Un equipo angustiado, atado, presionado y que ni siquiera pudo aprovechar un par de situaciones que tuvo para convertir. La gente insultó a la dirigencia y hubo enfrentamientos con la policía en el final.
05-11-2023 | 18:52 |
Los tatengues empataron y siguen en una zona comprometida.
“…Que esta tarde, cueste lo que cueste, esta tarde tenemos que ganar”. El grito de la multitud se hacía sentir, explotaba en las gargantas y los corazones de esos hinchas angustiados, confiados pero molestos por esta situación que ha puesto en jaque la permanencia en Primera y que hasta los llevó a colgar dos banderas, una responsabilizando a la comisión directiva del “desastre” y la otra reclamando por “jerarquía”.
Unión necesitaba jugar con alma y corazón el partido. Pero también necesitaba de esa dosis de claridad, de inteligencia, de precisión para generar situaciones. De lo primero, hubo. Como casi siempre. De lo otro, faltó. También como casi siempre. Porque Unión apretó, abrió la cancha para ensancharla por los costados, pero le faltó de todo. No hubo centros precisos, no hubo pases filtrados para dejar a alguno de los delanteros en posición de gol, no quedó ninguna pelota boyando para aprovecharla y así no pudo generar casi nada frente al arco de Acosta.
Zenón se ubicó por el costado derecho y pesó poco, porque no desbordó nunca y enganchó siempre hacia adentro con el agregado de que no quedó casi nunca perfilado para el remate al arco o para meter una pelota clara adentro del área. Poquito de Vera por derecha, algo mejor por izquierda con el empuje de Corvalán y las proyecciones de Del Blanco, poco de Luna Diale y muy escaso el peso ofensivo de la dupla Orsini-Morales, sin ingenio para abrirse espacios y tratar de complicar en algo a la dupla Lema-Canale, que resolvió todo sin problemas.
En contrapartida, teniendo menos la pelota y avanzando menos que Unión, Lanús fue más peligroso. Tuvo un par de situaciones con pelotas que quedaron picando adentro del área y que no se metieron en el arco de Unión por poco. La más clara de todas, salvada por Calderón arrojándose al piso adentro del área chica cuando parecía que Moyano ya no tenía nada que hacer. “Ponga huevo, el Tate ponga huevo…”, fue el grito que no se hizo esperar. Lanús, menos presionado, más calmo, le daba un trato más preciso al juego. Cuando lograba tener la pelota, la movía con mucha soltura y tranquilidad. En eso, marcaba diferencias sobre un Unión mucho más impreciso y nervioso, sin profundidad y al que le costaba muchísimo el desequilibrio, tanto individual como colectivo en los últimos 30 metros de la cancha.
Llegó el momento de arriesgar por parte de los técnicos. Lo hizo Zielinski metiendo a Lotti por Boggio (delantero por volante) y retrucó el Kily con la entrada de Domina por Paz (delantero por defensor). Fue una decisión audaz y arriesgada la del entrenador tatengue, porque quedó prácticamente jugando mano a mano atrás.
Recién sobre los 28 minutos del segundo tiempo tuvo una chance clara: un centro de Vera fue cabeceado por Domina al primer palo y lo encontró bien ubicado a Acosta para desviar la pelota al córner. Unión se repetía en centros, pero iba al frente, con lo poco que tenía, condicionado por sus limitaciones y por esa tensión que crecía en el 15 de Abril a medida que pasaban los minutos, incrementada por el cántico de la gente en contra de la comisión.
El partido entró en un terreno extremadamente peligroso para Unión, porque por un lado era la búsqueda del arco rival plagada de nervios, desorden y una absoluta carencia de ideas. Y por el otro, debatirse en su propio terreno con un equipo que tenía mucha gente para atacar. Unión era la imagen de un equipo atado, urgido e impotente, al que no le alcanzaba con la vergüenza deportiva de algunos que empujaban desde atrás (Calderón y Corvalán).
Y allá por los 43 llegó la más clara de todas. Buena jugada de Zenón, el desborde de Domina por izquierda, centro pasado para Morales y el remate, como venía, del “9” que fue desviado en forma estupenda por Acosta. Fue lo último que hizo Morales, antes de irse reemplazado por Juárez. Y fue lo más peligroso de este Unión de muy poca profundidad en todo el partido.
Así lo terminó Unión. Empujando, metiendo centros, jugándose la vida en cada pelota pero sin precisión, sin claridad y también sin suerte. La gente lo entendió así. Se olvidó de los insultos a la dirigencia (que los hubo y en varios momentos durante los 90 minutos), primero hubo algunos silbidos y enseguida llegaron los aplausos. La gente valoró la entrega y el fervor. Sabe que este es un equipo con limitaciones, que en esta circunstancia extrema de jugar bajo suma presión no consigue algo fundamental en el fútbol, que es jugar liberado de esas ataduras y nervios que ponen al desnudo los defectos de cualquier equipo.
Las formas se mantuvieron durante un rato y cuando el partido recién empezó. Después, esta angustia lo llevó a jugar con el corazón y el alma, pero sin la cabeza. En la entrega no hay ningún reproche que hacerle a este equipo. Pero está claro que con eso, muchas veces, no alcanza para ganar.
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