Columna de opinion

Los valores en el deporte

Este tiempo de aislamiento social obligatorio ha puesto en evidencia lo mejor y lo peor del ser humano: la empatía y la discriminación, la solidaridad y el egoísmo, el ayudar al otro y el sálvese quien pueda, el cumplir la norma y el desconocerla descaradamente.
17-09-2020 | 22:55 |

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“No se llega a la cima del alto rendimiento sin haber pasado por sucesivos procesos”, explica quien fue campeona del Mundo de Aguas Abiertas.


Por Silvia Dalotto (x)

Las constantes exigencias en el deporte de alto nivel ponen en crisis valores fundamentales exponiendo a los atletas a nuevos retos donde alcanzar los objetivos puede significar la pérdida de la ética y poner en riesgo la salud. De ahí la importancia de formar integralmente a la persona, promoviendo un fuerte sistema de valores éticos, que le permitan tomar decisiones saludables física y psíquicamente para un plan de vida que no se acaba en la etapa deportiva.

Pero no se llega a la cima del alto rendimiento sin haber pasado por sucesivos procesos de aprendizaje, crecimiento, frustraciones y logros; donde la familia, los grupos de referencia, cada institución y cada entrenador/profesor a cargo, rentado o voluntario, profesional o idóneo, ha dejado una marca en los niños y jóvenes en formación.

Tiempos de Covid-19

Este tiempo de aislamiento social obligatorio ha puesto en evidencia lo mejor y lo peor del ser humano: la empatía y la discriminación, la solidaridad y el egoísmo, el ayudar al otro y el sálvese quien pueda, el cumplir la norma y el desconocerla descaradamente.

El mundo del deporte no es una burbuja ajena a estas realidades y en él se han instalado desde hace un tiempo algunas nuevas problemáticas tales como ganar a cualquier precio, la comercialización excesiva, la rivalidad intensa que conlleva a actos de violencia y corrupción como los sobornos por apuestas en el deporte.

Todo esto sucede internacionalmente, pero también a nivel local y nacional.

Solemos tener una mirada lejana de estos temas, pero la única diferencia es que a unos los vemos por los medios de comunicación y a otros, por la cercanía y la responsabilidad que nos compete, les bajamos la intensidad.

Por eso es aún más serio el problema en las pequeñas comunidades, donde además de compartir el deporte, los niños y jóvenes continúan interactuando en la escuela, en el tiempo libre y en la vida social. No tomar nota de una acción violenta o discriminatoria, bajo la justificación de “es cosa de chicos”, solo genera que el problema se naturalice y profundice en términos de formación en valores.

Efecto cascada

Otro de los grandes flagelos del deporte es la falta de formación educativa entre los atletas de alto rendimiento, lo que ha llevado a deportistas consagrados (en lo deportivo y en lo económico) a no poder insertarse laboralmente una vez finalizada su carrera deportiva.

Lo que sucede en el alto rendimiento derrama como cascada en los niveles inferiores del deporte. Es así como muchos atletas no llegan a la consagración en su disciplina y además en el camino sacrifican sus estudios. Es ese escenario tal vez el más complejo, pues se quedan sin un logro deportivo y sin una herramienta para incorporarse al mundo del trabajo.

Muchas veces endiosamos y otras demonizamos al deporte, como si fuera la solución a todos los males o el causante de todos ellos.

El sociólogo alemán Klaus Heinemann nos indica que “el deporte en sí mismo no tiene ningún tipo de valor”.

Lo que nos está diciendo desde su perspectiva es que el deporte, por sí mismo no es bueno ni malo. Lo que es bueno o malo son los entrenadores, las personas involucradas y la gestión de las instituciones implicadas.

Tema controvertido y de mucha vigencia es el que en la actualidad nos lleva a leer semanal y tristemente casos de abuso (físico, sexual, psicológico) en el deporte. Y de estos casos, una vez más, nos consternamos con historias que vemos por los medios pues suceden en territorios lejanos. Tal vez deberíamos preguntarnos si acaso eso mismo no está sucediendo en nuestras instituciones cercanas. Es carencia de valores cometer hechos tan aberrantes, pero también lo es mirar para otro lado. Es crucial tener en cuenta que no podemos pedirle al alto rendimiento lo que no seamos capaces de crear desde las organizaciones deportivas de base, es decir, desde los clubes.

El ámbito ideal

¿Desde qué otro lugar podemos enseñar valores a través del deporte?

El deporte y la escuela se han transformado, en la sociedad actual argentina, en ámbitos de socialización primaria que acompañan a la familia en esta tarea.

La educación física y el deporte poseen un valor formativo que complementan la formación académica y que brindan herramientas útiles para toda la vida.

Asociar el deporte con la educación, actúa como medicina preventiva de problemas sociales.

El sistema deportivo y el sistema educativo, vinculados íntimamente, involucrando a los padres, atletas, árbitros, directivos, entrenadores, docentes y dirigentes, transmitiendo valores éticos, redundará en mejores personas y en consecuencia en la construcción de un mundo mejor.

Volviendo a los clubes: no importa al final del camino si la institución deportiva es grande o chica. Lo que importa es que tenga claro qué quiere, hacia dónde va y que sea ordenada y consecuente con sus objetivos.

Para ello es fundamental preguntarse si queremos jóvenes deportistas que ganen a cualquier precio o jóvenes que alcancen su mayor desempeño con lo mejor de sus habilidades pero que también se transformen en personas de bien dentro y fuera del campo de juego.

De las respuestas obtenidas surgirá claramente qué valores enseñaremos a niños y jóvenes, qué valores queremos en las personas que conformen nuestro equipo de trabajo y cuál será el aporte de esa institución en la construcción de una mejor sociedad.

El desafío queda planteado…

(x) Directora de la Academia Olímpica Argentina y del Programa de Educación Olímpica, del Comité Olímpico Argentino
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