. Indefectiblemente y afortunadamente hace que hoy nos estemos replanteando y buscando nuevas formas de pensar, de planificar y de hacer las ciudades. En lo personal sé que estos cambios vienen de la mano del movimiento feminista, ni más ni menos y con todos feminismos. La visibilización de las infinitas problemáticas sociales actuales, de las cuales somos víctimas principalmente las mujeres, las personas no binarias o no binaries y personas de colectivos de diversas identidades sexuales, permite que empecemos a buscar la forma. Dentro de los ejemplos concretos, hay uno pequeño pero es muy significativo erradicar la distinción de géneros en los baños públicos, eliminando el mingitorio, la posibilidad de planificar un parque, una plaza, un barrio o una ciudad misma tal vez, siempre teniendo en cuenta todas estas otras cuestiones.

Uno de los mayores obstáculos para vivir la ciudad, siendo mujer, es la noche. Las consecuencias pueden ser varias: acoso sexual, atracos, miedo e inseguridad, menos opciones de movilidad, cambios de rutas y mayores gastos.

Caminos

–¿Qué estrategias de urbanismo existen para enfrentar esta situación?

–Bueno esta problemática, personalmente creo que es central, porque queda completamente expuesto el desequilibrio que hay en el uso de los espacios públicos urbanos, dependiendo el género que portes. Es muy fuerte. Las distintas referentes del urbanismo feminista plantean varios puntos a abordar para estas problemáticas, algunas la mencionamos como la participación y por ejemplo hacen mucho hincapié en una condición respecto al miedo, que es la percepción de inseguridad. ¿Qué aspectos físicos de ciertos espacios en la ciudad nos hacen sentirnos más inseguras al transitarlos? Es importante el ser vistas, donde se fomenta la vigilancia informal, que me puedan ver o escuchar, una vecina, un vecino, si estoy en peligro o si necesito ayuda. Para eso tenes que garantizar la iluminación en espacio público, evitar pasadizos, evitar muros ciegos, callejones, arboledas muy tupidas por ejemplo, que no permitan el ingreso natural o artificial. La forma de la fachada de las casas, las puertas y ventanas. Que dan hacia la calle o no, que alguien me puede ver dentro de su casa. La referencialidad de los espacios que nos hacen sentirnos parte.

Pensar en otra ciudad

Frente a esta concepción tradicional de la ciudad que obliga a enfrentar grandes desplazamientos diarios, prioriza los coches, fomenta los espacios en desuso o concibe las calles como lugar de tránsito y no de encuentro, se erige el urbanismo feminista, que engloba aportaciones hechas desde varios ámbitos del urbanismo y la arquitectura sobre la proyección de ciudades sostenibles, aptas para la vida cotidiana y centradas en las necesidades de las personas.

Dejar de priorizar la movilidad lineal (de casa al trabajo) e incluir la movilidad que exigen los cuidados (llevar a los niños al parque, acompañar al abuelo al médico...) en la planificación de las ciudades es uno de los objetivos principales del urbanismo feminista. Una forma de diseñar el espacio que quiere tener en cuenta la experiencia de las mujeres a partir del rol de cuidadoras que históricamente se les ha asignado.

Estos colectivos de urbanistas diagnostican que el modelo de ciudad actual tiende a poner en el centro lo relacionado con lo productivo y remunerado, tradicionalmente vinculado a los masculino, mientras el ámbito de lo reproductivo, del que se encargan mayoritariamente las mujeres, es invisible. ¿Responde la ciudad a las necesidades derivadas de todas las personas que están en ella?
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