Sobre salud y su historia

El hospital más antiguo de Entre Ríos

Cada primero de enero, el hospital público Fermín Salaberry, de Victoria, cumple años. Fue fundado en 1883, gracias a la iniciativa del entonces capellán de la zona, el padre Ciro Placco.
15-07-2020 | 23:07 |

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Hospital de Caridad, 1º de enero de 1883.


Ignacio Etchart
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Junto al sacerdote se sumó la decisión y compromiso de la sociedad Damas de Caridad, que fundaron en marzo de 1877 la Sociedad de Beneficencia “con el objeto de levantar un hospital que atendiera a quienes no tienen resguardo económico en caso de enfermedad”. Hoy, con sus 137 años de vida, es el hospital en funcionamiento más antiguo de la provincia de Entre Ríos, constituyéndose en una de las instituciones más presentes en la vida cotidiana de Victoria. Es de merecido reconocimiento el esfuerzo de todas las personas que han puesto y ponen su tiempo, esfuerzo, vocación de servicio, compromiso y solidaridad al servicio de nuestra comunidad.

Más de un siglo ha pasado desde su piedra fundacional, desde los primeros cuerpos médicos y de enfermería, hasta convertirse en la convergencia de casi toda problemática social y urbana de la ciudad. Especialmente hoy, donde lo sanitario y el rol estatal adquieren un renovado, aunque postergado, lugar en la agenda regional, nacional e incluso internacional. Porque la mayoría de las veces, la preparación para el futuro se debe buscar en el pasado.

Entre carencias y expectativas

Corría el año 1876. La provincia de Entre Ríos fue protagonista de guerras civiles durante aquellas décadas posteriores al período independentista. Frente a la miseria y destrucción consecuente a todo conflicto bélico, la sociedad victoriense no se quedó de brazos cruzados.

Ya mucho se escribió en las páginas de MIRADOR ENTRE RÍOS sobre la fundación de Victoria, sus protagonistas y variadas nomenclaturas que debieron suceder para llegar a la actual constitución del territorio. Por esta razón, directamente se procederá a relatar la fundación del hospital público más antiguo de la provincia, el Fermín Salaberry.

Como hoy la historia demuestra, durante los Siglos XIX y XX, a falta de un Estado lo suficientemente abarcativo y constituido, era muy común encontrar asociaciones civiles encargadas de cubrir necesidades básicas, como la vivienda, el trabajo y la salud.

Generalmente estas comunidades estaban integradas por los mismos miembros que gozaban de sus servicios. En Victoria existieron la Sociedad Española, la Sociedad Italiana y la Sociedad Sud-Americana. Pero faltaba cubrir a un gran contingente de personas que no cumplían con los requisitos para pertenecer a estas agrupaciones. No todos eran inmigrantes españoles o italianos, como tampoco todos eran criollos.

Pero tampoco era la única necesidad. El espíritu desarrollista y emprendedor de Victoria ha quedado retratado en las notas de MIRADOR ENTRE RÍOS. Victoria no necesitaba solamente un edificio dedicado a la salud, sino dar muestra del modernismo inherente a la sociedad de aquel entonces.

La necesidad era alcanzar el Siglo XX como una ciudad pujante, determinada a enfrentar el nuevo siglo con lo último en organización urbana. Y para eso faltaban hospitales, asilos y colegios de huérfanos que traducían en beneficios a un buscado bienestar moral y material de los vecinos.
Y como toda búsqueda humanitaria, el centro de ella se encarna en aquella persona modesta pero voluntariosa; constante y virtuosa; empática y sacrificada. Aquella persona fue el sacerdote don Ciro Placco.

De un padre y una sociedad

Sólo se necesitaron unos brevísimos siete años para que el padre Ciro Placco, mientras estuvo a cargo de la Parroquia de Aránzazu, transformara la ciudad y cultura victoriense, a base de altruismo y compromiso.

En 1877, mismo año en el que llegó a la ciudad, convocó a las señoras de alta alcurnia en una asamblea celebrada en los salones de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos. Aquel primero de marzo, consciente y atento de las necesidades de su congregación, el padre Placco declaró instalada la Sociedad de Beneficencia de Victoria.

“Con el objeto de fomentar el bienestar general prestando socorro a las clases menesterosas, alivio a los enfermos, apoyo a la viudez y a la orfandad, así como auxilios eficaces a la educación, para que se opere por su medio la regeneración social, establécese en esta ciudad la Sociedad de Beneficencia”. De esta forma cita el Artículo 1° de los estatutos de la Asociación. Sus tareas estaban enfocadas además, “socorrer secretamente a los pobres con el deber de guardar la más estricta reserva de las socias”.

Pero no sólo la salud y la economía hogareña se encontraban en su listado de compromisos. También “procuraban establecer escuelas públicas de ambos sexos, estimulando premios a los alumnos distinguidos y proporcionará vestidos a quienes no puedan costeárselos”.

La Sociedad de Beneficencia dejó una profunda huella en la historia victoriense. Tan profunda que aquí no podría relatarse, por mayor esfuerzo de síntesis que exista. Sobre aquellas mujeres que iniciaron el camino hacia una Victoria en el siglo XX, se escribirá en otro momento.

La fundación

El Artículo 2º del acta fundacional explicitaba la casi exclusiva tarea inicial de la Sociedad de Beneficencia, basada en “contraer esfuerzos a la fundación de un hospital de caridad, siendo de imperioso deber la recolección de fondos para formar el haber social”.

A base de colectas públicas y festivales de caridad, se logró recaudar un total de “3.203 pesos bolivianos”, con fecha del 31 de diciembre de 1879. Mención especial merece el detalle que las primeras donaciones a la caja social, con fecha del primero de marzo de 1877, fueron otorgadas por la Logia de Caridad y por la Sociedad Musical Victoria por un total de $20 cada una, y por la Sociedad de Pobres Iniciadores de $18, grupo musical recordado por sus tareas en los carnavales.
Tres años después era emitido el siguiente mensaje de la Junta Directiva de la Sociedad de Beneficencia, el cual citaba, luego de mencionar a las autoridades e instituciones presentes, que “a los días 10 y 9 de enero de 1880, a las 5hrs de la tarde, se procedió a la inauguración del lugar destinado al Hospital que proyecta levantar esta ciudad, estando cavados los cimientos”.

Continúa la declaración destacando el rol del padre Placco “quien después de pronunciar alocución análoga de este acto, bendijo la piedra fundamental que acto continuo se colocó a la presencia de todos los individuos asistentes”.

Este relato llega hasta acá, solamente transitando los orígenes de una historia protagonista en el corazón del pueblo. Un relato que sólo ha rozado sus principales nombres, sus iniciadores, sus protagonistas. Mujeres y hombres que hicieron de una ciudad, una comunidad.
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