Opinión / Todo por un dogma

El mal ejemplo de Santa Fe en educación

No se puede concebir un sistema educativo ineficiente, donde se aprueban y promueven alumnos sin haber aprendido. Y en el que se recortan contenidos, o se desalientan el examen y la calificación.
31-08-2022 | 18:04 |

El dogma en cuestión es el de la antimeritocracia y el igualitarismo mal entendido, que conduce a una cultura del facilismo y del "todo vale".
Foto:archivo/Pablo Aguirre
Por Rafael Eduardo Micheletti (*)

La provincia de Santa Fe, bajo el gobierno de Omar Perotti, se encuentra avanzando de manera ambiciosa en un experimento social sin precedentes. No es fruto de una aptitud innovadora, sino de un dogmatismo ideológico dispuesto a arrasar con las instituciones y prácticas establecidas de forma negligente. Se está jugando con el futuro de millones a la ligera, sin mirar la evidencia empírica. Todo por un dogma.

El dogma en cuestión es el de la antimeritocracia y el igualitarismo mal entendido, que conduce a una cultura del facilismo y del "todo vale". Las jerarquías, los incentivos, las distinciones y las reglas se van diluyendo progresivamente, sin dejar nada en pie. Se aprueban y promueven alumnos sin haber aprendido; se recortan contenidos; se resuelve todo con un "trabajito"; se derogan de facto las sanciones disciplinarias; las reincorporaciones por ausencias se vuelven infinitas; se desalientan el examen y la calificación; se coloca al alumno a la par del docente, si no por encima; se empuja a este último a hacer su trabajo sin herramientas ni recursos de autoridad, sobrecargado, de forma insalubre; etc.

El resultado es un entorno de anomia, dejadez, abandono y desánimo que corrompe, embrutece, saca lo peor del alumno. Inculca malos hábitos. Deseduca. No se puede concebir un sistema educativo más ineficiente que uno que tiene por efecto, en simultáneo, alumnos que no aprenden y docentes sobrecargados. Es el peor resultado posible. Y a esto hay que agregarle un incremento notorio de la desigualdad y la brecha educativa entre los sectores socioeconómicos bajo y alto.

Según las pruebas Aprender 2021, solo el 54,8% de los estudiantes santafesinos alcanzaron resultados satisfactorios en Matemática y el 55,4% en Lengua. En 2018, habían sido el 58,2% y el 74,7%, respectivamente. Santa Fe es, además, una de las provincias en las que se evidencia mayor brecha entre los niveles socioeconómicos alto y bajo, de unos 50,6 puntos porcentuales. Solo cinco provincias mostraron peor desempeño en Lengua dentro del nivel socioeconómico bajo. Todo esto cuando se trata de una provincia comparativamente rica, con una infraestructura escolar de larga data.

Según un sondeo a docentes de la provincia, que llevamos a cabo desde la asociación civil Docentes por la Educación en mayo de 2022, un 82,3% afirmó que es habitual que los alumnos promuevan de año sin haber aprendido. Para un 93,8%, la educación santafesina no genera hábitos de estudio, esfuerzo y autosuperación. Asimismo, un 84,1% aseveró que el sistema no logra el objetivo de la inclusión educativa.

Como vemos, en nombre de la igualdad, se destruyen el mérito, los incentivos y la cultura del esfuerzo. Esto genera una ineficiencia educativa colosal, que profundiza la desigualdad. Pues, son los más vulnerables quienes más necesitan (y cuyo futuro más depende) de la existencia de un sistema educativo eficiente. Se pretende imponer una igualdad de resultados, que es inhumana e impracticable, en lugar de una igualdad de oportunidades y derechos, compatible con la libertad y la dignidad humana.

El nivel de dogmatismo es tal que, a pesar de los malos frutos, no solo no se abandona el camino, sino que se acelera el paso. Se insiste en volcar más recursos y crear más cargos, como si eso solo, sin cambiar el sistema y el paradigma, fuera a alterar el desenlace. Se profundiza la antimeritocracia y el igualitarismo mal entendido, que es como querer apagar el incendio con un bidón de nafta.

La última idea de la Ministra de Educación, Adriana Cantero, va en este sentido: eliminar la repitencia. Es decir, derogar el último incentivo del alumno y recurso de autoridad del docente, insuficiente e imperfecto, que aún quedaba en pie. No se trata de generar un cursado por materia, con repitencia por materia, tipo modelo anglosajón o universitario (eso sería para aplaudir de pie, aunque necesitaría de muchos recursos que no tenemos), sino de eliminar la repitencia. Es decir, institucionalizar lo que se hizo de facto durante la pandemia, con efectos desastrosos: promover a todo el mundo de forma automática o seudo automática. Generar un cuello de botella de estudiantes sin aprendizajes que terminen recibiéndose con un "trabajito" o por decreto, como de hecho ya ocurre.

Luego de haber estado barriendo con los incentivos durante décadas, con resultados desastrosos, ahora se pretende eliminar el último que queda en pie. ¿Cuál es la lógica? Si no nos gustan los incentivos que tenemos, busquemos otros, pero no los destruyamos. No se trata de aferrarse dogmáticamente a la repitencia, sino de detener, y empezar a revertir, la aniquilación del sistema.

Todo sistema e institución funciona en base a incentivos. Mucho más si se trata de un modelo educativo de masas, donde niños y adolescentes asisten obligados y están en proceso de formar sus inteligencias, hábitos, valores y carácter. Diálogo e incentivo se retroalimentan mutuamente y son ambos necesarios. Sin diálogo, el hábito se vuelve mecánico. Sin incentivo, el diálogo pierde eficacia. La educación supone un entrenamiento, que implica una sana exigencia. La inclusión pasa por brindar oportunidades y herramientas, no por mentir y aprobar sin aprendizaje para que mejoren las estadísticas.

El sistema educativo que se suele poner como modelo de heterodoxia, el finlandés, ha mantenido intactos los incentivos. Los nórdicos saben que, sin ellos, nada funcionaría. De hecho, en ese país hay examen de ingreso incluso en el nivel secundario, los directivos de escuelas tienen amplia autonomía y poder de decisión sobre docentes y alumnos, los subsidios del estado dependen del desempeño de la escuela y solo ingresan un 10% de los postulados para el magisterio. Es un sistema altamente inclusivo, pero también extremadamente meritocrático.

Podemos discutir cuáles deberían ser los incentivos, y cambiarlos si es necesario, con la debida prudencia. Pero lo que está haciendo Santa Fe desde hace décadas, acelerado en los últimos años, es su destrucción completa. De esto no hay precedentes y el daño cultural que se está ocasionando es incalculable. Va a llevar mucho tiempo repararlo, y todavía no se ha quitado el pie del acelerador. Solo los narcotraficantes, que necesitan mano de obra excluida, alienada, sin desarrollo cognitivo, cultura del esfuerzo ni disciplina, pueden alegrarse por lo que está sucediendo.

La discusión no es entre derecha e izquierda, entre mérito e igualdad, ni entre tradición e innovación. Es entre sentido común y fanatismo; entre practicidad y dogmatismo; entre un sistema educativo mínimamente eficaz y funcional, y otro que no puede articular siquiera los procedimientos y objetivos más elementales. Es, ante todo, un dilema entre la libertad y la servidumbre. Por eso, es importante que toda la Argentina aprenda del mal ejemplo en educación de la Provincia de Santa Fe.

(*) Director del Nivel Secundario del Colegio San Patricio, investigador externo de Fundación Libertad e integrante de Docentes por la Educación. Realiza un doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Rosario y una maestría en Innovación Educativa en la Universidad del Siglo 21.
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