Entre Ríos, patrimonio y paisajes culturales

La “casa chorizo”, legado de una época

La ciudad está formada por calles, plazas, parques, comercios, escuelas, hospitales y un sinnúmero de equipamientos e infraestructuras, pero, sobre todo, está edificada con viviendas que dan albergue a sus habitantes.
13-10-2021 | 18:27 |

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Hay todavía en pie edificaciones de este tipo, por ejemplo, en la capital provincial.


Mariana Melhem 
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En un recorrido por las calles se puede descubrir un tipo residencial que cumplió con creces el cometido de alojar dignamente a quienes levantaron sus muros y también a las generaciones posteriores (por eso aún hoy podemos reconocerlas). Esa tipología es la popularmente conocida como “casa chorizo”, en clara alusión a la disposición de sus habitaciones en un terreno de frente angosto pero profundo.

Tres factores se conjugaron para su difundida construcción: por una parte, la llegada de inmigrantes promovida desde el Estado Nacional a través de la Ley Nº 817 de “Inmigración y Colonización”, cuyo objetivo principal era poblar el territorio a través de inmigración masiva y el establecimiento de colonias; los dos factores restantes son de escala local y respondían al ordenamiento urbano y al gobierno de la ciudad. Entre las normas de planeamiento físico, la “Ley sobre Ejidos en General, Desarrollo de las Poblaciones y Destino de las Tierras”, sancionada en 1872, contenía disposiciones referidas a extensión y dimensiones de las ciudades, delimitación de áreas de acuerdo a usos y definición de anchos de calle, estableciendo la sectorización del ejido en un área “de ciudad”, un área “de quintas” y un área “de chacras” excluyendo la actividad pastoril. Junto con estas medidas se ordenó levantar planos de las ciudades cabecera de departamentos. Y contemporáneamente, los municipios reglamentaron la construcción obligatoria de ochavas.

Por último, las prescripciones de gobierno se fijaban a través de la Ley Orgánica de Corporaciones Municipales, que otorgaba a la ciudad la posibilidad de autogobernarse.

En ese marco, los inmigrantes que no optaron por instalarse en colonias agrícolas y eligieron el ámbito urbano, conocían algún oficio y se desempeñaron en relación de dependencia en industrias, ferrocarriles, puertos o como cuentapropistas en tareas asociadas a la construcción, actividades comerciales y pequeños talleres desde donde brindaban servicios (zapatería, herrería, carpintería, sastrería, etc.). Estos nuevos habitantes demandaban espacios que les permitieran asentarse con su familia, siendo en muchos casos, sus propios constructores.

Dando respuesta a estas necesidades, se subdividieron los lotes de las manzanas urbanas con la finalidad de obtener mayor cantidad de parcelas frentistas que compensaban la superficie dando mayor profundidad al terreno. Entonces se empezaba a edificar las instalaciones mínimas (hacia el frente, una o dos habitaciones y hacia el fondo, fogón y retrete) recostadas sobre una de las dos medianeras, dejando, hacia la otra, el espacio libre del patio y una galería corrida. El esquema de organización surgió quizás de la adaptación de la casa pompeyana al lote urbano, pero con variaciones. Una cuestión determinante en estas viviendas como piezas fundamentales en la construcción de la ciudad es la relación entre el ámbito privado y el ámbito público que se presentaba de dos formas básicas: la fachada telón, casi hermética respecto a la calle o el jardín al frente delimitado por pilares y reja, aunque también existieron los casos combinados o intermedios como el local comercial a la calle —en el tipo telón— o el jardín con tapial y balaustradas superiores que quedaba invisible.

Organización espacial y materialidad

De acuerdo con las posibilidades económicas la casa podía constar de una sucesión de habitaciones dispuestas en línea sobre la medianera y articuladas hacia el patio mediante una galería y en el interior con una sucesión de puertas alineadas; un local de mayor tamaño (el comedor) subdividía el patio en dos, dejando uno generalmente embaldosado con espacio para la parra y otro para la huerta y depósito.

Una versión más compleja fue la conocida como vivienda vestíbulo que llegaba hasta la línea de edificación con una o dos habitaciones al frente (las sociales), el acceso central conduciendo al vestíbulo, una mampara de hierro con vidrios de colores que, mediando entre el interior y el patio, hacía más confortable la galería; además los sanitarios quedaban incorporados dentro del área principal de la casa.

Otras variaciones tipológicas devienen del progreso económico de algunos inmigrantes que decidieron reinvertir “en ladrillos” construyendo conjuntos de tres o cuatro viviendas para renta o para sus hijos. La organización repetía la célula de forma espejada, si solo se desarrollaba en una planta, o combinando unidades en planta baja y alta repitiendo el esquema lineal de disposición de habitaciones.

Las fachadas respondían al esquema compositivo tripartito (basamento, desarrollo y coronamiento) y, cuando el presupuesto alcanzaba para el revoque, utilizaba variadas ornamentaciones. A principios del siglo XX se generalizó el uso del revestimiento conocido como símil piedra parís, que permitía un acabado pétreo con los sutiles brillos aportados por agregados de mica y ahorraba pintura de mantenimiento.

Materiales locales

Estas edificaciones, aun en pie, dan cuenta de la calidad de la construcción realizada entre fines del siglo XIX y principios del XX a través de materiales locales industrializados como cal, ladrillo y mosaicos calcáreos; de un artesanado conformado por maestros albañiles, frentistas, herreros y carpinteros y de las posibilidades que brindaba la tecnología aportada por la revolución industrial. Así se importaron perfiles de hierro que combinados con tejuelas sirvieron para la realización de las conocidas “losas de bovedilla” o fueron soporte de las mamparas de vidrio, llegaron también las chapas galvanizadas para las cubiertas y se incorporó el sistema de losa sanitaria con desagüe a los modernos tendidos cloacales.

Otros detalles lo constituían los revestimientos de zaguanes que podían ser de mármol, o conformado por piezas de gres esmaltadas; los umbrales de carrara y los balcones de hierro; los pisos de pinotea sobre estructura de madera que permitían ventilar los cimientos al disponer de una cámara de aire que separaba el suelo natural del piso de la vivienda. Algunos casos llevaban doble sistema de puertas, uno sobre la línea municipal y la otra (cancel) para ingresar al vestíbulo.


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