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11-09-2019
Entrevista con el cineasta Ricardo Preve

Una cámara para reparar injusticias

Una cámara para reparar injusticias
Dirigió el film “Volviendo a casa”, sobre el naufragio del submarino italiano “Macallé” en la Segunda Guerra Mundial y la repatriación, 80 años después, del cuerpo de uno de los tripulantes fallecidos. El film, que tiene sorprendentes paralelismos con la tragedia del ARA San Juan, llegará el 17 de septiembre a Rosario.

Juan Ignacio Novak
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Al fotógrafo y cineasta Ricardo Preve se lo puede definir como un aventurero. Con 61 años, produjo y dirigió varios documentales para National Geographic Channel, que lo llevaron a recorrer sitios exóticos. Conocido y respetado por su activismo contra el Mal de Chagas, tema que reflejó en sus films tiene claro que su labor se sostiene en una estética, pero sobre todo en una ética. “Mi cámara debe ser usada para hacer el bien”, asegura. En su último trabajo, “Volviendo a casa”, esto se observa con claridad. Allí, reconstruye la historia del submarino italiano Macallé, que naufragó en el Mar Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, y las tribulaciones de sus 44 tripulantes, que sobrevivieron en una isla desierta. Uno solo falleció en la isla y fue enterrado ahí. Ochenta años después, Ricardo Preve y su equipo dedicaron cinco años de trabajo para recuperar el cuerpo de ese soldado y llevarlo de regreso a Italia.

El martes 17 de septiembre, “Volviendo a casa” se presentará en la ciudad de Rosario. Será a las 20 en el Cinemark Hoyts (Shopping Portal, Nansen 255). Antes, Mirador Provincial dialogó con Preve sobre el complicado proceso de filmación y sobre las semejanzas del naufragio del Macalle con la tragedia del ARA San Juan.

— ¿Qué te motivó a reconstruir en la película el naufragio del submarino italiano “Macallé”?
— Me motivó la reparación de una injusticia. Me pareció injusto lo de este chico, hijo de una campesina analfabeta y cuyo padre había muerto como soldado en la Primera Guerra Mundial cuando él tenía solo un año. Conocía la historia de otros intentos que se habían hecho para llevar su cuerpo de vuelta a Italia. Algunos durante la vida de su mamá. Enseguida después de la guerra los parientes escribieron al Vaticano y no recibieron respuesta. En 1961, unos curas italianos habían intentado convencer a la embajada italiana en Sudán para que iniciaran maniobras para traer al cuerpo. Y en 1983 en un programa de televisión muy conocido, algunos de sus compañeros, submarinistas que sobrevivieron, fueron a pedir que se repatriaran los restos. Siempre fueron ignorados, ninguneados, nadie les prestó atención. Me llamó mucho la atención. Siempre trato de encontrar alguna causa que parece desesperada, pero que podría tener final feliz si uno lo trabaja fuerte. Y esta historia tenía algunos temas en particular. El Macalle fue el primer submarino italiano que se hundió durante la Segunda Guerra Mundial. Los italianos pensaban que iba a durar pocos meses y que la iban a ganar. Entonces se tomaron el tiempo de hacer una comisión de investigación especial dos meses después del hundimiento, donde los sobrevivientes prestaron declaración. Se hicieron dibujos y mapas de toda la odisea que vivieron. El documento de esa comisión, que todavía se conserva, es como un guión cinematográfico. Con un principio que es el hundimiento, un medio que es la permanencia en la isla y un final que es el rescate a cargo de otro submarino que salvó a toda la tripulación, menos a uno que falleció ahí. Es la estructura clásica de una historia. Utilicé a esa comisión como estructura narrativa y fue lo que me llevó a hacer una película que es en parte documental, que reconstruye nuestro trabajo entre 2014 a 2018 para ir a esa isla a recuperar el cuerpo de este chico y parte de ficción basada en hechos reales, filmada en Argentina, en el balneario de Claromecó, que tiene dunas muy parecidas a la costa africana, y en un estudio en Vicente López donde reconstruimos una gran parte del submarino.

Tragedias ligadas
— Sin duda la película y su temática adquirieron una dimensión inesperada a partir de la tragedia del ARA San Juan. Es imposible no trazar un paralelismo. ¿Esto incidió de alguna manera en alguna instancia de producción del film?

— No. Porque el film se terminó de producir a mediados de octubre y la tragedia del ARA San Juan sucedió en noviembre del 2017, cuando estábamos en el proceso de post producción y habíamos cerrado la filmación. Lo único que quedó fue el funeral de este chico, que se hizo en noviembre de 2018. Aparte de eso, habíamos terminado la producción. Hubo mucha gente que hizo comentarios negativos pensando que nosotros habíamos iniciado el trabajo después del hundimiento del ARA San Juan, cuando en realidad la mayoría del trabajo se hizo entre 2014 y 2017. Es interesante, porque algunas cosas son completamente distintas. Hay una gran distancia en lo temporal y en lo geográfico. Y por otro lado, son exactamente la misma historia. Son seres humanos que han perdido a uno o más seres queridos y buscan de alguna forma cerrar la historia con algún consuelo. Esta terrible coincidencia del número 44 y del hecho de que un argentino, justo en el año que se hunde el San Juan, vaya al Mar Rojo a buscar a un submarino y los restos de un submarinista, no puede menos que llamar poderosamente la atención, sobre todo en los medios de comunicación.

— La realidad supera la ficción.
— Me he preguntado varias veces qué quiere decir esto. Originalmente pensaba en el dolor de la madre de este chico que falleció en 1978 sin volver a verlo nunca más. Él era hijo único y su papá había muerto en la Primera Guerra Mundial. O sea que esta mujer perdió al marido en la Primera Guerra Mundial, a su hijo en la Segunda y se quedó sola el resto de su vida. Era una injusticia desde el punto de vista legal, político y cultural, pero también una reparación muy humana hacia esa mujer ya fallecida y hacia el pueblo mismo.

Reconstrucciones
— Combinaste dos formatos de relato, uno con testimonios y el otro a partir de la reconstrucción ficcional de algunos de los hechos. ¿Qué resultados tuvo esta propuesta en lo artístico?

— La gente muchas veces pregunta: “¿Es un documental o es una película? Y si ves la evolución del documental en los últimos 10 o 15 años, con gente como Michael Moore o Morgan Spurlock, el documental y la ficción se están hermanando cada vez más. El lenguaje del documental se está volviendo más cinematográfico y el lenguaje cinematográfico se está volviendo más documental. Yo me crié, cinematográficamente hablando, en National Geographic, donde teníamos a veces centenares de extras, muchísimo trabajo de vestuario. Las reconstrucciones históricas son fundamentales porque hoy el documental didáctico, enunciativo, relator de hechos, aburre profundamente. Sobre todo cuando está filmado en el estilo de la cabeza parlante, de un experto sentado en un escritorio con un montón de libros atrás. La gente ve eso y apaga la televisión o cambia de canal. Entonces, necesitamos filmar a los expertos en movimiento. Las reconstrucciones históricas agregan inmensamente a la calidad del relato. En el caso de “Volviendo a casa”, fue la primera vez que se construyó un submarino de la Segunda Guerra Mundial en Argentina en escala 1 a 1.

— La decisión que tomaste de ir en busca del cuerpo también impacta en la realidad. Te ponés en un rol de documentador, pero a la vez producías una modificación que a su vez documentás. Es un proceso interesante.
— Absolutamente. Hablamos bastante, al principio, respecto de si yo debía aparecer o no en la película. Al final, el equipo me convenció de que era una historia muy mía. Entré en contacto con la historia personalmente porque trabajo mucho con la fotografía de tiburones. Y Sudán es uno de los pocos lugares del mundo donde todavía quedan tiburones en números apreciables. O sea que fue a través de mis trabajo de rutina, si se puede llamar rutina ir a fotografiar tiburones a Sudán. Así que desde el principio la historia fue mía. Yo tuve un abuelo que fue aviador naval en la Primera Guerra Mundial. Entonces hubo un cruce de circunstancias que me pusieron en el centro de la historia y terminé siendo el protagonista.

Dolor compartido
— ¿Pensaste en algún momento en abandonar el proyecto?

— Tres o cuatro veces. Principalmente el domingo 26 de marzo de 2017 cuando falleció mi hija Érica, de 29 años, justo cuando estábamos por ir a Sudán, en la expedición final para hacer la identificación de los restos de este chico. En ese momento pensé: ¿Qué hago yendo a ocuparme de un muerto de hace 77 años cuando tengo una hija que se iba a casar dos meses después y tuve que ocuparme de enterrarla? Pero fue en honor a ella que lo hice. Y es otra situación que nos une con los padres del ARA San Juan. Cuando, en noviembre de 2017, se hundió el ARA San Juan y me di cuenta de la coincidencia, los fui a ver personalmente a Plaza de Mayo. Y les dije dos cosas: “Yo sé cómo se sienten ustedes, porque me siento igual todos los días. Hemos sido hermanados por una tragedia. Compartimos el dolor de haber perdido un hijo”. Y les dije que este trabajo lo habíamos terminado antes de que sucediera lo de sus hijos. Eso me llevó a seguir adelante con la película, a no aflojar.

— Para trazar otro paralelismo, en el caso del San Juan también hay una injusticia.
— Obviamente. Otra coincidencia: la película se estrenó en el cine Gaumont el mismo día que se presentó el informe bicameral de la comisión que investigó el ARA San Juan. Los familiares fueron a la reunión en el congreso y después caminaron 200 metros para ir a ver la película.




 



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