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28-01-2019
Un record, nacido en Strobel

El artista con mayor cantidad de obras en el mundo, es entrerriano

El artista con mayor cantidad de  obras en el mundo, es entrerriano
Mario Lange recorre las provincias argentinas para intervenir en diversos espacios públicos en la denominada “Revolución del Arte”. Hasta el momento concretó 1.153 murales. Sus trabajos se encuentran en más de 50 países. “Trato de estimular a esos chicos que no tienen llegada al arte”, dijo en una entrevista con Mirador Entre Ríos.

José Prinsich
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Hace unos 150 años, en tierras holandesas, uno de los principales referentes del postimpresionismo expresaba: “Sueño con pintar y luego pinto mis sueños”. Era nada más ni nada menos que Vincent Van Gogh. Pero si de sueños y pinturas se habla no hace falta volver en el tiempo ni cruzar océanos para encontrar claros ejemplos a estos postulados. El entrerriano Mario Lange no sólo se ha convertido en uno de los artistas plásticos más reconocidos del país sino que también sus obras atravesaron las fronteras, llegando a diversos puntos del planeta.

El arte del oriundo de Strobel (departamento Diamante) recorrió miles de kilómetros a lo largo y ancho de la Argentina, especialmente en San Luis, donde reside hasta el día de hoy. Al borde de los 50 años, el pintor ya es considerado una marca registrada. Sus característicos dibujos adornaron escuelas, autopistas, autódromos, hospitales, hoteles, puentes y demás espacios públicos. En sus trazos se ven reflejados aquellos primeros dibujos, esos que hacía en el jardín de infantes, y que conservan la ternura y la inocencia de todo niño.

Además de recibir el reconocimiento del Consejo Internacional del Arte por la Unesco y de los Diputados Nacionales de la provincia puntana, Mario ostenta otro record personal en pos de la cultura. Actualmente, es el artista plástico que más obras tiene en el mundo con 1.153 murales, y un promedio anual entre 300 y 400 murales. La mayoría de estas producciones contaron con la colaboración de miles de niños y niñas que se sumaron a la iniciativa, que con mucha pasión y esmero dejaron sus huellas plasmadas en la pared.

Más allá de los llamativos colores y las figuras que se inmortalizan, entre las que predominan los caballos, los niños y los corazones, las obras “langeanas” cobran relevancia por la ausencia de vandalismo.

“No tengo murales rayados ni marcados con aerosol. Eso se debe al gran trabajo que he hecho con los chicos y a crear el sentido de pertenencia, que muchas veces falta en todos lados”, expresó en diálogo con Mirador Entre Ríos.

Los extensos viajes por el territorio nacional dieron inicio en el 2015 con la denominada “Revolución del Arte”, en la cual los alumnos de diversos establecimientos educativos se vuelven los protagonistas de esta historia. Cada vez que los gurises se predisponen a pintar, la tranquilidad y el silencio se apoderan del aula, el patio o el lugar que fuere.

“Esto empezó en una escuela. No pintaba murales pero una chica que trabaja conmigo hace 22 años, y que tiene un hijo con discapacidad, me pidió que interviniera en el comedor de la institución a la que asiste. Cuando llegaron los chicos, al otro día de haberlo pintado, la reacción fue impresionante. Me emocionó mucho ver la alegría de ellos. Ese día decidí no sólo pintar escuelas sino hacer interactuar a los chicos y tratar de llevar el arte a la mayor cantidad de lugares posibles. Por eso trato de estimularlos en la creatividad para que puedan vivir del arte, del deporte y de la cultura en general”, reflexionó Lange.

El muralista dejó en claro que “tengo un arte que es muy sencillo y simple. Muchos dicen que se parece al de un niño pero la realidad que dibujar como un niño es difícil. Al no haber estudiado arte, trabajo mucho con chicos y ahí es donde aprendo. El niño no tiene parámetros ni fronteras. Todo el tiempo estoy mirando artistas chiquitos de 3 o 4 años, que son los que me nutren”.

El entrerriano se ha transformado en el “Benito Quinquela Martín” (quien se hizo conocido por pintar el barrio de La Boca) pero de San Luis. Hasta la fecha desarrolló labores en 420 colegios y sólo le restan 215 para completar la totalidad del territorio puntano. “Trato de visitar escuelas rurales, que es lo que más me interesa. Me falta recorrer 10 provincias. Recién ahí me voy a quedar quieto en el atelier”, sentenció.

Asimismo, tuvo el honor de ser convocado para mostrar su oficio en el Autódromo Rosendo Hernández, donde compartió pinceladas con reconocidos pilotos del Turismo Carretera como Agustín Canapino, Mariano Werner y Matías Rossi, entre otros. Entre Ríos también tuvo la dicha de albergar los dibujos de Lange, los mismos se pueden observar en la Escuela N°29 “Gobernador Etchevehere” de Strobel, en el puente de ingreso de esa comuna, en el Centro de Salud Mental de Diamante, en Costa Grande y Paraná, entre otros lugares.

El 48° Festival Nacional de Jineteada y Folclore realizado en la
Ciudad Blanca fue escenario propicio para la exposición de las producciones del artista. En la ocasión construyó un caballo de madera de 3 metros de altura. “He hecho trabajos en festivales de equitación o polo, pero es el primero que hago para una jineteada”, sintetizó.

En cuanto a los caballos como icono en su trayectoria argumentó que “me apasionan porque son animales nobles y han estado en todas las épocas de la historia, desde los tiempos más antiguos a la actualidad. Por eso los pinto y es lo que me hizo conocido en todo el mundo como artista”.

Una mañana cualquiera

Amanece en Villa Mercedes, la segunda ciudad más grande después de la capital de San Luis. La Royal Enfield verde ya está lista para salir a la ruta y encarar 102 kilómetros, rodeados de sierras y una magnífica vegetación. Después del desayuno a las seis de la mañana, Mario se prepara para trabajar durante las próximas 15 horas en su atelier (del francés taller), ubicado en Estancia Grande. Pero no es un lugar cualquiera sino que es el espacio donde el artista deja volar su imaginación, donde se inspira y pasa sus mejores momentos, disfrutando de lo que hace.

Antes de que la mano izquierda comience a realizar los primeros trazos, el panzaverde se lookea para la ocasión. Un delantal negro y unos jeans coloridos se ajustan a su fisonomía. En su cabeza no puede faltar la gorra con la letra eme en mayúsculas. Así, entre mates amargos y con la compañía de Malambo, su equino amigo, Lange recibe a quienes llegan al predio para observar sus producciones. El lugar está abierto para el público de lunes a domingo, de 10 a 19.

La escenografía del atelier es imponente. Hay obras esparcidas en cada rincón: colgadas en las paredes, sobre una mesa, en el piso y hasta se exhiben expresiones artísticas en el techo. Los tachos de pintura con pinceles dentro y los caballos pintados también forman parte de la identidad de este sitio.

“A mucha gente le cuesta entender porque hago esto todos los días en forma solidaria, y les digo que me tienen que acompañar y ver la alegría de los niños. Eso es el combustible para al otro día volver a hacer lo mismo. Todo el mundo interactúa en mis obras. Es una obra colectiva que arrastra unas 70.000 personas al año”, sostiene el artista, quien tiene como referente a Mark Rothko en el mundo de las bellas artes.

Historia de una pasión

“Hace más de 30 años que partí de Strobel. Hoy, en San Luis, soy muy reconocido pero mi corazón está en los dos lados. Uno siempre quiere volver a su tierra natal”, explicó el artista plástico, que nació el 10 de noviembre de 1969 en el seno de una familia humilde cuya fuente de alimentación era la pesca, la caza y la huerta.

Vivían en una casa de reducidas dimensiones, donde comía, estudiaba y dormía. Las instalaciones fueron construidas entre los hermanos y su madre, con ladrillos de adobe. Cada mañana, Mario corría 15 kilómetros para cazar liebres con la gomera. Con 12 años, el “gurisito” costero ya era un atleta entrenado a pulmón. En marzo de 1983 ganó su primera carrera y en septiembre del mismo año logró batir el record argentino en atletismo, lo que le permitió ingresar a la selección nacional.

“Viajé por todos lados, conocí a mucha gente interesante, y gané medallas que me enorgullecieron. Por la difícil situación económica que atravesábamos, a los 19 años debí abandonar el deporte, que me abría la posibilidad de una vida nueva. Mi papá ya no podía bancarme en Buenos Aires, por lo que dejé el atletismo para trabajar con él”, recordó.

Durante su niñez, el futuro muralista asistió a la Escuela N°29 “Gobernador Etchevehere”, donde años más tarde iba a desplegar todo su arte en las paredes de la institución. En su retina aún guarda el recuerdo de la maestra del jardín, que marcó a fuego su vocación artística.

A los 11 años, Mario se trasladó con su papá a tierras puntanas para dedicarse a la construcción, rubro en el que se desempeñó como albañil. Con 21 años, encaró un proyecto ambicioso: la creación de una empresa constructora. La fascinación por las casas, el diseño y la intervención de los espacios siempre estuvo latente y esta era la oportunidad para sacarla a la luz.

El nacimiento de Emilia, su primera hija, lo encontró pintando para ella las primeras piezas planas y el color toma más fuerza, donde no utiliza prácticamente ni el negro, rojo o marrón (excepto en su trabajo abstracto).

En el 2014 hizo su primera muestra, donde vendió más de 100 obras. Al año siguiente, luego del rotundo éxito, encaró la segunda edición, en la cual personas de diferentes partes del mundo adquirieron sus trabajos. Ahí se dio cuenta que ese era el camino que debía seguir. Finalmente, con 45 años y por recomendación del reconocido artista plástico Milo Lockett, Mario cerró la empresa constructora, vendió su camioneta y herramientas para iniciarse en un nuevo destino: la pintura.


 



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