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22-03-2020
Revisionismo histórico

Sobre los nombres de Victoria y La Matanza

Sobre los nombres de Victoria y La Matanza
Aún entrado el siglo XXI, se dan ciertas discusiones sobre la conformación de nuestros territorios que no están del todo saldadas. Fechas fundacionales, nombres relevantes y crónicas antiguas son cuestiones sujetas a interpretaciones que pueden o no estar en sintonía con intereses políticos, comerciales y religiosas, tanto de la época como actuales. He aquí una pequeña revisión de ellas.

Ignacio Etchart y Ezequiel Rubattino
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Investigar la historia de una ciudad que, en un pasado no muy lejano se llamó La Matanza y en la actualidad Victoria, implica indagar varios aspectos, tanto geográficos como demográficos. Hace aproximadamente 6mil años la expansión de los océanos sumergió gran parte de la actual provincia de Entre Ríos, lo cual generó una tierra fértil y rica en flora y fauna.

Dos mil años después, luego del retroceso del océano, estas planicies se presentaron óptimas para el desarrollo de poblaciones humanas, donde se instalaron las primeras aldeas guaraníes. Estas poblaciones pertenecían al mayor grupo familiar originario de América del Sur, los tupí-guaraní.
Estas familias abarcaron un territorio mayor a los tres mil kilómetros, habitando terrenos que comienzan en el norte del Amazonas, bordeando toda la costa atlántica del Brasil y el Río de la Plata, llegando por el oeste del Gran Chaco, hasta los límites del imperio incaico. No es casual, entonces, que el guaraní sea la segunda lengua nativa en Sudamérica, con más de seis millones hablantes repartidos entre Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay, donde hoy es lengua oficial.

Los pobladores

Siglos después, cuando los españoles arribaron a un continente que denominaron américa, sucesivas campañas exploratorias se realizaron sobre un territorio diez veces más grande que europa. Desde las expediciones de Sebastián Caboto y de Diego García de Moguer entre 1527 y 1529, impulsadas por bergantines que se adentraron en las arterias de la Cuenca del Plata, se describieron múltiples grupos indígenas en el territorio, principalmente los guaraníes, los chaná-timbú, charrúas y minuanes.

Los chaná-timbú explotaban sistemáticamente los ríos que navegaban, donde capturaban sus presas con lanzas, flechas emplumadas y redes de pesca, que almacenaban para los tiempos de escasez. Para su conservación, ahumaban sus alimentos utilizando uno de los principales inventos indígenas de las Tierras Bajas Sudamericanas: la parrilla.

Otro grupo importante a mencionar son los charrúas, que habitaban la Banda Oriental para luego desplazarse hacia las costas del Paraná, poblando el centro de la provincia de Entre Ríos. Los charrúas eran cazadores, recolectores y pescadores nómades. Habitaban toldos hechos con pieles de venados, ñandúes y nutrias que cazaban con boleadoras o arcos y flechas. Aquellos cueros que no eran utilizados para sus chozas, vestían sus cuerpos acompañados por prendas de algodón.

La mención de estos dos grupos indígenas no es casual. Pues, antes de su desaparición, forjaron una alianza para intentar detener el avance español sobre sus tierras. Alianza que encontró su epítome y ultimación en la batalla Del Cerro de la Matanza. Hoy, el Cerro, es uno de los lugares turísticos más visitados de la ciudad de Victoria, famoso por relatos de experiencias sobrenaturales e incluso OVNIS.

De conquistas y olvidos

Victoria, a fines del siglo XVIII, era una superficie fértil y rica en yacimientos calíferos, que fue poblada por distintas corrientes colonizadoras. Desde La Ensenada (Santa Fe) llegó un grupo de milicianos que habitaron la actual zona de Pajonal. Otro provino desde el Nogoyá Arriba, siguiendo el curso del río hacia el sur. Y un tercero, originario de las regiones vascongadas, desembarcó en el Barrio de las Caleras, hoy conocido como El 5to Cuartel.

Para estos colonos, los pueblos indígenas eran un constante motivo de preocupación, por lo que la acción militar fue inmediata. En 1749, ordenados por el Cabildo de Buenos Aires, dos capitanes comandaron un ejército proveniente de Santa Fe con el único fin de eliminar la población aborigen. Ellos eran los hermanos Santiago y José Ventura Godoy.

A estos hombres se les quiso atribuir, a comienzos del siglo XX, el reconocimiento de fundadores de la ciudad. Pero bajo el argumento de “asesinos de inocentes”, la historia los silenció y condenó al olvido, a tal punto de prohibir que cualquier calle o edificio público llevara sus nombres.

Pero el mito inaugural de una sociedad es necesario para constituir la identidad de la misma. La primera misa cristiana, realizada por el vasco Salvador Joaquín de Ezpeleta el 13 de mayo de 1810 en un oratorio que él solicitó construir, se constituye actualmente en el hito fundacional de Victoria. Claramente una historia mucho más modesta y apacible que una Matanza planificada.

La historia olvidada

Finalizada la batalla del Cerro de la Matanza en 1749, el Virrey entregó como recompensa a los hermanos Godoy grandes extensiones de tierra, formalizada en documentos legales. Otras fuentes históricas indican que, en realidad, los capitanes compraron dichas tierras. A pesar de la incertidumbre del relato, sí hay un hecho concreto. Santiago Godoy, principal figura de la campaña, adquirió la zona antes llamada Cerro del Cacique, en Pajonal, donde el jefe de la tribu tenía su choza, que luego fue transformada en una estancia.

Cuenta la leyenda, que además de las tierras, el Virrey otorgó a Santiago Godoy metales preciosos, que llegaron a su nieto, Pío Godoy, quien supo incrementar el patrimonio familiar en oro con dichas joyas. Pero envejecido, los temores y la extravagancia dominaron a don Pío, quien escondió ese “oro mal habido” en una gran bota de cuero que enterró en algún recóndito lugar de su estancia.

Llegado el año 1884, ya con 86 años de edad, Don Pío decidió confesarle a su hija el lugar donde estaba enterrada la fortuna, pero fue misteriosamente asesinado la noche anterior. Hoy, esa millonaria bota de cuero, permanece oculta, esperando.


 



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