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04-02-2020
Cultura y patrimonio

“Todo cementerio es un libro de historia a ser leído”

“Todo cementerio es un libro de historia a ser leído”
El investigador regional Alejandro González Pavón presentará su segundo libro en el que abordará la historia de los cementerios de Colón. La investigación realizada por el profesor releva biografías, arquitecturas y costumbres que se complementan con una propuesta didáctico-pedagógica para que el estudio del patrimonio funerario pueda ser incluido en la currícula escolar.

Silvia Simmone
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El interés por los cementerios como sitios de gran relevancia patrimonial e histórica está ganando lugar en las agendas entrerrianas. Hace aproximadamente un año, el Cementerio de los Manecos o como popularmente se lo llama, Cementerio de los Negros que se encuentra en cercanías de Villaguay, fue puesto en valor por el gobierno de la provincia a través de un proyecto de investigación y recuperación arqueológica-etnográfica encarado por profesionales del Museo de Ciencias Naturales Antonio Serrano, de Paraná.

En la misma línea, se presentó en Concepción del Uruguay, Ester Lucía Camarasa, presidenta de la Red Argentina de Cementerios Patrimoniales, para charlar sobre la actualización y mantenimiento de la necrópolis de esta ciudad, que cuenta como una de las más pintorescas de la región por las personalidades de gran relevancia que se encuentran sepultadas allí y por la variada simbología masónica que puede apreciarse en tumbas, bóvedas y panteones.

En este camino de revalorización también se encuentra la ciudad de Colón, en la cual por iniciativa del profesor de geografía Alejandro González Pavón, se comenzó un trabajo de recuperación histórica y estructural del camposanto con el objetivo de contribuir a la preservación de su patrimonio y al desarrollo de un circuito de turismo funerario que podrá realizarse en el sitio. El historiador explicó a MIRADOR ENTRE RÍOS que “la iniciativa surgió en 2018, luego de la presentación de un proyecto en el Concejo Deliberante de la ciudad, en donde se buscó destacar la importancia histórica que tenía el cementerio y generar conciencia sobre el cuidado y el respeto que requería el patrimonio funerario que allí se encontraba. Actualmente nos encontramos trabajando en los posibles recorridos del sitio y en su cartografía general, porque cuando se plantea un recorrido se tiene que elegir qué se va a contar y todo el lugar es importante, entonces ahora estamos en la etapa de recabar los datos, realizar la catalogación, la enumeración y después, en función de eso, armar los recorridos. El proyecto ya se presentó y ahora estamos a la espera de que se apruebe para comenzar el trabajo interdisciplinario con diversos profesionales que aportarán para la restauración y la puesta en valor cultural e histórica del lugar”, señaló.

Investigación

En el libro que saldrá a la luz a mediados de este año, González Pavón realiza una investigación basada en el rescate de archivos y documentos que repasan la vida de las personalidades que dieron nombre a las calles de la ciudad, con nuevos aportes que enriquecerán las biografías desde la mirada del patrimonio funerario. Pero también se aboca a una reconstrucción de la cultura mortuoria y de los cementerios en la región. “A mí me gusta hacer la historia relacionada porque si no es difícil que la gente comprenda los datos sueltos. Por eso investigo las relaciones que hay entre los cementerios cercanos, y en esta línea es importante remarcar que el de San José tiene mucha relación con el de Colón, porque cuando se fundó esta ciudad no hubo una proyección dentro de su plano natural de hacer un cementerio, es decir que en un principio, todos los que fallecían aquí eran trasladados a la colonia San José, pero todo eso tenía un costo y requería una gran movilización. Recién en 1876, trece años después de que se creara la ciudad, se inauguró el primer cementerio lo que no quita la existencia de lugares de sepultura que surgieron por la necesidad, como el cementerio de la peste del cólera, en donde se improvisó una fosa común para enterrar a todos aquellos que morían por la enfermedad”, detalló.

En el marco de su investigación, González Pavón revela que la ciudad tuvo cuatro cementerios previos al que existe actualmente, siendo uno de ellos un sitio de enterramiento exclusivo para personas de la religión protestante. El de la Peste es quizás uno de los más curiosos, porque el sitio de sepultura se encontró por casualidad. “Este cementerio data de 1867, año en que se registraron muchas defunciones por la epidemia. Cuando en el futuro se realizaron las excavaciones para instalar los tanques de una estación de servicios se encontraron huesos y aunque no existen certificaciones que digan que la gente fue enterrada allí, el conocimiento popular y los restos hallados señalan que la fosa común se ubicó en este sitio, lo que se revela como curioso, porque se encuentra en pleno radio urbano y a pocas cuadras del centro de la ciudad”, explicó.

Otra de las historias que se plasman en la investigación es la del Cementerio de la Parroquia Santos Justo y Pastor que sirvió para sepultar a párvulos, es decir, bebés que no llegaban a cumplir un año, aunque en excavaciones realizadas en los años noventa en el patio de este lugar se hallaron huesos que pertenecieron a niños y adolescentes de hasta 14 o 16 años. Como detalló González Pavón, “este cementerio funcionó hasta fines de 1875, principios de 1876, fecha en la cual el sacerdote que lo había habilitado es retirado de su función por sufrir una demencia aguda. Luego de ese hecho, el cementerio quedó ahí, inhabilitado por más de cien años y aunque las personas allegadas a la parroquia sabían de su existencia, a medida que pasaban las generaciones, el conocimiento de su funcionamiento se fue perdiendo”, contó.

Para 1876, se concretaron las gestiones públicas para la instalación de lo que sería el primer cementerio de la ciudad pero éste funcionó por muy poco tiempo debido a las características del terreno, el cual contenía arcilla expansiva lo que provocaba que por las lluvias o las filtraciones subterráneas, los cuerpos reflotaran. Este sitio fue conocido como el cementerio de la Lomita, ya que como explicó el historiador, se ubicaba al oeste de la ciudad sobre una lomada. “Es por esto que a principios de 1890 se volvió a solicitar a Dolores Costa, la viuda de Urquiza, la donación de un nuevo terreno para emplazar el cementerio, lo que se concretó en 1891 con la cesión del terreno actual”, indicó.

Fotografía, como puerta educativa

Una de las herramientas principales que sirven al investigador del patrimonio funerario es la fotografía. Como relató González Pavón “tengo la costumbre de ir con mi cámara a pasear por el cementerio y siempre descubro algo nuevo, lo que me permite, además, ir construyendo un registro histórico porque muchas veces estos sitios son objeto de saqueos, y con las fotos se puede comprobar lo que hay y lo que ya no está, y también descubrir cosas nuevas al volverlas a mirar”. El historiador adelantó a este medio, que en el libro aparecerán fotografías que servirán al lector como una guía para identificar elementos claves que pertenecen al mundo de las necrópolis, como la historia de las fotos post mortem las cuales aparecen en varias sepulturas del cementerio de Colón, y un glosario de palabras claves con conceptualizaciones del patrimonio funerario, y simbologías y objetos asociados a este como las clepsidras.

Además un capítulo de la publicación estará destinado a los docentes, con la explicación de un programa educativo, que servirá para trabajar con el patrimonio funerario en el eje histórico, geográfico, medioambiental, socioantropológico, entre otros.

Una particular revelación

El historiador destaca que una de las cosas más curiosas con las que se encontró en su investigación fue la tumba de Leonarda Ruiz Díaz de Pereyra, una sepultura cuya placa indica que la mujer murió a los 117 años de edad. “Esta revelación indica que Leonarda es quizás la persona más longeva que vivió en el departamento Colón. La sepultura dice que ella murió en 1933 a los 117 años de edad, pero al cruzar los datos con los del Registro Civil, que para ese entonces ya funcionaba en la ciudad de manera autónoma y sin depender de la parroquia, me encontré con que los documentos indicaban que había fallecido aproximadamente a los 100 años por senectud, es decir, por vejez. Ahí hay una bifurcación entre lo que dicen los médicos y lo que dice su familia, y eso me lleva a plantearme muchas preguntas en función de si ese dato es cierto o no, como si Leonarda llegó y vivió con los inmigrantes de la región, si conoció a Urquiza o al Padre Lorenzo Cot a quien también investigué, porque según la fecha de su defunción podemos inferir que nació en 1816 antes de que se creara todo lo que hay acá, entonces ahí se abren muchas otras hipótesis de investigación que pueden ampliarse”, concluyó.

El dato

La historia de los cementerios de Colón será parte de un libro que se publicará a mediados de este año. El proyecto que encaró González Pavón busca revalorizar históricamente el cementerio local para hacer un aporte a la educación y al turismo.

Por mi profesión, veo que la fotografía es una herramienta muy importante para llegar a los más jóvenes porque ellos son nativos tecnológicos…entonces al hablarle de la simbología, de los elementos que se pueden encontrar en los cementerios pero también de los mitos y las leyendas que es algo que siempre está presente en estos sitios, los chicos se quedan con la boca abierta y se interesan”.

Alejandro González Pavón


 



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