Música

Las preguntas de Maia Basso sobre un mundo donde los cánones de belleza y éxito se dirimen a través de una foto en las redes sociales

Tras una seguidilla de exitosos singles y de su considerado homenaje a María Elena Walsh, la multifacética artista rufinense presenta “La pregunta última”, su primer álbum en solitario en el Galpón de la Música en Rosario.
26-10-2021 | 16:09 |

Foto:Gentileza.
Diego Montejo


La obra de Maia Basso es la consecuencia de una miscelánea natural entre música electrónica y los elementos de música popular latinoamericana. Desde la formación de Aguaviva en 2014 hasta el homenaje a María Elena Walsh, la marca autoral de la artista rosarina se solidifica sobre un indicio que excluye a las usanzas de moda e inscribe al enlace entre el progreso y la tradición.

“La pregunta última” es su primer disco solista, editado por el sello Polvo Bureau, y disponible en plataformas de streaming desde principios de octubre que Maia presentará este sábado a las 20 en el Galpón de la Música (Estévez Boero 980, Rosario). El show contará con la apertura de Di Berto, el proyecto solista de Dutch Bertino, músico rosarino, integrante de bandas como Perro Fantasma y Los Castigos.

“La pregunta última” es lo que siguió a lo los sencillos “Dorado” (2019) y “Bebe Tu Mal” (2020). En las canciones que componen este material, el beat electrónico de las máquinas de ritmo y el diseño sonoro alcanzan la profundidad ideal como tracción existencial hacia un reflejo más genuino.

—¿Cómo es la combinación entre los elementos de la música electrónica y los sonidos de la música popular?, ¿por dónde viene esa búsqueda y hacia qué lugar pretendés llegar?
—Creo que el cruce entre la música electrónica y la música popular en mis canciones se da una forma bastante orgánica y quizás incluso no tan intencional. Desde lo instrumental aparentemente no hay un encuentro ya que yo toco con sintetizadores, mi formato es puramente electrónico además de la voz, por lo que el aire popular viene en principio desde algunos elementos rítmicos que me gusta explorar y también en las melodías y armonías de las canciones. Incluso es probable que haya algún aire folclórico en las letras de las canciones o en las formas de decir, en la poética, que de por sí está planteada desde un eje de canción de autor que deviene un poco del rol del trovador, del cantor popular. Más allá de esos elementos que están en quien escucha en hacer o no asociaciones de ese tipo, la música popular argentina es una gran influencia para mí.

—¿Sentís que en tu trabajo como compositora y también como intérprete aparecen como sinónimos de tu mirada artística la melancolía, alguna mirada sobre la soledad, inseguridades?, ¿tiene que ver con tu personalidad estas sensaciones o con cuestiones de tu misma vida?
—Puede ser que la melancolía sea una sensación que reflejan bastante mis canciones, creo que tiene que ver con el lugar desde dónde hablo como artista o lo que me interpela en los procesos creativos. Me gusta componer desde la reflexión, que no es lo mismo que la inseguridad, cuestionarse y cuestionar el contexto es para mí una constante desde que tengo uso de memoria. Siempre pregunté todo, soy curiosa por naturaleza y a veces las reflexiones más profundas se hacen en soledad y nos llevan a lugares muy oscuros. No una oscuridad necesariamente triste o temerosa, oscuros en cuanto a desconocidos o vacíos sin salida. Ese es un poco lo que me moviliza a hacer canciones, los lugares que no están tan claros, los lugares “no comunes” por decirlo de alguna manera. No me exijo nada a la hora de escribir una letra o de componer una canción, pero sí me gusta tener como guía eso de esquivarle al lugar común, como ejercicio en la vida incluso, para que todo sea más experimental es un poco necesario tratar de evitar repetir o repetirse a una misma, aunque no siempre se logra y tampoco es un condicionante en realidad. Es sólo algo que me gusta pensar. De hecho me gustaría escribir alguna canción de amor, pero simplemente no me salen bien.

—Lo de María Elena Walsh y José Pedroni fue formidable, ¿qué paso crees que das con este nuevo trabajo?, ¿a qué te referís con La pregunta última, buscás una respuesta en esa pregunta?
—Lo de hacer esas versiones fue una experiencia hermosa que dentro de muy poco voy a repetir. Desde el principio de mi relación profesional con la música, o desde que empecé a dedicarme, hice canciones propias, entonces tomar las canciones de otros fue un acto que encaré con mucho respeto y algo de miedito también, pero con la idea clara de poner en ellas mi impronta, sino, no le veía el sentido y creo que en el resultado de esos dos discos se ve claramente, no puede decirse que son covers, siempre se trata de tomar el espíritu o lo que nos conecta de la música que vamos a interpretar cuando es de alguien más y hacerla propia porque justamente hay un vínculo especial con ella. En “La pregunta última” es totalmente diferente, son canciones que trabajé en distinta medida. Algunas las hice el año pasado, antes de grabarlas, pero otras estuve años incluso arreglándolas. Son parte de mi vida y me han ayudado a superar muchísimas situaciones. Sobre todo a crecer porque el trabajo con este disco hoy día me enorgullece y creo que representa toda mi búsqueda artística de estos años y el día de la presentación va a ser para mí como la coronación de esa construcción porque voy a poder tocarlas en vivo bajo ese marco. A pesar de que las toqué mil veces a algunas, pero van a sonar increíbles y vamos a armar una puesta visual con pantallas y luces junto a Mauro Barreca y una performance escénica con Sofía Coloccini. Y son elementos que para mí tienen una importancia muy relevante y casi nunca me puedo dar el lujo de montar así como lo van a ver el sábado. Ahí creo que va a quedar plasmado el universo del disco al máximo.

—Si bien es fáctico, ¿qué crees que pensarían José Pedroni y María Elena Walsh sobre las adaptaciones que hiciste de sus poesías?
—La verdad creo que les parecería un poco extraña la adaptación, como mucha gente que a veces no termina de simpatizar con la sonoridad de los instrumentos electrónicos, pero a pesar de eso considero que un artista es siempre una persona que debe estar abierta a las formas de expresión de los distintos lenguajes y tanto María Elena Walsh como José Pedroni, incluso Jorge Cafrune y Mercedes Sosa eran artistas de una calidad inigualable. Cada uno a su manera. De una sensibilidad increíble y una capacidad para expresar sus universos tan propia que estoy segura que recibirían esas versiones con mucha alegría y respeto también.

—¿Cómo vivís la comunión entre música e imágenes, son tan música como realizadora, algo de las dos cosas te motiva más?
—Me dedico a las dos cosas casi por igual y en los dos lenguajes vuelco mi necesidad creativa y me parece que se retroalimentan y conviven fantásticamente. Una se sirve de la otra y viceversa. Así que disfruto muchísimo haciendo las dos por separado, pero cuando las puedo juntar, como cuando puedo hacer un videoclip de un tema mío es como lo máximo para mí.

—¿Con tus trabajos buscás algún impacto en quien los ve y escucha?
—No hay una intención en cuanto a la repercusión del que lo ve o lo escucha. Sí me interesa evitar la literalidad justamente para que quien lo recibe tenga la libertad de interpretar el mensaje y un poco la necesidad de buscarle su significado si es que lo quiere. Me gusta cuando las interpretaciones sobre una misma obra pueden ser muy diversas dependiendo de quien hace la lectura. Justamente ese personaje plantea esa multiplicidad de interpretación. Es de entrada una persona sin gestualidad facial, sin rasgos notorios, sin emoción clara, sin época, sin género. Esa limitación abre en realidad a una infinidad de lecturas. A veces la limitación es la puerta al infinito. Hasta ahora fue esa un poco la idea de sostener ese personaje. La versatilidad que puede tener a la hora de ponerlo en distintas situaciones y lo que genera la ausencia del rostro en tiempos en donde la cara es al parecer un elemento de evaluación de belleza o no sé bien qué, pero que pone a las personas bajo presiones horrorosas a través de las redes sociales y todo ese mundo al que estamos sometidos la mayoría. Un poco terminó siendo como un acto de rebeldía. Si para ser linda hay que tener la cara de un filtro de Instagram, prefiero enfocarme en un rostro desdibujado o ausente, que quede afuera de ese juicio, sinceramente, y al mismo tiempo, genera el misterio ideal para acompañar los climas de estas canciones.

Cuadro

Maia Basso es compositora y productora de música electrónica en la ciudad de Rosario, Argentina (nacida y criada en Rufino). En su formato como solista suele presentarse con un set de 100% hardware de sintetizadores, máquinas de ritmo y samplers. Moviéndose entre la indietrónica, la canción experimental de autor y el electropop, invoca un mundo sensible, intimista, personal, social y político que mezcla paisajes de una lejana y melancólica imagen rural con rabiosos decires urbanos.





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