Hablemos del teatro

Héctor “Piripincho” Ansaldi y su poiesis artística

Vuelve Piripincho con un espectáculo para encontrar el equilibrio interior, donde nos descubrirá que el cerebro y el corazón están unidos como por un hilo invisible que conecta los sentimientos con los pensamientos. La vigencia de un clásico rosarino según pasan los años.
07-07-2022 | 14:52 |

“Mi infancia se limitaba a crear, imaginar y estar solo”, confiesa Héctor Ansaldi.
Foto:Gentileza.
Gisela Mesa [email protected]


Héctor Ansaldi, conocido artísticamente como “Piripincho” vuelve a las tablas rosarinas. Piripincho por salut, un espectáculo en donde hará las delicias del público infantil y de los adultos que inundamos la sala con personajes invitados y canciones, mucho color y mucho brillo. Un clásico siempre vigente en su teatro. Todos los días de vacaciones de invierno a partir del domingo 10 de julio, a las 16, en Teatro Caras y Caretas (Corrientes 1.518). Mirador Provincial mantuvo una charla con el dramaturgo para conocer sus comienzos y sobre su mirada de la infancia en pandemia y su punto de vista del teatro independiente en Rosario.

Reconéctate con tu corazón de alcaucil
-¿Cómo surge esa pasión por el teatro? ¿Recordás algún momento determinante que te hiciera descubrir tu vocación?

-Mi pasión por el teatro empieza a los siete años cuando me enamore de una actriz de cine, una niña, Hayley Mills. No era una película para niños, pero mi madre me lo comentó y me hice la cabeza, hasta que insistí para ver la película aunque fuera prohibida para 18 años. Era “La Bahía del tigre”, y quedé alucinado con la actriz, y la pasión del cine, Londres, la niebla, etcétera. A partir de ahí todo lo que hacía se remitía a querer ser actor de cine.

Mi padre me dijo que era muy difícil hacer cine en Rosario, en los años cincuenta. Que más fácil era el teatro. Allí comenzó mi búsqueda de “el teatro”. Lo buscaba como si fuera un ente, algo mágico. Faltaba a mis clases de inglés para encontrarlo en calle Mitre porque me había enterado que “daban teatro”. La recorrí desde Pellegrini hacia el río -ida y vuelta- buscando que por debajo de la puerta surgiera esa luz. No lo conseguí; pero seguí imaginando películas con Hayley Mlls. Las hacia yo mismo con recortes de revistas, y mis fotos al lado de ella. Hacía cine con fotos en blanco y negro. Recién a los catorce años, en la escuela Dante Alighieri, la profesora de Literatura preguntó: -¿Alguien quiere hacer teatro? Por supuesto empecé a hacerlo: Director, actor, escenógrafo, utilero (como hasta el día de hoy). La obra se llamaba “La Fablilla de secreto bien guardado” de Alejandro Casona. A pura intuición.

-¿Cómo transitaste tu infancia? ¿Cuál es el barrio que te vio crecer?

-Como relaté antes, mi infancia se limitaba a crear, imaginar y estar solo. La transcurrí en el club de mi barrio, el Club Gimnasia y Esgrima adonde mis padres me obligaban a hacer todo tipo de deportes con tal que saliera de mi guarida. Odiaba los deportes en grupo, y me limitaba a nadar (para competencia). No era bueno. En los entrenamientos, ensayaba mientras nadaba, los textos de Hamlet, con tal de sentirme cerca del teatro. Siempre fui un “animal” del parque Independencia.

-¿El humor es la mejor forma de expresar el sentido artístico?

-No creo que sea solo el humor. El sentido artístico también me tira en exorcizarlo a través del sarcasmo, la ironía, la desfachatez. Todo eso lo aprendí a los 15 años cuando tuve la suerte de hacer un viaje de intercambio a Massachusetts, donde aprendí en un escuela de arte junto al Living Theatre, donde daban unos entrenamientos que para mí fueron cruciales en la formación poco académica que tengo. Ellos no eran conocidos. Julián Beck era uno de los que iban a la escuela. Happening…

-¿Cómo crees que afectó la pandemia en las infancias?

-Tuve dos nietos durante la pandemia, nacieron en pleno encierro. Puede ver una rara evolución en ellos. Desde ver gente sin cara, a tener miedo, luego, a los barbijos. Creo que se comportaron todos como era yo cuando niño. Les faltó comunicación y relación, Ahora hay medios tecnológicos que pudieron solucionar algunas cosas. En mi caso, me limitaba a crear con lo que tenía la pandemia me sirvió para hacer todo tipo de cosas. Incluso hice cine, por mi cuenta: Actor, director, editor, etcétera. Como era mi sueño de los siete años

-En tiempos turbulentos, post pandemia, guerra mundial, ¿cómo manejás la sobreinformación?

-Me limito a uno, que no se si llamarlo Dios o qué. No tengo religión pero soy ultra espiritual. Considero que allí está todo. Por lo tanto, creo que tanto la enfermedad como la guerra son parte de la purificación que necesitamos para crecer en salud. Es decir, creo en el principio de la salud… La enfermedad no existe. Si te agarra, es peor. Diría Piri.

-¿Qué temas se discuten en la cabeza de Héctor “Piripincho” Ansaldi?

-Eso. El miedo, la oscuridad, la enfermedad, la falta de empatía por la naturaleza y el espíritu. Se crece en ausencia. La oscuridad no existe. Le ponés una mínima luz y ya desaparece.

-Los niños expresan sus estados de ánimos a través del arte: enojo, felicidad, tristeza, secretos, pero el adulto ha perdido esa herramienta. Nos enojamos, no dialogamos, nonpronunciamos... ¿Cómo se recupera el niño interior?

-Haciendo un stop, cada tanto y reaccionar ante lo absurdo de la realidad. Nadie puede negar que fue un niño. Hay que sacarse las capas, como el alcaucil. Una a una, no queda nada, y si no hay nada… está todo.

-¿Qué aprendiste a lo largo de esta vida?

-Que nada existe... todo es. “Eso” es lo que no-es. Cuando “es” ya no es “eso”.

-¿Cómo es hoy el teatro independiente en Rosario?

-Un poco más abierto que antes, creo. A partir de la creación de ATIR (Asociación de Teatros Independientes de Rosario), los grupos se han hecho más camaradas… Pero en el fondo sigue igual que siempre. Públicos sectarios para cada uno. Y a partir de la Escuela de Teatro un academicismo infame.



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