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20-05-2020
Aislados por la pandemia

Una garza, testigo del amanecer en la Setúbal

Una garza, testigo del amanecer en la Setúbal
Con imágenes de nuestro entorno natural signado por la bajante del Paraná, Multimedios El Litoral acerca impresiones a los santafesinos, mientras todos permanecen en casa.

Nicolás Loyarte
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Fotoreportaje: Mauricio Garín y Fernando Nicola


"He visto una garza mora dándole combate a un río, así es como se enamora tu corazón con el mío", dice la "Tonada de luna llena", en la voz de Itatí Barrionuevo, que se sumó a esta propuesta de Multimedios El Litoral. La reconocida melodía se vuelve el marco perfecto para esta "pintura", en el amanecer de este lunes 18 de mayo, momento doblemente histórico, por el aislamiento social que impera debido a la pandemia de Covid-19, y por la bajante del río Paraná, nunca vista en la última mitad de siglo: 0,55 metros.

Esta garza mora (Ardea cocoi) que acompaña el reportaje "es una de las típicas de nuestros ríos y lagunas", apunta el ornitólogo Pablo Capovila. De hábito más bien solitario, merodea habitualmente la zona del Faro. Un equipo periodístico que retrató el amanecer permaneció allí, sobre la Costanera, por más de una hora. Y ella acompañó el momento, como si no le incomodara la presencia humana, en las primeras luces del día.

Alrededor de las 7 comenzó a clarear. Un rojo furioso tiñó el horizonte en el Este, sobre la ribera de juncos de los bañados de Colastiné y Rincón. Y así, poco a poco, comenzaron a divisarse las siluetas de los grandes bancos de la laguna en bajante. En rigor a la verdad, no se trata de bancos sino del fondo lagunar, limos y arcillas -explica el geólogo Carlos Ramonell-, lo que comúnmente se denomina barro o lodo.

Un barrendero de Cliba y otro trabajador -un psicólogo- que frenó su auto, saludó amablemente y se apostó callado junto al equipo periodístico, fueron los ocasionales testigos privilegiados del amanecer. A pocos metros de allí, la garza mora, esbelta como una esfinge con sus patas sobre un charco y el pico al sol. Eran las 7.46 y el circulo rojizo gigante apareció al otro lado de la laguna. De repente lo iluminó todo y entibió el rostro de los silenciosos testigos, como una caricia maternal.

El silencioso encanto se vio apenas interrumpido por el paso de un camión distribuidor, que indicaba el comienzo de otra jornada de trabajo, en medio del aislamiento social. El barrendero continuó entonces su camino con su carro de residuos hacia el Puente Colgante. El psicólogo, a su consultorio. Santa Fe, apacible, lentamente comenzó la rutina de otro día, con la esperanza de que pronto la pandemia sea historia para volver así a la calidez de los abrazos, los mates y cafés de la mañana en la oficina y la vida en la naturaleza.




 



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