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27-05-2019
Observatorio político

La estrategia de los Fernández altera escenarios y armados

La estrategia de los Fernández altera escenarios y armados
El movimiento de Cristina Fernández del sábado 18 de mayo estremeció el tablero político. Las piezas, que aún están en el aire, darán cuenta de la nueva configuración apenas caigan y amenazan con reordenar el panorama nacional.

Mirador Entre Ríos
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La noticia de que Cristina Fernández está dispuesta a acompañar a Alberto Fernández en una hipotética fórmula presidencial dentro del peronismo en las próximas primarias abiertas, simultáneas y obligatorias da cuenta menos de un rasgo de genialidad de la actual senadora nacional que de cierta aplicación para resolver de manera práctica los múltiples desafíos que la coyuntura impone.

De todos modos, es tan de vuelo rasante el nivel de la discusión política en la Argentina y en Entre Ríos que muchos, en lugar de aceptar que pretenden sentarse a la mesa de las decisiones importantes en la comarca y el país con una bolsita de mendigo, adjudican –según se trate– refinada perversión o inteligencia suprema al movimiento de piezas de CFK. El boquiabiertismo ha unido a dirigentes encumbrados e ignotos, a críticos despiadados de lo ocurrido post 2003 y hasta 2015, a objetores puntuales de algunos procesos, a militantes de la tarea por resaltar el sentido de las políticas generales y minimizar, en comparación con el macrismo, los aspectos impugnables del período, y también a los que, con fervor discipular, encuentran en Cristina Fernández el alfa y la omega, la explicación de todas las cosas en las que vale la pena creer.

Así, se le ha prestado más atención a las implicaciones proselitistas del anuncio que a la caracterización del contexto. Preferimos detenernos en este segundo aspecto ya que de su mano se vislumbra la posición del sector ante la gravedad del momento y los alcances de la estrategia.
Por cierto, la descripción de la situación realizada por Cristina Fernández en el material audiovisual puesto a circular el sábado no fue sustancialmente diferente a la que produjo durante la cumbre del PJ del último martes. En esos diagnósticos tuvo un valor gravitante tanto el peso de la deuda externa, que empezará a sentirse en 2020 de manera agobiante, como el diseño de una política económica del gobierno nacional que beneficia el parásito negocio financiero y la fuga de capitales, la concentración de la riqueza y el empobrecimiento de la mayoría de la población y los bajos niveles de actividad industrial que atentan contra la rentabilidad y sostenibilidad de los emprendimientos y afectan la calidad y cantidad del empleo.

En términos de micropolítica, ha sido señalado en el video de marras que es vital para cambiar el humor ciudadano que se tomen medidas que ordenen la vida cotidiana y combatan el caótico desasosiego que provoca no contar con referencias que permitan planificar la economía doméstica en el corto y mediano plazo.

Proyecciones

Si se compara lo señalado por CFK con las manifestaciones periodísticas de Alberto Fernández de las últimas semanas se advertirá que hay un tronco común. El ahora precandidato a Presidente ha ido incluso un poco más allá y ha señalado que en la “coalición grande” que propusiera su compañera de fórmula en la cumbre del PJ no pueden faltar los gobernadores justicialistas. Aunque son varios los pretendientes, el único nombre propio que en esas ocasiones mencionó Alberto Fernández fue el de Sergio Massa y amparó su pretensión de incorporarlo en virtud de que “es alguien que tiene votos”.

Mirado el proceso en perspectiva, se intuye la existencia de un trabajo intelectual en torno a la planificación de las acciones. En efecto, puede presumirse que un grupo de personas produjo un diagnóstico de la realidad; en función de ello modeló alternativas y, para materializarlas, estableció plazos, imaginó contingencias y se dispuso a construir las circunstancias propicias para que una medida puntual genere determinados efectos.

Después se verá con qué resultados, porque ahora les toca mover a los demás jugadores en estas partidas simultáneas de ajedrez que están en curso. Pero vale la pena señalar este aspecto, en un momento en el que dedicarse a la política pareciera que es hacer lo que las encuestas sugieren como conveniente y no ir más allá de lo que los encuestadores aconsejan o, en otro plano, circunscribir la acción al gesto mínimo de buscar en la computadora o el teléfono celular la evidencia de que alguna vez se compartió una foto con el propuesto Fernández y ponerla a circular en redes sociales.

Bajo la lupa

El material audiovisual con que Cristina Fernández generó la novedad que redireccionó el debate político y las especulaciones proselitistas merece algunas consideraciones. Puede apuntarse, por ejemplo, que no es un producto técnicamente sofisticado; es prolijo, pero corriente. En su organización estética, se despliega una galería de imágenes fluidas y fijas pero no aparece en pantalla la enunciadora mientras locuta. Es como si la realización o el realizador no considerara que la máxima luminosidad debía estar colocada sobre quien profería fácticamente el mensaje, sino sobre su contenido. El otro aspecto notable es el tono de voz, muy distante de la estridencia y la grandilocuencia que le fue característica. Tanto en el registro como en los conceptos, se buscó ser medidos. Ese fue el efecto perlocucionario que parece haberse procurado lograr.

El discurso fue leído, no improvisado; y no sería raro que se hicieran distintas pruebas hasta llegar a la forma que se buscaba. El texto, aunque se intentara decir con cuidada expresión oral, se corresponde con el registro escrito. Es interesante intentar recomponer lo que fue tanto la estrategia discursiva como la estructura del mensaje: en primera persona del singular, arrancó con la referencia a la Semana de Mayo y al aniversario de la asunción de Néstor Kirchner; la noticia sobre la fórmula junto a Alberto Fernández sobrevino a los 1:50 minutos; luego, hubo consideraciones sobre el presente social y sobre la situación fiscal, junto a la definición de que el acuerdo que promueve debe tender a revertir la “estafa electoral” que le permitió a Mauricio Macri llegar al poder; a continuación, las apreciaciones sobre los contextos mundiales envueltos en una puja por el dominio de territorios y de riqueza; acto seguido, definiciones sobre qué es gobernar, la propuesta de un nuevo pacto social de ciudadanía responsable y la definición de que este renunciamiento es parte de aquello.

Lo hizo, eso sí, a través de una forma de mediación socialmente aceptada, fácil de circular por las redes, en una jornada en la que, en general, las radios y la televisión podan de contenido periodístico sus propuestas: es como si se hubiera buscado que el primer contacto de los ciudadanos con el material sea directo, lo menos mediado posible.

Raíces

El discurso de CFK, además, está inscripto en cierta tradición política. No sólo por las referencias a aquel clásico sistema de prioridades peronistas sino porque en su caso, se animó a proponer una versión: “primero la Patria, segundo el Movimiento y, por último, una mujer”, reformuló. Parece claro que el destinatario modelo que postula esa apelación son los actores de la interna del PJ que, como expresión política nacional, no es más que una constelación de partidos provinciales que se alían con fines electorales, con liderazgos comarcanos (sin otra proyección) que van al mercado de los acuerdos con su hipotético aporte de votos, como garantía prendaria de apoyo futuro y también como amenaza sustentada en su capacidad de daño.

A propósito de los criterios de construcción política, la otra premisa que surge en el mensaje grabado de CFK es que el peronismo debe pensar en un esquema para gobernar, no sólo para ganar una elección. En ese sentido, en la caracterización que la ex presidenta hizo de Alberto Fernández puede encontrarse lo que espera de él. Concretamente, subrayó que mientras fue jefe de gabinete de Néstor Kirchner a Fernández lo vio “decidir, organizar, acordar y buscar siempre la mayor amplitud posible”. Ese es el mérito que le reconoció y, dado que no se rememora sino desde un presente que aspira a un porvenir, es probable que este carácter sea el que imagina para la cabeza de fórmula.

Hasta hace un par de días Alberto Fernández era un dirigente sin respaldo del voto, una figura de superestructuras, que ni siquiera aparecía en los sondeos de opinión, cuya máxima capacidad reconocida era el armado político, es decir, la habilidad para manejar las riendas de una negociación y conducirla a puerto deseado. Pero lo del sábado es de esos acontecimientos que transforman las circunstancias. Se verá en breve con qué resultado.


 



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