Se cumplieron 25 años de una cumbre histórica

Carlos Rassol, de Rufino al pico del Aconcagua, con el cielo como límite

Tiene 55 años, nació en Rufino y alcanzó más de 25 cumbres por encima de los 4.500 metros sobre el nivel del mar. Los ascensos comenzaron en los '90 y este mes celebró los 25 años de aquella cumbre gloriosa en el "techo de América". Su historia de aventuras infinitas es inspiración para todos quienes persiguen un sueño.
04-02-2022 | 13:20 |

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En 1997 el rufinense logró hacer cumbre en el pico más alto de la Argentina. Foto: Gentileza.


Ana Inés Dobal


"El 14 enero de este año se cumplieron 25 años de la cumbre que logré en 1997", contó para empezar con la aventura del ascenso al Cerro Aconcagua en la cordillera mendocina. "Ese día y año resultaba casi imposible hacer cumbre de un modo predeterminado, teniendo en cuenta el clima, mi estado físico y demás contingencias. Se cumplían, además, 100 años de la primera ascensión a este pico, por lo que, para empezar, ya se sucedía un buen número de sincronías".

El cerro Aconcagua se ubica en el departamento de Las Heras, en la provincia de Mendoza -en el noroeste provincial-, al centro-oeste de la República Argentina. Se encuentra dentro del Parque Provincial Aconcagua y es la cumbre más alta de los hemisferios sur y occidental.

Carlos Rassol es uno de los aventureros rufinenses que logró transitar la aventura extrema con éxito y abrazar su cima. Según detalla el montañista en diálogo con Mirador, "esta expedición -refiriéndose al equipo al que se sumó para ascender en el '97- era inglesa y estaba comandada por Fitz Gerald y por el guía Mathias Zurbriggen, de origen suizo, quien logró por primera vez la cumbre. Unos meses antes de esta fecha, crucé la cordillera desde Mendoza a Chile en bicicleta, y a mi regreso tomé la decisión de escalar el Aconcagua (6.962 msnm)".

Con confianza en su corazón, pasión por la aventura y sed de victoria ante cualquier propósito por delante, Rassol deja ver que no se anda con chiquitas, cuando de desafiarse se trata; su convicción al parecer inquebrantable, direccionó con aquella decisión, sus pasos hacia el cielo, para encontrar en él su límite. Carlos comparte, además, que todos los hitos históricos que hicieron de este intento una amalgama tan especialmente insospechada, o "del destino", fueron conocidos por él, tiempo después. "Indagué mucho hasta que di con los organizadores de la Expedición Centenaria, que tenía como cometido ascender e intentar la cumbre. Después de varios intentos y presentación de solicitudes, me admitieron para formar parte de la misma, que contaba con 25 miembros, entre ellos su jefe Alejandro Randis (ex director de la escuela de guías de alta montaña y leyenda del montañismo); el bisnieto de Zurbriggen; Dave (quien reside en EEUU y fue invitado especialmente a formar parte del grupo), entre otros referentes del montañismo internacional". De todos los que constituían esa gran expedición, solo cuatro llegaron a la cumbre, y uno de ellos fue "nuestro" Carlitos Rassol.

Del llano a la cumbre
En las altas cumbres el clima cambia permanentemente y un pronóstico de cielo despejado y vientos leves a temperaturas bajo cero, puede transformarse de un momento para otro, en un temporal insuperable para la resistencia humana, incluso cuando de hombres "súper héroes", como quienes encaran estos retos, se trata. En sus palabras: "Una semana antes de la fecha imperaba el mal tiempo, y como jugada del destino, solo tuvimos 24 horas de buen tiempo, y estando en 'Nido de Cóndores', una de las estaciones de acampe durante el ascenso, a 5.300 msnm, hicimos el salto a la cumbre a casi 7.000 msnm y logramos la cima en esa fecha histórica, luego de ascender y aclimatarnos durante 13 largos días en la montaña". Así resume, como si se tratase de una historia corta, su increíble trepada hacia la cima de América, este hombre dedicado al turismo en sus horas laborales, pero disciplinado, de naturaleza aguerrida y personalidad intrépida, que salió del llano Rufino para conquistar las más altas cumbres del mundo.

En Argentina: las sierras de Córdoba, luego Mendoza, a lo largo de la Cordillera de los Andes, hasta la Cordillera Alvear, que es la más austral, en cuya cumbre llevó un testimonio en homenaje al Dr. René Favaloro, a un año de su fallecimiento. Entre las más relevantes de su aventurada vida, Carlos ascendió el Aconcagua (más alta de Occidente), Kilimanjaro (más alta del continente africano), Cotopaxi (volcán activo más alto del planeta) y Mont Blanc (más alta de Europa Occidental).

Con respecto al trabajo que necesita sostener con disciplina y dedicación a nivel físico y mental para afrontar el montañismo a este nivel, comparte: "Dependiendo de la montaña, el entrenamiento es casi todo el año, estudiando variantes, información de los lugares, continentes, y en lo físico, correr, bicicleta, gimnasio y, sobre todo, trabajar lo más importante, que es la mente, la convicción de sobrevivir entra la roca y el hielo a más de 7.000 metros de altura durante 24 días -como me ocurrió en los Himalayas en Nepal-; sin dudas que la cabeza juega un papel prioritario!".

"Mi cabeza siempre voló"

"Siendo del llano -por la Llanura Pampeana- eso nunca fue un impedimento para ningún desafío, mi cabeza siempre voló, en mi casa, de sobremesa, siempre se habló del mundo: historia, literatura, cultura; ese fue mi motor e impulso, la influencia sobre esto de mi padre fue de gran relevancia para mí, ya que él también había tenido estas experiencias, que son una filosofía de vida, que no solo se centra en las montañas", describió Rassol.

Este aventurero no se quedó solo con la montaña: "También tuve desafíos como navegar el río Amazonas, internarme en la selva, ir al extremo en el desierto en los Emiratos Árabes o en el Sahara del Magreb en el norte de África… me adentré a las profundidades buceando en el mar Caribe, Océano Índico y la gran barrera de coral en Australia, entre otros, y viajé en moto desde Rufino hasta Río de Janeiro ida y vuelta -casi 7.500 kilómetros de viaje-".

Aprendió a pilotear aviones desde el año '88, voló en la Patagonia y también supo navegar a vela y motor, obteniendo la licencia de timonel de embarcaciones, que es otra de sus grandes pasiones. "Con la navegación a vela tuve una experiencia extraordinaria en el mar de Nueva Zelanda, y en este momento de mi vida estoy enfocado a perfeccionarme sobre esta pasión, y quizás, si soplan buenos vientos, sueño con cruzar el Atlántico", expresó emocionado sobre el desafío que lo mantiene motivado. "En realidad, siento una enorme fuerza interna hacia la aventura, por lo que la geografía no me limita, sino que es mi mente la que me impulsa". "Siempre me trae al recuerdo la frase de los miembros de la expedición Atlantis, quienes cruzaron el Atlántico en balsa en los '80... y tengo el honor de conocer a miembros de esa tripulación: 'Que el hombre sepa que el hombre puede'. Y a esta frase también le adopté de un expedicionario antártico, Norman Voughan: 'Sueña en grande y atrévete a fallar'".

Llegar a la cima

Cuando después de tanta historia que roza la fantasía o versa lo humanamente imposible, mucho más tratándose de un paisano del pago que los locales conocemos, de toda la vida, cada historia entre tantas, nos deja atónitos. Y cuando le preguntamos por lo que se siente al "llegar a la cima", responde con sonrisa cómplice, reconociendo el gusto por las montañas de quien desde la Redacción lo entrevista: "Te vuelvo a regalar lo que para mí es quizás la mejor definición del sentimiento en la cumbre, cualquiera sea y no importa que solo sea en la montaña. La Cumbre: cuando te das cuenta de que faltan solo un par de horas y de que llegas o llegas, empieza la emoción. Das pequeños pasos en nombre de los que amas. Cuando llegas a la cruz, el pecho se te rompe y empiezas a llorar. Te abrazas con tus amigos y seguís llorando. Mirás para abajo y te das cuenta de que 'todo queda para abajo'. La cruz es fría. Los glaciares son lechosos. El horizonte es curvo, y allá al fondo se adivina el mar. Esto es vida, pensamos. Nunca la vida tuvo la sangre tan caliente. Nunca el cielo tuvo la cara más azul y nunca fuimos más fuertes, sabios y pequeños. Solo estando enamorados el tiempo nos había dejado mirarlo a los ojos. Durante media hora, la muerte no existe y la vida es hermosamente clara. Gracias, decimos a la voluntad indomable sobre la piedra y la nieve. Y brindamos a 7.000 metros contra el olvido, la muerte y el miedo"

Anécdotas del viaje

"En los Himalayas tuve una alucinación por hipoxia a más de 7.000 msnm y vi un perro chow chow negro, ¡que nunca existió!... cruzarme y saludarme con Carlo Benetton en el Aconcagua, y enterarme después quién era. Vivenciar y ver avalanchas, historias con porteadores sherpas (los hombres oriundos de los himalayas que suben y bajan cargas de los alpinistas). Esta anécdota podría decir que es de las más importantes que compartir para mí: Estos hombres valerosos me obsequiaron un 'Jata'', que es como una pañoleta que se entrega a alguien por quien se siente respeto... fue de los obsequios más preciados para mí".

Cuando lo invitamos a inspirar a quien pueda leer esta historia para que se atreva a perseguir su objetivo dijo: "No solo la montaña, sigan sus sueños, ¡la vida es corta y el mundo enorme! Sueñen en grande y atrévanse a fallar; la montaña, como los ambientes inhóspitos o duros, hacen que uno en su desnudez, conozca su interior, ya que en la comodidad de la vida cotidiana estamos tan distraídos con tantas cosas, que casi nunca miramos hacia adentro, y es aquí donde reside lo verdaderamente trascendente", cerró emocionado.

"Una cosa más: Cuando a George Mallory, quien se cree fue el primero que escaló el Everest en la década del '20, en la Royal Society en Londres, le preguntaron por qué intentaba dicha cumbre, solo respondió: ¡porque está ahí. El cielo es el límite!", sentenció el caminante del cielo desde la ciudad más austral de la provincia de Santa Fe. Que el vasto mundo nos sacuda el miedo y nos inspire a descubrirlo sobre nuestros pies y abrazándolo con nuestras manos, que las pantallas nos suelten la mirada y podamos ver a los ojos el cielo estrellado, infinidad de veces, por infinidad de paisajes, transitando infinidad de desafíos increíbles.



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