Streaming: “Anatomía de un escándalo”

Formulas vistas en un thriller entretenido pero olvidable

 La miniserie británica de seis capítulos rápidamente se posicionó entre los más visto en la plataforma Netflix. Avanza tomando elementos del drama judicial y el thriller político en pos de profundizar en torno a temas como el ejercicio y abuso de poder así como el consentimiento en las relaciones intimas.
01-05-2022 | 11:44 |

Foto:Mirador
Por Cristian Oliva

Apenas un puñado de días bastaron para que la producción británica “Anatomía de un escándalo” figure dentro de la lista de los contenidos más vistos de la plataforma Netflix en nuestro país.
La miniserie creada por el veterano de la industria David E. Kelly (ganador de 11 premios Emmy con producciones como “Big Little Lies”, “Chicago Hope” y “Ally McBeal”) y Melissa James Gibson (House of Cards) llegó con claras intenciones de profundizar algunos de los temas que internacionalmente el llamado “MeToo” puso en las primeras planas. Masculinidades toxicas, abusos sexuales, el ejercicio y peso del poder, así como el debate en torno al consentimiento en las relaciones intimas son muchas de las cuestiones que en la última década, más allá de sus errores, finalmente se han instalado en los medios de comunicación. Nuestro país no fue la excepción y en 2018 frente a la denuncia de la actriz Thelma Fardín contra Juan Darthes, el movimiento acompaño una ola de denuncias por abusos sexuales encumbradas con el hashtag #MiráCómoNosPonemos.
Este interés genuino del publicó así como la actualidad del tema posibilitaron la concreción de esta exitosa miniserie de apenas seis capítulos de duración que se desarrolla tomando claros elementos del drama judicial y el thriller político y sexual.

La serie

“Anatomía de un escándalo” adapta el best seller de Sarah Vaughan del mismo nombre publicado en 2018. El protagonista es James Whitehouse (Rupert Friend, de Homeland) un ministro de alto vuelo en el gobierno británico que se encuentra en el mejor momento de su carrera. Lleva una vida en apariencias tranquila junto a su mujer Sophie (Sienna Miller) y sus dos hijos en uno de los barrios más refinados de Londres. Esta perfección lo posiciona como uno de los políticos con mayor popularidad y proyección. La calma se verá interrumpida frente a la divulgación en los medios de comunicación de la noticia de que Whitehouse mantuvo a lo largo de cinco meses una relación sentimental con una de sus empleadas del parlamento, la joven Olivia Lytton (Naomi Scott).
La noticia sacude a su esposa y James se verá obligado a brindar explicaciones tanto a ella como a la hostil prensa con el fin de salvaguardar su carrera política.

La trama, que honestamente no es nada que no hayamos visto antes en tv y cine, escalará cuando frente al escándalo, Olivia acuse al protagonista de haberla violado en un ascensor poco después de haber concluido su relación. Entonces la hasta entonces apática esposa que preservaba la figura de su marido defendiendo lo indefendible, comenzará a poner en duda las justificaciones de este.
Una vez judicializado el caso, entrará en escena Kate Woodcraft (Michelle Dockery, de Downton Abbey), la fiscal del caso con una historia que iremos conociendo poco a poco.

Lo objetable del guión es que avanza con un timming y modalidad que por momentos recuerdan a producciones de otra época. Un estilo tradicional, bastante plano y superficial que contrasta notablemente con producciones del mismo estilo y mucho mejor ejecutadas. David E. Kelley, con “Anatomía de un escándalo” parece volver a sus fuentes tomando elementos de lejanas producciones que estaban muy bien a fines de los ochenta y principios de los noventa pero que en la actualidad deberían tomarse con una mayor responsabilidad. Es de alguna manera, un problema de tonos, aquí su productor no parece encontrarlo, abordando con demasiada ligereza agresiones sexuales y denuncias de violación. Algo confuso, sobre todo si tenemos en cuenta su buen tino con series como “Big Little lies” y “The Undoin” que han convencido tanto a la crítica como a los espectadores y que se alejaban de las débiles moralinas que inundan la miniserie.
A medida que avanza la trama estos rasgos se acentúan y el tono netamente amarillista se adueña del terreno. Si en el principio de la historia el análisis sobre la violencia de género era débil, en el tramo final de la producción queda totalmente relegado. La serie tenía todo para construir un debate serio en torno al consentimiento sexual y los abusos (sobre todo cuando estos se dan en el marco de una relación) y claramente lo desaprovecha. El tono narrativo así como los giros ficcionales, parecen responder solo a una premisa, retratar escándalo tras escándalo de manera sensacionalista. Incluso es confusa la desaparición en los capítulos finales de personajes que deberían ser claves.

Como puntos altos podemos mencionar el apartado técnico. Hay, más allá del buen uso de las cámaras, un nutrido despliegue de técnicas en pos de comunicar la revolución que viven los personajes por esas horas. Es menester precisar que algunas decisiones visuales pueden resultar algo excéntricas (el abuso de la cámara lenta y movimientos cuanto menos raros) pero lo cierto es que hay una clara intención de innovar.

La serie también relata mediante el uso de flashbacks, la vida universitaria de James y las fraternidades británicas, caracterizadas por la impunidad y el maltrato de muchos de sus miembros, todos jóvenes de clases altas. En la búsqueda del origen de estas conductas hay soluciones de continuidad muy bien resueltas. Los personajes interactúan con el presente y pasado y no se siente para nada forzado.

Las actuaciones son correctas destacándose apenas por sobre el resto la actriz Siena Miller, quién como dato anecdótico, vivió en carne propia el acoso desmedido de la prensa sensacionalista (su entonces prometido Jude Law se acostó con la niñera de sus hijos).

“Anatomía de un escándalo” pierde peso y fundamentos con el correr de los minutos, dando siempre la impresión de que todo lo que tenía que ofrecer lo hizo en un principio. De guion previsible, transita sus minutos lejos del drama sobre la violencia de género y cercana a fórmulas de telenovela melodramática.

Así y todo, es un producto entretenido que, sostenido por la brevedad de su extensión, consigue disfrazar muchos de sus puntos flacos. Sus capítulos invitan a seguir el visionado con sorpresas siempre al final de los mismos. Una historia que el espectador rápidamente dilucidará y, quizás y más allá del reproche, ahí radica la gracia y el secreto de su éxito.

Actualmente se especula con una segunda temporada qué, de acuerdo a la intención de sus creadores, diseccionará un escándalo diferente.



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