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El Corso Matecito es una de las fiestas populares más importantes de Gualeguaychú, no sólo por su historia y arraigo cultural sino por la oportunidad económica que representa para diversas ONGs, clubes y comisiones vecinales que encuentran la oportunidad de generar ganancias mediante el trabajo en las cantinas.
Estéticamente, el Matecito sigue manteniendo las raíces del carnaval con las tradicionales vestimentas murgueras: levita, casaca o rumbera; pantalones o polleras; galeras, sombreros y guantes confeccionados en telas brillantes, como raso o tafeta. No está permitido, por reglamento, usar plumas ni ornamentar los trajes como en el Carnaval del País.
Entre los integrantes de las murgas y el público no hay barreras. Hay quienes salen a bailar con algún personaje, se sacan una foto y luego regresan a sentarse a su silla, o al cordón de la plazoleta del bulevar que oficia de circuito y escenario. Los gurises (y no tan gurises) mientras tanto juegan con espuma.
En diálogo con MIRADOR ENTRE RÍOS, el murguero y guía del Museo de Carnaval de Gualeguaychú, Alejandro Bullay, señaló que “el corso popular es la fiesta del pueblo, los barrios lo viven con un gran sentimiento de pertenencia y toda la familia lo espera para liberar la alegría. En lo personal, no puedo explicar con palabras lo que significa, solo hay que vivirlo”.
Categorías
En la actualidad, el corso popular cuenta con tres categorías:
Murga tradicional: Esta es una agrupación carnavalera cuya característica principal es la ejecución de canciones –que pueden ser inéditas, recitados o sátiras–, sin amplificación y con cornetas. Además, se utilizan bombos, redoblantes, platillos, sicuayos, casetas y panderetas. Este tipo de murga no debe representar un tema específico, basta con en el colorido de sus trajes y la diversión de sus integrantes.
Murga temática: utiliza los mismos instrumentos que la murga tradicional (incluidas las cornetas), pero a diferencia de esta, la murga temática sí debe desarrollar un tema alegórico.
Conjunto carnavalesco: Es una agrupación de libre expresión que no utiliza cornetas, pero sí instrumentos de percusión con los cuales realiza los cortes propios de los corsos populares. Además, debe desarrollar un tema determinado, como hacen las murgas temáticas.
De la edición 2022 han participado las siguientes Murgas y Conjuntos Carnavalescos:
Murga Temáticas: Panza Verde y Tres Deseos.
Murgas Tradicionales: Los Cocoliches, Luceros del Norte, Gurises del Oeste, Los Joelitos y La Jarana de Lxs Locxs
Conjuntos Carnavalescos: Los Abuelos Divertidos, Los Caciques del Norte, Los Colombianos, Los Purretones, Los Revolucionarios, Mainumby, Tropicales del Sur y Vieja Fantasía.
El origen del nombre
El corso popular de Gualeguaychú lleva el nombre de un payaso, el payaso “Matecito”, interpretado en cada carnaval por José Antonio Blanc. Matecito hacía reír, era parte esencial del carnaval y también solía salir a repartir caramelos por los barrios periféricos.
La corneta murguera es un instrumento musical autóctono de la ciudad de Gualeguaychú que está presente en sus corsos desde los últimos años de la década del 30.
Según “Caimán” García, hijo de familia de murgueros, la primera murga en introducir la corneta fue “Los Locos del 4° Piso” junto a “Los Vacantes”.
Hasta hace muy poco tiempo se la categorizaba como instrumento de viento, pero tras la apertura del Museo del Carnaval se realizaron estudios que determinaron que la corneta forma parte de la familia de los “membranófono” ya que para que produzca sonido no hay que soplar, sino tararear la melodía.
Un posible antecesor de la corneta de Gualeguaychú es un instrumento español denominado “pito de Cádiz” o el “Cazoo”. Estos comparten con la corneta el estilo de la boquilla, pero no tienen el “embudo” como amplificación.
En julio de 2017 se instaló en la Costanera del Tiempo una corneta gigante –de 4 metros de largo y un diámetro de 3,20 metros– y a escala, que puede incluso ser ejecutada. La obra fue realizada por el artista plástico Martín Naef a pedido de las autoridades de la Municipalidad de Gualeguaychú, que por entonces se encontraban revalorizando ese espacio público y quisieron colocar allí un elemento que representara a la cultura de ciudad.
Las primeras reglas carnavaleras
El Museo del Carnaval atesora un decreto del 1880, mediante el cual la alcaldía de aquellos años reglamentó el carnaval de Gualeguaychú.
Allí quedó establecido que “el carnaval de agua comenzará a las 11 horas de la mañana con repiques de campana y culminará a las 16 horas, se prohíbe jugar con aguas sucias”, y también “se prohíbe jugar con huevos” que, según la tradición española, consistía en cascar un huevo de gallina, vaciarlo y rellenarlo con agua sucia.
Finalmente, el decreto dejaba también prohibido “jugar a caballo”.
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