Foto:Gentileza.
Álvaro Javier Marrocco
La película empieza con la cámara recorriendo el cauce de un río rodeado de árboles, mientras la voz en off de una mujer asegura haber sido abducida por ese monte formoseño. La introducción prepara el camino para acercarnos al lugar donde vive el personaje principal “Rafa” (Gustavo Garzòn), como le dicen en el pueblo, un médico devenido en hombre solitario que vive con lo que tiene y alejado de todos los servicios de la civilización: sin luz eléctrica ni agua. “No sirven para nada esos servicios, hacen del hombre un estúpido” le dice Rafael a su hijo Nicolas (Juan Barberini) que llega a la casa del campo de su padre, luego de un agobiante viaje en combi, y tras casi tres años de no tener contacto.
Ese viaje que inicia su hijo Juan hasta llegar a ese paraje implica varios descubrimientos; en principio las distancias entre ellos, que trasciende lo físico y lo ideológico, pero que con el correr de la cinta, se puede ver como no todo es tan lineal como parece. La relación entre un padre y un hijo siempre es un asunto problemático. Juan es filósofo y docente de escuela, su padre en varios momentos del film lo ningunea sobre su oficio; no así sobre su orientación sexual, y aquí si bien constantemente “El Rafa” lo instiga a “hacerse hombre” con la cacería, la pesca y demás oficios terrestres, en los momentos de diálogo lo consulta sobre sus parejas. Aquí se puede ver como se introduce una masculinidad áspera, pero que reconoce y asume compromisos y vinculaciones entre padre e hijo.
Si bien el film no introduce un modelo de masculinidad tradicional que rompa estereotipos da cuenta de la crisis de esa masculinidad tradicional, produciendo ficciones enfocadas en paternidades que, tras renunciar a las prácticas autoritarias, abrazan un rol más afectivo, más humano. Insisto; si bien no hay en el personaje del “Rafa” una crítica del modelo tradicional, y por ende, una nueva forma de ejercer el poder y representar la autoridad, subyace un nivel de comunicación entre padre e hijo fraterno y cercano.
En varios pasajes de la película se dan varias escenas entre padre e hijo en las sofocantes noches de calor de la selva formoseña. Allí, queda expuesta una tensión exacerbada por el paisaje: un lugar agreste, alejado de todo, donde los dos personajes comparten noches de intensos diálogos; en un momento “El Rafa” le dice a Juan “Se es de dónde se elige ser”, Allí discuten en relación al lugar que cada uno elige para vivir; uno en el medio del monte, y el otro en una ciudad.
Calor y leyendas
“Eran las diez de la noche y hacía un calor sofocante. El tiempo cargado pesaba sobre la selva, sin un soplo de viento. El cielo de carbón se entreabría de vez en cuando en sordos relámpagos de un extremo a otro del horizonte; pero el chubasco silbante del sur estaba aún lejos”, relata Horacio Quiroga en el cuento “Anaconda” perteneciente a su reconocida saga Cuentos de la selva, donde la fauna y la flora del lugar juegan un papel importante en la vida de los personajes, tan cierto y tan similar como se ve en varias escenas de la película donde ese fuego agobiante del calor formoseño invade los cuerpos de “Rafa” y de Juan por las noches, mostrándolos como parte de una sola naturaleza, uno exaltado por los mosquitos y el calor, y el otro poseído por la luna y el poder del monte.
Con el avance de la trama van apareciendo personajes que van desmenuzando que pasó con el doctor, que de vivir en la ciudad, se fue a vivir al medio del monte. Tal acto se explica con un elemento fantástico. “El monte no es ni bueno, ni malo, es el monte nomás” quizás como premonición, quizás como metáfora, esas noches y esos días donde se lo ve al Rafa poseído por la geografía del monte, es mito y tradición que el director elije como síntoma del personaje.
“El monte averigua, parece, dentro de uno, y uno como que no se da cuenta. Pero produce maldición, esa cosa vieja, siempre renovada como los grandes ríos”. Lo místico y lo ancestral tienen un lugar preponderante en la película, no en vano aparecen dos personajes que ofician de médium o curanderas tratando de apagar las fuerzas oscuras que yacen al interior del cuerpo del protagonista. Ese elemento fantástico recorre el film de forma gradual y se expone al final.
Sebastián Caulier construye su película por medio de esa vieja leyenda en relación al monte y su designio maligno. El relato avanza con dos subtramas que van creciendo a la par. Por un lado, el progresivo reencuentro entre el padre y el hijo; por el otro, las motivaciones que llevaron a ese hombre a perderse en medio de la nada. Vale destacar la actuación de la actriz Gabriela Pastor encarnando a Irene, la enigmática mujer que mantiene una relación amorosa con “El Rafa” y contradiciendo el designio maligno del monte, ¡spoiler alert! llevan adelante con Juan el proceso de cura del mal que aqueja al protagonista.
Ficha técnica
El monte (Argentina, 2022).
Dirección y guion: Sebastián Caulier.
Elenco: Gustavo Garzón, Juan Barberini y Gabriela Pastor.
Fotografía: Nicolás Gorla.
Edición: Federico Rotstein, Tomás Pernich.
Diseño de arte: Andrea Benítez.
Sonido: Manuel de Andrés.
Producción: Daniel Werner (Werner Cine).
Duración: 87 minutos.
Género: Drama/cine fantástico.
Salas: Hoyts y Showcase.
La película empieza con la cámara recorriendo el cauce de un río rodeado de árboles, mientras la voz en off de una mujer asegura haber sido abducida por ese monte formoseño. La introducción prepara el camino para acercarnos al lugar donde vive el personaje principal “Rafa” (Gustavo Garzòn), como le dicen en el pueblo, un médico devenido en hombre solitario que vive con lo que tiene y alejado de todos los servicios de la civilización: sin luz eléctrica ni agua. “No sirven para nada esos servicios, hacen del hombre un estúpido” le dice Rafael a su hijo Nicolas (Juan Barberini) que llega a la casa del campo de su padre, luego de un agobiante viaje en combi, y tras casi tres años de no tener contacto.
Ese viaje que inicia su hijo Juan hasta llegar a ese paraje implica varios descubrimientos; en principio las distancias entre ellos, que trasciende lo físico y lo ideológico, pero que con el correr de la cinta, se puede ver como no todo es tan lineal como parece. La relación entre un padre y un hijo siempre es un asunto problemático. Juan es filósofo y docente de escuela, su padre en varios momentos del film lo ningunea sobre su oficio; no así sobre su orientación sexual, y aquí si bien constantemente “El Rafa” lo instiga a “hacerse hombre” con la cacería, la pesca y demás oficios terrestres, en los momentos de diálogo lo consulta sobre sus parejas. Aquí se puede ver como se introduce una masculinidad áspera, pero que reconoce y asume compromisos y vinculaciones entre padre e hijo.
Si bien el film no introduce un modelo de masculinidad tradicional que rompa estereotipos da cuenta de la crisis de esa masculinidad tradicional, produciendo ficciones enfocadas en paternidades que, tras renunciar a las prácticas autoritarias, abrazan un rol más afectivo, más humano. Insisto; si bien no hay en el personaje del “Rafa” una crítica del modelo tradicional, y por ende, una nueva forma de ejercer el poder y representar la autoridad, subyace un nivel de comunicación entre padre e hijo fraterno y cercano.
En varios pasajes de la película se dan varias escenas entre padre e hijo en las sofocantes noches de calor de la selva formoseña. Allí, queda expuesta una tensión exacerbada por el paisaje: un lugar agreste, alejado de todo, donde los dos personajes comparten noches de intensos diálogos; en un momento “El Rafa” le dice a Juan “Se es de dónde se elige ser”, Allí discuten en relación al lugar que cada uno elige para vivir; uno en el medio del monte, y el otro en una ciudad.
Calor y leyendas
“Eran las diez de la noche y hacía un calor sofocante. El tiempo cargado pesaba sobre la selva, sin un soplo de viento. El cielo de carbón se entreabría de vez en cuando en sordos relámpagos de un extremo a otro del horizonte; pero el chubasco silbante del sur estaba aún lejos”, relata Horacio Quiroga en el cuento “Anaconda” perteneciente a su reconocida saga Cuentos de la selva, donde la fauna y la flora del lugar juegan un papel importante en la vida de los personajes, tan cierto y tan similar como se ve en varias escenas de la película donde ese fuego agobiante del calor formoseño invade los cuerpos de “Rafa” y de Juan por las noches, mostrándolos como parte de una sola naturaleza, uno exaltado por los mosquitos y el calor, y el otro poseído por la luna y el poder del monte.
Con el avance de la trama van apareciendo personajes que van desmenuzando que pasó con el doctor, que de vivir en la ciudad, se fue a vivir al medio del monte. Tal acto se explica con un elemento fantástico. “El monte no es ni bueno, ni malo, es el monte nomás” quizás como premonición, quizás como metáfora, esas noches y esos días donde se lo ve al Rafa poseído por la geografía del monte, es mito y tradición que el director elije como síntoma del personaje.
“El monte averigua, parece, dentro de uno, y uno como que no se da cuenta. Pero produce maldición, esa cosa vieja, siempre renovada como los grandes ríos”. Lo místico y lo ancestral tienen un lugar preponderante en la película, no en vano aparecen dos personajes que ofician de médium o curanderas tratando de apagar las fuerzas oscuras que yacen al interior del cuerpo del protagonista. Ese elemento fantástico recorre el film de forma gradual y se expone al final.
Sebastián Caulier construye su película por medio de esa vieja leyenda en relación al monte y su designio maligno. El relato avanza con dos subtramas que van creciendo a la par. Por un lado, el progresivo reencuentro entre el padre y el hijo; por el otro, las motivaciones que llevaron a ese hombre a perderse en medio de la nada. Vale destacar la actuación de la actriz Gabriela Pastor encarnando a Irene, la enigmática mujer que mantiene una relación amorosa con “El Rafa” y contradiciendo el designio maligno del monte, ¡spoiler alert! llevan adelante con Juan el proceso de cura del mal que aqueja al protagonista.
Ficha técnica
El monte (Argentina, 2022).
Dirección y guion: Sebastián Caulier.
Elenco: Gustavo Garzón, Juan Barberini y Gabriela Pastor.
Fotografía: Nicolás Gorla.
Edición: Federico Rotstein, Tomás Pernich.
Diseño de arte: Andrea Benítez.
Sonido: Manuel de Andrés.
Producción: Daniel Werner (Werner Cine).
Duración: 87 minutos.
Género: Drama/cine fantástico.
Salas: Hoyts y Showcase.
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