La gran alegría sabalera

Colón somos todos nosotros

La alegría que provoca el título logrado por Colón de Santa Fe a lo largo y ancho de toda la provincia es interminable. Por esa razón Mirador Provincial tomó contacto con Daia Scarel, Matías Cerutti y Paula Fierro, tres sabaleros de ley que desde Rosario y Casilda vivenciaron la merecida y anhelada conquista.
23-06-2021 | 18:56 |

+1

Emilia pronosticando el resultado de la final. Foto: Gentileza.


Ariel Gustavo Pennisi


Paula Fierro es psicóloga radicada en Rosario. Heredó su amor por Colón desde su familia. Muestra con orgullo el carnet de socio número 155 de su biseabuelo, lo hace junto a la foto del plantel sabalero de los años ’40, dónde se lo puede apreciar en la punta y con la mano en las cinturas a José Saifen en una visita amistosa del equipo a Vera, localidad donde el inmigrante líbanés fundó la filial.

Matías Cerutti también es psicólogo. Su sangre sabalera la heredo de su padre Raúl Cerutti, quién fue médico clínico del centro de salud del complejo Fonavi del barrio Centenario, frente a la cancha de Colón desde 1985 a 2005. Hombre muy afincado a las raíces del club y del barrio. Vive en Rosario desde el año 2003, cuando comenzó su vida académica. Muestra con orgullo la foto de su sobrina Emilia de siete meses, que luego del partido con Independiente pronosticó el resultado de la final.

Daia Scarel también proviene de familia sabalera, cuenta con mucho amor que su padre se hizo de Colón escuchado el primer ascenso por radio en el lejano 1965. Actualmente vive en Casilda y se siente de festejo junto a sus vecinos. Mirador Provincial se adentra en sus pasiones.

Matías Cerutti
Se ubica en el espacio y siente: “Estando en Rosario, en una noche de humedad y mosquitos que pareciera una noche santafesina justamente, lo primero que me vino fue una desbordante alegría. No euforia, sino una sensación de reparación, algo se ha reparado. Una alegría que no termina en mí, que se conecta con un montón de gente que en su gran mayoría está viviendo algo que pensó que nunca iba a vivir”.

El pronóstico: “Inmediatamente pensé en mi sobrina Emilia, no podía creer que días antes mi hermana me había mandado una fotito de ella, ella tiene siete meses, nació en este contexto tan oscuro, incierto. Es una gran alegría y la alegría llama a la alegría, pensaba en la foto que me mandó, con la bandera de Colón y justo con sus tres deditos que está empezando a poder usar y diferenciar, y marcaba los tres y mi hermana como madre indicándonos que ella nos estaba diciendo que Colón iba a ganar 3-0. Esa foto es del día que le ganamos a Independiente, de los festejos de la semifinal. Esa foto me dio mucha gracia, ternura y esa misma noche me fui a dormir con la sensación de que Colón podía ganar la final 3-0. Esa sensación de mezcla de algo que lo vaticinaba”.

El desafío: “Por otro lado, desafiar a destino, uno como sabalero sentía que el destino en cierta medida era nunca poder salir campeón, entonces esa sensación de irrealidad y a su vez de algo increíble”.

La sonrisa: “Recuerdo a mi viejo y una foto cuando yo era chico abrazado a él, él con una sonrisa poca veces vista y una gorrita de Colón y me imaginaba esa foto y que podría haber estado con esa gran sonrisa en este momento. La sensación de que algo hermoso ha pasado para mucha gente, una sensación que hacía mucho no la sentía, un bienestar perdurable, algo se reparó y hay más espacio adentro, entra más aire”.

El viejo: “Mi viejo se llamaba Raúl, era el médico clínico del centro de salud de barrio Centenario que está pegado a la cancha de Colón. Si hubiera estado vivo, estaría tan contento con toda la gente. Era muy arraigado al barrio. Mi abuela tenía la casa a dos cuadras”.

Paula Fierro
“El Club Atlético Colón es pasión inigualable de la sangre y luto santafecina. Mística peronista del encuentro de lo común, ahí donde por un lapso breve de tiempo, el acontecimiento nos hermana y nos ocupa de una misma ilusión. Colón es esos relatos que recorren mi infancia y la infancia de tantos. El pecho se estremece y surge la lealtad a un lazo que nos une. Colón para mí, somos todos nosotros”.

Colón es la familia: “La emoción de mi hermano que nació el año del ascenso sabalero y reparó todos mis llantos de papelitos cortados con la mano cuando el ascenso contra Banfield quedó truncó. Es el nombre de mi bisabuelo José Saifen en la filial sabalera de su pueblo norteño -enigma de la historia que me evoca- recordando a ese viejo que arribó desde El Líbano a una Santa Fe que le otorgó una nueva identidad: ser sabalero. Colón es el primer amor, la conversación de las reuniones familiares que hace más de un año este virus nos robó como tantas otras cosas que se llevó. Es el amor a mi padre y los abrazos en la cancha desde mis cuatro años, con bolsitas de maní con cáscara y la radio en el oído para acompañar la esplendorosa vista popular. Es mi tío Pepe desde su casa acompañando el ‘hagan fuerza’ que mi tía Lili insiste con más de 80 años esperando celebrar. Y no siempre se celebra, casi nunca se celebra”.

Colón es justicia: “Es al último minuto, en la revancha que viene, en el próximo campeonato. Colón es en la espera, en la ilusión de algún día. Y en ese grito expandido que brota desde los ojos porque cuando sucede, sucede. Y entonces una siente que al fin una vez por un segundo se hizo justicia. Colón son las manos de mi abuela cosiendo todas nuestras banderas sabaleras. Y mi abuela es la abuela de cualquiera de nuestras amigas. Son las viejas del barrio Centenario que gritan este himno de popularidad agarradas a una radio como lo hace mi otra abuela que se queda despierta escuchando un partido del que poco entiende, pero un gol lo entiende, porque ¿quién puede no comprender un gol? Entonces llama por teléfono a su nieto para decirle que con su mano le sostiene un amor que los protege”.

Colón es sentimiento: “Profundo sentimiento que aunque busque escribirlo las palabras no llegan, porque las palabras son una cosa y la pasión que te transforma es otra cosa, tan lejana a las palabras. Aun así está el poema, el de Estela Figueroa porque ella sí que sabe hacer con las palabras esta ciudad de adentro, de este barrio de los márgenes que golpeado por tantas negligencias políticas hoy merece una fiesta más que nadie en este mundo. Así de exagerado porque Colón es exageración, desprolijidad y sobre todo eso que está siempre fuera de cálculo. Lo que nunca creerían, improbable como tormenta en medio del desierto, Coloncito de mis amores arremete su triunfo y deja boquiabierto a un país entero. Colón son mis primas llorando en un alambrado, las cargadas en la escuela, la camiseta abajo del guardapolvo todo lunes de orgullo después de cada batalla. Es mi vieja encerrada en su pieza para mantener su cábala. Es la cábala de tantos, haciendo fuerzas, cruzando dedos que intencionan y esperan, vaya a saber una qué esperan. Es el llanto entrecortado de mi hermano que no habla porque llora y llora sosteniendo un amor, un nombre familiar y los abrazos al cielo con mi abuelo César”.

Colón es herencia: “Es mi hija tan llena de vida que con tres meses gritó los goles con su mamá y la trama de nuestra historia se volvió relato. Porque ¿para qué puede servirnos la historia, si no es para hacernos un lugar que nos narre en este mundo? Colón es narración, pertenencia cómplice de un pueblo que necesita celebrar una alegría acá donde este mundo se volvió un espanto”.

Daia Scarel
Proviene del municipio de Avellaneda, localidad ubicada en el noroeste de la provincia de Santa Fe. Vino a Rosario a estudiar y admite que no es fácil ser de Colón en la ciudad, por eso agradece al medio por ser una herramienta que “visibilice la alegría” ya que no es sencillo acceder a información sabalera. En la actualidad se mudó a Casilda. Cuenta que su amor por El Negro nació desde chiquita, herencia sentimental que recibió de su padre quien se hizo sabalero escuchando por radio el primer ascenso de Colón a primera división en 1965.

Afirma: “Nunca nos presionó para que seamos de Colón ni a mí ni a mi familia, pero yo me enamoré del club desde chiquita”. El de ella, no es un amor para nada pasivo por el club, ya que viviendo en Rosario ha viajado a Santa Fe para “ir a la cancha y seguirlo más de cerca”.

Lo siente, lo disfruta: “Este campeonato es una alegría inmensa, porque el hincha de Colón es un hincha muy sufrido. Hemos tenido muchísimas desilusiones que nos llevaron a jurar que no nos íbamos a volver a ilusionar para que no nos vuelva a pasar y nos volvemos a ilusionar”.

Se sincera: “La verdad es que yo estaba como sin esperanzas porque pensé, nos tocan porteños en semifinal, en final. Ya fuimos. Un poco lo decía de verdad y otro poco por cábala para no mufar. Ni siquiera me compré cerveza para mirar el partido, así que imaginate. Fue una alegría inmensa. Lo miré con mi familia, mi nena tiene dos años y mi novio”.

A pesar de la distancia a su ciudad natal, no se sintió sola, “lo que más me sorprendió es que yo tengo unos vecinos que son hinchas de otros clubes, nada que ver con Colón. Y han salido campeones otros clubes, sus clubes y nunca los escuché gritar tanto como el viernes que salimos campeones nosotros. Encima yo lo miré por streaming, grité el primer gol desaforada y el segundo junto al tercero me lo gritaron ellos primero. Así que, ¡sabés como estaba yo! Hice un surco en el comedor enfrente del televisor para ver si era gol nuestro o de ellos. Y después sonó la marcha sabalera, fue hermoso”.

La reparación: “Pensar en todos esos momentos que me fui de la cancha desilusionada. Yo no había podido ir a Paraguay, pero sentí esa desilusión. Pensar en mis viejos, en la familia que están lejos. Terminó el partido y era todo videollamadas”.

Todos somos sabaleros: “Lo más curioso es que ahora paseo por Casilda con la camiseta de Colón y la gente me saluda, arengando. Uno se siente una celebridad. Es eso, tanto sufrimiento, el descenso 14 años, la inundación, esas cosas que pasan y el mandato sabalero de seguir adelante que en algún momento se da, y bueno, se dió. Vale muchísimo más que cualquier campeonato de cualquier club grande, porque lo gritaron todos. Menos los de Racing y los de Unión, este campeonato lo gritaron todos. Están todos contentos de que seamos los campeones.”

Hoy, por un rato, la victoria somos todos
En un mundo que tiende cada vez más a profundizar las desigualdades sociales, quizás sea el fútbol el último bastión de la modernidad, aquel que se resiste al individualismo posmoderno imperante, sosteniéndose desde el encuentro y el triunfo colectivo como posibilidad aunque este sea una expresión representativa del más débil por sobre el más fuerte. El fútbol como hecho social todavía todo lo permite. Permite la épica tan necesaria y relegada en otros aspectos de la vida. Porque aunque sea esporádicamente, ahí está para darnos una victoria que en los papeles se pensaba como utópica, irruptiva e inesperada. Las utopías pueden realizarse en el fútbol y cuando llega, la empatía es enorme a sabiendas cuentas que la huella perdurará, porque eso también tiene este maravilloso deporte, guarda la memoria y la historia como sustento del imaginario colectivo de generaciones venideras. Todo es posible en el fútbol y me animo a decir que es el más justo de los hechos sociales por el solo hecho de posibilitar aunque de forma discontinua, el triunfo de aquel que se presenta como más débil ante el poderoso. Por la posibilidad “de” y su concreción, me animo a decir que el fútbol está condenado al éxito del refugio de las masas. Créame, estimado lector, se lo dice un leproso de ley, hoy el pueblo futbolero es hincha de Colón de Santa Fe.



Temas: DEPORTES 
Mirador Provincial en


+ Noticias



Dejanos tu Comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
En Portada / Santa Fe
En Portada / Entre Ríos