"El país de las últimas cosas"

Una esperanza entre los despojos

Alejandro Chomski adaptó al cine la novela de Paul Auster, quien se involucró en la escritura del guion y la revisión del proceso. Rodada por un elenco internacional en República Dominicana, se estrena mundialmente en Festival de Mar del Plata (virtual) este viernes. De la mano del director, El Litoral se sumergió en este retrato distópico con redención emotiva.
27-11-2020 | 12:41 |

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La actriz argentina Jazmín Diz viene del teatro y tiene aquí su debut cinematográfico como Anna. Foto: Gentileza: Lantica Media / Streetcar Productions / Capa Pictures / Campo Cine.




Luego de llevar al cine la novela de Adolfo Bioy Casares, "Dormir al sol", Alejandro Chomski se sumerge en un desafío que parecía imposible: adaptar "El país de las últimas cosas", la novela distópica que Paul Auster publicó en 1987, a la pantalla grande. Durante más de 15 años fueron intercambiando ideas, que en 2019 comenzaron a concretarse; proceso que se vio alterado por una pandemia que resignificó el relato, rodado en blanco y negro.

La première mundial será en la edición virtual del Festival de Cine de Mar del Plata (www.mardelplatafilmfest.com), este viernes, con funciones el sábado y el domingo (día en que se verá también por Cine.ar TV). De todo este trabajo, que cuenta con los protagónicos de la argentina Jazmín Diz, la portuguesa María de Medeiros y el mexicano Christopher Uckermann, charló el director con El Litoral.

A dos plumas
-¿Cómo fue el origen del vínculo con Auster, y cómo te planteó su intención de llevarla al cine?

- Lo conocí en 2001, cuando él vino a la Feria del Libro, plena crisis. Conversando sobre diferentes temas surgió que la Argentina tenía mucho de la novela en ese momento. Después volví a leer el libro, hablamos por teléfono y me dijo: "Bueno, escribí el guion". Cuando estuvo escrito me hizo correcciones, y al final se terminó involucrando y escribimos el guion juntos, durante todos estos años. Viajé mucho a Estados Unidos, trabajamos el guion muchas veces, y también por cuestiones presupuestarias, para ajustarlo.

Al final se dio que se pudo filmar la película, y él participó de la visión de todos los cortes de montaje, opinó sobre la película ya desde otro lugar: no como escritor del libro, sino como cineasta, colaborador, como alguien a quien le importaba que la película quede lo mejor posible. Eso fue todo un lujo que permitió que la película tenga un buen resultado, y que estemos todos muy satisfechos de a lo que se llegó como pieza visual.

- ¿Por qué tardó tanto la concreción de aquella idea, y por qué lograron acelerarlo en el último tiempo?

- Porque la historia es muy dura, muy difícil para ver; para leer también, el libro es como una bomba que te deja knock out, por lo que plantea este mundo imaginario y abstracto. Muchos espectadores quieren ir al cine a ver algo más para despejarse, no para meterse tanto en la realidad: este filme se mete con la realidad y con un posible Apocalipsis o situación de que no funcione más la sociedad y que haya que sobrevivir como se pueda.

Justo la pandemia mostró que eso no era tan abstracto sino que era real, y la película se convierte en actual por casualidad.

- El mundo nos da cada veinte años una resignificación fuerte.

- Exactamente. Desde hace siglos que los intelectuales plantean toda la discusión marxista de socialismo o barbarie; hay toda un discusión sobre cuál es la etapa superior del capitalismo, como éste lo fue del feudalismo. Se han producido en el siglo XX un montón de tragedias, guerras y situaciones que plantean la posibilidad de un futuro apocalíptico: también está reflejado en las series que se estuvieron haciendo en estos años, donde cada vez más la realidad es distópica. La distopía, ese Apocalipsis del futuro, deja de tener presencia.

- Lo empezamos a ver más cerca, nos sopla más la nuca.

- Totalmente: estamos más imbuidos de eso, y nos parece más natural convivir con eso. Nosotros tratamos en la película de evitar la realidad, y plantear otra realidad en blanco y negro, abstracta, que no se pueda reconocer; que sea una historia que al haber sucedido la pandemia es más verosímil que esté sucediendo en una realidad paralela o temporal que la audiencia acepta como algo válido que pasa en la película: está sucediendo en una pantalla y no en las calles.

- Ese blanco y negro pone una distancia, mitiga la desesperación quizás. Hay una cuestión de lo indeterminado en la novela, pensaron en la Argentina, pero filmaron en República Dominicana.
- Esa posibilidad surgió a partir de los Estudios Pinewood, que nos ofrecían todos los estudios para hacer los interiores; y en Dominicana había locaciones que nos permitían ambientar al personaje en forma adecuada. Lo que faltaba de todo el diseño de "El país de las últimas cosas" se fue haciendo a partir de tomar imágenes específicas, que fuimos viendo y salíamos a filmar algunos días, para después trabajarlas con el departamento de efectos visuales; así como comprar algunos materiales de archivo que también eran retocados para la película, y la construcción de imágenes propias de efectos especiales, de una imagen de una ciudad imaginaria.

Con todos esos elementos fuimos armando toda la composición para tener las imágenes. Después de la filmación se hizo todo el montaje en Buenos Aires, mientras los dominicanos iban mandando por Internet los avances de todas esas imágenes que completan la paleta visual de "El país de las últimas cosas".

Voz interior
- El texto original es como un monólogo epistolar. ¿Cómo fue el desafío de adaptar eso a la exterioridad de una cámara sobre la protagonista?

- Es muy complicado cuando en un libro se habla del conflicto interno de una persona, para hacer una película se necesita sacar ese conflicto afuera y ponerlo en imágenes. Era imposible desprenderse de la voz en off de este personaje, porque no tendríamos ninguna información de sus sensaciones, de las que el libro está lleno. Gracias a la voz en off y el trabajo de sonido pudimos armar ese mundo visual que ella va narrando: es el puente, la bisagra entre la literatura y el cine, para poder hacer funcionar la historia. Que esa carta que ella escribe esté expresado con la voz en off en la película, pero para hacer funcionar una película: escapa de lo que es el monólogo en el libro: una carta interminable.

- Reflexionabas en un texto sobre la felicidad de vivir en un contexto imposible. ¿Cuál es el camino, o al menos cómo lo resuelven tus personajes?
- Cuando ella empieza la película está buscando su hermano desaparecido y está completamente sola, viviendo una vida muy peligrosa; con una persona enferma de la cabeza en el departamento, recogiendo objetos. Cuando termina ella está con el protagonista masculino con el que tiene la historia de amor, y con sus otros dos aliados. De alguna manera ese momento del presente que ellos vive, en contrapartida a toda la desgracia que ellos ven que están sucediendo en ese país le permite a Anna tener sus instantes mínimos o no de felicidad, de que el presente de ella está protegido por estos vínculos de amor.

De alguna manera, eso es también lo que nos protege en la vida concreta a todos los ciudadanos de todos lo que estamos viviendo con la pandemia: lo que nos hace sobrevivir son estos vínculos, con los que tenemos momentos felices que nos dan esperanza y optimismo para que venga un futuro mejor.

Tiempos y equipos
- ¿Cómo fue armar este elenco internacional?

- A la actriz protagonista (Jazmín Diz) la descubrí en una obra de teatro acá en la Argentina, no había hecho ninguna película. Hicimos unas pruebas y me di cuenta de que era perfecta para el rol; después fue probada por los productores.

Uno de los productores conocía a (la portuguesa) María de Medeiros, que es una actriz que me encanta por las películas que hizo, y me parecía un lujo tenerla para ese personaje. Me recomendaron a un actor mexicano, que también es cantante y muy popular en México, que se llama Christopher Uckermann.

También hay un italiano, que es actor y productor, Ettore D'Alessandro, y un actor norteamericano muy conocido en Estados Unidos, Juan Fernández, que trabajó en "Salvador" de Oliver Stone y otras películas, que terminaron de conformar este elenco latino internacional.

Después tuvimos la suerte de encontrar personajes muy complicados, como la señora que está en la calle, Isabel; Pedrito, el chico que se vuelve loco. Salieron de hacer castings en República Dominicana.

- ¿Cuáles fueron los plazos de rodaje y postproducción, y cómo fueron alterados por la pandemia? Los agarró terminándola.
- Claro. Se hizo la filmación, empezamos el montaje y empezó la pandemia. Ahí se empezó a revisar un poco todo, no se pudieron seguir los efectos especiales y el sonido porque se cerró todo; estuvimos nueve meses que no avanzábamos en forma concreta sino en ideas creativas que nos íbamos mandando. Eso permitió en todo ese tiempo hacer crecer a la película: que el montaje sea el mejor, y poder diseñar el sonido que se necesitaba: tener a los músicos que hagan los efectos sonoros que ayuden a que las escenas tengan tensión dramática. Que todo fluya, que se escuche todo como una sinfonía, la música y los sonidos que dialogan entre sí. El proceso total son casi dos años: viajé a principios del año pasado a Dominicana.

- Ese proceso "no tradicional" les permitió encontrarle más vueltas.
- Nos dio el tiempo, por ahí en otros modelos de producción las películas se tienen que terminar porque hay un calendario y está todo armado: la preproducción, la producción; nunca está calculado "bueno, filmamos la película y después vemos qué hacemos". Acá pasó eso: filmamos y después con la pandemia quedó ahí, partida, en el aire. Eso nos permitió reconfigurar y repensar, mejorar efectos, sonidos, música. Tuvimos muy buenos técnicos, creativos, editores, director de fotografía, músicos, diseñadores de sonido, efectos visuales en Dominicana, los productores de allá con mucha experiencia en trabajar con efectos especiales y con filmar en estudio, en cómo se filman los exteriores. Para construir este universo que viven todo el tiempo en "El país de las últimas cosas".

Lo que vendrá
- La presentación internacional también se alteró: el Festival de Cannes se suspendió, ahora se estrena en el Festival de Mar del Plata el viernes, se va a ver en Cine.ar TV el domingo. ¿Cómo sigue la andadura de la película?

- Es muy probable (falta la confirmación) que haya una proyección al aire libre para 300 personas en el Anfiteatro de Parque Centenario, en Capital Federal; lo cual sería un buen final para este momento de la película, que es online y en Cine.ar: que haya una posibilidad para que se muestre en cine.

Luego vienen los festivales del año, donde la película va a intentar ir, como Sundance o Berlín. Buscaremos un vendedor que la venda en otros países, cuando vuelvan los cines sacarla en la mayor cantidad posible de cines; teniendo en cuenta que en algún momento va a llegar a los streamings: no se cuál, pero muchas de estas películas llegan. Esas son las expectativas que tenemos con esta inauguración acá en nuestro país.

- En una nota de La Nación, de cuando terminaste "Hoy y mañana" (2003), ya hablabas de "El país de las últimas cosas", y "Dormir al sol" (que pudiste hacer en 2010) como proyectos. ¿Qué proyectos tenés hoy que creas que puedan concretarse en el futuro?
- Tengo un libro que escribí en este tiempo: cuentos cortos de anécdotas, situaciones absurdas del cine, meteduras de pata en mi vida personal, como un confesionario: intenta absolverme de cosas bastante ridículas, graciosas. Tiene un tono irónico de reflexión. Estoy muy contento porque va a salir el mes que viene, en simultáneo con la película; lo publica la editorial Caleta Olivia, que me encanta por el tipo de material que saca en libros y escritores. Se llama "El libro del desvarío humano", y es algo que también puedo estar sacándome de encima en el mejor de los términos (risas).

Después veré: que me salga bien la milanesa para mi hijo (risas), seguir el día a día de la vacuna y cómo termina esta hecatombe, cuándo termina.



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