Lorena Guinovart lee junto a Ana María Pagani.
Foto:Gentileza.
“Todos los poetas, entonces, vivirán en comunas artísticas llamadas cárceles o
manicomios. Nuestra casa imaginaria, nuestra casa común .”
Roberto Bolaño
manicomios. Nuestra casa imaginaria, nuestra casa común .”
Roberto Bolaño
Es alto, de contextura robusta, ojos grandes y de clara tonalidad. Está de pié, en un rincón de la sala al lado de su hermano entre los asistentes de la reunión. Mira sin ver hacia la mesa de presentación y luego de un gran suspiro toma la palabra y lo hace: “Soy Hernán Jesús, Zona Sur es Zona Sol”, aclara. Quien tiene el micrófono en su mano derecha a punto de comenzar a leer es Beatriz Vignoli. Lo mira y contesta: “Tenés razón, yo para tomar sol me voy a zona Sur, a caminar por Zona Sur …”
El reloj marca que son las ocho y media de la noche del sábado 3 de diciembre. El espacio nos ubica en Rosario, en el Barrio República de la Sexta, en la calle Buenos Aires a la altura 2532, en la casa de AlfonZina Editoras.
Hay un motivo para el encuentro. Se presenta la última entrega de la revista de poesía que reúne la producción de poetas residentes del Hogar Los Amorinis y distintos escritores, algunos de la ciudad y otros no tanto. Se presenta ZL5.
Es una noche lírica. La palabra congrega en un encuentro donde los muros establecidos en la cotidianeidad se muestran mas permeables que nunca...
ZL presentó su última tirada, aquella que la pandemia truncó y postergó. ZL es mucho más que una revista de poesía, es un modelo de trabajo en salud mental, un dispositivo de inclusión permanente donde la palabra adquiere voz y letra propia. En ZL el amor encuentra su lugar de expresión. En ZL se recitan las voces que vencen el adentro, resistiendo, viviendo.
En ZL la palabra y el lenguaje se inscriben. ZL democratiza, eterniza. ZL cerró su colección y dejó una huella imborrable en la poesía rosarina, un camino a imitar para repensar la salud mental.
El reloj marca que son cerca de las nueve de la noche y es Xilene Agustini, unas de las capitanas del dispositivo, quien toma la palabra para preguntarse: “¿Por qué volver para despedirnos?”. Es que el tomo cinco de la revista estaba programado para dar a luz en el año 2020 y fue un proyecto trunco como tantas otras cosas que la pandemia truncó.
La Xile, como la llaman en el cariño de la intimidad grupal, busca una repuesta a su pregunta retórica y lo hace historizando el dispositivo: “el proyecto empezó allá, por el año 2013. Si postergábamos un año más, hubiéramos llegado a los 10, la década ganada. Es que no puedo pensar en el proyecto sin ganancia, sin ganancia de derechos. Al interior de la institución, la revista permitió un afuera, un salir en horas que incomodaban, viajes, lazos con otros, un oficio. Hoy es el día de los derechos de las personas con discapacidad, no lo planeamos pero nos resultó una acertada coincidencia”.
La revista ZL traza puentes uniendo los andares de dos ríos diferentes, la salud mental y la literatura. Beatriz Vignoli lee el poema del gran poeta Carlos Gallardo, miembro activo de la institución y del dispositivo. La voz de Carlos se escucha por medio del micrófono sostenido por Beatriz, es el sueño de una voz: “se ha perdido el amor/ entre vientos y palomas desnudas. Se ha perdido el amor, / el sueño de una voz que me habla./ Yo escucho esa voz /que viene de lo lejos /pero que es como si estuviera a mi lado”. El silencio inunda la sala, Carlos Gallardo está entre nosotros...
La residente Ana María Pagani toma el micrófono y lee: “Perder la cabeza es hacer una cosa sin pensar/ equivocarse y estar distraído. /Pensar en mudarse de casa /y le toca el barrio en vez del centro / entonces uno piensa que el barrio no le va a gustar./ Compra un traje y un par de zapatos, vale caro./ Se equivoca. / Puede comprar un traje y un par de zapatos más baratos./ Cuando un hombre le gusta una mujer y está enamorado, / pierde la cabeza”. La poesía es de su autoría.
La continuidad de la velada inscribe en el tiempo que pasaron quince minutos de las nueve de la noche. Es el turno de la residente Lorena Guinovart. Comienza con el tono entrecortado. Comienza y cobra vuelo. “Antes de Cristo y de nosotros /existían los dinosaurios /y andaban por todos lados./ Cuando miré la película Jurassic Park / ya no existían, / los habían matado. Cuando viajé a Tecnópolis parecían de verdad,/ eran muñecos mecánicos/ y yo les tuve un poco de miedo.”
Se suman nuevas lecturas, Estela Piombino está presente pero no lee. Alguien lo hace por ella, alguien lee su poesía: “¡Tengo una gripe!/ Hay un jarabe que se toma /y chau tos. / No lo tomé /pero lo vi en la televisión./ No sé si creerle.”
La historia de los cinco números de la revista ZL marca un registro en papel de lo que fue un dispositivo de casi diez años de trabajo. A lo largo de los cincos números de la revista formato libro de bolsillo a razón de un promedio de una cada dos años, pasaron las letras de escritores que viven dentro de una institución junto al encuentro con escritores que viven en el afuera de la ciudad como la poeta Rocía Muñoz Vergara, la mencionada Beatriz Vignoli, Leandro Levi, Federico Fontana e incluso algunos del afuera de Rosario como Jorge Alemán, Fabían Casas, Daniela Sartor y Lucía Fernández por nombrar olvidando nombres.
La inusual reunión y confluencia de las letras de las plumas del adentro de los muros que delimitan un mundo institucional y la vida del afuera permitió la edificación de una posible resistencia al encierro, una puerta de fuga y porque no, un momento de encuentro y libertad por medio de la amorosidad que solo la escritura puede ofrecer.
Zl permitió caminar por la zona fronteriza, bordear por medio del lenguaje los límites de aquello imposible de decir y perforar por medio de la palabra el vacío de la existencia. Permitió poetizar. “Esta infrecuente reunión nos dio la idea de un litoral, porque sus orillas dan dos ríos diferentes: salud mental y literatura”.
Zl se despide, dejando el vacío de su ausencia y las huellas del camino a trazar, escribir e imitar. Un sueño, un proyecto, un dispositivo, una ética, una poesía. “Voy a sacar poemas de un libro verde para explicarlo todo” (Hernán Jesús).
Llevaron adelante el dispositivo
Vanesa Temperini, Diego Carmona Gallego, Xilene Agustini, Leandro Levi y Federico Fontana.
Algunos poetas que pasaron por las páginas de ZL: Estela Piombino, Ana María Pagani, Carlos Garllardo, Hernán Jesús, Rocío Muñoz Vergara, Mónica González, María Lanesse, Ariel Autino, Lorena Guinovart, Fabían Casas, Kurt Ludman, María Castillo, Julián Fernández, Lucía González, Daniela Sator, Beatriz Vignoli, Aníbal D’Agostino, Aída.
Contacto
Correo: [email protected]
Instagram: zlrevistapoesia
Facebook: RevistaZL
Diseño, encuadernación e impresión: Menta Taller (Haedo, Buenos Aires).
Distinciones
El dispositivo y la revista fueron premiados en sus orígenes por la provincia de Santa Fe en dos oportunidades con el subsidio para la creación artística y por el programa municipal Juntos para el desarrollo. A su vez, la revista ZL es declarada de interés municipal en febrero del año 2015 mediante decreto 42.805.
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