Obra de Susana Ibáñez – Palabrava 2020

Te juro que es por tu bien

Te juro que es por tu bien es una obra con dos cuentos de largo aliento precisos, divertidos, profundos y crueles, "La aguja en el ojo" y "Me verás volver". En ambos relatos hay una Santa Fe reconocible no tanto por las referencias geográficas o históricas sino por los usos lingüísticos que usamos para ocultar o para oprimir a otros.
25-01-2021 | 18:14 |

En la escritura de Susana aparece Puig y su oído social, pero con más ironía, y la crueldad y la diversión de la cual se jactaban a veces los personajes de Castillo.
Foto:Gentileza: Palabrava.
Analía R. Giordanino
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En ambos cuentos, la ciudad urbana de provincia mantiene un status quo no sólo es social sino que también es práctica lingüística, medianera demarcatoria entre quiénes pueden o no pueden ser parte de un barrio, una familia o una casa. Lo sabemos por Bajtin y por el psicoanálisis: las palabras generan realidad, pueden enraizar en nuestros cuerpos, y así regamos esa plantita que quién sabe cómo nos crecerá por dentro. Susana utiliza este saber social, de habla y de experiencias corporales, este conocimiento de qué se dice en esta ciudad (porque para escribir importa escuchar) y qué se hace. Y muestra los conflictos que atraviesan los personajes mediante giros, frases y muletillas por todos conocidos, a veces portándolos como estandartes, otras veces levantándose en contra. En la escritura de Susana aparece Puig y su oído social, pero con más ironía, y la crueldad y la diversión de la cual se jactaban a veces los personajes de Castillo.

Como una letanía o un estribillo suenan las frases que la narración atesora como píldoras venenosas o adormecedoras para Emi en el primer cuento: ¿Vos sos varón o mujer? ¿Qué sos vos? Estás sacando las cosas de proporción. De hacer vestiditos no vas a vivir. Comé, Emi, comé. Ay, esa voz, Emi. No basta con lo que ya te pasa que además vas a tener que usar anteojos.

Emi no desaparece de la narración porque Doris existe. Doris, una modista de barrio, que le da hilo y aguja a Emi para hacer hilvanes, que luego le invita a comer algunos días de la semana, que luego le hace un lugar para dormir en el cuarto de costura o en su altillo cuando su familia se desentiende de él, aliviada. Es Doris quien le invita a vivir con ella, es Doris quien le impulsa a estudiar, y es a Doris, la vecina modista que hace novias y bordados en delantales escolares, a quien Emi le dedica su estrella cuando triunfa como vestuarista en Buenos Aires. Doris es el verdadero personaje de este cuento. Ninguno de los dos personajes realiza grandes gestas de liberación pero, mientras la letanía familiar y social expulsa, ellos se acompañan desde la complicidad y la belleza: "Una nochecita, mientras esperaba los dos timbres de mamá, Doris me anunció que me dejaría cortar crepe. Un poco emocionada, me dijo: Ya estás grande, Emi, y si podés entender a una mujer enamorada, también podés cortar al bies."

"Me verás volver"
El segundo cuento profundiza la crueldad de los personajes. Ya no hay posibilidades de belleza o complicidad entre los vecinos de un edificio chico de la ciudad, que se unen para resolver qué se hace con el linyera que recaló en la entrada. A partir de allí, otra vez, hay un personaje doble: los consorcistas y el linyera. Los primeros sólo existen porque existe el segundo y organizan sus vidas disímiles alrededor del hambre, el frío, el calor, los feriados, las meadas o la locura y el silencio de "el Tipo".

Este cuento extrema el trabajo con los nombres y los lugares comunes, y los personajes adquieren características casi teóricas, o de manual de vecindario: el Tipo (linyera), Cuchillo en Liga (su defensora), Sin Corazón (su odiador); el Pela, la Rubia y la Colo (el banana del edificio y sus amantes); Sumpeligro (lavieja miedosa), Gómez (el portero); Cinco Colores y Un Pibito (novia e hijo de linyera); Nosotros (los estudiantes de Letras que narran). Lo único que no es de manual en este segundo relato es la crueldad: el Tipo amanece con carteles escritos en cartón que dicen "Patee usted aquí"; le sacan fotos y las publican en las redes con la excusa de buscar su familia. El final es tan cruel como sorpresivo, y nos recuerda que la locura también es una parte de nosotros. Es breve el fulgor de complicidad y belleza en este relato, y se da entre el linyera y el encargado, Gómez: "Sólo hay que saber escucharlo, nos dijo un día que subimos a tomar sol a la terraza. Claro que él elige con quién habla y me eligió a mí ¿entienden? (…) Nos dijo que desde que hablaba con él era capaz de ver los sueños de los propietarios. En el edificio anda suelto un sueño que tal vez sea del Tipo, o puede ser que sea de otro".

Teorizar sobre la vida de los otros es una ficción de pueblos y ciudades chicas. Ahora está legalizada por la pandemia, todos miramos a todos, imaginamos quiénes son los que tenemos ahí, en la pantalla, o enfrente de la ventana. En los cuentos de Susana vamos a encontrar este doblez, un doble fondo o una puntada invisible que se desata mientras vamos leyendo. Es una escritura que se oye, que impacta, que nos involucra. Nos deja con un rumor vibrando en el cuerpo.



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