El trabajo en casa y otros nuevos fenómenos que desató el coronavirus

El síndrome de la "cabeza quemada", otro coletazo de la vida en pandemia

De acuerdo a un estudio realizado entre abril y mayo de este año, siete de cada diez trabajadores argentinos ya se han visto afectados por el estado de aislamiento obligatorio por Covid-19. En este contexto, se observa un aumento en el número de personas que sufren agotamiento por burnout o estrés laboral crónico.
01-07-2020 | 10:17 |

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El estrés crónico laboral produce el efecto de un "fósforo quemado". Al intentar hacer un trabajo y no lograrlo, o convencerse que esa tarea ya es extenuante y cansadora, la persona sufre un desgaste emocional, psicológico y en algunos casos hasta físico. Foto: Archivo.


Sergio Ferrer
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La Universidad Empresarial Siglo 21, casa de estudios que tiene su sede central en la ciudad de Córdoba y subsedes en todo el país, adelantó la actualización del Índice de Bienestar Emocional y Estrés de los Trabajadores Argentinos, que calcula desde 2018, para adaptarlo al contexto de emergencia sanitaria por el coronavirus. Así, mediante esta nueva investigación, pudieron constatar que 7 de cada 10 trabajadores argentinos ya se han visto afectados por la pandemia.

Los resultados de esta encuesta, que es telefónica, revelan que algunas de las situaciones o condiciones laborales que están relacionadas con el estado de aislamiento social, cuarentena o crisis sanitaria —la provincia de Santa Fe se encuentra en fase de distanciamiento social, cabe recordar—, han generado un aumento del 5% en los casos de Síndrome de Burnout (o simplemente burnout), además de haber incrementado anteriores niveles de depresión y ansiedad.

Para conocer mayores detalles sobre el trabajo de la citada institución educativa en general, y sobre el burnout en particular, Mirador Provincial dialogó con el Magíster Carlos Luis Spontón, director del Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21. El especialista aclaró que desde hace tres años llevan adelante una evaluación que les permite elaborar el referido índice de bienestar emocional y estrés, a partir de la realización de "una muestra heterogénea, que representa a la totalidad de los trabajadores argentinos", y que en 2020 incluyó la consulta a un total de 1.067 trabajadores de siete ciudades: Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, San Miguel de Tucumán, Rosario, Córdoba, Mendoza y Corrientes.

"La cantidad de encuestados nosotros entendemos que es suficiente, porque la componen un número equilibrado de mujeres y varones, de distintos tipos y tamaños de empresas, o distintos puestos de trabajo, así como de diferentes clases de rubros e industrias", explicó el docente cordobés. Después, en lo referente a las localidades elegidas para realizar las encuestas, resaltó que responden igualmente "a la intención de lograr un criterio de representatividad, ya que abarcan los cuatro puntos cardinales de Argentina".

Como un fósforo
"Lo que buscamos -manifestó Spontón- es que estén representadas las cuatro grandes regiones, norte, sur, este y oeste", porque al ser un país tan extenso se pueden dar situaciones que responden exclusivamente a las características de los trabajadores de una zona y no a los de otra, como ocurre con la costumbre de dormir la siesta (ver aparte). Una vez hecha la delimitación sociodemográfica, se procede al análisis de algunas pautas que puedan implicar afectación en el comportamiento de trabajadores de 18 a 65 años, de distinto sexo y tipología.

Así, los investigadores pueden saber cuáles han sido los más y menos afectados, por ejemplo, por el agotamiento por burnout o síndrome de desgaste laboral crónico, o bien qué factores incidieron para que así sea. "Lo hacemos cada año en virtud de lo que se conoce como índice de bienestar emocional y estrés, que nos sirve para medir y comparar aquellas variables relacionadas a la salud psicosocial de los trabajadores argentinos", acotó Spontón. Además, recordó que otras de las cosas que procuran observar es si existen síntomas de ansiedad y depresión, que en esta ocasión podrían estar relacionadas con la propia situación de crisis sanitaria.

Consultado puntualmente por el término burnout, Spontón explicó qué significa "quemado". Es decir, metafóricamente hablando, una persona afectada con Síndrome de Burnout es alguien "quemado", o "incendiado". El nombre hace referencia a la cabeza de un fósforo, que funciona una vez y después ya no puede volver a usarse más, porque está quemada. Este síndrome o trastorno es mencionado muchas veces como el de la "cabeza quemada".

El estrés crónico de los trabajadores produce el mismo efecto, el de un fósforo quemado, en su sistema nervioso. Al intentar hacer un trabajo y no lograrlo, o convencerse que esa tarea ya es extenuante y cansadora, la persona sufre un desgaste emocional, psicológico y en algunos casos hasta físico, que lo apaga y desmorona.

Cuatro síntomas
Los síntomas del Síndrome de Burnout son cuatro. Primero, está el agotamiento propiamente dicho: la sensación de fatiga crónica, de no tener fuerzas para hacer la tarea encomendada o carecer de capacidad de respuesta ante la misma. Segundo, aparece lo que se conoce como cinismo, que "es una palabra dura" según Spontón, "pero que refleja un mecanismo de defensa determinado".

"Acá se hace alusión a que se pierde el interés por el trabajo y este ya no tiene valor para uno, que siente que no le puede agregar ningún valor a lo que haga", amplió. "Esa persona se pone cínica, porque siente que no importa lo que hace y dice: 'Para qué le voy a agregar calidad a esto si nadie lo va a valorar'", completó el concepto.

El tercer síntoma es la sensación de despersonalización. "Si lo que te estresa es el factor humano, tu jefe o tus compañeros por ejemplo, los clientes, o proveedores, y sentís permanentemente emociones negativas, el mecanismo de defensa que se activa es este", remarcó Spontón.

El cuarto factor de burnout es la percepción de ineficacia. "Es cuando sienten que no pueden estar a la altura de las demandas del trabajo, o que carecen de las competencias adecuadas", subrayó el especialista. "Ahora, con todos los avances tecnológicos existentes, las personas que no consiguen responder a lo que se requiere o creen que aprenden muy lento el uso de las nuevas tecnologías, se sienten ineficaces", añadió. "Esto se conoce como tecno estrés, una figura que ilustra esa sensación de ineficacia", redondeó.

Porcentajes

El estudio de la Universidad Siglo 21 reveló que los más perjudicados durante la pandemia en términos de estrés laboral son habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y entre ellos las mujeres, dentro de una franja etaria que va de los 41 a los 51 años. El 48% de los consultados declaró que "siempre o casi siempre" le resulta difícil relajarse luego de una jornada laboral en la casa, mientras que al 36% cada vez "le cuesta más comenzar a trabajar". Por último, un 38% respondió que "se encuentra tan cansado que no puede dedicarse a otras cosas después de finalizar su jornada".

Diagnóstico médico reconocido

En un informe oficial dado a conocer en junio de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció como diagnóstico médico al Síndrome de Burnout, también conocido como "del trabajador quemado", definiéndolo como "el trastorno asociado al estrés crónico en el trabajo". En dicho documento, la OMS posicionó al burnout entre "los problemas relacionados al empleo y el desempleo", además de reconocerlo de manera formal entre las dolencias que van a figurar en su nueva Clasificación Internacional de Enfermedades.

Este último listado entraría en rigor a partir de 2022, en reemplazo de la anterior edición del catálogo de las enfermedades, que se remonta a 1990. Justamente, hace treinta años, este trastorno ya estaba comprendido pero no como parte del estrés crónico en el trabajo (como ahora), sino dentro de un panorama mucho más amplio e inconcreto, junto a los problemas referidos con las dificultades en el control de la vida. En los años '70, en los manuales de Psiquiatría se denominaba Depresión por Agotamiento.

Esta nueva consideración de la OMS respondió a la necesidad de darle una mayor visibilidad al burnout, facilitando así, entre otras cosas, la gestión de bajas e incapacidades en el trabajo. Además, este reconocimiento posibilitó que uno de los daños psicosociales más comunes de observar o advertir por problemas laborales (el estrés crónico en el trabajo), sea admitido como síndrome o enfermedad.



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