Los Palmeras al poder…
Los Palmeras tocan "El Bombón Asesino" en Asunción, Paraguay, acompañando a Colón de Santa Fe en la final de la Copa Sudamericana de 2019.
Los Palmeras tocan "El Bombón Asesino" en Asunción, Paraguay, acompañando a Colón de Santa Fe en la final de la Copa Sudamericana de 2019.
En una zona de Burdeos un amigo, un fin de semana, estaba invitado a un casamiento. Sucedió hace algunos años, me contó, que bodegueros de la zona, incentivados con abundante comida, regada con espumantes y vinos de buenos barriles, festejaban y festejaban. Había musicalizadores. Una bandada de amigotes, con argentinos y españoles en la lista, llegó a Francia a esa fiesta de viernes, sábado y domingo. Un "finde" de brindis con entusiasmados contertulios, en territorio francés, partícipes de la comilona que se insiste: estaba bien regada. Allí el testigo del hecho.
De poca bebida, y mucha observación, mi amigo advirtió que la fiesta decaía esa noche sabatina, tarde ya, y le preguntó al DJ si conocía un tema musical. No sabía bien su nombre. Después lo recordó. En el francés de las películas del viejo "Nouveau cinema" insistió con el título. Lo había escuchado cuando, quienes lo tocaban, lo presentaron en un programa de Mirtha Legrand. Mi amigo aconseja -siempre- que una o dos veces al año mire el programa de Mirtha para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Le hago caso.
Me dice que, ubicado el tema en ese maravilloso mundo lejano que es "la nube", el musicalizador lo disparó a los parlantes. El sonido hiriente de la primera nota, de la primera frase de ese acordeón afinado arriba/arriba despertó cosas. Lentamente salieron a bailar. Poco a poco todos. Un baile espasmódico por el alcohol, el cansancio, pero algo subyugaba a los que estaban en la fiesta. Todos a la improvisada pista en mitad de los galpones de la finca.
"Créeme -me decía- nunca pensé que ese tipo de música tuviese esos efectos hipnóticos hasta que recordé que yo también sufrí lo mismo, de visita en Argentina, cuando la escuché en aquel programa de la Legrand". De nada sirvió recordarle el enrevesado origen del tema, un fracasado original de danza para bailes orientales, con odaliscas y narguile, reversionado, reinventado o, para mejor decir: traducido a un idioma de pocas vueltas y mucha certeza de propósitos convertido -así- en un tema que provocaba eso: compulsión a bailar a como dé lugar. "Francia en peligro… el Bombón Asesino conquistó Burdeos", me dijo. Concluí que sí. Coincidimos en lo inexplicable del asunto y allí quedamos.
Existe una suma de teorías concurrentes sobre que la suma de tradiciones tribales y el paisaje (si hay cueros, si hay maderas, si hay colonizadores deben incluirse) terminan por ordenar la música que acompaña al hombre que habita cada sitio. Es imposible evitar a los jesuitas, sus violines y sus guitarras… como es imposible evitar las siete notas y la división en dos, luego en cuatro y así. Muchos aventuran, así lo recuerdo de mis lecturas, que el río da una continuidad. O, como dice Atahualpa: "Vea amigo, cambia la velocidad, pero la milonga es la misma".
Reviso mi infancia (la tuve, lejana pero la tuve) en una Santa Fe donde esto que hacen Los Palmeras no existía. Doy fe con mi memoria y la memoria de la dupla Klein y Sorbellini, de Alcides Fertonani, de la típica de Raimundo Grasso. Puedo sumar a Alberto Castillo y los carnavales en Colón, en aquello que era el Control Caminero de La Boca del Tigre, más Santa Rosa de Lima (Che: ¡había Policía Caminera… jodeme¡), Claudio Monterrío (Vandenberghe) componía "Itá enramada" y avanzaba Linares Cardozo con su "Chamarrita entrerriana".
Un paisaje de río estimulaba. Ariel Ramírez agradecía sus estudios en la Escuela Normal. Carlos Guastavino era respetado como un prócer (respetado u olvidado… hum… no lo sé, finamente "Se equivocó la paloma" llegó por Joan Manuel Serrat, que se la escuchó a un italiano, que la escuchó del coro de Gómez Carrillo, en fin…) y Miguel Brascó más Guiche Aisemberg intentaban volver traducible una vorágine de mocovíes y estribaciones de guaraníes y matacos, todos junto a las aguas del Carcarañá, el Colastiné, el Salado y el anchuroso Paraná, a quien todos le debemos la vida.
Soy testigo y memoria de aquello, pero en este septiembre de 2024 un sábado, también fui testigo, acaso memoria -pero se sabe, la memoria es una bolsa de afectos que pesan demasiado-, fui testigo, insisto, de un hecho particular. Soy desde entonces una sorpresa que no se acaba. Enumero: Feria del Libro. Festival de Poesía. Noche de las Peatonales. Tocan Los Palmeras en el centro de Rosario. En rigor presentaban un libro de fotos, recuerdos, acaso textos, completando un circuito de "inusitadas casualidades sorprendentes" una ministra de Cultura los entrevistaba públicamente. Es un hecho, pero caramba, nunca es poco para el asombro. Desde ese sábado de septiembre precisaré más para asombrarme.
Lo sé, muy bien lo sé, que el fenómeno popular, del que el peronismo da muestra desde el 17 de octubre de 1945, comporta un cambio cultural y lo que hasta allí estaba, con cada facto popular, masivo, inatajable y también inolvidable, cambia y se arma otro animal de muchas formas, todas vertebradas alrededor del asombro y la gloria. De la explosión, de la pasión, lo imaginado y lo que nunca se repetirá y, por tanto, logra una eternidad que se suma y se suma.
Hay una consigna y una clave: yo estuve allí. Somos esas eternidades de un instante. Los Queen en Central. Raúl Alfonsín en el Monumento. El Gordo Troilo en El Viejo Almacén, a las 9 de la noche, ensayando. Jorge Luis Borges para mí solo en un alero de una casa en San Antonio de Areco. Astor Piazzolla diciéndome "escuchá a Pink Floyd, Bigote". Y Juan Domingo Perón en el balcón rajando a los Montoneros y yo mirando. O Félix Grande explicándome que el flamenco es inexplicable, como toda cuestión popular que desde el fondo viene y…
Necesito respirar. Debo incluir entre los hechos que no se pueden quitar de la memoria a lo sucedido ese sábado de setiembre. No creo que sea bueno para el porvenir "culturoso". No lo sé. En rigor sobre lo que somos (un verdadero canto rodado) todo suma y el cambio aparece mucho más allá y por tanto la pregunta es otra: ¿Cuándo apareció la cumbia como el fenómeno que caracteriza a la ciudad de Santa Fe, ahora a Rosario?
¿Desde cuándo son Los Palmeras los máximos sacerdotes de esta fiesta pagana, como la que se vivió en Rosario una noche en la que, debe indicarse, no se hizo publicidad comercial sobre la presencia de Los Palmeras para que solo estuviese lleno, sin desbordes que una invitación comercial/publicitara exaltaría hasta vaya uno a saber dónde?… Hay más preguntas. ¿Es una fiesta pagana o nos convertimos y Los Palmeras son sacerdotes y La Cumbia es la religión oficial de nuestra música?
En aquel casamiento bien regado, con buenos vinos, en la zona de Burdeos mi amigo encontró la razón y no quiso hacerlo porque no se puede, porque los fenómenos populares no tienen razones, simplemente se acumulan cosas y suceden, estallan, pero lo hizo. La repito: "El sonido hiriente de la primera nota, de la primera frase de ese acordeón afinado arriba/arriba despertó cosas. Lentamente salieron a bailar. Poco a poco todos. Un baile espasmódico por el alcohol, el cansancio, pero algo subyugaba a los que estaban en la fiesta. Todos a la improvisada pista en mitad de los galpones de la finca". No sé qué pensarían los actuales gobernantes de Rosario y de la provincia de Santa Fe pero aviso: si quisieran conquistar el poder formal podrían. El poder real de "El Bombón Asesino" es de ellos y nunca se sabrá si es bueno o malo, ni siquiera hasta cuándo.
La de este martes fue una noche especial en el “Gigante” de Arroyito. Primero por la sorprendente goleada que el equipo de Matías Lequi le propinó al puntero Vélez, que llegó a Rosario con paso arrollador y se fue golpeado. Y también por las muestras de cariño a Omar Palma, la leyenda “canalla” que pelea por su vida