Literatura autobiográfica

¡Son tres! Una historia de amor adoptivo

El trabajo literario de Adriana Tucci narra su historia de vida a la hora de construir una maternidad adoptiva desde una feminidad en soledad. Editorial Autores de Argentina es la encargada de realizar la edición y tendrá su presentación en Rosario.

10-04-2023 | 9:50 |

Foto:Gentileza.

¡Son tres! Historia de un amor adoptivo es hijo literario de Adriana Tucci y se presenta en Rosario el próximo viernes 14 de abril a las 19 en Cuidamos tu cabello. Peluquería & Libros (Riobamba 1387), el mítico espacio del Barrio de Abasto rosarino que capitanea Pablo Bigliardi, quien además de peluquero es escritor, critico literario y ofrece una amplia biblioteca a la comunidad.

La novela es un recorrido autobiográfico, una narrativa testimonial de la autora que gira en torno a la construcción de su deseo de maternidad, aquel motor que la llevó a la búsqueda de la adopción como camino posible y la sorpresa de lograrlo con tres hermanos provenientes del norte del país. Adriana Tucci ofrece una novela familiar que funciona no solo como genealogía escrita para sus hijos sino como estímulo para aquellas personas que identifican sueños, anhelos, proyectos y no encuentran esperanzas en sus caminos de concreción, “hay niños que esperan ser adoptados y hay personas que desean ser madres, padres” es una razón más que suficiente para que la autora se entregue al desafío de contar una historia, la suya propia y la de su familia.



Conociendo a la autora
Adriana Tucci es ingeniera civil y se define como una amante de las matemáticas y de las ciencias exactas aunque ejerció durante muy poco tiempo una vida profesional en torno a su profesión de formación universitaria. El destino de su vida laboral encuentra su reconocimiento en el campo comercial, donde desarrolla una reconocida labor para distintas corporaciones que encuentran en el desarrollo tecnológico su funcionamiento.

Su multifacética personalidad la llevaron a ejercer el yoga como práctica fundando su propio espacio abierto a la comunidad. Siendo una mujer sola realizó su elección existencial más importante, la adopción de tres hijos construyendo desde el amor consciente su propia familia. Una elección de vida, un acto de amor permanente que no fue para nada sencillo construir y que en su libro “¡Son tres! Una historia de amor adoptivo” narra de manera fiel y detallada como lo marca su pasado y presente de lectora: “Siempre fui lectora de novelas basadas en hechos reales, pero esta es mi propia historia, lo contado es un relato de los hechos tal cual se fueron dando, no hay ficción en este caso”. La narrativa de la historia busca anclar su fidelidad a los acontecimientos tal cual ocurrieron al punto tal que incluye fragmentos del diario personal de la autora.

En las intenciones personales de novelar su experiencia afirma que anhela “llegar a mujeres solas, hombres solos y parejas de todo tipo, es decir, a quien sienta el deseo de ahijar” pero no todo queda allí en la búsqueda de Adriana Tucci como escritora ya que lleva el motor de su pluma a tejer un camino que vaya mas allá de la letra escrita: “ir a la búsqueda de cualquier sueño que tengamos y sintamos que es imposible de alcanzar”.

De esta manera el mensaje de fondo de la autora en su novela es ser un estímulo, motor e incentivo en los sueños del lector. La construcción de un lector soñante.

¿Por qué escribir la historia?
“Agradecer una y otra vez y volver a agradecer” son las simples palabras de la autora que sintetizan los sentimientos hacia la vida, reflejadas en la contratapa del libro. La novela autobiográfica no solo es un relato de su experiencia personal sino un camino introspectivo de sus causas y búsquedas de efectos no solo individuales sino colectivos, como lo trasluce su dedicatoria, “el libro está dedicado a todos los niños que esperan con el corazón apretado una familia que los adopte”.

Por los niños que esperan ser adoptados, por las personas que esperan ser padres es la dialéctica de su empuje literario. Porque toda persona merece ser propietaria de su historia, un origen y un destino en la construcción de su propio esencialismo. Adriana Tucci lo ofrece a su familia en su novela, “por mis hijos y los hijos de los hijos de mis hijos, para que conozcan su historia, sus orígenes, como me gustaría hoy a mí saber la historia de cómo fue la llegada de mis bisabuelos desde Italia”.

En ese afán y búsqueda pierde su vergüenza, aquella que suele inhibir el maravilloso acto de contar y exponer su historia, dejando una novela que funciona no solo como acto de amor sino como legado familiar.

En el libro también se traslucen las vicisitudes de las infancias huérfanas: “Algunos pocos de esos niños tienen la bendición de vivir con una familia de tránsito de la que, con suerte, deberán despedirse luego de haberse encariñado para ir con su familia adoptiva. La gran mayoría vive en instituciones, como era el caso de mis hijos. Allí tienen todo lo que necesitan: casa, comida, ropa, van a la escuela, juegan. Lo que no tienen, es padres”.

Otros de los puntos que la empujaron a narrar su experiencia de maternidad adoptiva fue la escritura de lo cotidiano y sus efectos anímicos cuando en el mundo privado hay un otro a quien brindarse: “al compartir una serie de vivencias cotidianas desde mi lugar de madre, este libro pretende humildemente transmitir la felicidad que cada paso genera. Los padres ahijamos, anidamos, acompañamos, escuchamos, ponemos límites, damos a nuestros hijos el lugar de seres deseados. También nos equivocamos, claro está, somos seres humanos y como tales, imperfectos”.

Para Adriana Tucci la vida con sus aciertos y errores siempre es mejor en el compartir, “el balance dará positivo, siempre habremos dado lo mejor o al menos lo habremos intentado”.

En su función materna elige despegarse de los mandatos tradicionales: “ser padres no es un mandato a seguir, ni es la garantía del logro de una plenitud que no alcancemos siguiendo el camino de autorrealización que cada uno elija” y afirma que no hay límites para el amor materno y paterno: “Ser padres nos permitirá amar hasta el infinito, sentir caricias en el alma, enfrentarnos a nuestros peores miedos y tener que trabajarlos para vencerlos o, al menos, para reconocerlos y buscar cómo convivir con ellos” evadiendo el narcisismo propio de la soledad al escribir, “ser padres nos permitirá corrernos de ese lugar en el que nos sentimos el ombligo del mundo para estar atentos a las necesidades y deseos de nuestros hijos”. En sus resonancias personales anoticia que ser madre es “una suma de experiencias enriquecedoras, tanto las que son explosiones de felicidad como las que duelen hasta rompernos en pedazos”.

Concluye el capítulo del libro que nombra ¿Por qué escribir la historia? con las siguientes reflexiones:
“A todas aquellas personas que saben que en algún lugar de su corazón reside –como adormecido– el anhelo de ser padres, me animo a sugerirles lo que escuché decir a una famosa actriz, que se convirtió en madre adoptiva, en una entrevista: ‘Somos padres cuando llegamos a nuestra casa con nuestro hijo. Que el hecho de no vivir nueve meses de embarazo, no los prive de toda una vida de ser padres’.

Y yo me atrevo a agregar: que el hecho de no estar en pareja tampoco sea motivo para privarse de toda una vida de ser madre o padre. Porque ser padres es maravilloso”.

 


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