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10-02-2020
Una mirada profunda al gran problema de la ciudad de Santa Fe

"Se puede negociar con las bandas para disminuir hechos violentos"

"Se puede negociar con las bandas para disminuir hechos violentos"
El doctor Juan Carlos Funes estudió desde su profesión, la psicología, las causas que convirtieron a Santa Fe en la ciudad más violenta del país y una de las peores del mundo. Propone medidas a mediano y también a largo plazo para revertir este “flagelo”.

Joaquín Fidalgo
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Juan Carlos Funes es santafesino, doctor en psicología y estudió desde su profesión la raíz de la violencia que convierte a la capital provincial en uno de los peores lugares del mundo para vivir. Sus conclusiones son asombrosas y se prestan para la polémica. Entre otras cosas, sostiene la necesidad de “negociar” con las bandas delictivas, controlar mejor el tránsito y contar con policías municipales.

“Santa Fe es la ciudad más violenta del país en los últimos 20 años y no podemos ir para atrás porque no hay estadísticas fidedignas”, dispara Funes, que en diciembre se tituló en posdoctoración en la Universidad Nacional de Rosario y para ello presentó este trabajo que ya fue expuesto en los Estados Unidos. “El mayor exponente de la violencia es el homicidio. El índice de violencia se mide por la cantidad de crímenes cada 100 mil habitantes por año. En 2019, tuvimos un índice de 20 en Santa Fe, pero en 2014 la ciudad alcanzó niveles de las peores de Brasil. Como para tener una idea, la República Argentina tiene un índice de 6, al igual de los Estados Unidos”, explicó.

“La violencia -agregó el especialista, evidentemente apasionado por su trabajo- es una expresión negativa que surge a partir de la ruptura del tejido social. Todas las sociedades albergan un núcleo importante de violencia. El tema es cómo se manifiesta. Por ejemplo, yo fui a otros países desarrollados para hacer análisis comparativos. En Oslo, el índice de violencia es muy bajo (0,5 de promedio), pero las muertes por sobredosis de heroína igualan a los homicidios en Santa Fe. Desde una perspectiva freudiana, en términos teóricos, es la pulsión de muerte que habita en las sociedades a través de la violencia”.

Para el profesional, “todas las sociedades van haciendo algo con la violencia. El tema es cómo se produce la ruptura social, porque la violencia es una reacción a ese rompimiento. El tejido social es una composición de lazos afectivos, que nacen en la familia y se extienden a la convivencia, a través de los vínculos que llevan a una convivencia ciudadana y a la identidad y pertenencia ciudadana. Cuando se quiebran estos lazos se produce la reacción que es la violencia y el mayor exponente es el homicidio”.

Inercia
"Encontramos que este desmembramiento de los lazos afectivos incide fundamentalmente en la identidad y la pertenencia de la convivencia. Cambia los parámetros psíquicos de los ideales sociales. Una vez que se instaura el movimiento de la violencia como una reacción a la ruptura del tejido, eso no se puede revertir. El mayor descubrimiento de la investigación que realicé es un principio que di en llamar de ‘inercia vincular’. Una vez que los vínculos están rotos en un núcleo familiar o en la convivencia social, la situación adquiere una inercia que no se puede frenar con facilidad”.

El psicólogo aseguró que poner más policías en la calle no es la solución. “Es una discusión que se da en todos los países, pero si se convocan más fuerzas de seguridad, se genera un dique que en algún momento va a ser rebasado por esa inercia”.

Por otra parte, afirmó que “la violencia no necesariamente está relacionada con las drogas. Hay lugares como Portugal, donde hace 20 años legalizaron el consumo y atendieron humanamente al consumidor, que dejó de ser un delincuente para ser un paciente y, en algunas ocasiones, un paciente a tratar. Eso permitió una baja notable no sólo en el índice de violencia, sino también en el consumo de drogas”, puntualizó.

No obstante, aclaró que la legalización no sería la mejor opción para este momento en nuestro país. “Primero hay que resolver problemas básicos. La legalización tiene que ser un proceso sostenido, acompañado de reparación, trabajo humanitario, atención al adicto. Donde fue efectivo, hubo una presencia muy notoria del Estado, que comenzó a tratar la adicción como una enfermedad. La legalización intempestiva no sería buena, generaría caos y una inercia difícil de resolver”.

Tránsito
Finalmente, el investigador sugirió una serie de propuestas que calificó “de sentido común”.

“La gran pregunta entonces es cómo abordamos el flagelo de la violencia. Desde lo que estudié, digo que se puede tratar indirectamente la regulación de la convivencia. Sino, es imposible revertir el principio de la inercia. Como ejemplo, puedo mencionar el control del tránsito. En los últimos 40 años, el parque automotor de la ciudad creció de una manera espeluznante y a ciertas horas el tráfico es caótico y hasta salvaje. Ahí se nota perfectamente la ruptura del tejido, porque no se respetan las normas más elementales. Además, la mayoría de los delitos graves, como los robos, conllevan en su ejecución infracciones de tránsito. El problema es tan grande que no lo puede solucionar un inspector municipal. Es la policía la que debe regular el tránsito, como en los países desarrollados. Nosotros vemos como hoy se cometen todo tipo de transgresiones ante los ojos de uniformados”.

Virus
Para Funes, sería no menos importante endurecer las consecuencias para quien porte un arma de fuego. “No puede ser excarcelado quien sea detenido con un revólver. Las armas son un vector, un virus, como dijo una especialista centroamericana. Si se elimina el virus, el flagelo tiene que ceder”.

Lo que propone requiere de cambios estructurales. “La sociedad se debe una discusión de consenso político amplio con respecto a qué justicia quiere, qué policía quiere. Por ejemplo, en otros lugares del mundo la policía que mejor funciona es la que está más cerca del vecino, la municipal. La policía local tiene mejor identidad y está mejor representada, por lo que los posibles focos de corrupción están más a la vista”.

Por otra parte, dijo que “todas las medidas que incidan sobre la identidad y la pertenencia son buenas... plazas, clubes, escuelas. Potenciar esas cosas es importante a largo plazo, por lo que debiera ser política de Estado”.

Ignorancia y negación

Un dato muy relevante surgido de la investigación es que la población santafesina no sabe que vive en la ciudad más violencia del país. “Es por negación y también por desconocimiento. La información no llega y por eso las víctimas quedan solas. Para que mejore este aspecto es crucial el rol de organismos intermedios. El Estado tiene que potenciar y darles más lugar a las asociaciones sin fines de lucro que se especializan en el tema. El Estado no se puede hacer cargo, porque tendría que asumir sus falencias”.

Diez años


El estudio realizado por el doctor Funes llevó una década e incluyó el estudio de 500 familias santafesinas que sufrieron el homicidio de algún integrante. “En todos los casos se puede apreciar que el Estado está ausente o no llega como se esperaría. Eso se ve a lo largo de todas las historias”.

Negociar con delincuentes

Funes analizó las bandas delictivas locales. “Desde la perspectiva de la psicología, vemos la desaparición de la función paterna en los barrios más humildes. Hay un figura de madre que tiene que ocupar todos los roles. Esta proyección es absorbida por otros sectores, que son la bandas, que tratan de dar jerarquía y estatutos muy primitivos como sustitución de la figura paterna”, analizó.

“En Santa Fe -añadió- no tenemos el cartel de Sinaloa o el de Medellín. No son grandes mafias organizadas. Son gavillas, clanes que luchan por el territorio, por la cuadra. Es una violencia muy primitiva. Entonces, uno se tiene que plantear qué pasa con el Estado en estos casos, si está ausente. Es polémico decirlo, pero la tendencia es el diálogo, la negociación con las bandas. Es lo que ha dado resultado en otros lugares, donde se logró acotar sus territorios”.

Nueva Jersey

El trabajo realizado por el doctor Funes fue expuesto ya en Estados Unidos. “Lo hice el año pasado, en la Universidad Estatal de Nueva Jersey, invitado por un santafesino que es una eminencia allá, el profesor Raúl Galoppe, director del Departamento de Idioma. Este año me convocaron nuevamente, para abril”, añade.




 



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