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02-10-2018
Un millar de cooperativas y mutuales en Entre Ríos

Asociarse, no importa de dónde sople el viento

Asociarse, no importa de dónde sople el viento
Hay más de 800 cooperativas y 250 mutuales que funcionan con normalidad en Entre Ríos, una tierra que ha escrito páginas destacadas en materia de asociativismo a lo largo de su historia. El sector tiene un instituto que las inspira, ayuda a consolidar y las controla. Su titular, Ricardo Etchemendy, recorre el quehacer noble de estas experiencias, traza un cuadro de situación y establece los desafíos del sector.

Mirador Entre Ríos
redacció[email protected]

“Todas las cooperativas nacen por una necesidad”, afirma el titular del IPCM, Ricardo Etchemendy, no sin citar ejemplos que incluyen a la primera asociación de trabajadores del mundo, ocurrida en Inglaterra, entre tejedores, pero que reconoce también referencias comarcales donde “empezaron juntando huevos en carreta a comienzos del siglo XX y hoy son una potencia”. Ese carácter se mantiene hasta nuestros días y, por ejemplo, justificó la creación de JUCOFER, una fábrica que produce jugos concentrados, aceites esenciales y demás derivados del citrus, que agrega valor en el origen de la cadena productiva, genera empleo, fortalece la participación comunitaria del departamento Federación porque es paraguas propicio para siete cooperativas de viveristas y que, en los orígenes, ayudó a resolver un problema fitosanitario.

–¿Es decir que las cooperativas se construyen desde abajo?

–Es lo que nos demuestra la experiencia de gestión: en la vida, lo único que se hace de arriba hacia abajo es el pozo. Le aseguro que, en general, los intentos de hacer las cosas al revés, al amparo de un municipio o a través de un contador o un abogado iluminado, fracasan.

Sin dejar de reconocer que el costo de los servicios y algunos insumos genera inquietudes y zozobras, el entrevistado entendió que “tratándose de empresas fundadas en el esfuerzo propio, la ayuda mutua y la solidaridad, donde nadie impone sino que se procura el bienestar del conjunto de loa asociados”, el principal problema de las cooperativas “es el factor humano porque pueden aparecer mezquindades y gustos particulares” que entorpecen “la búsqueda de acuerdos mayoritarios”.

La calidad de la participación es otro de los asuntos clave. “En nuestro ADN está la tendencia a dejar que otros hagan y, a veces, hay cuatro o cinco que empujan y el resto mira”, indica, antes de referirse a un asunto crucial: la formación en asociativismo. “Aún hoy, prevalece la formación universitaria que promueve la maximización de la ganancia y la concentración de la riqueza en pocas manos”. El entrevistado recuerda allí, al pasar, que “en tiempos de dictadura, las cooperativas fueron el único lugar donde la democracia no pudo ser extirpada”.

Para Etchemendy, “hay una realidad: por más bonitos discursos en defensa de la economía social, estamos en serios problemas si los balances le dan siempre negativos a una cooperativa porque la gestión no ha sido razonable o son anticuados los sistemas administrativos”. Recién allí, retoma el disparador de la pregunta inicial. “Hay cooperativas con serios problemas para funcionar, por el tarifazo y la caída de la actividad económica”, mencionó.

Más adelante retomará el análisis. “Hay pocas mujeres y jóvenes en las cooperativas y tenemos que ver cómo integrarlas porque sus aportes son irremplazables”, aportó. Pero no se quedó ahí. “La tecnología, que nos puede conectar, no siempre ayuda a comunicarse mejor: en una cooperativa es vital el trato directo con los usuarios y socios, mirar a los ojos, que te vean, escuchar y que te escuchen, que te vean trabajar”, subrayó.

–La empresa de colectivos de Concordia, ¿es la única empresa recuperada?

–No, el quebrado Sanatorio Agos se transformó en la Cooperativa Jeannot Sueyro. Allí, los trabajadores primero se paralizaron; pero luego analizaron las distintas opciones y se quedaron con la de la cooperativa. El Estado provincial y nacional los apoyó y también la comunidad, que tenía un sentimiento de pertenencia muy fuerte. Han crecido y la clave es que van entendiendo que son, a la vez, trabajadores y empresarios.

La primera empresa recuperada de la provincia fue Coceramic. Hubo problemas internos, es cierto; pero siempre pensamos que ese fracaso es también, en alguna medida, el nuestro.

En el país, el ejemplo es Gráfica Patricios, cerca del estadio de Huracán: los trabajadores recuperaron cuatro manzanas, con una imprenta espectacular y, además, lograron defender las fuentes de trabajo.

–Ponerse de acuerdo no es sencillo. Parece más fácil decirlo que ponerlo en práctica…

–Es un ejercicio. Siempre deben prevalecer los asuntos comunes y, en el esfuerzo colectivo, aprender a reconocer lo que el otro hace bien. Todo eso no está en la ley: hay que construirlo. Para todo eso sirve la experiencia de los que nos precedieron: para ver cómo hicieron y advertir que muchas de las diferencias que zanjaron son mucho más serias que las que aparentemente nos separan hoy día. Pensemos en Lucienville, una cooperativa pionera en Sudamérica, que sirvió para que Basavilbaso sea considerada “Cuna del Cooperativismo Agrario Argentino”: imaginemos los problemas de transporte, distancias, para entenderse con el idioma… Y lo han ido resolviendo, seguramente priorizando los gestos nobles por sobre las miserias.

–¿Esos problemas de disposición atraviesan a todas las cooperativas?

–A todas, porque es parte de la naturaleza humana. Le digo, asimismo, que cuando se repasan tantas experiencias que funcionaron bien y lo siguen haciendo, uno cae en la cuenta de la enorme potencialidad y capacidad de adaptación de las cooperativas y mutuales.

Historias

El Instituto Provincial de Promoción Cooperativa y Mutualidades tiene su sede en Gualeguaychú 255. La casona que allí se erige tiene el frente retirado de la línea de edificación. A cualquier hora, esa arteria aloja un movimiento incesante de personas que se trasladan en lo que tienen a mano, en medio de la gestión de un trámite o una compra. Cuando nace, en cinco esquinas, es un río ancho, con cauces delimitados para distintos tipos de vehículos. Con las cuadras el tránsito se va desflecando. Ya a la altura del IPCyP, si bien es sensiblemente menor, el hecho de que la arteria se angoste sin previo aviso transforma el espacio urbano en una caja de amplificación del tráfico que, en determinadas horas, es sencillamente ensordecedor.

Etchemendy sale a nuestro encuentro. Lo esperamos en un espacio de atención el público. Mientas nos guía por el edificio, nos cuenta, pregunta, dobla a la derecha, recuerda, se da vuelta, subraya, lo que no hace más que profundizar la sensación de que estamos en medio de un laberinto constructivo.

Una referencia del reportero gráfico (“Acá atendía el doctor Julián Obaid; mi mamá me traía de chico”) renueva a borbotones la expresión oral de Etchemendy que, ahora, nos propone un viaje al pasado de la sede del Instituto y la vincula con los edificios vecinos. Le gusta conversar a Etchemendy. Anécdotas, salidas graciosas, ocurrencias, con precisión de protagonistas, circunstancias y microhistorias, cumplen la función de la sal y la pimienta mientras se va sazonando la entrevista.

“Hay sectores de las cooperativas que hoy están viviendo un veranillo por las condiciones del mercado mientras otros están sufriendo los efectos de una competencia desigual con las importaciones y la caída del mercado interno”, introdujo, antes de indicar que “la existencia de una ley provincial de economía social que canaliza recursos provenientes del juego es vital porque ha hecho, por ejemplo, que la cooperativa textil de Aldea Eigenfeld sea la empresa más importante en una localidad que tiene 250 habitantes, que ya tiene escala regional”. Fue entonces cuando dijo que “lo bueno es que el espíritu cooperativo permite que muchos de los inconvenientes que aparecen en unos casos encuentran una solución -vaya paradoja- en el problema de otra, es decir, se llega a la resolución conjunta de dificultades gracias al asociativismo”.

Ante la consulta sobre la modernización de los procesos administrativos al interior de cada empresa cooperativa, Etchemendy citó que la actualización de los sistemas es una preocupación que se refleja en la existencia de financiamiento para esos fines, más allá de que recordó que para encontrar el tono adecuado a esos planes “siempre hay que tener en cuenta dónde se implementan las acciones” porque hay regiones donde, por ejemplo, la conectividad es mala o directamente nula, lo que no significa que no haya acciones por realizar en los sistemas administrativos y de comercialización.

“Nada de los aportes y contribuciones del Estado son concesiones graciosas; tanto sea a través de créditos, microcréditos, herramientas o insumos, el sector público exige un compromiso efectivo de parte de la empresa que, por otra parte, es inspeccionada periódicamente”,

Fraudes y sospechas

Se quiso saber si, para Etchemendi, era fácil cometer un fraude a través de una cooperativa o una mutual. A más de uno se le debe haber ocurrido si era posible aprovechar los beneficios impositivos que existen para este tipo de entidades. “Si la fiscalización pública funciona, no es tan fácil”, alertó. “En virtud de un acuerdo con la Nación, hemos controlado, observado, sumariado y hemos dado de baja también varias matrículas”, refirió al consignar que “el INAES, bajo la conducción de Marcelo Collomb, está siendo puntilloso con este asunto”.

En paralelo, está la inspección privada, ejercida por los síndicos de una cooperativa o la junta fiscalizadora de una mutual.

Ante una pregunta, señaló que “en la provincia, no más de cuatro o cinco pueden funcionar otorgando ayuda económica con fondos de terceros; pueden haber operado como ‘financieras’, con tasas usurarias pero en otro momento, hasta un decreto que vinculó el interés de los préstamos de mutuales con la tasa del Banco Nación”.

Ahora, para que le aprueben ese reglamento que las habilita a extender préstamos con asistencia de terceros, las mutuales deben acreditar un tiempo razonable de funcionamiento.

Además, los responsables y los contadores que firman los balances de las cooperativas y mutuales pueden ser investigados y eventualmente por lavado de dinero, lo que hace cinco años no ocurría. Por eso, si los controles funcionan, es más difícil el fraude.

La más importante es entrerriana

“Para nosotros, las cooperativas son todas iguales; están sujetas a la ley 20.337, los estatutos de cada cooperativa y las reglamentaciones y resoluciones del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social que, en coordinación con las jurisdicciones provinciales, van monitoreando para evitar la comisión de fraudes”, dijo Ricardo Etchemendy, ante una consulta, no sin agregar que “caída SanCor, Entre Ríos tiene la cooperativa más importante del país, la Agrícola Regional, de Crespo, con 5.500 socios, medio millar de empleados y una facturación envidiable”. Así y todo, “en el mundo cooperativo es tan trascendente esa como la más modesta, recién constituida”.  Organizadas por objeto social, hay 80 dedicadas al tratamiento y distribución de agua potable, 18 abocadas a la prestación del servicio eléctrico (algunas, como la de Santa Anita, se dedican a una y otra prestación); en transporte, tenemos una de colectivos en Concordia (que fue recuperada por los trabajadores) y la de taxis de Paraná, con más de 30 años y una flota que supera las 150 unidades”.

Más allá de estas realidades, al Instituto le interesa que se realicen las asambleas (ordinarias y extraordinarias), que se respeten los ejercicios (memoria, balance y sindicatura) y que funcionen los tres órganos reconocidos (la asamblea, el consejo de administración y la sindicatura).
Junto a ellas, se ocupa de la formación y promoción, la formación de cooperativas y el fortalecimiento de los grupos asociativos.


 



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