Un entrerriano al otro lado del mundo

Cómo es la experiencia de vivir una pandemia en Malasia

Martín Davico es odontólogo, tiene 42 años y desde sus 27, cuando se mudó a Barcelona, decidió hacer todo lo posible para conocer mucho países. En eso estaba cuando el coronavirus empezó a expandirse. Tuvo que detenerse y guardarse, pero lejos de casa.
21-05-2020 | 23:33 |

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"Todo el mundo va con barbijos, algo que ya de por sí es bastante común ver los países asiáticos dado el nivel de polución que hay en las grandes ciudades", contó el entrerriano que atraviesa la cuarentena en Malasia.


Sabina Melchiori
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Desde Kuala Lumpur, capital de Malasia, Martín Davico responde las preguntas para Mirador Entre Ríos. Nos recuerda, como anclando nuestro país con aquel punto tan distante del mapa, que en esa ciudad están las Torres Petronas, las torres gemelas más altas del mundo que fueron diseñas por el arquitecto tucumano César Pelli.

Martín ya había estado allí el año pasado. Cuando el mundo empezó a hablar de una pandemia, él se encontraba deambulando por la India. Regresar a Malasia no estaba en sus planes, pero la propagación del Covid-19, los consejos de familiares y amigos, y la invitación de un amigo cordobés que vive allí desde hace ocho meses, lo empujaron a tomar la decisión de realizar la cuarentena en su casa.

Justo a tiempo

Martín estaba en la India viajando por el sureño estado de Kerala. A medida que iba leyendo noticias, las comentaba con los viajeros que encontraba. Todo transcurría dentro de la normalidad hasta que los niños locales que pasaban en bicicleta le empezaron a gritar (supone que a modo de diversión): ¡Coronavirus! "Ahí fue que me saltaron las alarmas. Vaya a saber lo que escucharán en sus casas, pensaba yo".

Un día, la policía fue al hostal donde se hospedaba a averiguar por los extranjeros que se alojaban ahí, y a partir de entonces, cada vez que caminaba por las calles, quizás ya sugestionado, tenía la sensación de que los indios lo miraban como si fuera sospechoso de algo. "Imaginé que si se disparaba una ola de contagios, India no sería el lugar más indicado para enfermarse. Lo hablé con familiares y amigos y me recomendaron que me vaya. Justo ahí fue que Matías, mi amigo de Kuala Lumpur, me dijo que me tome un avión y me fuera a su casa". Tuvo suerte, una suerte enorme, pues llego desde la India el 17 de marzo, justo un día antes de que Malasia cerrara los aeropuertos.

La cuarentena en Malasia

-¿Cómo es el barrio donde estás, cómo se comporta la gente?

-Estoy viviendo en un departamento de tres ambientes, en un barrio que se llama Mont Kiara, un lugar en donde viven muchos occidentales en los llamados condominios, que son como barrios cerrados pero que en vez de casas hay edificios. En esta zona la gente tiene mucha conducta, aunque no sé cómo será en otras partes de la ciudad. Desde el lunes 12 de mayo la cuarentena se ha flexibilizado y ya se puede ir a muchos lugares con ciertas condiciones. Para entrar a un supermercado, un restaurante o una tienda de ropa te toman la temperatura.

El domingo pasado me senté a tomar algo en un bar que hay al lado del edificio. El camarero me tomó la temperatura con un termómetro digital, me trajo una planilla y me pidió que la llene con mi nombre, mi teléfono, la hora en que me senté y la temperatura que me había registrado. Por supuesto que todo el mundo va con barbijos, algo que ya de por sí es bastante común ver los países asiáticos dado el nivel de polución que hay en las grandes ciudades.

-¿Cuáles son las principales diferencias que encontrás con Entre Ríos?

-En Kuala Lumpur se lo tomaron en serio. Veo que hay un control muy estricto y la población está advertida por el gobierno que si se dispara algún repunte de contagios, se volvería con el confinamiento inicial. Hubo muchos controles policiales y sanciones. Hay autoconciencia y también un sistema de penalizaciones muy severas.

-¿Hasta cuándo tendrás que quedarte allí, cuáles son tus planes para cuando puedas irte?

-Hace unos días atrás la embajada de Argentina en Kuala Lumpur se comunicó conmigo ofreciéndome un vuelo de repatriación que se realizó el miércoles 6 de mayo. Como mi plan sigue siendo pasar por España, y el vuelo de repatriación a Argentina era muy caro, decidí esperar un poco más a ver qué pasa. Debo decir en mi caso personal que el cónsul (se llama Matías Castellanos y es de Concepción del Uruguay) ha estado informándome de todo lo que va aconteciendo y de qué manera gestionar mi visado en caso de que llegue el momento de extenderlo.

-El inicio y desarrollo de esta pandemia te encontró viajando por el mundo ¿Qué podés contar de lo que observaste?

-Fue muy curioso lo que vi en la India. De repente, en apenas unos días, los occidentales nos convertimos en sospechosos. Hubo muchos turistas que lo pasaron mal, que tuvieron problemas para encontrar lugar para dormir, que nadie quería alquilarles ni siquiera una habitación. También es comprensible que, viendo las noticias que estaban pasando, los indios reaccionen con miedo a contagiarse. Esto me hizo pensar en aquellas personas que por distintas causas se ven forzadas a emigrar de su tierra y que cuando llegan a los países receptores son víctimas de la discriminación. Otra cosa fue comprobar lo fácilmente influenciable que son las sociedades a través de la información que se les da. Da impotencia porque uno nunca está del todo seguro de que la información que recibe sea cierta o de si está siendo manipulado con fines políticos. Ojalá que con esta crisis nos transformemos en ciudadanos más activos en cuestiones políticas y sociales y que nos surja un verdadero espíritu solidario.

Es obsceno que haya niños que apenas comen, que no tienen contención familiar, que acceden a
una educación precaria, y que como sociedad les exijamos que en el futuro sean ciudadanos ejemplares. Quisiera recordar a los profesionales de la salud que tanto esfuerzo hacen para protegernos y uno especial para los odontólogos, colectivo al que pertenezco, que en estos días atraviesan circunstancias muy difíciles y que muchos de ellos lo están pasando verdaderamente mal.

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