Rugby

Tacleando las viejas construcciones culturales

Beltrán Horisberger es un activista paranaense, radicado en Buenos Aires, que luchó contra el machismo y la homofobia en el deporte de la ovalada. Actualmente, lleva adelante su activismo a través de las redes sociales. Además, es modelo de talla grande y columnista en la TV Pública.
09-08-2020 | 16:25 |

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Otra de sus actividades es la de modelo de talla grande. Foto: Manu Palacios




Víctor ludi

Nació en Paraná y, desde chico, jugó al rugby del Club Atlético Estudiantes, continuando los pasos de su padre, Luis, uno de los grandes pilares que tuvo la institución Albinegra. Por razones de estudio se mudó a Buenos Aires. La gran ciudad y su contexto cosmopolita le permitieron liberarse y salir del clóset. Se reconoció homosexual e integró Ciervos Pampas, un equipo con el que militó con el fin de romper con viejas estructuras arraigadas a la sociedad, que se reflejan en la disciplina.

Además de licenciado en administración en gastronomía, es modelo de talla grande y activista que desde sus redes sociales y su participación en el programa Altavoz, que se emite por la TV Pública, lucha constantemente contra la homofobia.

Luego de finalizar su jornada laboral, Beltrán Horisberger atendió el llamado telefónico de Mirador Entre Ríos.

“Desde adolescente tenía una orientación a la militancia. Siempre me llamaron la atención las desigualdades y, cuando salí del clóset, me chocó muy fuerte el hecho de darme cuenta que me preocupaba más lo que pensaran mis compañeros del CAE que mi familia. Cuando noté eso, empecé a introducirme en el activismo y decidí hacer algo al respecto. Formé parte de un equipo que, en esos momentos, tenía un proyecto primitivo, y procuré meterle fuerza por armar un equipo que tenga una identidad, compita y hable de esto en los medios. Mi compromiso fue el activismo en el deporte, contra el machismo y la homofobia en el rugby. Luego me fui del equipo porque hubo unas diferencias medias feas, que nada tenían que ver con la filosofía del deporte. Volví a jugar en otro equipo del rugby Empresarial en Buenos Aires, AESA, y sigo haciendo activismo, pero no tan orientado al deporte. Actualmente tengo una columna dos veces por semana en un programa de la TV Pública sobre activismo gordo y diversidad”, resumió su militancia.

-¿Cómo surgió la posibilidad de empezar a militar desde el deporte?

-Mientras estaba estudiando salí del clóset y enseguida tuve ganas de hacer algo al respecto. Un amigo, que había salido del clóset en una época similar, me comentó que tenía un proyecto de un equipo, entonces empecé a involucrarme. Al principio participé de una manera más esporádica porque estaba enfocado en terminar mi carrera, y después que me recibí me metí más de lleno. Fui capitán del equipo y el proyecto, por decirlo metafóricamente, era sacar al equipo del closet, ya que no competía. Con el esfuerzo mancomunado junto a otros compañeros empezamos a llevarlo adelante, pero había mucha rotación entre la gente que iba y era muy esporádica la participación. Además eso fue en 2016, cuando aún había una especie de miedo al activismo, y era muy difícil lograr un compromiso de los compañeros para lograr algo que vaya por más que simplemente generar un espacio seguro y derribar unas fronteras de homofobia en el rugby. Para eso había que salir y hablar en los medios, lo cual fue parte de mi impronta. Dimos varias notas en distintos medios y ahí surgió la idea de competir. Éramos poquitos los que queríamos competir y no llegábamos a 15 jugadores, pero consideré que primero debíamos inscribirnos al torneo empresarial y después conseguir los jugadores. Encargamos las camisetas, pusimos el nombre y realizamos algunas capacitaciones, pero hubo muchas diferencias y salí del equipo. Seguí jugando al rugby en AESA, que era donde ya había estado anteriormente, lo cual fue una experiencia renovadora porque la mayoría de los jugadores son heterosexuales y yo ya había salido del closet. Continué haciendo activismo a través de las redes sociales, empecé a trabajar como modelo de tallas grandes y eso me llevó al activismo gordo.

-Anteriormente mencionaste que tuviste más miedo de cómo lo iban a tomar tus amigos de Estudiantes a tu familia. ¿Por qué?

-Me considero un privilegiado porque mi núcleo familiar no es del estereotipo de familia homofóbica y no lo viví con tanta presión, pero sí me preocupaba mucho todo el estigma del estereotipo y la discriminación que hay en las formas que se construye culturalmente el gay en el imaginario del rugby: que los que no se animan a taclear son putos, que el que no juega bien es maricón o que a los rivales hay que romperles el culo. Son todas esas construcciones culturales que profundizan la homofobia y que hay que revisar. Por eso celebro la iniciativa que tuvo este año la UAR (Unión Argentina de Rugby), que este año presentó el “Plan Rugby 2020, por una nueva cultura”. Mis compañeros de Paraná no se enteraron directamente por mí, sino por un amigo de mi papá porque yo le había contado primero a mi familia. Lo comunicó con respeto y con la intención de invitar a la reflexión. Mis compañeros se comunicaron a través de mensajes y me llovieron las señales de apoyo. Los que se llamaron a silencio habrá sido por algo.

-¿Y el regreso a AESA cómo fue?

-Me recibieron con los brazos abiertos, no solo con la intención de solidarizarse sino también con intenciones desconstructivas, de querer revisar algunas cosas. Estas construcciones culturales no cambian de un día para el otro y uno no puede estar como policía detrás de todas las personas que tengan una expresión homofóbica, ya que resultaría muy desgastante. Pero hay que saber qué batallas elegir y eso me dio la posibilidad de construir mancomunadamente un clima mucho mejor. Así pude llevar amigos gays a jugar a AESA y que se sientan cómodos.

-Fueron señales de un cambio en la sociedad…

-Sí, pero creo que con ese concepto se peca de no reconocer el activismo. Las cosas no cambian por sí solas, sino que es mérito del activismo que se va plasmando por el paso del tiempo. Cuando estábamos con Ciervos Pampas y jugábamos contra otros equipos, las personas que nacieron después de los 80 o 90 entendían cuáles objetivos persigue el activismo LGTB y porqué es necesario que exista el activismo deportivo. Pero con entrenadores u otras personas que nacieron antes, muchas veces me pasó de tener conversaciones muy extrañas, porque ellos estaban convencidos de que era cuestión solo de tiempo y que no es necesario un activismo específico. Creo que también eso sucedía porque hay generaciones a las que la palabra política les genera miedo.

-¿Cuánto te ayudó estar en una ciudad como Buenos Aires para salir del closet y, luego, llevar  adelante el activismo?

-El contexto favoreció mucho. Buenos Aires, como ciudad cosmopolita que es, te permite ser distinto y eso no es noticia. Hoy en día ha cambiado muchísimo y celebro los activismos que se realizan en Paraná, por ejemplo los chicos de Carpinches, que están haciendo rugby LGTB.

-¿Te imaginas radicándote nuevamente en Paraná?

-Por lo pronto no lo veo en mi horizonte, ya que tampoco me veo muchos años sólo en Buenos Aires. Me gustaría tener la oportunidad de trabajar en otras partes. Las cosas que hago, que me sirven para ser feliz y ejercer un oficio que me gusta, hoy en día son impensables en Paraná.

Activismo gordo y los medios

Beltrán trabaja como modelo de talla grande, lo cual lo llevó al activismo gordo. Según informes, en la actualidad, los principales focos de discriminación de las personas son sus cuerpos. “No siento que esto sea un horizonte del activismo, ni que sea la nueva lucha por la que vamos, ya que hay otras urgencias. Ocho años después de que se sancionara la ley de identidad de género, la situación habitacional de las personas travestis y trans empeoró, lo cual es una deuda grande. El activismo gordo está tratando de que el ojo público deje de escrutar los cuerpos ajenos en las redes sociales, medios y vía pública. Es una costumbre que ha sido muy común en la Argentina, que se ha recrudecido en los últimos años. Hay números que así lo expresan, ya que Argentina es el segundo país del mundo con más trastornos alimenticios, que no es más que el resultado por la gordofobia y gordo odio que tiene internalizado la gente. Creo que después de tantos años de un foco tan juicioso, con una mirada tan crítica, sería prudente dejar de hablar de los cuerpos de las personas en los medios, sobre todo en la televisión”, explicó.

Posteriormente, se refirió al objetivo que busca a través de su participación en el programa Altavoz, que se emite por la TV Pública: “Trato que mi comunicación no esté focalizada en mi personalismo, sino que trato de convocar las voces de otros activistas para que el mensaje global sea que las construcciones sean colectivas. Aun así, siento que una persona como yo, que está en un espacio comunicativo, tiene, además de un poder, una gran responsabilidad de trasladar y desagotar el activismo, que quizá antes estaba focalizado en poder generar relevancia en las redes sociales, en medios masivos que atraen a la audiencia”.

Un caso resonante

Días atrás, Vittorio Rosti, ex jugador de Duendes de Rosario y Los Pumitas, dio a conocer públicamente que es homosexual. "Sentís miedo a que te rechacen, a que te dejen afuera del equipo. El mismo ambiente del deporte te rechaza. Pero hay que animarse. Hoy está mucho más relajado todo. Las nuevas generaciones vienen con una mentalidad mucho más abierta y tienen mucho más integrado el tema de la homosexualidad”, contó en Central Deportiva, de Cadena 3 de Santa Fe.

Sus redes

Instantes antes de finalizar la comunicación telefónica, Beltrán solicitó que sean mencionadas sus cuentas en las redes sociales, donde lleva adelante su activismo. Tanto en Instagram como en Twitter, lo pueden encontrar como @beltran_h.

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