Recopilación histórica

Políticas educativas para el nivel inicial de Santa Fe: una apelación a la memoria

La obra de Adriana Hereñú reúne un minucioso análisis de las circulares y los boletines de educación emanadas desde el Ministerio de Educación y Cultura de la Provincia de Santa Fe entre los años 1974 y 1984.
15-12-2021 | 10:12 |

Foto:Gentileza.
Ariel Gustavo Pennisi


La minuciosa y comprometida investigación de la profesora en Ciencias de la Educación y magister en Políticas Públicas para la Educación Adriana Hereñú fue declarada de interés provincial por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe el día 18 de noviembre del corriente año. Fue presentada con el sello editorial Homo Sapiens el pasado martes 7 de diciembre en la ciudad de Rosario. Desde Mirador Provincial nos acercamos a la autora y dialogamos sobre su destacada labor, donde entre otras cosas afirmó que: “Apelar a una rememoración de lo vivido en las aulas por los protagonistas de esta historia reciente es una apelación a la memoria que nos permite ejercer una resistencia no sólo en contra de un olvido cómplice de los poderosos que pretenden imponer sus condiciones a cualquier precio, sino también para no perder de vista la necesidad de pensamiento, la actitud de reflexión, de desnaturalización de los indicios que siempre rondan fantasmales augurando posibles tragedias por venir”. Para ella la democracia no es un lugar de arribo, sino que se construye y se defiende.

La memoria, aquel imperativo
Importante es para la autora el papel de la memoria en las aulas donde debe ocupar un rol contrario al mero recuerdo: “Tiene que ver íntimamente con la transmisión de un bagaje cultural que la escuela ha asumido como su tarea fundamental: la transmisión formal de la cultura” siendo “un imperativo por nuestra condición de mortales, ante nuestro acotado tiempo vital, no queda lugar más que para un pasaje de lo que hemos podido aprender. Los nuevos van haciendo con ese legado unas resignificaciones, unas diferencias que nos salva de convertirnos en clones de nuestros antepasados”.

Admite que no todo es tan simple: “Es un campo de lucha el qué y el cómo transmitir un legado cultural; es un campo de lucha política. La conmemoración del Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia es un ejemplo, porque no da igual que exista o no esa conmemoración obligatoria en las escuelas y sabemos que para algunos sectores ideológico-políticos esa fecha se recordaría de otro modo si lograran detentar el poder. El pasado que amenaza siempre con su intangibilidad; ese pasado sólo es concretizado muchas veces en la forma de un sobresalto; una irrupción en el pensamiento y en el cuerpo que es afectado. No hay recuerdo sin afectividad. El pensamiento está siempre enlazado en nuestra sensibilidad” y ubica una crisis de época “estamos en medio de una crisis poética, de la posibilidad de crear algo nuevo, de habilitar unos espacios y unos tiempos que se pongan a disposición de cada uno y al servicio de una sensibilidad que, enlazada al pensamiento, propicie un espacio abierto a la inteligencia”.

Sobre la obra
-¿Qué te estimuló a sumergirte en la arqueológica tarea de reconstruir las políticas educativas del período abordado por este libro?

-Desde siempre me ronda la inquietud de estudiar y de escribir acerca de la década del ’70, especialmente el crucial momento de ascenso de la lucha popular, del gobierno democrático que asume con Cámpora, la liberación de los presos políticos, y de cierta manera también de la alegría que significó para los militantes y simpatizantes del peronismo el retorno de su líder luego de 18 años de exilio y de proscripciones. En medio de esa tremenda efervescencia, la tragedia, la violencia que comenzó antes del golpe y que el 24 de marzo del ’76 se impuso en todos los órdenes de manera contundente y trágica. Quedaron en mi recuerdo para siempre porque en mi familia se vivieron esos momentos con mucha angustia por amigos y vecinos que sufrieron desapariciones, encarcelaciones, torturas y exilios. Siempre pensé especialmente en las condiciones de clandestinidad, de huida que algunos tuvieron que vivir en esas circunstancias, en las tramas sociales y comunitarias que se armaban para cubrir, cuidar, proteger. Especialmente me interesaba y todavía me interesa, saber cómo habían vivido esos momentos los niños. En el marco de mi tesis, tenía que vincular esas inquietudes con las políticas educativas y desde allí surgió el tema, conversando con Graciela Frigerio, la directora de la maestría que yo estaba cursando. Ella me sugirió hablar con Carolina Kaufmann, que se ha dedicado al tema toda su vida y de hecho ha escrito y coordinado los tomos “Dictadura y educación” y otros textos afines. Comencé a trabajar con Carolina definiendo la problemática y al unísono, La profesora Silvia Pezoni que en ese momento era la directora provincial de Educación Inicial del Ministerio de Educación de Santa Fe. Me entregó una carpeta con documentos curriculares del nivel durante el período de la dictadura y allí comencé a trabajar con esos documentos y a buscar otros llamados circulares de educación y boletines de educación consultando en bibliotecas, con amigas y compañeras/os directoras/es de escuela. Cuando tuve el material fue fácil delimitar el tema porque además, no había trabajos sobre políticas educativas en el nivel inicial en Santa Fe durante la dictadura. Luego compuse un panorama con los testimonios de docentes, directores que vivieron y habitaron las escuelas y los jardines de infantes en la dictadura. Los funcionarios a quienes entrevisté fueron los que ocuparon cargos durante el año ’84, o sea en el inicio de la democracia posdictatorial, una “primavera” no carente de obstáculos y complejidades. La idea del libro fue dar un esbozo de los dos períodos democráticos, el breve anterior y los años ’83, ’84 que inauguraron un largo recorrido que continúa hasta nuestros días. En el ’84 se llevaron a cabo unas jornadas llamadas “Mesas de trabajo” que fueron un intento democratizador de amplia discusión, interesante, pero no sin complejidades y dificultades políticas donde el enfrentamiento de distintas fuerzas hizo que fracasara y que saliera un ministro, el doctor Domingo Colasurdo, a quien entrevisté, con todo su equipo y fuera reemplazado por otro más afín a los nuevos alineamientos del gobernador de entonces, Vernet. Esos documentos me los prestó José María Tessa que era el director de Enseñanza Primaria y Preescolar en el ’84 que al irse del ministerio se llevó, por suerte, la carpeta con los textos que se habían elaborado para enmarcar la discusión en las mesas de trabajo y también con las conclusiones de esas jornadas de discusión que los y las docentes experimentaron.

-¿Cómo fue el acceso a la información?
-Fue difícil encontrar los documentos porque en ese momento la biblioteca pedagógica se encontraba en plena mudanza y todos los materiales estaban guardados en cajas. No podía ir al archivo jurisdiccional, porque no tenía datos precisos. Hay mucho material, compilado en libros, por cada año y yo tenía una década completa para investigar. En total me llevó tres años de trabajo. Al encontrar los boletines y las circulares, que eran documentos que llegaban a las escuelas, fue más fácil porque allí estaban los datos que necesitaba para buscar en el archivo, por ejemplo, números de resoluciones o decretos y fecha. Me los facilitaron dos compañeras directoras de escuela que los encontraron guardados en las bibliotecas escolares. Por eso, quienes nos interesamos por el trabajo con archivos, siempre reclamamos una política de archivos, como modo de construir una sociedad más democrática ya que es necesario el acceso a la información sobre los hechos y las decisiones de los que gobiernan, y como modo de investigación histórica. Además esos documentos, los boletines y circulares contenían información curricular y didáctica destinada a los docentes, que analizo en el libro. En las escuelas se leían y se implementaba, en general, lo que allí se planteaba desde los equipos técnicos ministeriales. Luego me llevó un año más convertir ese trabajo académico en un libro.

-Con respecto a las entrevistas desarrolladas a los distintos actores, ¿encontraste algunas huellas particulares del momento histórico abordado?
-En las entrevistas se puede leer con claridad el modo en que se habitaban las escuelas en la dictadura y lo más interesante, creo, son los intersticios, las tretas que cada uno iba pudiendo hacer, ocultando, transgrediendo, protegiendo a otros. Y también construyendo lentamente una red y unas maneras de trabajar y de comunicarse que luego, en la apertura democrática con toda la avidez, pudieron poner de manifiesto en las jornadas de discusión. O sea que a pesar del autoritarismo, hubo también unos intentos, en la medida de lo posible, de construir pequeños espacios de participación en la adversidad, un repliegue que no dejó de ser creativo.

Sobre los diseños curriculares
-Los diseños curriculares de aquel entonces ¿qué tipo de sujeto pedagógico cree que se pensaba construir?

-En uno de los capítulos del libro analizo un documento curricular para el nivel preescolar que tuvo una corta vigencia porque, puesto en vigencia en el ’83, se derogó en febrero del ’84, lógicamente porque era producto del trabajo, durante dos años, en dictadura, con jardines de infantes que realizaron una experiencia piloto y equipo ministerial nombrado por las autoridades de la dictadura. Este currículo fantasmático que estuvo, pero no estuvo fue elaborado desde un posicionamiento tecnicista, basado en objetivos por dominio donde se usaba la famosa taxonomía de Bloom y donde uno de los popes de la pedagogía de la dictadura, el militante del Opus Dei español Víctor García Hoz, aparece en la bibliografía. Se interrumpe a partir de la dictadura, o se intenta, un recorrido creativo del nivel inicial que encuentra su auge en los ’60 con talleres, rincones, experimentaciones. Siempre fue un nivel muy activo y abierto a nuevas vertientes pedagógicas y didácticas. Además del ya mencionado, de cortísima vida, el primer diseño que se puso en vigencia en Santa Fe y duró muchos años fue el derivado de la ley federal de educación, denominado diseño curricular jurisdiccional. Ese diseño de los ’90 está en consonancia con la postura de los ’90, aparecen delimitadas las áreas de conocimiento. Por ejemplo, que históricamente el nivel trabajó en forma globalizada o integrada, sólo lo menciono porque ese diseño y esa época no es el tema de este libro. Al sancionarse la nueva ley de educación nacional número 26.206/06 y derogar la anterior, se requería la formulación de un nuevos diseños, que no se concretó todavía (tampoco en educación primaria). Aunque creo que se está elaborando, espero que así sea. No me parece que se haya repetido una convocatoria tan amplia como la que se experimentó en ese año ’84 con las mesas de trabajo. Si el ministerio encarara seriamente la construcción de los diseños para primaria e inicial, me parece que sería conveniente, justo y necesario realizar una amplia convocatoria de discusión sobre la base de unos documentos que la enmarquen y con la posibilidad de contar con equipos que puedan recuperar esas discusiones y opiniones de los docentes para la elaboración de los diseños.

Adriana Hereñú culmina su diálogo con una preocupación que atraviesa y excede al sistema educativo, poniendo en riesgo incluso el actual estado democrático, “la posibilidad de consolidación de los neofascismos”, afirmando que “es imprescindible desnaturalizar, tomar consciencia y discutir profundamente acerca de todo lo que nos habita porque la democracia no es un lugar de arribo, es una construcción que con todos sus avatares, pujas, conflictos, tragedias, es imprescindible seguir protegiendo y construyendo”.



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