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26-06-2019
Patrimonio arquitectónico de Paraná

Un Palacio caído en desgracia

Un Palacio caído en desgracia
El Palacio Municipal es una de las postales turísticas de la ciudad y, sin embargo, no sólo luce descuidado sino con marcas de una falta severa de mantenimiento. Cualquier solución reclama discutir las funciones y misiones del gobierno local y, en función de ello, planificar los proyectos que seguramente demandará algún tiempo ejecutar.

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El Palacio Municipal es una construcción de distinguido perfil, erigida en Urquiza y Corrientes, sede formal del gobierno local, que –con la plaza 1º de Mayo como eje– forma parte de un conjunto patrimonial que es referencia clave para residentes y visitantes, en el que se destacan la Escuela Normal, el Club Social, los bancos Nación y de Entre Ríos, el Correo, la Catedral y el Colegio del Huerto.

A primera vista se está tentado a concluir que los problemas no son recientes, pero vaya a saber si alguna vez estuvieron tan en evidencia las dificultades estructurales de este edificio.

Luego de atravesar un pórtico central desteñido, una señorial escalera de mármol busca altura para bifurcarse luego, desde un entrepiso, en procura del despacho del Intendente –hacia la izquierda– y del recinto del Concejo Deliberante –a la derecha–. Sin embargo, una cinta plástica evita el paso hacia la Presidencia del Departamento Ejecutivo. La elemental señal de alerta llena de incertidumbre al ocasional visitante que, de pronto, se puede preguntar qué tan sobre seguro está pisando.

Si la escalera central se esquiva, por derecha o por izquierda, se llega hasta un patio, en cuyo centro geométrico, una fuente de agua cumple sus funciones, con puntual sentido de la responsabilidad y algo de timidez. Si desde allí se mira hacia arriba, se podrá percibir que algo suficientemente dañino afecta a las dos escalinatas, al punto de que le han hecho perder el cielorraso.

Al observar más en detalle, se concluye que las deficiencias en el revoque y la pintura exterior no son casualidad, sino que son partes de una sinfonía de desaliño y negligencia que alcanza también a las barandas y mamparas de balcón y que guardan conexión directa con la falta absoluta de toda cartelería que informe someramente sobre el valor patrimonial del edificio y sobre los trámites o diligencias que allí pueden realizarse.

Momentos

A la ciudad, el Palacio Municipal como tal le ha quedado chico hace años. Sin visos de responder a cierto criterio práctico, funcional de ordenamiento espacial, en un terreno aledaño, sobre Corrientes, se construyó una plaza seca que nadie usa, que está de adorno del otro lado de una reja inexorable, que sólo pueden vencer los autos de algunos funcionarios, concejales y empleados que –a diferencia del resto de los mortales– sí cuentan con playa de estacionamiento gratuita cerca del trabajo.

Con los años, el área administrativa y los espacios de reunión del Concejo ha ocupado la esquina de Corrientes y Andrés Pazos, pero el recinto de sesiones sigue en los altos de Corrientes y Urquiza y su estrechez da cuenta de un tiempo histórico-político en el que la participación ciudadana no era demandada.

Así como la construcción original fue desplegándose hacia áreas vecinas, también las oficinas técnicas y de atención al público demandaron de nuevos enclaves. Esa descentralización administrativa se hizo por imperio de los hechos consumados: el edificio de Cinco Esquinas, el de Alem al 800, lo que fuera el Banco Municipal sobre 25 de Mayo y las oficinas del Puerto Nuevo son algunos de los puntos en el mapa que los contribuyentes suelen recorrer: funcionan allí no porque se pensó y se resolvió que era el mejor lugar o el más adecuado, sino simplemente porque áreas con deficiencias edilicias y sentido de la oportunidad tomaron construcciones consideradas ociosas.
Todos estos nodos generan graves problemas de circulación y estacionamiento vehicular, de aglomeración de personas a las que además se las empuja a perder el tiempo, muchas veces en zonas de la ciudad sumamente problemáticas.

División sin planificación

Al desvarío se le agrega un dato más: la división del ejido en media docena de regiones operativas que, en los hechos, funcionan sólo como puntos de reunión de personal municipal y equipos, con falencias incluso en lo referido a la infraestructura sanitaria mínima, pero que no le permiten realizar al contribuyente las acciones, gestiones, trámites o pagos para los que debe movilizarse muchas veces a áreas hipercongestionadas del micro y macrocentro.

Reorganizar todos estos aspectos es una labor que tiene complejidad técnica y también demanda inversiones que necesariamente deberán ser escalonadas. Lo ideal es producir una convocatoria para escuchar las distintas posiciones respecto de cómo formular un nuevo centro cívico, que –aunque parezca un juego de palabras– tal vez convenga que esté descentrado, es decir, no concentrado en un mismo lugar.

En fin, hay que entender que la ciudad ha crecido y no hay dudas respecto de que hay que planificar la ocupación del territorio urbano con un mejor criterio. Y, en ese esquema, definir qué función cumplirá el Palacio Municipal, que hoy enseña un rostro ciertamente demacrado.

Un edificio con historia

El Palacio Municipal está ubicado en la esquina delimitada por dos arterias importantes del centro paranaense: Urquiza y Corrientes. Su extensión es de 1.700 m². El sitio en el que se ubica había pertenecido desde el siglo XVIII a Faustina Albornoz, luego fue posesión del Coronel Naruri y fue comprado por el gobierno de la provincia, a los descendientes del coronel, en 1883. Finalmente, el 8 de septiembre de 1889 el gobierno provincial donó dicho terreno a la municipalidad de la capital. El 15 de agosto de 1990 fue declarado “Monumento Histórico de la Ciudad de Paraná”, según Ordenanza Nº 7.248.

El edificio fue construido por la empresa Borgobello y Forlese basándose en los planos ejecutados por Santos Quintín Domínguez y Benguria, destacado funcionario y miembro del Concejo Deliberante durante un largo período. El costo total de la obra sumada a los muebles de la misma fue de $200.000 moneda nacional. Fue inaugurado el 31 de diciembre de 1890 durante la intendencia de Enrique Berduc.

La casa municipal es representativa de la arquitectura de fines del siglo XIX, en la que se destaca la suntuosidad y la inspiración en líneas europeas. Al subir la escalera principal del palacio se encuentra la imagen de la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad.

Una torre de singular brillo

El reloj y las campanas del Palacio municipal son de especial importancia dentro del patrimonio de la ciudad. El reloj fue fabricado en Udine, Italia. La maquinaria consta de un péndulo a cuerda de 24 horas del cual surgen cuatro ejes para los diferentes planos de la torre. En una pequeña esfera metálica interior se lee Anticaditta Fratel, Solari di Pesarüs, Provincia di Udine.

Las dos campanas, colocadas una sobre otra, también provienen de Udine. La inferior es de 81 centímetros y la superior, de más de 1 metro de diámetro y se encuentran a 28 metros y medio del piso de la planta baja. Sobre la primera campana se encuentra aplicado en sobrerrelieve el escudo de la Municipalidad. En ambas se lee Municipalidad de Paraná, Opera di Francesco Broilli, in Udine, Italia. Las esferas del reloj tienen un diámetro de 2,05 metros y números romanos de 35 centímetros de altura.

Inaugurado el 31 de diciembre de 1890 bajo la advocación de “casa del pueblo”, sede de las autoridades elegidas, el edificio del actual Palacio Municipal combina elementos decorativos italianos y franceses, incorporando además logias, mansardas y pilastras.

Destaca en su estructura la torre esquinada, lo que recuerda a los ancestrales palacios comunales, así como el reloj y las campanas realizadas en Udine (Italia).


 



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