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14-05-2019
Poesía

Una vuelta a la ciudad, en ochenta poemas

Una vuelta a la ciudad, en ochenta poemas
Con su poemario “Paraná, la no fundada. Versos contra el olvido”, el escritor Abel Schaller –reconocido con el Premio Literario Fray Mocho convocatoria 2013– reúne una serie de textos en los que recorre la ciudad a través de lugares, referencias y personajes.

Carlos Marín
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El espacio que ocupa una ciudad puede concebirse como un continente para múltiples, diversos mundos. Y la perspectiva que añade el tiempo a esos mundos que hacen la ciudad, habilita historias que algunos de sus habitantes con la necesaria sensibilidad, pueden convertir en materia prima para expresarse a través de la creación artística.

“Aproximadamente, 80 años”. Abel Schaller pronuncia las palabras e instala en la mañana –que fluye con calma como la charla en un ámbito de la antigua casona–, el horizonte con el cual ha concebido “Paraná, la no fundada. Versos contra el olvido”, un volumen de poemas dedicado a la capital de Entre Ríos.

El libro, que fue presentado días atrás en un acto organizado por la SADE Seccional Entre Ríos, reúne 81 poesías, breves la mayor parte, que resumen como legado algo de lo que el autor ha visto y vivenciado. En sus páginas “está todo lo que recuerdo” de la ciudad, que pasó en el transcurso de ocho décadas, del clima comarcano de la primera mitad del siglo XX, a una urbe extendida hacia una zona metropolitana, en el presente.

Lector, reconocido por su tarea literaria con distinciones en certámenes nacionales y regionales, el ganador del Premio Literario Fray Mocho 2013, en este nuevo trabajo que pone a consideración del público, el poeta recorre muy distintos mundos de Paraná desde la mirada de un hombre que en abril celebró su cumpleaños número 81.

“Paraná está poblada de ausencias, en la misma medida en que este libro necesita complicidades que legitimen su validez”, reflexiona. “Quiero decir –añade– que estos versos tienen como destino la consideración tanto de viejos lectores que la recuerden como de los tantísimos nuevos, que la descubran”.

“Paraná, tanto como Diamante –donde pasó su infancia y adolescencia– son lugares entrañables para mí”, confía. Y de inmediato las palabras le permiten asomarse a recuerdos de una vida que ha transcurrido “siempre muy cerca de algún río”.

Sea en la capital de la provincia, donde nació, en La Paz, en Pueblo Brugo, en Diamante, lugares en que la vida lo ubicó junto a su familia. O en Alemania, junto al Rin, donde residió en los 60, luego de obtener una beca de estudios.

“De alguna manera, la del río es una presencia permanente en mi vida”, señala.

Misterios

Para este melómano y docente, la génesis de la escritura, “es un misterio”. De allí, cuenta, que resulte complejo hallar explicación racional al nacimiento de un poema y de los versos que dan forma a “Paraná, la no fundada”.

“La poesía, escribir, es una forma de respiración para mí”, acepta. “Es algo que me permite vivir”, completa antes de reconocer que reunir concebir, dar forma y corregir el material que integra el volumen le insumió dos años de trabajo.

Ese, remarca el autor de inmediato, “fue un tiempo de gozo”. Porque “para mí esto no es un trabajo; considero a la escritura, a la poesía, una forma de respirar, es algo que me causa placer, me mantiene vivo”.

En ese proceso, decidir cuándo el poema está maduro, implica “volver una y otra vez a los texto”. Algunos de los poemas del libro, acota el escritor, llevaron un año de pulido. “Fue como trabajar con cristales”, evoca. Y la metáfora se amplía al trasladarse al plano del sonido. “Me interesa sobre todo cuidar la música”, asevera el poeta. Y acuerda con Ida Villarino: “la poesía será música o no será”. Es que en la vida de este docente de Educación Física, también hay otra pasión, la música: es director de coros y actualmente integra el conjunto vocal Melipal. “Por eso soy amante del soneto, forma que cultivo, tal vez porque el término tiene conexión con el italiano ‘sonare’”.

“En el modo que hallé para escribir, creo que puede haber ayudado mi oído musical”, desliza antes de señalar una curiosidad: su apellido, “Schaller”, que proviene del alemán, está vinculado al sonido. “Schall es sonido, schaller es el que produce sonidos”, explica. Y confirma la idea de esa relación entre el lenguaje, la palabra y el destino de un ser humano en cuanto a lo que hace.

Mágico recorrido

¿A quién van dirigidos los poemas? ¿A qué ciudad refieren? En este punto el escritor aclara que los versos han sido escritos “para aquellos que conocieron la Paraná de ayer… y para los que no también”.

Su mirada se detiene para contemplar –a través del cristal de la evocación–, momentos como la primavera o, por contraste, la llegada del “progreso” con sus edificios y tala de especies vegetales.
También se dirige a lugares como el recordado bar Gran Japón, algunas esquinas singulares (el gran guayacán, en Uruguay y San Juan), o la bajada de los vascos; Bajada Grande, la plaza 1º de Mayo y la esquina de Urquiza y San Martín.

En el recorrido también visita la pasarela, única conexión durante décadas entre Racedo y Pronunciamiento; recala en Puerto Sánchez, y luego pasa por San Miguel, hasta llegar a Pasaje Baucis.

En el camino se encuentra con personajes que son parte del devenir citadino: Simonini, La princesita, Lolo, Fangio, Cachito, el negro Mesón, Carlos “el manco” Barrionuevo. Y rescata monumentos como el Puente de los suspiros… en el Parque Urquiza, El yaguareté, y la escultura La danza de la flecha y La fuente de los caballos. Y en algunas páginas –tras descorrer el velo de la memoria y despejar la bruma del olvido– recobra la lancha de pasajeros y transportes “La sarita” y las balsas, a la vez que vuelve a convocar la postal de Puerto Nuevo en esos días en que por algunas horas el “Vapor de la Carrera”, en tránsito hacia Asunción del Paraguay, recalaba en los muelles.

Maestros y amigos

“Soy alguien agradecido, eso me lo inculcó mi padre”, acepta Schaller. Por eso es que en la parte final de la entrevista se dice a sí mismo que no debe olvidar la mención a quienes lo han acompañado en la concreción del volumen, ilustrado con fotografías de la ciudad –que acompañan los poemas– tomadas por Lucrecia Grubert. “A ella debo la mitad de este libro”, admite. “La mitad restante, se la debo a Graciela Pacher. Es más, creo que el prólogo que escribió, sólo eso ya basta para dar sentido a este libro”, completa.

En este punto no olvida citar a quienes considera sus maestros: Luis Sadí Grosso, Graciela Ianuzzo, Graciela Chisty, Juan Manuel Alfaro y recuerda que en la presentación que tuvo lugar en el Museo Histórico, “estuvieron presentes asistiéndome con palabras y presencias Inés Ghiggi, quien dijo algunos poemas; y Juan Pablo Carrivali, cantando en consonancia algunos temas referidos a personas, lugares y hechos de esta aldea grande”.

En Diamante y Gualeguay

Junto al músico y compositor Víctor Acosta, Abel Schaller presentó en Diamante “La patria perdida. Cantos primordiales”. El libro está dedicado a Diamante, ciudad en la cual pasó su infancia y adolescencia. El trabajo, que reúne buena parte de los recuerdos de ese “territorio feliz” –en tiempo y espacio– se puso a consideración de los lectores en un acto en la Biblioteca Popular.

En tanto el 23 de mayo, el libro se presentará en Gualeguay, en un acto que tendrá lugar en la sede de la Sociedad de Escritores de Gualeguay (Seguay).


 



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