Su aporte llega hasta hoy

Justo José de Urquiza, padre de la Constitución argentina

Ninguneado por la historia argentina, Justo José de Urquiza es uno de los arquitectos de la República Argentina actual. Intentó un proyecto de país que sucumbió frente a intereses más poderosos. Su visión desarrollista en base a colonias agrícolas, vías férreas y formación educativa es su gran legado. Controversial, dejó una huella perdurable en el Litoral.
21-10-2018 | 20:03 |

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Urquiza participó desde muy joven de la guerra civil argentina. Su poder fue in crescendo en el campo militar (político) y económico, y fue nombrado gobernador de Entre Ríos el 1° de enero de 1842. Foto: Roberto Landaburu



Hernán Alvarez
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Las generaciones nuevas desconocen prácticamente a este hombre que en la segunda mitad del siglo XIX dejó su sello en Argentina. Sus acciones, muchas cuestionadas y cuestionables, cimentaron un país como el actual. Con sus virtudes y sus defectos. Fue obviado, ninguneado, denigrado, eclipsado en la historia oficial nacional escrita desde su época. Fue Josef Justo de Urquiza y García o Justo José de Urquiza, como se lo conoce. Un hacedor de esta nación, gran benefactor de Entre Ríos y también de Santa Fe.

“Cuando hablamos de la figura de Urquiza estamos hablando de un político y un militar, un hacendado, un empresario, un hombre de acción. Una persona que se formó y se forjó en la provincia de Entre Ríos en las luchas del federalismo. En donde estaba todo para hacerse. Sobre todo para poder organizar una nación”, afirma Luis Cerrudo, ex director entre 1997 y 2018 del museo nacional del Palacio San José (la última residencia del prócer).

Justo nació el 18 de octubre de 1801 en un paraje llamado El Talar de Arroyo Largo (hoy Arroyo Urquiza), a unos 20 kilómetros al norte de Concepción del Uruguay. Una versión indica que lo hizo en otro muy cercano llamado Los Corrales (hoy estancia Villa Teresa). Hijo de un inmigrante español, Josef de Urquiza y Álzaga, y de María Cándida García Monzón.

Justo José participó desde muy joven de la guerra civil argentina. Su poder fue in crescendo en el campo militar (político) y económico, y fue nombrado gobernador de Entre Ríos el 1º de enero de 1842. “En su patria chica, con el transcurso de los años se convirtió en uno de los hacendados y comerciantes más ricos del país. Creó un sistema integrado de producción de carnes, salazón industrial, embarque del tasajo en el puerto de su estancia de Santa Cándida y exportación a países como Puerto Rico, México, Cuba y Estados Unidos en naves de sociedades que también integraba”, remarca Gustavo Vittori, periodista y escritor, miembro del directorio de El Litoral de Santa Fe. “Por eso defenderá el principio de libre navegación de los ríos interiores, postura que lo llevará al enfrentamiento con (Juan Manuel de) Rosas que controlaba la aduana de Buenos Aires, válvula de ingreso y egreso a la cuenca del Plata”, asegura Vittori. Gustavo explica el enfrentamiento con el gobernador bonaerense: “Lo que lleva a la guerra a estos generales y gobernantes del mismo palo federal es la competencia entre los dos principales grupos de hacendados saladeristas del país. Los bonaerenses, representados por Rosas; y los entrerrianos, con Urquiza a la cabeza”.

La etapa esplendorosa

Este conflicto de intereses llevó a JJ Urquiza a enfrentarse con Rosas de manera abierta en la década del 1850. Primero fue a través del Pronunciamiento del 1° de mayo de 1851 cuando Justo asumió como gobernador entrerriano las relaciones exteriores sin la intermediación porteña rosista. Estas acciones derivaron en la batalla de Caseros del 3 de febrero de 1852 en donde Justo consiguió una victoria aplastante sobre el caudillo bonaerense y entró triunfante como líder del Ejército Grande (que incluía tropas brasileñas) en la ciudad de Buenos Aires. Aquella fue una derrota que los porteños nunca digirieron. Pese a su triunfo, Urquiza nunca gozó de la aceptación de los habitantes de la capital argentina.

“Fue quien logró dar inicio al camino de la organización nacional a partir del Pronunciamiento, la batalla de Caseros y fundamentalmente el haber permitido a través del acuerdo de San Nicolás la realización del congreso constituyente que sancionó nuestro texto en 1853”, dice Cerrudo. La sanción de la Constitución en la ciudad de Santa Fe el 1° de mayo de 1853 (sin la poderosa Buenos Aires) marca el nacimiento organizado de nuestra república.

Con la carta magna plasmada y con los porteños y bonaerenses separados del resto del país, Urquiza asumió como primer presidente constitucional albiceleste el 5 de marzo de 1854 en Paraná. El caudillo había llegado a la cúspide. Las ideas de Juan Bautista Alberdi que él supo valorar se pudieron materializar.

La organización nacional del Estado no fue sencilla. Desde la provincia de Buenos Aires habían rechazado la constitución del ’53 y se habían escindido en un estado autónomo. Además de conflictos militares, esto trajo graves perjuicios económicos a la Confederación al retener Buenos Aires el comercio exterior de la región.

Esta asfixia político-económica llevó a la batalla de Pavón del 17 de septiembre de 1861 ya con Santiago Derqui como presidente (había asumido en 1860). El retiro de JJ Urquiza del campo de batalla a pesar de ir venciendo marcó la derrota de su proyecto federal. El resultado de ese enfrentamiento podría explicarse a partir de los acuerdos tejidos por Mitre y el general antes de guerrear. “Urquiza y los suyos decidieron que les era más barato llegar a un acuerdo con los porteños, sean comerciantes o terratenientes, que llevar una lucha a muerte, siempre y cuando no se metan con los asuntos de Entre Ríos”, asegura el historiador Roberto Landaburu. “Es muy probable que su incomprensible retiro del campo de Pavón haya respondido a una decisión de la cúpula de la logia masónica Unión del Plata número 1, en la que Urquiza, Mitre, Sarmiento y Derqui tenían el grado 33 del rito escocés. Sólo un acuerdo en ese ámbito puede explicar la conducta del gobernador de Entre Ríos”, afirma Vittori.

El nacido en El Talar es la personificación misma de la derrota de los no porteños frente al poderío aplastante de la ciudad de Buenos Aires y su estructura económica apoyada en la provincia homónima.

La defección de Urquiza en Pavón marca el comienzo de la historia contemporánea argentina. Un camino que a partir de 1861 estuvo marcada por la hegemonía porteña que sometió y subordinó cualquier otra región de nuestro país en todos los aspectos de la vida humana. Ese control político fue antes económico y luego cultural, educativo y retórico. Ninguna rama pudo escapar a la lógica que impuso el vencedor, Bartolomé Mitre, desde aquel enfrentamiento en el sur santafesino.

La etapa oscura

Después de Pavón comienza una etapa muy distinta en la vida del padre de la Constitución nacional. El entrerriano se había sabido ganar la adhesión del resto del país con su lucha contra la causa del único puerto por años. Tras aquel combate, abandonó la causa federalista y quitó su apoyo a sus seguidores a cambio de mantener su espacio de poder en su provincia. Esto lo llevó a ser considerado un traidor por sus propios partidarios federales.

Se mantuvo como gobernador entrerriano hasta 1864 cuando delegó en su delfín José María Domínguez el mando de su distrito. “Generó mucho encono en sus propias filas, algo que después terminó alejándolo de su propia gente. Hubo otras acciones como la guerra del Paraguay y el apoyo a Mitre en esa guerra infame, incluso con dos batallones que se sublevaron a Urquiza. No querían ir a pelear contra los paraguayos”, subraya el profesor de historia Jorge Villanova.

Aquel cambio de timón en la batalla del ’61 sumado a otras muchas afrentas le costó la vida. Presuntamente enviados por Ricardo López Jordán, su ladero fiel en las luchas civiles, un grupo de hombres bajo el mando de Simón Luengo ingresó en el Palacio San José el 11 de abril de 1870. Uno de estos, Ambrosio Luna, le disparó en el rostro. Abatido en el piso, Nicomedes Coronel le asestó al ex presidente cinco puñaladas lapidarias.

Despreciado por Buenos Aires y también por los que apoyaron la causa federal, Justo quedó para la posteridad en un fuego cruzado. Cerrudo expresa: “En la historia argentina colocan a Bartolomé Mitre como aquel que pudo liderar desde Buenos Aires la formación del Estado nacional. Y los historiadores revisionistas que atacan esta historia liberal defienden el proceso anterior que es el rosismo. Urquiza queda metido en el medio criticado por ambos sectores”. “Esto responde a una lectura unitaria de la historia argentina. Mitre, que escribe y fundamenta su propio accionar político y el de sus contemporáneos, aparece como el gran constructor de la nación argentina”, agrega el ex director del museo cercano a Concepción del Uruguay.

Sus grandes aportes al país

Además de ser el impulsor de la Constitución argentina, el general fue el padre de la Rosario actual. Su proyecto sobre el Ferrocarril Central Argentino entre esa ciudad y Córdoba logró ser plasmado luego por Mitre como presidente y por Sarmiento (se construyó entre 1863 y 1870). Su idea brillante de unir esas dos localidades con el tren marcó un antes y un después en la Cuna de la Bandera y en la Pampa Húmeda en general.

Con su mirada adelantada, J.J. Urquiza vio antes que nadie el potencial rosarino. El gobernador Domingo Crespo le dio status de ciudad y de puerto de ultramar a aquella Villa del Rosario el 5 de agosto de 1852 por petición del militar entrerriano. Además, Urquiza pensó a esa ciudad como la gran puerta de entrada y la capital nacional de la Confederación Argentina. “La decisión más importante por sus efectos comerciales (en territorio santafesino) quizá haya sido el hecho de que consagra a Rosario como principal puerto de la Confederación”, señala Vittori. Pese al centralismo porteño que se impone hasta nuestros días, Rosario explotó como centro económico en parte gracias al ideario de Urquiza.

Político sagaz, comprendió que la formación educativa era la base para el desarrollo entrerriano y argentino. Villanova remarca la creación por su iniciativa del Colegio del Uruguay (hoy llamado Colegio Superior del Uruguay) el 28 de julio de 1849: “La educación fue un hecho importante, pero teñida de una intención que era crear una elite de estudiantes formándose para ser las figuras de ese estado que quería crear Urquiza. Que de hecho va a suceder con la generación del ’80 (1880). Muchos de sus integrantes estudiaron en el Colegio del Uruguay”. Entre los alumnos, se destacan los presidentes Julio Argentino Roca y Victorino de la Plaza, junto al educador José Benjamín Zubiaur. “El colegio sacó gobernadores, diputados, una cantidad de personas que fueron trascendentes”, agrega Jorge. Esta institución, que formó a Arturo Frondizi en el siglo XX, es el tercer colegio secundario más viejo de Argentina.

Por otra parte, el general también propulsó la llegada de inmigrantes en colonias agrícolas. Bajo su presidencia y con su apoyo se fundó Colonia Esperanza a principios de 1856. Las primeras 200 familias suizas, alemanas, francesas, belgas y luxemburguesas fueran las pioneras de un proceso que pobló una casi deshabitada Santa Fe.

Además, junto al francés Alejo Peyret organizó la Colonia San José en el ’57 (segunda en Argentina después de Esperanza). “Urquiza empieza a organizar varios tipos de colonias, si bien no son muchas las que hace. Obviamente no era gratis. Después esa política siguió en la provincia. Esto hizo que se democratice la tierra de una manera singular”, puntualiza Villanova.

Difusor involuntario del deporte

Sin haber conocido el deporte, Urquiza fue un impulsor indirecto del ejercicio físico y de las disciplinas deportivas. La materialización del Ferrocarril Central Argentino entre 1863 y 1870 implicó la llegada de británicos que trajeron el críquet y luego el fútbol, el rugby y el tenis a nuestro país. La fundación del Club Atlético del Rosario (nacido como Rosario Cricket Club) en 1867 da cuenta de ello.

A su vez, Benjamín Zubiaur fue alumno y rector (entre 1892 y 1899) del Colegio del Uruguay. Él fue un educador que impulsó la educación física en la formación básica. Zubiaur integró el grupo de miembros fundadores del Comité Olímpico Internacional en 1894 (único latinoamericano). Allí se decidió el renacimiento de los Juegos Olímpicos en Atenas, Grecia, dos años después. 
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