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23-01-2017
Daniel Feliu

“Lorca es un desaparecido”

“Lorca es un desaparecido”
Dos años y medio antes de que lo asesinaran cobardemente, el 22 de diciembre de 1933, Federico García Lorca estuvo un día y medio en Rosario y dejó su impronta. Tomó el té, bebió cerveza, departió con parientes y amigos, tocó el piano, dio una conferencia y hasta se inspiró para escribir su inmortal Doña Rosita la soltera.

Alejandra Rey
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Lorca caminó por estas calles y cada paso que dio, cada palabra de su conferencia y hasta lo que consumió en La Favorita fue investigado por el actor, poeta y escritor rosarino Daniel Feliu, autor de García Lorca, el duende en Rosario (Baltasara Editora), un libro delicioso y repleto de anécdotas que enriquecen la historia de aquel andaluz atormentado, cuya muerte es todavía una vergüenza.
— Que un escritor como García Lorca haya estado en Rosario un día y medio poco antes de ser fusilado, es de por sí una historia tremenda. ¿Eso fue lo que te llevó a investigar?
— Creo que el principal motor para investigar fue la idea de que un ser excepcional había estado alguna vez en Rosario. Esa idea me la transmitió la crónica que escribió Raúl Gardelli sobre la visita del poeta a Rosario. El conocimiento más detallado de su muerte, esa noción de su final que va indisolublemente asociada a su figura, vino después. Es cierto que en Gardelli esa idea de la cercanía entre su visita y su muerte ya estaba. Sobre el final de su crónica, dice “Lo asesinaron cuando iban transcurridos dos años, ocho meses y veintisiete días de su partida de Rosario”. Pero mi principal motivación fue el deseo de recuperar esa historia para la ciudad; que no quedara en el olvido.
— ¿Te parece casual que haya elegido dar una conferencia sobre Juego y teoría del duende? ¿Creés que de alguna manera él fue un duende?
— “Juego y teoría del duende. El enigma del alma española” formaba parte de una serie de conferencias que Lorca solía dictar; la terminó de escribir durante su travesía de España a Buenos Aires. En ella habla de la creación poética y de la noción de “duende”, tomado como “un poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica”. Para Lorca, el duende es lo que hace genuina una expresión artística; lo que genera una verdadera comunicación entre el artista y el público. Creo que la producción de García Lorca y su misma persona tienen duende; un “algo” que cautiva a quien entra en contacto con su mundo. El duende está estrechamente vinculado a la muerte; “el duende no llega si no ve la posibilidad de muerte”, dice en su conferencia. Y la muerte estuvo siempre muy presente en su obra.
— Viajaste a España a investigar la vida de Lorca ¿me podés contar lo que no constate en el libro? Hablo de impresiones, de casualidades, causalidades, encuentros, desencuentros, magias, etcétera.
— Conocí en Andalucía los lugares donde vivió el poeta, que fueron tres: Fuente Vaqueros, donde nació, Valderrubio y Granada. En Fuente Vaqueros visité la casa donde nació, recorrí sus calles y me detuve a observar cada detalle su vida cotidiana.
Es más, encontré a una mujer sentada en la vereda. Con la excusa de no saber dónde quedaba el museo-casa natal de Federico, me acerqué y le pregunté primero cómo llegar a la casa-museo y luego, si lo había conocido. Ella respondió: ‘Hombre, si le habré hecho la cama’. Esos segundos fueron maravillosos. Según me dijo, había trabajado como criada en casa de los García Lorca: ‘Lavaba, fregaba...’.
Me fui con la sensación de que caminaba a medio metro del suelo. Andando el pueblo encontré a otra señora. Repetí la estrategia y me contó que su madre lo conoció; que eran gente muy buena. La abuela de esta señora había enfermado de viruela y tuvo que quemar todo; doña Vicenta, la madre del poeta, puso todas las cosas de su casa a su disposición.
Esta señora también me contó que Federico hacía obras de títeres para los niños. La señora sabía que tenían un nombre, pero no lo recordaba. Entonces yo la ayudé: “Los títeres de cachiporra”, le dije. “¡Esos!” Me contestó.
En Valderrubio, que en época del poeta se llamaba Asquerosa, luego de visitar su casa fui hasta la Fuente de la Teja, uno de los puntos de la llamada “Ruta Lorquiana”. Lo hice a la hora de la siesta y a campo traviesa. Fue maravilloso. Es decir, en los más de tres años desde que comencé mi investigación hasta que se presentó el libro, muchas de esas cosas que mencionás sucedieron: coincidencias, casualidades o causalidades, encuentros.
— ¿Es verdad que Doña Rosita... se inspiró acá, en la vida de una pariente?
— La obra tiene dos puntos de partida: la historia de la rosa mutabilis, que se caracterizaba por cambiar de color a lo largo del día: roja por la mañana, cuando se abría; de un rojo más intenso al mediodía; blanca por la tarde, y se deshojaba por la noche.
Lorca hace un paralelismo entre estos tres estadíos y las etapas de la vida de la protagonista, que comienza siendo “Rosita” y luego se convierte en “Doña Rosita”.
La otra fuente de inspiración fue la relación casi novelesca entre Clotilde y Máximo, dos primos de Federico que fueron novios. El noviazgo se rompió y Máximo emigró a la Argentina, a Rosario.
Esta es una de las historias que reconstruyo en el libro, y resulta fascinante. Creo que su primo Máximo fue una de las principales razones por la que Federico vino a Rosario. Lo que el poeta tomó para escribir Doña Rosita... no fueron los pormenores de la historia entre Clotilde y Máximo, sino el noviazgo trunco y el hecho de que el novio que emigra a la Argentina y nunca más ve a su antigua prometida.
Doña Rosita espera toda la vida la vuelta del novio; Clotilde, según declaraba, le dijo “ni me caso ni me voy contigo. Puedes irte cuando quieras” pero permaneció soltera toda su vida.
— ¿Descubriste algo de los amores de Lorca? ¿Crees que Dalí fue su gran amor? ¿Que su crimen fue contra la homosexualidad?
— Es mucho lo que hay escrito sobre el tema, y escapa al propósito de mi libro. Sólo conozco lo que fue apareciendo en mis lecturas. Creo que Dalí fue un gran amor en su momento; pero era una persona complicada, lo que sumado a la visión de la homosexualidad en aquella época debe haber generado una gran frustración en Federico.
Por lo que sé Dalí no se portó bien con él; poco tiempo después hizo la película “Un perro andaluz”, en la que hacía referencia al poeta. Y después, con la guerra y el asesinato de Federico, parece que tampoco manejó bien las cosas respecto a su antiguo amigo.
Cuando Dalí se distanció de él, Federico entró en un período oscuro y viajó a Nueva York, donde vivió varios meses. Particularmente no creo que su crimen haya sido contra la homosexualidad. Me enoja un poco eso que se repite una y otra vez, que Federico fue asesinado “por rojo y homosexual”. Creo que es una simplificación extrema de los hechos. Esa idea viene de un documento de 1965, donde el franquismo, necesitado de espiar la muerte del poeta, emite un certificado en el que entre otras falacias dice eso, agregando que murió por “hechos de guerra”.
Lorca estaba a favor de la República, lo que para la derecha reaccionaria era sinónimo de ser rojo. No era un activo militante de izquierda como lo eran sus colegas y amigos, los poetas Rafael Alberti y Pablo Neruda.
— A todo esto se suma el misterio de su muerte...
— No se termina de saber del todo cómo murió ni dónde está su cuerpo; creo que el pobre Federico quedó atrapado por una sucesión de hechos y en una coyuntura compleja, a la manera de un héroe trágico: su destino parecía estar sellado. Podría haber viajado a México junto a la actriz Margarita Xirgu, y se hubiera salvado.
Todo puede haber influido en ese final trágico. Su popularidad; su progresismo, sus ideas, la posición social y económica de su familia y las rencillas de poder con otros caciques de la zona, de las cuales Federico era totalmente ajeno, pero quedó como “cabeza de turco”. Estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Y fue en su amada Granada donde encontró la muerte. Personalmente quisiera que sus huesos, estén donde estén en este momento, puedan descansar en paz. Hasta el momento, Federico García Lorca es un desaparecido.


Rosario: “la actividad es intensa y variada”


— La ciudad de Rosario es un polo cultural tremendo. Vos como actor, ¿cómo ves este fenómeno?
— Es así, y desde hace muchos años; la ciudad tiene un gran pasado cultural. De ello hablo también en el libro, dado que lo consideré necesario para contextualizar en qué momento social y cultural de la ciudad había llegado el poeta y qué había encontrado acá.
En la ciudad hay numerosas iniciativas en lo cultural: escritores, poetas, editoriales locales, danza, teatro, música, artes plásticas, etc. Desde el teatro, que es lo que más conozco, hay muchos grupos, docentes, titiriteros, gente que sostiene su actividad a pesar de las adversidades, que no son pocas.
Lamentablemente es una lucha constante lograr espacios para difundir la actividad, y así muchos rosarinos desconocen lo que su misma ciudad produce. Pero pese a ello, la actividad es intensa y variada.
— Y de paso ¿es García Lorca uno de tus autores preferidos para representar?
— Sí, aunque aún no he tenido la posibilidad de hacerlo. Poner el cuerpo a su teatro o a su poesía sería fascinante. De momento, hay en “repertorio” una intervención teatral con la que presenté el libro y que gustó mucho, y están surgiendo propuestas para repetirla. En ella me desdoblo en autor y actor, y junto a otros dos actores, Jorgelina Rojo y Nicolás Terzaghi, damos vida a la denominada “Festiva Farándula Lorquiana”, pasando revista al itinerario seguido por Lorca en la ciudad. Fue una manera de ponerle el cuerpo al libro; siendo ante todo actor, me parecía la mejor manera de hacerlo. Dentro de la intervención, leemos poemas del Romancero Gitano, los mismos que leyó García Lorca aquella noche en Rosario. Es un momento muy movilizador para nosotros. Por comentarios que tuvimos, la intervención teatral gustó al público de todas las edades, desde niños hasta gente de más de 80 años, que nos dijeron que “logramos transmitir el sentir de una época que fue”, y lo mismo les pasó con el libro. Es el caso, por citar un ejemplo, de las sobrinas de Horacio Correas, que vivieron en su niñez todo eso que el libro reconstruye. Tener esa devolución fue una enorme satisfacción para mí, porque no es fácil reconstruir una historia que ocurrió hace más de 80 años, y de la cual ya no quedan testigos directos.




 



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