Foto:Ariel Carreras.
La gran diferencia estuvo en las áreas. Talleres tuvo lo que le faltó a Colón: eficacia. Y Colón, que en varios pasajes del partido hizo el gasto y jugó mejor que el rival, falló en demasía, sobre todo con la cantidad de situaciones que contó Wanchope Abila, con pólvora mojada durante toda la noche.
No se pueden desperdiciar tantas situaciones de gol. Y esa falta de eficacia, que sí la tuvo Talleres a través de Garro, la gran figura, fue determinante para que en un partido que Colón planteó bien pero que no supo definir en la generación de varias jugadas claras de gol, el resultado parcial haya sido favorable a Talleres en forma exagerada, casi me animo a decir injusta.
Wanchope Abila tuvo un primer tiempo para el olvido. Quedó varias veces en posición adelantada, pero tuvo una ocasión muy clara para empatar el partido, cuando Talleres lo ganaba 1 a 0 y se equivocó. Habían quedado cinco jugadores de Colón contra uno solo de Talleres que defendía. Pero a la pelota la llevaba Wanchope. Y su egoísmo lo llevó a querer definir, enredándose pero generando una acción que el árbitro entendió como penal, pero que el VAR se lo rectificó.
Antes de esa jugada, un gol anulado a Wanchope por posición adelantada (que el línea cobró y el VAR corroboró), un mano a mano de Bernardi que sacó sobre la línea Catalán con Aguerre totalmente vencido y otra de Bernardi que quiso tirar de emboquillada con poca distancia entre su posición y la del arco.
Talleres dio enormes ventajas defensivas y Colón las aprovechó. En realidad, Colón lo hizo hasta el momento de meterse en el área. Ahí es donde Colón falló. Creó varias situaciones que desaprovechó. Y Talleres, que sólo marcó superioridad en los diez minutos que siguieron al primer gol de Garro, tuvo todo lo que le faltó a Colón, sobre todo contundencia.
Con Farías aprovechando los espacios que dejaba Bufarini, Perlaza ganando algunas pelotas en la salida y el Pulga encontrando espacios para hacerse de la pelota, Colón fue más que Talleres pese a que daba la sensación, el local, de ser más rápido y preciso cuando los volantes se animaban a tocar de primera. También Bernardi, rotando por distintos sectores del medio, encontraba espacios y contaba con situaciones de peligro que no pudo concretar.
No se repitió en el arranque del segundo tiempo lo que había ocurrido en el comienzo del partido. Talleres ajustó algunas marcas en el fondo, no dio tantas ventajas y siguió desnudando algunas falencias defensivas sabaleras, sobre todo por el costado de Schott. La mala noticia, al margen de ese 0-2 en el resultado, se dio cuando Bufarini fue al piso para sacarle la pelota a Farías, que pareció ir bastante débil a ese balón y terminó lesionado y saliendo de la cancha, dejando su lugar a Juan Pablo Alvarez.
Otra vez Wanchope tuvo una chance clara. Perlaza le metió una pelota excelente, el dominio fue perfecto pero la definición fue muy mala, rematando por encima del travesaño. Hasta allí, la noche de Wanchope era muy floja porque fallaba en donde se supone que no puede fallar: la definición. El mejor andar que había tenido Colón en el primer tiempo, en comparación con el rival, ya no fue tan acentuado, a pesar de que las ocasiones para descontar no faltaron, pero siempre cometiendo el pecado de la falta de precisión en la definición.
Se la jugó Chupete Marini faltando 20 minutos cuando sacó a Picco, lo metió a Sandoval y quedó con Perlaza de volante central, con Bernardi y Alvarez a sus costados, el Pulga de enganche y los dos “9” por adentro. Talleres daba la impresión de regular el trámite. No porque le esté sobrando o porque el rival no lo complique, sino porque esa fue la postura de los cordobeses, aún con las modificaciones que fue incluyendo Gandolfi, tratando de ordenarse bien del medio hacia atrás con el objetivo de cuidar el resultado.
Estaba claro que no debía ser la noche de Colón. Wanchope tuvo cuatro situaciones claras, una de ellas pegó en el travesaño, pero además le sacaron una pelota a Bernardi sobre la línea y otras que fueron muy claras hasta el momento de definirlas. Allí, en la contundencia, en la eficacia, estuvo la diferencia a favor de Talleres. Sólo por eso, por saber cómo embocarla, Talleres se llevó una victoria que terminó siendo exagerada en las cifras. Un premio para el más contundente y un castigo que Colón sufrió por todo lo que erró.
No se pueden desperdiciar tantas situaciones de gol. Y esa falta de eficacia, que sí la tuvo Talleres a través de Garro, la gran figura, fue determinante para que en un partido que Colón planteó bien pero que no supo definir en la generación de varias jugadas claras de gol, el resultado parcial haya sido favorable a Talleres en forma exagerada, casi me animo a decir injusta.
Wanchope Abila tuvo un primer tiempo para el olvido. Quedó varias veces en posición adelantada, pero tuvo una ocasión muy clara para empatar el partido, cuando Talleres lo ganaba 1 a 0 y se equivocó. Habían quedado cinco jugadores de Colón contra uno solo de Talleres que defendía. Pero a la pelota la llevaba Wanchope. Y su egoísmo lo llevó a querer definir, enredándose pero generando una acción que el árbitro entendió como penal, pero que el VAR se lo rectificó.
Antes de esa jugada, un gol anulado a Wanchope por posición adelantada (que el línea cobró y el VAR corroboró), un mano a mano de Bernardi que sacó sobre la línea Catalán con Aguerre totalmente vencido y otra de Bernardi que quiso tirar de emboquillada con poca distancia entre su posición y la del arco.
Talleres dio enormes ventajas defensivas y Colón las aprovechó. En realidad, Colón lo hizo hasta el momento de meterse en el área. Ahí es donde Colón falló. Creó varias situaciones que desaprovechó. Y Talleres, que sólo marcó superioridad en los diez minutos que siguieron al primer gol de Garro, tuvo todo lo que le faltó a Colón, sobre todo contundencia.
Con Farías aprovechando los espacios que dejaba Bufarini, Perlaza ganando algunas pelotas en la salida y el Pulga encontrando espacios para hacerse de la pelota, Colón fue más que Talleres pese a que daba la sensación, el local, de ser más rápido y preciso cuando los volantes se animaban a tocar de primera. También Bernardi, rotando por distintos sectores del medio, encontraba espacios y contaba con situaciones de peligro que no pudo concretar.
No se repitió en el arranque del segundo tiempo lo que había ocurrido en el comienzo del partido. Talleres ajustó algunas marcas en el fondo, no dio tantas ventajas y siguió desnudando algunas falencias defensivas sabaleras, sobre todo por el costado de Schott. La mala noticia, al margen de ese 0-2 en el resultado, se dio cuando Bufarini fue al piso para sacarle la pelota a Farías, que pareció ir bastante débil a ese balón y terminó lesionado y saliendo de la cancha, dejando su lugar a Juan Pablo Alvarez.
Otra vez Wanchope tuvo una chance clara. Perlaza le metió una pelota excelente, el dominio fue perfecto pero la definición fue muy mala, rematando por encima del travesaño. Hasta allí, la noche de Wanchope era muy floja porque fallaba en donde se supone que no puede fallar: la definición. El mejor andar que había tenido Colón en el primer tiempo, en comparación con el rival, ya no fue tan acentuado, a pesar de que las ocasiones para descontar no faltaron, pero siempre cometiendo el pecado de la falta de precisión en la definición.
Se la jugó Chupete Marini faltando 20 minutos cuando sacó a Picco, lo metió a Sandoval y quedó con Perlaza de volante central, con Bernardi y Alvarez a sus costados, el Pulga de enganche y los dos “9” por adentro. Talleres daba la impresión de regular el trámite. No porque le esté sobrando o porque el rival no lo complique, sino porque esa fue la postura de los cordobeses, aún con las modificaciones que fue incluyendo Gandolfi, tratando de ordenarse bien del medio hacia atrás con el objetivo de cuidar el resultado.
Estaba claro que no debía ser la noche de Colón. Wanchope tuvo cuatro situaciones claras, una de ellas pegó en el travesaño, pero además le sacaron una pelota a Bernardi sobre la línea y otras que fueron muy claras hasta el momento de definirlas. Allí, en la contundencia, en la eficacia, estuvo la diferencia a favor de Talleres. Sólo por eso, por saber cómo embocarla, Talleres se llevó una victoria que terminó siendo exagerada en las cifras. Un premio para el más contundente y un castigo que Colón sufrió por todo lo que erró.
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