Madres y padres organizados

El club rosarino que aplicó un protocolo contra balaceras y que ya lo tuvo que usar

Se trata de una síntesis que puede resumir lo que está atravesando la ciudad en materia de inseguridad vinculada al narcotráfico, que solamente en el mes de abril tuvo más asesinatos que días.
02-05-2022 | 17:16 |

Foto:Mirador
Por Ignacio Pellizzón

Argentina 78, así se llama el club de barrio del Gran Rosario que apenas estableció un protocolo contra balaceras ya lo tuvo que aplicar. Se trata de una síntesis que puede resumir lo que está atravesando la ciudad en materia de inseguridad vinculada al narcotráfico, que solamente en el mes de abril tuvo más asesinatos que días.

La institución, que tiene la impronta de los viejos potreros que prácticamente ya no se ven en Rosario, está ubicado desde hace más de 40 años en el barrio Empalme Graneros. Este refugio deportivo y de contención para cientos de pibes y pibas está ubicado en el medio entre dos bandas de narcotraficantes que disputan el territorio.

Ante la incesante cantidad de balaceras que se escuchan a diario a metros de donde están jugando al fútbol, las madres y padres, junto con la Comisión Directiva, decidieron establecer un protocolo contra los disparos.

Resulta que los barrios Ludueña y Empalme “están en conflicto de bandas” y tratan de “eliminar la competencia”. Si bien siempre hubo conflicto, “desde comienzo de año esto se desmadró”, contó a Mirador Provincial Martín, padre de uno de los chicos que juega allí y vecino del barrio.

El drama es que la balas ahora pasan cada vez más cerca, mientras los pibes y pibas están practicando fútbol. La situación se agravó porque “si a los soldaditos de los bunkers no les gusta una cara empiezan a disparar a cualquier lado”. Esto genera que se cancelaran muchas prácticas.

Para salvaguardar a las personas y evitar tragedias, establecieron un protocolo de seguridad que consiste en que, si se escuchan balazos, “todos tienen que correr hasta el bar del club” y quedarse agachados y escondidos “hasta que vuelve la calma”. Recién en ese momento, “pueden salir e ir para sus casas”, detalló Martín.

La violencia en Rosario está sin límites. Durante abril hubo más asesinatos que días con un total de 35 homicidios, según un conteo periodístico. Se trata del índice más alto desde hace casi una década cuando en octubre de 2013 se registró un total de 32 muertes al igual que en enero del 2014.

Lo más asombroso de haber aplicado el protocolo en el club Argentina 78, es que al día siguiente tuvieron que aplicarlo por primera vez frente a una balacera. Peor aún es que a los dos días les pidieron a los vecinos que “no vayan al club”, porque había aparecido una persona fallecida en las vías de Felipe Moré.

“Está cambiando la significación de inseguridad, porque ya no se trata de un robo, sino de tiros a matar. Acá –en Empalme Graneros- lo que hay es mucha violencia. Son combinaciones muy duras. Y los clubes no escapan a esta situación. Hay mucho miedo en el barrio y el peligro de que aparezca alguno con una ametralladora y empiece a disparar, es real”, aseguró el padre.

Un recuento de cifras y casos, que suelen presentarse aislados, ayuda a dimensionar la gravedad de la situación. Por ejemplo, la actual tasa de homicidios en la provincia de Santa Fe, que triplica la media nacional, muestra un aumento de casi el 50% en dos años e implica un retroceso que la retrotrae a índices pico registrados en 2013, según los datos públicos, validados por la Justicia en lo criminal santafesina.

Argentina 78 es un típico club como “los que habían antes”. “Es uno de los pocos que sobrevivió”, agregó Martín y siguió: “Acá practican fútbol más de 600 chicos y chicas. La cuota es de 600 pesos mensuales y abarca seguro médico. Hay una comisión bien armada y que se encarga de todo”.

Frente a los incesantes hechos de violencia, son muchas las familias que quieren mudarse del barrio, “pero no todos pueden”, asegura el referente barrial. Es que la situación económica no es favorable para la gran mayoría y “no todos cuentan con la posibilidad de irse”.

Los vecinos y vecinas buscan obtener los recursos para poder cercar el club con un muro que los proteja de los tiros, aunque sea “para estar un poquito más resguardados”. Se trata de un contexto “muy dramático” y “es una tristeza muy grande lo que pasa, porque uno no se resigna a que, por ser de barrio y pobre, no podemos tener un lindo futuro feliz, pero no lo podemos hacer; es totalmente injusto”, cerró el vecino.
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