Colón-Unión

El partido del morbo que no tiene favorito

Hace mucho tiempo que un clásico no define tanto: Colón ya está clasificado y puede dejarlo afuera a Unión; y el Tate necesita ganar para entrar y por ahí puede volver a jugar otro clásico en siete días. ¡Increíble!
08-05-2021 | 9:56 |

El Brigadier López será el escenario de un partido que apasiona.
Foto:Fernando Nicola.
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva", escribió José Saramago. Nada más cierto y mejor aplicado al deporte en general y a esta clase de partidos en particular. Aún entendiendo que para el hincha se trata de un partido único, el clásico es el árbol que a veces no nos deja ver el bosque. Y cuando se comprenda que los grandes objetivos y los sueños no deberían focalizarse en un solo partido de fútbol, podremos hablar de grandeza y de proyectos en el fútbol sin reducirlos a la mínima expresión de ganar un partido clásico.

Se han ido o han echado técnicos por perder clásicos; se ofrecen premios dobles o triples; se les exige ganar; lo primero que se fijan cuando aparece el fixture es la fecha en que se juega el clásico; nosotros, los periodistas, repetimos como slogan eso de que "los clásicos no se juegan, los clásicos se ganan", la gente le pide a los jugadores que llegan a la ciudad que el rival a vencer es el adversario de siempre y así podríamos enumerar aquéllas cosas que pasan o se dicen.

Que bajo el argumento del "folklore del fútbol" se lleve a decir que es el partido que todo hincha quiere ganar (como si no quisieran ganar los otros), puede entenderse como válido. Pero esos mismos hinchas, por ejemplo los de Racing, que no le perdonaban a Cocca que haya perdido el clásico con Independiente, al final de ese mismo torneo estaban paseándolo en andas con el título en sus manos. Tómese como una paradoja del destino, pero lo real es que no se puede competir ni pensar en objetivos de grandeza si todo se reduce a ganarle al clásico rival.

De todos modos, admito que lo distinto de este partido -de los clásicos- es que no se puede hablar de favoritos, que hay otros factores que juegan, que el valor emocional es muy fuerte y que muchas veces el "miedo a perder" está por encima del "deseo de ganar". Preguntar, ¿quién llega mejor? es una cosa; ahora, ante el ¿quién gana? es imposible -más allá de convertir la respuesta en una adivinanza- porque hay ejemplos de sobra para llegar a la conclusión de que no siempre gana el que llega mejor o el que aparentemente tiene o ha mostrado más que el otro.

Juegan un papel importante los entrenadores, aunque en este caso en particular parece que Domínguez y Azconzábal se "peinan en el mismo espejo". Los esquemas son muy parecidos, con algo más de juventud e inexperiencia por el lado de Unión y más desequilibrio individual por el de Colón. Domínguez le ha dado una línea de juego bien definida a Colón, dosifica los momentos, a veces lo convierte en avasallante y de pronto pasa a una actitud más cuidadosa y contragolpeadora, aunque sin resignar intensidad. Azconzábal es distinto en eso, en lo estratégico (no en lo táctico, donde ya dijimos que parecen "cortados por la misma tijera"). Su Unión fue más claro en el inicio del torneo en cuanto a esa postura ambiciosa, de ir al frente asumiendo riesgos en defensa que a veces se pagaban caros. Ultimamente, Unión es un equipo que en esa búsqueda de equilibrio, ha perdido la fuerza y el empuje que había exhibido en el arranque de la Copa.

Más allá de todo esto, hay algo que resulta inevitable: la importancia vital que tendrá esta vez el resultado. No por lo folklórico, no por lo pasional, no por el simple hecho de "gastar" al rival, sino porque para Unión es decisivo este partido. Ganarlo lo pondrá en la ronda final y posiblemente lo lleve a tener que jugar otro clásico más; empatarlo o perderlo podría dejarlo afuera. Y Colón -que posiblemente habría reservado algún jugador si en este último partido, ya clasificado, le tocaba cualquier otro rival menos Unión- también tiene objetivos a alcanzar, aunque desde otro lugar: el de dejar afuera a su clásico adversario y arrancar más envalentonado aún la fase final.

Se vive distinto, la ciudad se paraliza y parece que el mundo, por unos días, cree que sólo existen 90 minutos de fútbol en medio de todo. O de la nada. Es eso, un partido de fútbol. ¿Distinto?, sí. Pero no es lo único. Ni en la vida, ni tampoco en el fútbol mismo. Si es que alguna vez queremos definitivamente ponernos ese "traje de grandeza" que el fútbol de Santa Fe todavía está buscando la sastrería en la que se puede comprar.



Temas: DEPORTES 
Mirador Provincial en

Autor:

Enrique Cruz

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