Los que esperan, de Vanesa Gómez
Un diálogo con la autora que con su última obra nos ofrece más de una docena de historias atravesadas por el arte de la espera, donde lo cotidiano, costumbrista y la tradición oral tienen su lugar.
Un diálogo con la autora que con su última obra nos ofrece más de una docena de historias atravesadas por el arte de la espera, donde lo cotidiano, costumbrista y la tradición oral tienen su lugar.
El nuevo libro de cuentos de la escritora rosarina Vanesa Gómez reúne 16 historias breves, atravesadas por la imposibilidad de la espera. En esta ocasión la autora nos sumerge en escenarios verosímiles, sobrios y bellos para narrar lo cotidiano de un mundo que puede desvanecerse ante la imposibilidad de sus actores. ¿Qué esperan los que sólo pueden minimizar los daños colaterales? ¿Qué esperan los seres inertes de la vida? ¿Y los pobres, los aburridos, los hijos o enamorados? Vanesa Gómez por medio de su prosa inserta belleza más allá de los márgenes del lenguaje y nos invita a recordar para reelaborar, imponiendo el arte de la insinuación.
Gentileza: Emilio Elisio.
La voz de Vanesa Gómez
-¿Cuándo nace la escritura de estas 16 historias que componen el libro?
-Es muy difícil hablar de la obra propia, cada cuento tiene su nacimiento particular, en el momento de la escritura no se piensa —o al menos yo no pienso ni por asomo— en un libro, voy paso a paso, cuento a cuento. De estas 16 historias, algunas tienen sus años. La estatua es el más longevo, de cuando iba al taller de Alma Maritano. Casi entra en Sirena entre los dedos, mi primer libro de cuentos, pero en el proceso de edición decidí sacarlo porque había otro texto, Círculos rectos, con una temática semejante, el de la posesión. La estatua es, en este momento, no sólo un cuento de Los que esperan, sino también el motor o disparador de una novela que estoy escribiendo. Otros cuentos surgieron durante el transcurso del año pasado, en el taller de Mariano Quirós. A fin del año pasado, vi la convocatoria de manuscritos de la editorial Diotima en las redes sociales y me dije que quizá hubiera un libro en todo lo escrito. Recordé el proceso de cuando armé el manuscrito de Sirena entre los dedos: imprimí los textos, los fui separando según la temática: realistas, extraños, de terror. Elegí los que me parecían más redondos, más maduros. Intenté no repetirme. Y un poco intuitivamente fui formando el libro. Quería encontrar un concepto polisémico, que los englobara, que los contuviera pero que, a un mismo tiempo, permitiera que se desbordaran. Busqué el corazón de cada cuento y quiero creer que se hallaba en la conversación que todos mantenían con la espera.
-Apocalíptico como real es el cuento La espera. Detalle por detalle la descripción de un escenario familiar y tradicional que desde la quietud se sumerge en la pasibilidad de la inevitable decadencia. ¿Cómo fue la escritura de esta historia? ¿Por qué la elegiste como insignia del libro?
-Tenía una imagen: los vecinos de enfrente armando una carpa en el techo de su casa. Y esa imagen me perseguía, en el sentido de que era recurrente, volvía todo el tiempo a ella. A una imagen le siguió otra y otra hasta que comenzó a crecer, a tomar cuerpo. Recordé los barquitos de papel que tirábamos con mi hermano después de cada tormenta. Me crié en Empalme Graneros, uno de los barrios más golpeados por la inundación. Fui rememorando las historias de mi familia y de los vecinos. Las bolsas de arena detrás de las puertas. A mi abuelo yendo en bici hasta la represa. El miedo de quien ya vivió una desgracia semejante dibujado en la cara de mi abuela, de los vecinos. Sentía que estaba frente a una historia profunda y potente y demoraba la escritura, no sabía si me iba a dar el cuero para contarla, llegó un punto en el que el cuento me ocupó por completo y tuve que intentar un primer borrador. Después fue encontrando su forma. Como te decía antes, creí hallar en este cuento el corazón del libro, un sentido polisémico, centrípeto y centrífugo a un mismo tiempo, en los personajes, los escenarios, las descripciones y la conversación que mantenía con el conjunto del libro.
-La trampa se presenta quizás como una historia de terror, pero con un final que, en cierta medida, algo restituye. ¿Es el terror un género que te convoca?
-No sé si es un género que me convoque, creo que el terror fascina y asusta, yo preferiría fascinarme sin pasar por ningún tipo de susto. Para escribir algo de terror necesito sentir el miedo de los personajes, de la historia. Para ser más exacta, es un género con el que convivo. Toda esa mitología forma parte de mi mundo onírico. La mayoría de mis escritos salen del material que me brindan los sueños. Y de mi mundo real. Voy a ser más clara, si estoy en una casa y una luz se enciende de golpe, de la nada, no pienso que hubo algún tipo de desperfecto con la electricidad, sé que con certeza, fue un fantasma.
-Corazón de león me pareció un cuento realista, costumbrista, un viaje de época a los '90 . A Vanesa Gómez autora, lectora, ¿qué huellas te dejaron los años '90?
-Te diría que indelebles, así, sin pensarlo. Una caja de Pandora. El chori y la coca en las básicas. La pizza y el champán. El miedo a las inundaciones. La E.G.B., ese experimento educativo que se implementó con mi generación. El tamagotchi. Un primer celular a los 16. Una computadora en la que escribí mis primeros poemas con un dedo. El encarta. Sailor Moon. Bruno Gentileti. Y luego el trueque. Los saqueos. La memoria es caprichosa, creativa, selectiva. En mi caja de Pandora sección los '90 encuentro esos elementos. Las influencias
-¿Si tuvieras que ubicar tus influencias literarias, a quiénes nombrarías?
-Creo que todo lo que leí de manera autodidacta, en mi adolescencia, cuando empecé el taller de Alma. Venía de la lectura y relectura de tres libros (que no voy a nombrar). De las historietas de Nippur, Patoruzú y Patoruzito. El taller me llevó a una lectura omnívora y voraz. Me volví una suerte de fundamentalista de los libros. Fetichista. De dejarlos abajo de la almohada. De llevar y leer mamotretos en el colectivo o mientras caminaba. Alma era muy generosa. Me regaló y me prestó muchos libros. Comencé a ir a las bibliotecas. Cortázar. Borges. Arlt. Poe. Colette. Carver. Sartre y Simone. Hemingway. Bolaño. Me enfoqué en los clásicos. Y hace unos diez años que vengo intercalando clásicos y contemporáneos. En una entrevista a Esther Cross que vi hace un tiempo, ella trae el concepto de las familias como “núcleos de climas”. Dice que las historias familiares, los secretos, lo vivido, lo sufrido, todo se va acumulando con el tiempo y generando una suerte de clima que por algún lado explota, que necesita ser contado para que todo ese contenido no se pierda. Es ahí cuando surge la figura del artista, en mi caso, de escritora. Me gusta pensar que soy el producto o el resultado de todas las historias que se fueron acumulando a lo largo del tiempo en mi familia, una familia que no tenía biblioteca, pero sí máquinas de escribir y relatos orales. Lo importante es que el hambre sigue intacto: "Todos los libros del mundo están esperando a que yo los lea", como dijo Bolaño.
-En el último tiempo te han invitado ser jurado del resonante certamen santafesino homenaje a Angélica Gorodischer donde participaron más de 200 obras. ¿Qué resonancias literarias te dejó la experiencia?
-Ya había tenido algunas experiencias como jurado en narrativa, para el concurso Fabri Simeoni, para la UNR también. Pero esto fue diferente, no solo por la convocatoria, sino por la expectativa que fue generando y por lo bien acompañada que estuve, lo viví como una experiencia enriquecedora, parte del crecimiento del oficio literario. Pablo y Javier son escritores amigos de una generosidad enorme. Este año me pidieron que convocara a un jurado nuevo y estoy muy entusiasmada con eso.
-Potente, psicológico, provocador es tu cuento Chica Punk, merecedor del 1er premio en el Certamen del Rotary club (San Genaro, Santa fe) que se puede leer en la contratapa de Rosario12 del 25 de febrero de 2023. ¿ Cuánto falta para que lo podamos apreciar en formato libro? ¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?
-Chica punk fue un hallazgo en medio de esa búsqueda literaria que es la escritura en sí, y que va de la mano de las lecturas. Lo colgué en mi página web, así que todos pueden leerlo con acceso gratuito. Te soy sincera, no se me había ocurrido la idea de publicarlo. Es una buena idea. Se viene Bárbaras para el segundo semestre, una novela que va a publicar UNR Editora, tuve hace unos tres años una pesadilla donde yo estaba en el cuerpo de otra mujer, era de noche, escuchaba el ruido del tren, llovía, todo muy oscuro, la mujer que era en ese momento descubría un cajón del que asomaba la mano de un chico. Me desperté aterrada y convencida de que ahí había una novela. Llevo un diario de sueños, así que volví varias veces a releer los indicios y las sensaciones que aquella pesadilla me había dejado. Y le di a la escritura, sin tener la menor idea ni plan, después de todo (y de esto estoy convencida) “escribir es descubrir qué escribiríamos si escribiésemos”, como dijo la Duras. Tuve la dicha y la fortuna de trabajar gran parte de la novela en la clínica de Liliana Heker, antes de que llegara el “no va más” y nos dejara a todos huérfanos. Estoy trabajando en otra novela, como te comenté antes, tomando como eje el cuento La estatua. Es un año productivo. La maternidad (tengo un pequeño de casi 16 y una pequeña de un año) me encontró con energía, fuerza y ganas renovadas de escribir, leer y compartir esta felicidad con quienes me rodean.
Bio
Vanesa Gómez nació en Rosario en 1986, ciudad donde vive. Es escritora, profesora de Filosofía y coordina talleres de escritura. Publicó los libros Saudade (poesía, primer premio Concurso Adolfo Bioy Casares, 2011), Sirena entre los dedos (cuentos, primer premio Concurso Río Ancho Ediciones, 2013). En el umbral (novela, Le Pecore Nere, 2018). Participó de las Antologías Rosario se lee (Casa Grande, 2018), Premio Mujica Laínez XV Edición, (Indie Libros, 2021) y Tempus Fugit (poesía, 2022).