Miguel Silio, de 52 años, completó su desafío y unió Madrid con Qatar en bicicleta.
Tras 9.645 kilómetros, 20 países, la gran ilusión en su bicicleta y mochila, el entrerriano Miguel Silio cumplió su objetivo y llegó a Qatar a pedal para presenciar el mundial de fútbol. Tras seis meses de pedaleo y vivencias que le quedarán para siempre, el hombre de 52 años atravesó Europa y Medio Oriente con la meta puesta en Doha (Qatar), lugar al que arribó hace tres días, con una semana de anticipación a lo que era su plan de viaje.
España, Alemania, Polonia, Chipre, Turquía, Libano, Siria, Arabia Saudita fueron algunos de los países por donde pedaleó el oriundo de Gualeguaychú hasta llegar a su destino. Si bien Miguel no fue el único argentino en hacer esta travesía, a diferencia de otros ciclistas, el trayecto asiático lo hizo en solitario atravesando barreras idiomáticas y culturales que cruzaba por el camino.
En una entrevista con Mirador Entre Ríos, Miguel, oriundo de Gualeguaychú, contó su periplo, pero antes y con la emoción a flor de piel dijo: “¡Estoy ansioso a que empiece la fiesta del fútbol!”, es que el clima además de ser caluroso y seco, como buen desierto, durante noviembre y diciembre respira el folclore futbolero.
Para unir Europa con Asia cruzó a Chipre y luego al Libano. Ya en Asia inició su derrotero más arduo. “La parte del desierto fue la etapa más dura del viaje, fueron 17 días de gran exigencia física”, señaló Miguel y agregó que “la gente en general fue muy amable, y el mundo árabe en particular es extremadamente generoso, te ofrecen para comer, agua, te invitan a dormir y comer en sus casas, realmente es muy lindo andar por estos países, más allá que la geografía es muy exigente para andar en bicicleta”.
Sobre sus sensaciones al completar el viaje dijo: “Fue una doble sensación, por un lado llegar y cumplir con lo que uno se propone, y por el otro lado el vacío que provoca que el viaje termine”.
“En el desierto dormí en carpa y en las mezquitas que hay en cada una de las estaciones de servicio, para que los camioneros puedan hacer sus oraciones”, señaló el hombre que es escribano y tiene a su mujer y dos hijos.
Al ser consultado cómo respondieron sus condiciones de salud, Miguel destacó que “gracias a Dios no tuve problemas, más que nada por el hábito de andar en bicicleta que ya tengo incorporado, ya conozco cuáles son mis límites”.
En su experiencia como cicloturista, el entrerriano tiempo atrás unió Gualeguaychú y Paraná por caminos rurales y junto a su esposa hizo travesías por Italia. En 2018 viajó desde Madrid hasta Moscú para llegar al mundial de Rusia.
Durante el trayecto en el desierto Miguel soportó tormentas de arena, el calor agobiante, pero más allá de eso recibió empatía por parte de los árabes que fue cruzando en el camino. En su cuenta de Facebook, donde publicó todo su diario de viaje, el ciclista en cada posteo destacaba la atención de la gente: “Luego de un percance menor, por precaución pedí un aventón hasta el próximo poblado. El aventador dio noticias del asunto y el tema llego a oídos de alguna autoridad. Me hicieron una nota en un medio local que tuvo mucha repercusión. Conclusión para que yo no tenga ningún inconveniente se dispuso un operativo de seguridad a mi paso por territorio Saudí. La cuestión es que viajo escoltado por un patrullero que cuando paro para, si sigo sigue y si alguien se acerca lo `fletan´”, contaba en una de sus publicaciones.
Durante su viaje, Miguel pasó por la frontera de Polonia con Ucrania donde hizo un voluntariado en el centro de refugiados de la ciudad de Przemyśl, en julio pasado. En su diario de viaje hizo mención a lo que fue para él la experiencia más impactante del periplo.
“Diariamente llegan contingentes de ucranianos huyendo de la barbarie. En un antiguo centro comercial se organizó la asistencia a los refugiados. Se les brinda una cama y comida hasta que sigan su camino, la mayoría se queda en Polonia esperando mejores épocas, otros continúan hacia algún país europeo, hay barracones con la bandera del país de destino (Alemania, Inglaterra, España, etc). Todo es un caos más o menos organizado. Hay militares y un centro de operaciones de los cientos de voluntarios individuales como nosotros o de distintas ONGs que prestan su colaboración (…) Hay que asistir a las personas mayores, ayudar a las madres a trasladar los bolsos que lograron traer, hay equipos de limpieza, de cocina, los que sirven la comida, los que transportan al centro a los que arriban el tren, de tratamiento de la basura, etc. Hay dos clínicas improvisadas con sus médicos -una para chicos y otra para adultos- (…) Tuvimos que bajar alzado a un anciano desde un colectivo hasta la silla de ruedas e ingresarlo al centro. Venía con su hija desde Konotop recientemente bombardeado”, expresaba tras su estadía temporaria en Polonia.
España, Alemania, Polonia, Chipre, Turquía, Libano, Siria, Arabia Saudita fueron algunos de los países por donde pedaleó el oriundo de Gualeguaychú hasta llegar a su destino. Si bien Miguel no fue el único argentino en hacer esta travesía, a diferencia de otros ciclistas, el trayecto asiático lo hizo en solitario atravesando barreras idiomáticas y culturales que cruzaba por el camino.
En una entrevista con Mirador Entre Ríos, Miguel, oriundo de Gualeguaychú, contó su periplo, pero antes y con la emoción a flor de piel dijo: “¡Estoy ansioso a que empiece la fiesta del fútbol!”, es que el clima además de ser caluroso y seco, como buen desierto, durante noviembre y diciembre respira el folclore futbolero.
Para unir Europa con Asia cruzó a Chipre y luego al Libano. Ya en Asia inició su derrotero más arduo. “La parte del desierto fue la etapa más dura del viaje, fueron 17 días de gran exigencia física”, señaló Miguel y agregó que “la gente en general fue muy amable, y el mundo árabe en particular es extremadamente generoso, te ofrecen para comer, agua, te invitan a dormir y comer en sus casas, realmente es muy lindo andar por estos países, más allá que la geografía es muy exigente para andar en bicicleta”.
Sobre sus sensaciones al completar el viaje dijo: “Fue una doble sensación, por un lado llegar y cumplir con lo que uno se propone, y por el otro lado el vacío que provoca que el viaje termine”.
En carpa y mezquitas
“En el desierto dormí en carpa y en las mezquitas que hay en cada una de las estaciones de servicio, para que los camioneros puedan hacer sus oraciones”, señaló el hombre que es escribano y tiene a su mujer y dos hijos.
Al ser consultado cómo respondieron sus condiciones de salud, Miguel destacó que “gracias a Dios no tuve problemas, más que nada por el hábito de andar en bicicleta que ya tengo incorporado, ya conozco cuáles son mis límites”.
En su experiencia como cicloturista, el entrerriano tiempo atrás unió Gualeguaychú y Paraná por caminos rurales y junto a su esposa hizo travesías por Italia. En 2018 viajó desde Madrid hasta Moscú para llegar al mundial de Rusia.
Durante el trayecto en el desierto Miguel soportó tormentas de arena, el calor agobiante, pero más allá de eso recibió empatía por parte de los árabes que fue cruzando en el camino. En su cuenta de Facebook, donde publicó todo su diario de viaje, el ciclista en cada posteo destacaba la atención de la gente: “Luego de un percance menor, por precaución pedí un aventón hasta el próximo poblado. El aventador dio noticias del asunto y el tema llego a oídos de alguna autoridad. Me hicieron una nota en un medio local que tuvo mucha repercusión. Conclusión para que yo no tenga ningún inconveniente se dispuso un operativo de seguridad a mi paso por territorio Saudí. La cuestión es que viajo escoltado por un patrullero que cuando paro para, si sigo sigue y si alguien se acerca lo `fletan´”, contaba en una de sus publicaciones.
Voluntariado en el centro de refugiados ucranianos
Durante su viaje, Miguel pasó por la frontera de Polonia con Ucrania donde hizo un voluntariado en el centro de refugiados de la ciudad de Przemyśl, en julio pasado. En su diario de viaje hizo mención a lo que fue para él la experiencia más impactante del periplo.
“Diariamente llegan contingentes de ucranianos huyendo de la barbarie. En un antiguo centro comercial se organizó la asistencia a los refugiados. Se les brinda una cama y comida hasta que sigan su camino, la mayoría se queda en Polonia esperando mejores épocas, otros continúan hacia algún país europeo, hay barracones con la bandera del país de destino (Alemania, Inglaterra, España, etc). Todo es un caos más o menos organizado. Hay militares y un centro de operaciones de los cientos de voluntarios individuales como nosotros o de distintas ONGs que prestan su colaboración (…) Hay que asistir a las personas mayores, ayudar a las madres a trasladar los bolsos que lograron traer, hay equipos de limpieza, de cocina, los que sirven la comida, los que transportan al centro a los que arriban el tren, de tratamiento de la basura, etc. Hay dos clínicas improvisadas con sus médicos -una para chicos y otra para adultos- (…) Tuvimos que bajar alzado a un anciano desde un colectivo hasta la silla de ruedas e ingresarlo al centro. Venía con su hija desde Konotop recientemente bombardeado”, expresaba tras su estadía temporaria en Polonia.
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