Oficios desaparecidos

Recuerdo del último palanquero

Horacio Ramón Galván se fue a vender pescado al cielo el 26 de enero de 2020. Protagonista de documentales y de momentos históricos en la TV Nacional, MIRADOR ENTRE RÍOS dialogó con uno de sus hijos para repasar la increíble historia de “El último palanquero”.
26-01-2021 | 16:16 |

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Horacio Galván, de oficio palanquero, en una esquina de La Paz. Foto: Gentileza Alexis Méndez Ríos



Conrado Berón
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“Soy Horacio Ramón Galván, palanquero de profesión y de vocación”, fue su carta de presentación en un documental premiado, hecho por la periodista paceña Melissa Curá, que se puede ver en Youtube.

Ni Juan Alberto Badía junto al locutor paranaense Claudio Belotti, en su recordado Estudio País de la TV Pública, ni los cocineros argentinos pudieron igualar el tono y la fuerza de su grito insignia con el que vendía su pescado fresco en La Paz.

“Hay pescau hay pescau, hay pescau hay pescau” repetía “Chancho” Galván por las calles y cerraba su grito con una frase que hacía reír y comprar en iguales proporciones: “Son sordos o no tienen plata”.

Horacio fue uno de los 22 hijos que tuvieron don Mártires Galván y su esposa, Doña Lita; y a su vez fue padre de 13 hijos en una familia ensamblada con Raquel, el amor de su vida.

Siempre en el puerto de La Paz, siempre con el río como cómplice de toda su vida, ayudando desde los cinco años a llevar el pan a la casa y soñando con ser pescador y luego palanquero.

Un luchador

Lucio Galván, uno de sus hijos, orgulloso y nostálgico contó a MIRADOR ENTRE RÍOS parte de la vida de este querible personaje paceño que falleció hace una año.

-¿Qué recordás de tu infancia junto a tu papá?

-Mi infancia fue muy feliz, rodeada de pescado, de cajones de abastecimiento de hielo y de palancas de juguetes para repartir, jugábamos con ms hermanos. Aunque no nos sobraba nada, éramos muchos, siempre con mucho amor, mucho cariño y se hacía lo que se podía. En esa etapa intentó inculcarme su oficio, sus principios, sus valores, su manera de vivir, con la palabra como documento. Todos los días salía temprano, buscaba el pescado fresco y comenzaba su recorrida, se instalaba con su palanca y al grito de “hay pescado pescado, son sordos o no tienen plata” siempre vendía.

Desprendido materialmente y sin importar de quién se trataba, él era solidario con el prójimo. Yo andaba con él para todos lados y lo acompañaba en sus quehaceres, en realidad intentaba que todos mis hermanos lo acompañaran también, para enseñarles a salir a buscar el trabajo, en la medida de lo posible.

Me quedó marcado un recuerdo de la niñez, yo debía de tener cuatro años aproximadamente y un día encontramos 50 pesos, mucho dinero para esa época, lo levantó y fuimos a la Iglesia a ver a la Virgen de La Paz, de quien era muy devoto (por eso llamó 24 de Enero a su reparto de pescado, en honor a ella), se paró frente a la imagen y dijo: “Ojalá que este dinero no sea de una persona que lo necesite más que nosotros” y de ahí nos fuimos a comprar carne para el puchero o para el guiso, éramos familia numerosa.

-¿Porqué lo definís como un luchador?

-Mi papá en esa época cae en alcoholismo, lo perdimos por 10 años, mi mamá se hizo cargo de él y de nosotros. Hasta que un día, el padre Betancourt vino a La Paz, a los cuarteles y van verlo con mi mamá. En su sermón, él destacó que dentro de la multitud había un buen hombre, que tenía un problema con el alcohol pero que sobre todas las cosas era una buena persona. Y dijo que a partir de ese día él iba a terminar con su vicio. Y así fue: desde ese día no tomó nunca más, su devoción por la Virgen de La Paz hizo que el pudiera pelear contra sus demonios.

Al otro día, milagrosamente entran 60 kilos de surubí, lo que le permitió en dos horas repartirlo y lograr una buena ganancia. Con la plata en su poder salía de casa a cualquier hora, llegaba hasta el portón para ir a comprar alcohol, se tocaba el bolsillo y antes de salir decía: “vos a mí no me vas a poder”. Así la luchó hasta lo último.

Compromiso

Es importante esa circunstancia que relata Lucio, porque muestra cómo Horacio Gaitán se reinventó, volvió a encontrar su rumbo. “Siempre lo manifestaba -recuerda su hijo- que él vino a ayudar, a militar por el otro, remontó su oficio de palanquero, se acercó a la cultura, a los jóvenes como el futuro de su comunidad, se comprometió con su ciudad, con la comunidad que lo vio crecer”.

-¿Qué hacía Horacio además de vender pescado?

-Su vida se desarrollaba con la ayuda a la gente como estandarte. Con relación a su ámbito laboral, pasó por la construcción y por la municipalidad, y en la Escuela Nº 23 Escuela de Educación Especial “Luisa Garnier” fue ordenanza. Muy trabajador, multifunción, detallista, militante por el otro, por la escuela, por los gurises y por la familia.

Su oficio de palanquero me hizo ser lo que soy hoy como hombre, como profesional, su palanca es mi palanca, cuando él se reinventa y logra salir del alcoholismo fue muy insistente en que teníamos que estudiar y siempre nos decía que él se encargaba de lo más duro, del trabajo. Destacaba que él tenía que trabajar para que nosotros estudiemos. Yo creo que él deseaba que entendiéramos que cuando uno sueña lo que quiere se logra, con disciplina, con pasión y con voluntad.

-¿Pensás que fue valorado en la sociedad paceña?

-Siempre mirando al frente, con errores y con aciertos, siempre aprendiendo. Para mí, su aparición en la televisión, en los programas como el de Badía, Cocineros Argentinos y en documentales, significó su reconocimiento, destacando de esta manera su entrega por la comunidad y la relevancia que le daba a la juventud paceña.

-¿Cómo fueron sus últimos días?

-Sus últimos días se pasaban entre mates con sus padres, entre historias de su comunidad, de su familia, los parientes de crianza y no tanto también. De pasar a visitar a sus hermanos, sus sobrinos, sus nietos, siempre con tiempo para estar. Él era el eslabón que juntaba a toda las generaciones, tenía esa capacidad de la unión en familia.

El estaba feliz entre peñas, amigos, familia, cultura, en el centro cultural “Cabayú Cuatiá”, fiel a sus orígenes y su palanca, su oficio sin industrializarlo, siempre en lo sencillo, fiel a sus principios.

Personaje

“Sin caer en egocentrismos, me tomo el atrevimiento de contar que me impresiona la manera en que los jóvenes de mi ciudad se refieren y recuerdan a mi papá, como una persona que siempre estaba apoyando, ayudando, incentivando los sueños de los otros”, compartió Lucio.

Sin dudas, un personaje querible, amigo de todos con el saludo como bandera. Parte de una familia de gente macanuda y laburante que lo recuerda siempre de buena manera, como todos los paceños que tuvimos el gusto y el placer de compartir charlas y risas con Horacio Galván, el ultimo palanquero.

Dicen por ahí que sus gritos de venta aún se escuchan en la esquina de San Martín y 9 de Julio, que su sonrisa aún se ve en la cooperativa cultural de la que fue parte desde un principio, que su experiencia ronda en cada charla portuaria y también dicen en La Paz, que el pescado, hace un año, ya no tiene quién lo venda.
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