El cine como disparador de opinión

¿De qué lado queremos estar?

Hace poco, en plena época de encierro pandémico, tuve la oportunidad de ver la película clasificada como de culto para el cine nacional, El abrazo partido. La cinta es del año 2004, y el próximo 24 de marzo se cumplen 17 años de su estreno. Obra del director Daniel Burman supo tener una extraordinaria recepción en el público, con un registro de 165.482 espectadores, convirtiéndose en unas de las más taquilleras fronteras adentro, lo que le bastó para ser la representante oficial del cine argentino en la competencia por la nominación al Oscar como mejor película de lengua extranjera, logro que no pudo consumar.
02-03-2021 | 11:31 |

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La obra de Burman, de 2004, un disparador para pensar las relaciones interpersonales, el rol de la mujer, el del macho, el de todos… Foto: Archivo.


Ariel Gustavo Pennisi
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Como registro de época, es una radiografía extraordinaria de la sociología argentina pos crisis 2001, donde el espectador puede pesquisar un fiel espejo de la juventud despolitizada hija de la convertibilidad, sumergida en la vorágine económica del "sálvese quien pueda, hay que sobrevivir como sea" hundiendo al espectador en el microcosmo de una galería de 11 que se ofrece como incierta, frágil y selvática. El joven protagonista Ariel Makaroff (Daniel Hendler) quiere huir, correr, escapar de su historia que poco le ofrece en el horizonte, ¿hasta dónde se puede huir?

Las mujeres de El abrazo partido

Me detengo y pienso, no todo queda aquí en este film que nos presenta un discurso amoroso que invita a ser deconstruido como producto cultural. Porque también es un fiel reflejo de aquello que nos habita y que parece estar lejos de ser desterrado si miramos las estadísticas actuales de feminicidios.

Las mujeres de El abrazo partido engañan; si no, repasemos: engaña la secretaria Rita (Silvina Bosco), también lo hace la ex novia de toda la vida de Ariel, quedando embarazada de un desconocido poco tiempo después de romper la histórica relación y recibiendo el reproche del protagonista -¿acaso tiene derecho de hacerlo?- que ve como hasta su propia madre Sonia (Adriana Vera Aizemberg) por un engaño, le privó de tener padre, ya que por la vergüenza de la traición este prefirió escapar a la guerra, justificando su renuncia a la función paterna, "la mujer te puede engañar con un poste" en cualquier momento, lo importante es como se sale del engaño.

La herida del abandono paterno se puede perdonar parece ser el mensaje, porque hubo un engaño materno, un acting femenino alcanza y sobra para escapar de la familia, huir a la guerra. La madre engaña como lo hace la madre patria que empuja a la miseria económica de una galería de 11.

Tipología del macho
Un tango suena y completa la atmósfera del engaño. Lo popularmente llamado "lamento del cornudo" tiene que estar ahí, condimentando. Como supo decir Borges parafraseando a Evaristo Carriego, los tangos que en sus orígenes hablaban de cuchilleros y malevos, devinieron con el tiempo para llorar la mujer que abandona.

Arte que en sus orígenes reflejaba el estereotipo del hombre golpeador, guapo del barrio que arregla las cosas a trompadas y cuchilladas. Hombre que escapa a los bares para estar con la muchachada descuidando a la mujer que esta ahí, la madre sustituta espera en la casa. Hasta que emancipa y abandona, entonces es el tiempo de la melancolía.

Adiós muchachos, es un tema que refleja la angustia del varón que se casa y va a tener que dejar los encuentros con la muchachada. Suena en la película, suena en la novela El sueño de los héroes, musicalizada por Bioy Casares.

Se reconcilia el padre ausente con el hijo porque ambos fueron víctimas del engaño femenino, te pueden engañar con un poste, mientras la cámara refleja el brazo mutilado.

Ariel Makaroff corre, el tango suena, la madre patria abandona.

Pienso en las sociedades antiguas y por qué no en algunas bélicas actuales como lo refleja la microfísica de la galería de 11, los hombres van a la guerra para escapar de las mujeres.

En la antigüedad realizaban eternas cruzadas mientras ellas esperaban en sus hogares algún mensaje. En las guerras modernas se espera por alguna carta que retrate la suerte del destino. El imaginario colectivo del discurso machista encuentra su expresión máxima en las sociedades bélicas que entrenan al varón para el implacable ejercicio de la pulsión de muerte, matando y haciéndolo por deporte, porque somos "hombre lobo del hombre" (homo homini lupus), al decir de Thomas Hobbes.

El colonialismo se solidifica en el machismo como cultura, el machismo mata. Cuanto más macho, más mato porque muestro mejor mi potencialidad masculina.

Nuestro padre abandónico Elías (Jorge D´Elía) regresó mutilado de la guerra, pero no importa, fue a mostrar su machismo a otro lugar, a matar para curar la herida, porque el macho no puede estar herido, así salió del engaño femenino. Salió tan impotente que hasta su abrazo es partido, pero fue alfa en otro lugar y eso es lo que parece importar.

Rodolfo Fogwill, dice en su cuento largo o novela corta "Cantos de marineros en las pampas", que los artilleros criollos amaban a sus cañones más que a la vida misma, viviendo convencidos de que ellos son los que más mueren, o los primeros en morir les cantan a sus mujeres "cuando reces por mí / quiero que le pidas a Dios / que si la muerte gana / me lleve a un cielo / donde estés vos"

En la guerra se la pasan pensando en su mujer, pero cuando están un tiempo con ella y arreglan el rancho, "empiezan a pensar otra vez en la guerra y en esos truenos de pólvora."

Lucrecia, siempre Lucrecia
Ella está ahí, para golpearnos con el martillo en la mano, produciendo, creando, documentando, allí donde solo parece haber solidaridad y olvido. Su arma es el cine documental para testificarlo y visibilizar aquello que incomoda, molesta. Lucrecia Mastrángelo, la cineasta y maestra de grado rosarina que tiene el 7mo arte como herramienta de lucha, siempre presente para mostrarnos el dolor y el horror que la cultura del machismo capitalista mecha en la sociedad argentina.

El machismo genera pobreza, exclusión, violenta y frustra los cuerpos. Entrena para matar y someter. Lucrecia lo visibiliza mejor que nadie, recordando lo olvidado de la sociedad. Su arma es el documental, como lo dice en una nota para el portal Altar mujeres SXXI # Vidas en Lucha del día 23 de febrero del 2020: "El género documental fue para mí el hallazgo de un camino que me permite expresar lo que siento, donde un sujeto protagonista, ese otro diferente, no solo cuenta, sino que crea, se repiensa desde otro lugar, como sujeto que manifiesta, que alza la voz frente a una cámara que denuncia, liberándose; algo que bien podría sintetizarse en una frase; Dignificar a través del arte."

Y por supuesto que dignifica con creces con su arte, basta para eso ver el micro documental de 5 minutos de duración, Espejos (2007), donde recoge el testimonio de Nora Rachid, coordinadora del centro comunitario Lola Mora del barrio San Martín sur de la ciudad de Rosario.

Nos dice Nora:"la violencia familiar comienza con la violencia social. Con todo lo que trae el hombre de afuera, sus frustraciones y se desquita con la familia" porque el machismo del capital entrena para triunfar pero no ofrece igualdades de oportunidades ni herramientas para soportar la frustración de la derrota. Las mujeres del centro comunitario le ponen el pecho y ahí están para crear puentes entre las necesidades y los lugares huérfanos de repuestas estatales a esas necesidades, con lógicas completamente deconstruidas.

Un crimen impune
Lucrecia toca las fibras más sensibles de la violencia machista, un fiel testimonio es su primer largometraje documental Sexo dignidad y muerte (2010), fruto de la investigación sobre vida y crimen de Sandra Cabrera, asesinada el 27 de enero de 2004 de un disparo en la nuca.

Para quienes no la conocen, Sandra era una trabajadora sexual que cumplía el rol de secretaria general de la asociación de Mujeres Meretrices de la República Argentina (AMMAR), delegación Rosario. Asesinato impune cuyo único imputado de la causa fue sobreseído por falta de mérito. AMMAR en el martillo de Lucrecia, denuncia "Ruso peleaba contra el histórico patrón de las trabajadoras sexuales, que es la policía".

Lo que hay detrás del muro
Su cámara también penetra en los muros de la Unidad Regional 5 de Rosario en Nosotras detrás del muro (2012), serie de 4 capítulos para la televisión digital abierta que puede verse en un formato único por el canal youtube. Cuenta la historia de vida de tres mujeres privadas de su libertad, allí donde el encierro, el desamparo, el sobrevivir y la esperanza se muestran como cuatro estados del alma o razones para saltar el muro.

Los testimonios son crueles, la ley es patriarcal, mujeres con condenas más pesadas por el simple hecho de ser mujeres. Mujeres desoídas, que mataron porque fue el único camino que les quedó para no ser una más de las que día a día ensanchan las estadísticas de feminicidios en nuestro país. En el documental conocemos a Marta Díaz, quien aprendió a escribir poemas del otro lado del muro. Escribe y lo hace muy bien, nos presenta Lejanía necesaria, su primer poemario.

Fabricio Simeoni reflexiona sobre la rehabilitación del contexto de encierro, rehabilitar es volver a habilitar, ¿se puede rehabilitar a alguien que nunca estuvo habilitado? Qué hipocresía, cuánta paradoja…

Muchas de estas mujeres han visto vulnerados sus derechos, no solo desde la cuna sino ancestralmente ya que son hijas de madres maltratadas, nietas abusadas sin infancia. Una novela que se repite de generación en generación y es mostrado en este hecho artístico que visibiliza aquello que queremos por la comodidad de la omisión ocultar, negar con el simple silencio.

Mastrángelo no se detiene y sigue denunciando, poniendo al servicio de los sin voz su registro cinematográfico. Refugios (2017) es la documentación de la experiencia particular de un grupo de rosarinas que ante el silencio, abandono y olvido, deciden crear redes de contención propias con herramientas de distintos campos interdisciplinarios, autogestionándose y enfrentando en el desamparo, la violencia sufrida junto a la desprotección estatal. Ellas se unen, se emancipan.

Es necesario tener a Lucrecia siempre presente, escuchar su convicción: "Mi convicción es que el arte en todas sus formas es una herramienta de transformación social, que la realidad no es un show que da rating para adormecer la conciencia; que la libertad de pensamiento ofende a los poderosos y es tiempo de decidir de qué lado queremos estar" (Altar mujeres SXXI # Vidas en Lucha).

Me detengo y pienso, no todo queda aquí en este film que nos presenta un discurso amoroso que invita a ser deconstruido como producto cultural. Porque también es un fiel reflejo de aquello que nos habita y que parece estar lejos de ser desterrado si miramos las estadísticas actuales de feminicidios.



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